sábado, 27 de marzo de 2010

DE CÓMO UN ADUSTO Y POCO COMUNICATIVO ESTUDIANTE DE INGENIERIA SE CONVIERTE EN EL TUBA EN UN DESENFADADO PREGONERO DEL MESTER DE JUGLERIA


Daniel (omito siempre que me refiero a integrantes del TUBA los apellidos, por respeto a sus actuales vidas profesionales y demás) llegó al TUBA a comienzos de 1977 siendo un muy apocado estudiante de ingeniería (con su cerebro seguramente lleno de cálculos logarítmicos), que además trabajaba en las madrugadas como telefonista, para mantenerse. A mediados de año se me ocurrió confiarle los pregones que anticipaban cada uno de los pasos de comedia de Lope de Rueda que se incluían en el espectáculo “Jácaras y mojigangas”, que se alternaba en la cartelera con “La ofensiva”, de Martha Lehmann (que estuvo el año entero en cartel).
En “Jácaras y mojigangas” habíamos elaborado un texto que narraba la llegada de una humilde compañía de cómicos ambulantes a un apartado mesón, donde un caballero andante (en abierta alegoría al film “El séptimo sello” de Bergman) jugaba y perdía su partida de ajedrez con la Muerte.
Cabe decir que, para asombro de toda la compañía, Daniel fue toda una revelación voceando aquellos pregones, con un dominio histriónico asombroso. Su desempeño fue tan brillante, que al año siguiente se le confiaron dos roles protagónicos, en “Comedia de errores”, de Shakespeare y en “Relojero”, de Discépolo. Ya en 1977, en simultaneidad con las “Jácaras”, había tenido un papel de compromiso dramático en “Marta Gruni”, de Florencio Sánchez, algo que sólo un teatro de repertorio puede brindar a un joven intérprete: la posibilidad de hacer dos personajes contrapuestos al mismo tiempo.
En 1978 Daniel volvió a protagonizar una obra del repertorio: “Leonce y Lena”, de Büchner y en 1979 la comedia juvenil “Los gorriones”, adaptada de una novela del úngaro Gabor Vaszary. También tuvo breves intervenciones en “La vida es sueño”, de Calderón y en “El atolondrado”, de Molière.
Un buen día, luego de tres temporadas en el TUBA, Daniel (telefonista al fin) hizo lo mismo que el padre telegrafista de “El zoo de cristal”, de Tennesee Williams: “Se enamoró de la larga distancia…” y se marchó del TUBA, sin volver nunca, ni siquiera a visitarnos.
De esos desprendimientos sabía mucho Alejandra Boero, con quien compartí unos cuantos años de confidencias, durante mi estada en Nuevo Teatro. Alejandra solía decirme: “No te lamentes por los que se van, Ariel. Es un intercambio que dura lo que tiene que durar. Ellos vienen, nos dan sus vivencias jóvenes…nosotros tratamos de darles nuestra experiencia…y ni ellos ni nosotros quedamos en deuda.”
A continuación, los pregones y la escena final de las “Jácaras”, con la voz de Daniel tomada de una función del TUBA en Corrientes 2038, en la temporada de 1977. Se han preservado los aplausos finales, para que se compruebe (por si hiciera falta), cómo era la fiesta del TUBA en cada representación… una fiesta que la Universidad de Buenos Aires ha preferido olvidar, enterrar en el olvido y por nada del mundo intentar repetir con otros nuevos jóvenes comediantes, como el adusto estudiante de ingeniería llamado Daniel.

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