martes, 30 de marzo de 2010

LA TURBIA, ASQUEROSA, IMBECIL PROHIBICION DE "WOYZECK"

Los términos usados en el epígrafe pueden parecer inadecuados y hasta groseros para hablar de la prohibición de una obra en un teatro oficial de repertorio, como lo era el TUBA. Es que no fue la férrea censura impuesta por la dictadura militar instaurada en marzo de 1976 en la Argentina, la que determinó que “Woyzeck”, de Georg Büchner, nos fuera tajantemente prohibida al término de la tercera representación, en octubre de 1978. De haber sido así, el hecho tendría cierto grado de lógica. Qué se puede esperar de una Universidad sojuzgada por un gobierno dictatorial…? Que vea con buenos ojos una obra en la que se ridiculiza al poder, a la estructura tradicional de familia, a los estamentos militares y a los profesores universitarios, comparándolos con un chimpancé…? Mi decisión de poner “Woyzeck” en el repertorio (siempre lo supe) fue un acto suicida cometido con plena conciencia de que me estaba suicidando. Un conflicto interno en el elenco de “Leonce y Lena” (también de Büchner, pero más suave que “Woyzeck” en cuanto a su burla despiadada de la sociedad retrógrada), hizo que el espectáculo se desmembrara y no pudiera seguir en cartel. Apelé a “Woyzeck” como una forma de coherencia con el repertorio previsto, en un año donde también habíamos tenido que abandonar el proyecto de montar “El brujo del bosque”, la primitiva y desconocida versión de “Tío Vania”, de Chéjov, luego de largos meses de estudiarla y analizarla en un taller interno, coordinado por una antropóloga de la UBA. “Woyzeck”, con pocos personajes y un montaje despojado, para cuya concreción apelamos a teorías sobre el espacio tomadas de Meyerhold, de Erwin Piscator, de Peter Brook y también de nuestro Gastón Breyer, estuvo lista en menos de dos semanas y el TUBA pudo de este modo retomar sus funciones regulares de fin de semana en Corrientes 2038, que el público tanto reclamaba. El pequeño grupo de “sediciosos” que nos había abandonado cuando hacíamos “Leonce y Lena” se encargó de hacer circular la versión en los bares de Corrientes donde se reunía la juventud estudiantil, que “Woyzeck” iba a ser prohibida porque “la obra es un panfleto marxista”. No lo sabíamos en ese momento (en realidad, nadie sabía qué era lo que realmente pasaba en la Argentina en aquellos años), pero dentro del TUBA había infiltrados que colaboraban con la manía persecutoria de los funcionarios de la Dirección de Cultura. Por eso puedo afirmar hoy, al recordarlo con mucha bronca y con mucha tristeza al mismo tiempo, que la prohibición de “Woyzeck” fue turbia y asquerosa: PORQUE SE GENERO EN EL SENO DEL PROPIO TUBA…!!! Lo de que fue imbécil corre para el Director de Cultura que vino a prohibirla a Corrientes 2038. No es una verdadera imbecilidad afirmar que Georg Büchner, que murió en 1837, fue un inspirador del Manifiesto de Carlos Marx y que “Woyzeck” (un alegato maravilloso a favor de la dignidad humana), no es más que “un burdo panfleto subversivo”…? Qué terrible cuando los resentidos se alían con los imbéciles para pretender imponer sus ideas trastocadas… Cuando el Director de Cultura salió por la puerta de Corrientes 2038 llevándose “mi promesa” de que “Woyzeck” no se volvería a dar (total, qué importaba que el teatro se quedase vacío, -me dijo-, si era prácticamente el fin de la temporada…), tuvimos unos pocos instantes en que nos mordimos de la rabia y la frustración y las ganas de llorar y gritar y patalear, todo al mismo tiempo…pero enseguida salimos del estancamiento y nos pusimos a desmantelar todo lo que nosotros mismos, con tanto esfuerzo, habíamos instalado. Focos, cortinados, maderámenes…todo fue arrancado de sus soportes, con la misma furia con que hubiéramos querido arrancarle los pocos pelos que le quedaban al dichoso Director de Cultura en su hueca cabeza, que se había molestado POR UNA VEZ a venir en un domingo a Corrientes 2038…pero para disponer una prohibición de una obra cuyo texto y orígenes seguramente desconocía. Al día siguiente, a primera hora, me presenté en la Secretaría Académica del Rectorado con mi segunda renuncia a la conducción del TUBA (la primera había sido en 1975, cuando nos obligaban a reunirnos para nuestros ensayos en un patio a la intemperie en los fondos de la facultad de Ciencias Económicas). Intervino un secretario que se ocupaba de deportes, pero que me tenía cierta estima y que además (por suerte) detestaba al susodicho Director de Cultura…y unos quince días más tarde yo estaba deponiendo mi renuncia y montando para cerrar el año una “cautelosa” versión de “La dama del alba”, de Alejandro Casona, el único espectáculo del TUBA que no fotografiamos, porque de haberlo hecho tendríamos entonces y hoy un testimonio visible de nuestra claudicación. En aras de qué habíamos claudicado…?: De que la historia del TUBA continuase. Maldito designio de continuidad, que aprendí de Barrault, de la Boero, de Asquini, de tantos cuyos teatros fueron pisoteados, humillados, asquerosamente perseguidos…pero siguieron adelante, con la misma firme mirada en el porvenir.

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