viernes, 12 de marzo de 2010

EL TUBA AUSENTE (NO POR SU CULPA) EN EL MOVIMIENTO INTERNACIONAL DE TEATROS UNIVERSITARIOS


La conclusión a que se arriba, al constatar que los teatros universitarios tienen cada día mayor gravitación en la vida cultural de las ciudades en las que proyectan su accionar, es que a la Universidad de Buenos Aires no sólo que no le atrajo ni le interesó patrocinar un teatro de ese tipo en la época de la dictadura, sino que tampoco le ha interesado llevarlo a cabo en estos ya largos años de la era democrática.
Corrobora esta afirmación de que la Universidad de Buenos Aires no ha tenido elenco oficial de teatro a partir de la creación del Centro Cultural Rojas, en 1965, el hecho concreto de que al realizarse el Primer Congreso Iberoamericano de Teatro Universitario, auspiciado por la AITU (Asociación Internacional de Teatros Universitarios, con sede en Bélgica), en octubre del año 1999, la sede del evento tuvo que ser la Universidad de Morón, (Provincia de Buenos Aires), que cuenta con un taller de iniciación al arte dramático, con el que funciona paralelamente un elenco estable de teatro.
Parece ser que en 1997 la Universidad de Morón (a la cual el TUBA había visitado con algunos de sus espectáculos en 1980), había contribuido a la creación de la Red Nacional de Teatro Universitario, en colaboración con las universidades argentinas de la Empresa, Kennedy, de la Matanza y de Lomas de Zamora.
Lo que se obtiene como dato fehaciente en Internet es que entre el 28 y el 31 de octubre de 1999, ese Primer Congreso Iberoamericano de Teatro Universitario celebrado en Morón, reunió a catorce universidades argentinas de la ciudad de Buenos Aires y de otras partes del país (no se menciona que haya estado elenco alguno representando a la UBA), así como a los delegados de las universidades de Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, México, Paraguay, Perú y Puerto Rico.
Asistieron también representaciones del viejo continente: el Instituto de las Artes Teatrales de Moscú, la Universidad Carlos III de Madrid y la Universidad de Lieja. Estuvo el presidente de la AITU, Robert Germany, quien se manifestó muy contento de que este primer congreso hubiera sido un verdadero reflejo de sus profundas preocupaciones en el campo del teatro universitario a nivel mundial.
Qué habrá respondido el Rector de la Universidad de Buenos Aires al momento de ser invitado a participar –que seguramente lo fue-, con el elenco de teatro universitario de “su” Universidad...?.
Le habrán mencionado las autoridades de la Universidad de Morón: “Que se hizo de aquel grupo teatral que nos visitó hace diecinueve años”...?.
Habrá querido el profesor Germany, presidente de la AITU, conocer las razones de la no existencia de un elenco de teatro universitario en la principal Universidad de Latinoamérica...?.
Le habrán respondido, acaso: “El elenco que tuvimos se creó en tiempos de la dictadura militar, por lo cual hemos borrado todo rastro de su existencia”...?
Y qué se le habrá contestado al profesor Germany si –supuestamente en actitud de insistencia-, repreguntó: “Pero no pudieron volver a crear otro teatro universitario al recobrar ustedes la democracia”...?
La Universidad de Buenos Aires no estaba en 1999 ni lo está hoy, a comienzos de 2010, en condiciones de dar respuestas a esas y otras preguntas que pudieran formulársele sobre la no continuidad de un teatro de repertorio que ya había acumulado nueve años de historia.
Porque nueve años de historia son más que suficientes, como para que esa historia continúe, se modifique, se perfeccione, se proyecte... pero que por nada del mundo se la suprima, se la borre de la faz de la Tierra, se la haga desaparecer.
Francisco Delich, primer Rector de la post dictadura, no contestó mis alegatos de diciembre de 1983 a favor de la restitución del TUBA a la vida activa, pero el tercero (Guillermo Jaim Etcheverry) tampoco lo hizo y esa ausencia de respuestas encierra una forma de otorgamiento de la razón.
El 22 de septiembre de 2004 yo le escribía al Dr. Jaim Etcheverry la siguiente carta:

“Con motivo del documento “La UBA a la sociedad argentina”, del que da cuenta el diario La Nación del día de la fecha, he sentido el deber de hacerle llegar mi discrepancia respecto de lo que se cita como “exitosa tarea de extensión”.
“Es innegable que la UBA tiene, desde hacen ya unos diecinueve años, un centro de proyección de actividades culturales y participativas, con destino en el estudiantado y la comunidad en general, quizá sin parangón en América Latina; me refiero al Centro Cultural Rojas.
“Pero es imposible no asociar esa notoria tarea de extensión universitaria con una de sus más inexplicables carencias a lo largo de los citados años: la de una actividad tan íntimamente ligada a la misma, cual es la de un teatro de repertorio estable, a la manera de los llamados “centros de drama” que en la actualidad –y desde hace siglos-, existen en las Casas de Altos Estudios de todo el mundo civilizado.
“Máxime cuando la UBA cuenta con el antecedente del “Teatro de la Universidad de Buenos Aires”, cuya fecunda existencia abarcó nueve años, entre agosto de 1974 y octubre de 1983.
“El TUBA (como se lo llamaba) logró que participaran en la vida de un teatro de repertorio, activo durante los doce meses del año, más de 1.600 jóvenes estudiantes de todas las carreras y muchos docentes y graduados también.
“En sus talleres de artesanado se hacía de todo, como en los viejos teatros independientes: decorados y trajes de época, que bajo la luz de los reflectores llegaban a parecer suntuosos, pero que no eran otra cosa que liencillo crudo teñido con anilinas al frío.
“El nutrido repertorio de las nueve temporadas cumplidas por el TUBA albergó a Chéjov y a Sófocles; a Juan Carlos Ghiano y a Florencio Sánchez; a Henrik Ibsen y a Ramón del Valle Inclán, a Terencio (el sutil y melancólico Terencio) y a Menandro; a Calderón y su claroscuro barroco y a Junji Kinoshita, contemporáneo a Mishima.
“La permanente tarea de investigación del TUBA en bibliotecas, como la de Filosofía y Letras, dio por fruto hallar una rigurosa traducción del “Agamenón”, de Esquilo, hecha por un monje chileno en 1873 y los textos originales, en castellano antiguo, de las “Jácaras y mojigangas”, de Lope de Rueda, que se representaron todo un año en 1977.
“De Jean Racine el TUBA tuvo el honor de estrenar en Buenos Aires su “Fedra”, en 1980(un año antes que la Comedia Nacional) en una traducción hecha dentro del propio Teatro de la Universidad.
“En cuanto a divulgación del repertorio fuera del recinto de Corrientes 2038, donde tenía su sede, el TUBA se las ingenió para salir varias veces al año, a los auditorios de las Facultades de Derecho, Medicina, Odontología, Ingeniería, Ciencias Económicas y Filosofía y Letras y concretó ciclos en el Teatro Nacional Cervantes, el Centro Cultural San Martín, el Pabellón de las Américas de la Universidad de Córdoba, el Teatro de las Provincias Argentinas (hoy llamado Regio), el Teatro Auditórium de Mar del Plata, el salón de actos de la Universidad de Morón y la Facultad de Bellas Artes, de la Universidad de La Plata.
“Al margen de haber realizado más de cien montajes escénicos de producciones originales, se llevaron a cabo talleres internos de estudio de obras que nunca fueron exhibidas al público, tales como “Los coribantes”, de Esopa de Samos; “El brujo del bosque”, de Antón Chéjov; “Fantasio”, de Alfred de Musset; “Los engaños”, de Lope de Rueda; “El misántropo”, de Molière o el “Hamlet”, de Shakespeare, en su primitiva versión del año 1603, nunca hasta hoy representada.
“Para su décima temporada (que no se concretó) el TUBA tenía planeado montar en forma integral “La Orestíada”, de Esquilo (en 1982 había montado la segunda parte de la trilogía, “Las coéforas”, con música de Iannis Xenakis) y el drama rural de Eduardo Mallea “El gajo de enebro”.
“Fui su fundador y director estable durante sus nueve años de vida. Llegué a la Universidad con 34 años y un voluminoso historial como hombre de teatro, pero han transcurrido 21 años desde que el TUBA se cerró, en los que decidí alejarme para siempre de las labores escénicas.
“Mi sueño estaba cumplido. Buenos Aires había tenido, como infinidad de otras ciudades más o menos importantes en el mundo entero, “su” teatro universitario.
“Cuando reclamo la reapertura del TUBA no es con el propósito de que yo pudiera volver a ser su director.
“Creo que es un deber de la Universidad restituir ese centro de participación del estudiantado y de enorme proyección en la comunidad y confío en que usted lo logre, aunque no le asignen ese mayor presupuesto que reclama.
“El Teatro de la Universidad era rico en vitalidad y prepotencia de trabajo, pero pobre, muy pobre en presupuesto. En realidad, se autosustentaba.
“Y por otra parte, los teatros deben ser pobres para poder ser libres.”.

Jaim Etcheverry optó por la prudencia del silencio antes que por el coraje de decirme cara a cara (o por escrito, a la distancia) cuales eran –cuales son-, los motivos por los cuales la historia del TUBA fue sepultada en el olvido; los documentos probatorios de los nueve años de su existencia en continuidad, destruidos y nada que se le pareciese en cuanto a estilo de vida, reeditado dentro del ámbito académico de la Universidad de Buenos Aires, aunque ese “estilo de vida” (o sea: el Teatro de Repertorio hecho con universitarios) tenga cada día que pasa mayor grado de proliferación en el mundo entero.

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