viernes, 25 de mayo de 2012

EL TUBA Y EL MUNDO: POR SIEMPRE...

Me hace muy feliz abrir algunos días este ya voluminoso Blog sobre la historia del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (1974 - 1983) y comprobar que alguien, en algún país de Latinoamérica o de algún remoto lugar del mundo, lo está viendo también. La frecuencia con que es visto en México, España, Colombia, Perú o los Estados Unidos me alienta a pensar que no se trata de ocasionales navegadores “perdidos en el mar de la web”, sino de posibles cofrades, probablemente jóvenes, que encuentren en las vicisitudes de la historia del TUBA fortalecedoras semejanzas con sus propias vicisitudes, si es que se hallan atravesando (imagino), las mismas absurdas trabas y turbias acechanzas para llevar adelante algún otro heroico TEATRO UNIVERSITARIO, presa (como lo fue el TUBA), de lo que Jorge Luis Borges definía como “torpes pero bien razonadas barbaries”. Sabemos que el teatro fue siempre tarea de funámbulos (me refiero a esos acróbatas que hacen malabares sobre una cuerda floja o un alambre) y que por más que muchos de ellos terminen estrellándose contra el piso con todos sus huesos rotos, siempre habrá otros que decididamente ocupen su lugar en las alturas, dispuestos sin miedo alguno a experimentar la alegría de ser libres por el rato que dure la función; inalcanzables para las garras de los opresores que se mueven cobardemente a nivel del suelo o por debajo de él. Podrá estar este Blog ayudando a construir otros teatros universitarios o a fortalecer las convicciones de los que ya existen, pero padecen parecidas o iguales dificultades para subsistir...? Si así fuera, nuestra derrota final de junio de 1983, luego de nueve denodados años por sostener el TUBA, se transformaría, a casi tres décadas de distancia, en un maravilloso TRIUNFO...!. Hemos finalmente triunfado (abarco en esto a todos los que hicimos el TUBA), a partir del miércoles 17 de febrero de 2010 (fecha de la primera “entrada” o capítulo de este Blog), por sobre los designios exterminadores de todos cuantos procuraron el aniquilamiento del TUBA durante sus nueve años de existencia y de todos los que después de su forzado cierre en junio de 1983, se dedicaron con ahinco a sepultar en el olvido hasta el último vestigio de su honesta trayectoria como TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO. Los primeros, (los que lo combatieron “en vida”), eran tan sólo unos míseros, infradotados agentes a sueldo, enquistados en una supuesta “dirección de cultura” dependiente del Rectorado de la Universidad de Buenos Aires, cuya única doctrina era la abulia, sumada a un enfermizo temor a ver “zurdos” (izquierdistas) por todas partes y para peor (según ellos), que fueran portadores de apellidos judíos. Cuando consiguieron que el TUBA muriese, a mediados de 1983, se llegó al colmo de que un funcionario de esa “dirección de cultura” (de apellido Ramírez) manifestase alegremente: “¡Al fin se terminó la historia de ese teatro...!”, aunque una de sus empleadas (de nombre Cristina), prudentemente, le acotó: “No se crea, señor Ramírez, a lo mejor recién empieza...”. Luego del cierre del TUBA (todos los jóvenes que lo integraban se fueron en masa tras mi renuncia), hubo promesas y hasta firmes aseveraciones por parte de la Universidad de que el “TEATRO DE LA U.B.A.” iba a continuar, aclarando al instante: “pero con otra gente”. Se nombraron dos directores: Enrique Escope primero y luego Román Caracciolo. Éste último llegó a montar un espectáculo denominado “¡Q'ensalada...!” y a partir de allí, tras un período de silencio de algunos meses, alrededor de comienzos de 1985, aparece el proyecto de creación de un Centro Cultural que habría de llamarse “Rector Ricardo Rojas” y que ocuparía el mismo desvencijado edificio de la avenida Corrientes 2038 (pleno centro de Buenos Aires), que había ocupado el TUBA durante ocho de los nueve años de su existencia. Aquí, con la irrupción del Rojas, abarcando múltiples disciplinas, cursos de toda clase de especialidades y tras una costosa remodelación del edificio, empieza lo que podría definirse como: LA TAREA DE DESTRUCCIÓN DE LA MEMORIA DEL TUBA. Eran para la Argentina tiempos de alborear de una incipiente (pero definitiva) democracia. Y sin embargo, desde lo cultural, se emplearon casi los mismos oscuros métodos inherentes a toda dictadura: la abolición de lo hecho antes, en aras de una autosuficientemente declamada “primevera cultural”. Los repertorios del TUBA (que albergaron nombres ilustres como los de Terencio, Esquilo, Molière, Shakespeare, Armando Discépolo, Sófocles, Juan