lunes, 8 de marzo de 2010

PIRANDELLO, MARIA CALLAS, DI STEFANO...Y EL TUBA


Por una serie de motivos concurrentes, los puntos de miras para el inicio de la temporada de 1982 fueron puestos en Luiggi Pirandello, que había merecido el Premio Nobel en 1934. Desde tiempo atrás el público del TUBA reclamaba a este autor en el repertorio, en las sugerencias que se pedían en las encuestas de opinión. La revalorización de que estaba siendo objeto en toda Europa el eminente siciliano se había encargado de actualizar sus aportes a la escena del siglo XX, significativamente precursores del movimiento vanguardista encabezado por Ionesco, Beckett y Adamov, que sobrevino fuera de Italia después de su desaparición. Pirandello había muerto dejando inconclusa una obra genial, que aun en su forma trunca merece ser llevada a escena: “Los gigantes de la montaña”. Comenzamos a trabajar en una traducción directa del original de esta tragedia “grandguiñolesca”, pero, un tanto acosados por el tiempo, decidimos acudir para la apertura de temporada a otro texto pirandelliano: “El gorro de cascabeles”, que Luis Arata había estrenado en Buenos Aires casi cincuenta años atrás, con la presencia admirada de su autor.

El decorado que construimos para “El gorro de cascabeles” fue casi como “para vivir adentro”: tenía paredes, vigas, techo, muebles sólidos y todo tipo de ornamentos de decoración. Lo habremos hecho con la intención de que por nada del mundo pudiese ser movido del escenario de Corrientes 2038, luego de los tantos traslados (que tanta fatiga nos habían causado) que debimos hacer con el de “Stéfano…?.
Sin embargo, no hubo necesidad de “achicarlo” para eventuales salidas en gira, ya que al mes y medio de representaciones “El gorro de cascabeles” debió ser retirado del repertorio, por una orden emanada de la representante argentina de la Sociedad de Autores Italianos, que respondía al reclamo de quienes alegaban tener derechos de exclusividad sobre los textos de Pirandello.
Durante las catorce representaciones que alcanzamos a hacer, “El gorro de cascabeles” llegó a ser un “suceso” de proporciones, con la sala de Corrientes 2038 siempre abarrotada y teniendo que pedir disculpas a decenas de espectadores que habían aguardado inútilmente haciendo fila en el inhóspito pasillo del edificio, cuando ya no había más lugar para nadie.
A la escena final quisimos darle ribetes de gran melodrama operístico y para subrayar esa intención ideamos una suerte de pantomima con el fondo sonoro de “I puritani”, de Vincenzo Bellini, en una histórica versión cantada nada menos que por María Callas y Giuseppe Di Stéfano. Concluida la escena de la locura, dábamos paso a un cáustico “final feliz” y allí también acudíamos a otra celebridad del mundo lírico: Franco Corelli, entonando la melancólica romanza “Fenestra che lucive”, (al parecer, también de Bellini).
El fragmento de audio que voy a insertar a continuación, grabado en la función del TUBA del 8 de abril de 1982, corresponde precisamente a ese momento final en el que asociamos el grotesco pirandelliano y la lírica belliniana, logrando que el público interrumpiese una y otra vez con sus aplausos, llevado por un frenesí de entusiasmo incontenible.

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