El lunes 4 de abril de 1983 se celebró el Día Mundial del Teatro y el TUBA, invitado especialmente, participó de la fiesta, en un Teatro Cervantes colmado hasta sus galerías superiores (como aquel sábado de mayo de 1976, cuando sucedió lo mismo en nuestra función de “La suegra”, de Terencio).
En un ejercicio ritual de sólo ocho minutos, (tal como nos había pedido expresamente Emilio Stevanovich, a cargo de la coordinación del acto), con pasajes extraídos de algunos de los más bellos textos de la literatura dramática universal y en una noche donde abundaron los alegatos en pro de la libertad de expresión, el TUBA hizo también su aporte de protesta, sin panfletarismo de ninguna índole, acudiendo a las palabras de alerta encriptadas en el célebre monólogo “Ser o no ser”, de “Hamlet”, donde se clama contra “las tardanzas de la justicia” y “las insolencias del poder” y se denuncian “las humillaciones que los hombres de mérito reciben constantemente de parte de los indignos”.
Un acto de semidesnudez del grupo de oficiantes, bañado en luces blancas y azuladas, produjo estupor y a la vez profundo respeto, ya que durante los breves instantes que duró, en el recinto colmado no se escuchó ni siquiera una tos.
Fue realmente conmovedor asistir al momento en que unos treinta jóvenes universitarios, que habían ingresado con vestimentas de cómicos de la legua, entonando las estrofas de la Oda al Macho Cabrío, de Etienne Jodelle, se iban quitando esos harapos lentamente hasta quedar con los torsos desnudos y las piernas cubiertas con “vaqueros” actuales, para así tender un puente de siglos entre el pasado y el presente, en clara alusión a la eterna vigencia del teatro.
Con fecha 4 de mayo me llegó una nota del Centro Argentino del Instituto Internacional del Teatro, firmada por Onofre Lovero (Secretario General) y por Edmundo Guibourg (Presidente), cuyo texto era el siguiente:
Señor Ariel Quiroga:
En nombre del Centro Argentino del ITI le hacemos llegar por la presente nuestro profundo agradecimiento por la brillantísima participación del conjunto universitario que usted dirige en la celebración del Día Mundial del Teatro, llevada a cabo en la sala del Cervantes el 4 de abril último.
Al rogarle se sirva hacer extensivo este agradecimiento a los intérpretes y técnicos del TUBA, reciba nuestro cordialísimo saludo.
Ni el ilustre Don “Pucho” Guibourg ni el batallador Lovero mencionaban para nada a la Universidad de Buenos Aires ni a su Dirección de Cultura. El TUBA, (ellos no lo sabían y nosotros en realidad, tampoco, aunque lo sospechábamos) estaba sufriendo sus últimos y agónicos estertores, pero, fuera como fuere, había logrado ser reconocido como un ente autónomo, individualizado y respetado por sus propios méritos.
miércoles, 3 de marzo de 2010
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