Carlos Ghiano o Anton Chéjov), merecieron el desprecio por parte de las nuevas autoridades del Rojas, que apuntaban a encumbrar las transgresoras travesuras de Batato Barea, las Gambas al Ajillo o el Clú del Claun. Del TUBA (sus trabajos de investigación dramática, los libretos de sus espectáculos, sus programas y affiches, los listados con los nombres de los aproximadamente 1.600 inscriptos en sus talleres de actuación o de artesanado, los miles de encuestas de opinión del público que asistió a las 1.163 representaciones realizadas (con acceso gratuito), entre fines de 1974 y fines de 1983), no han de quedar ni rastros en el remodelado edificio de Corrientes 2038. A medida que pasó el tiempo, esas primeras autoridades (que sabían muy bien lo que había sido el TUBA), fueron dando paso a nuevas autoridades, que “se amparon” en el argumento: “Yo hace poco que estoy aquí...¿así que hubo un teatro universitario en este lugar...?”. El Centro Cultural Rojas abarca todas las disciplinas y no es mi intención poner en tela de juicio su enorme valor como epicentro de nuevos conceptos en materia cultural. Me llama la atención, sin embargo, que contando con un área definida como “actividades de reflexión”, no haya surgido entre sus responsables, en estos 27 años de existencia del Rojas, una iniciativa tendiente a dilucidar porqué luego de la desaparición del TUBA (hacen ya 29 años), la Universidad de Buenos Aires no ha vuelto a contar con un Centro de Drama (o sea: con un elenco oficial universitario de teatro), como lo tienen desde remotas épocas la mayoría (o casi todas) las universidades del resto del mundo. Ni la historia del único (en toda la historia de la U.B.A.), TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, ni el hecho de que exista en el mundo (a partir de 1994) una “Asociación Internacional de Teatro Universitario (A.I.T.U.)”, a la que la Universidad de Buenos Aires permanece ajena, parece ser TEMA DE REFLEXIÓN para la gente del Rojas. Ahora, a partir de febrero de 2010, de un modo absolutamente impensado, la historia del TUBA ha empezado a emerger de las profundidades de la NO MEMORIA a las que había sido premeditadamente condenada. El Blog está al alcance del mundo entero y salvo el escollo de las barreras idiomáticas (cuando lo revisan en países como Holanda, Canadá, Rusia, Taiwan, Nueva Zelanda, Israel o Marruecos) cómo fue el TUBA, qué hizo el TUBA, por qué desapareció el TUBA... ya no depende del arbitrio a favor o en contra de ninguna “dirección de cultura” ni cosa que se le parezca. Como el Cid después de su muerte, el TUBA gana una nueva batalla cada vez que alguien, en algún lugar del planeta, se introduce en su sitio dentro del “universo Google” (www.arielquirogatuba.blogspot.com) y se dedica a explorar el contenido de sus (hasta hoy) 229 entradas (o capítulos); los fragmentos de audio (que están dentro de cuadraditos negros que se activan pulsando una simple flechita), en los que además de las escenas extraídas de los espectáculos montados, las charlas didácticas en ámbitos universitarios o de barriada, está también presente, VIVA, la vida interna del TUBA: su algarabía de todas las noches durante unas 3.285 noches (porque en el TUBA todas las noches de los 365 días de cada año había alguna actividad diferente: desde estudiar a Sófocles hasta coser telones, repartir volantes o limpiar los baños del público, que los ordenanzas del edificio de Corrientes 2038 se negaban a limpiar). También están las fotografías. Cientos de fotografías (algunas las voy a poner de nuevo en esta entrada, aunque a los frecuentadores del Blog les van a resultar familiares), que se salvaron de la devastación porque las pagábamos nosotros, los del TUBA, imaginando premonitoriamente que iban a ser, alguna vez, la mejor y única demostración de que nuestro Teatro Universitario (nuestro TUBA), pobre de toda pobreza, sin respaldo económico de ninguna índole, construído sólo con nuestros aportes (los muebles, los trajes, los sombreros, la vajilla, las botas, las herramientas, traídas por cada uno desde sus propios domicilios), había podido ser, a pesar de todo, un TEATRO EN SERIO, con decorados, ropajes, recursos lumínicos, como cualquier otro teatro que se precie de tal. Vuelvo a lo que decía al comienzo de este capítulo: me hace muy feliz abrir algunos días el Blog y comprobar que lo están viendo en uno, dos o en varios lugares del mundo a la vez. La tarea está cumplida. El TUBA ha vuelto a la vida y si la Humanidad permanece, su legado seguirá siendo por siempre PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD.