domingo, 31 de diciembre de 2017

¿PODRÍA VOLVER A EXISTIR EL TUBA, A 35 AÑOS DE SU DESAPARICIÓN EN JUNIO DE 1983...?

Una tranquilidad me queda en estos, mis avanzados 77 años: El TUBA no será algo perdido e ignorado para las futuras generaciones de teatristas, estudiantes de teatro y formadores de centros de drama en institutos y universidades. En los 316 capítulos (o entradas) que contiene este Blog, (partiendo del año 2010 y hasta hoy) está detalladamente narrada su historia, sus inicios, su paulatino crecimiento, sus montajes escénicos, sus giras, sus proyectos concretados o inconclusos y su lamentable derrota. La Historia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires (1974 – 1983), si el mundo no estalla y la Internet no desaparece, está aquí, guardada en este Blog, que algún estudioso maniático podrá desentrañar, partiendo de las primeras “entradas” de 2010 hasta esta de fines de 2017, que probablemente sea la última. Lo que no está escrito ni documentado en ninguna parte es porqué la Universidad de Buenos Aires no trató nunca más, una vez cerrado el TUBA, de tener un Centro de Drama Universitario, como lo tienen desde, hace siglos en algunos casos, casi todas las universidades del mundo. Alguien debe haber pensado que un Centro Cultural multidisciplinario, como el Centro Cultural Rojas, emplazado en el mismo solar que ocupara el TUBA durante casi una década, en el que se dan cursos de actuación y se montan obras hechas por grupos de circunstancias, podía suplir la ausencia de un Teatro de Repertorio, de actuación permanente los doce meses de cada año, con espectáculos montados en simultaneidad y con textos de la dramática universal de todas las épocas, desde Esquilo a Luiggi Pirandello o desde la ignota Esopa de Samos al más ignoto todavía Junji Kinoshita. Alguien no quiso que volviera a existir el TUBA, a partir del inicio de la era democrática en la Argentina. ¿Porque el TUBA había subsistido durante la dictadura militar genocida, la de 1976 a 1983…? ¿Es que no era suficiente que el TUBA hubiese sido censurado, extorsionado, amenazado y que igual hubiese seguido luchando por permanecer, aun en esos horrendos años, como para reconocerle el derecho a volver a existir en Democracia, libre ya de prohibiciones y atentados (como el del incendio que destruyó todo su bagaje de obras, vestuarios y elementos de utilería, en 1979…?. Los responsables de haber hecho DESAPARECER al TUBA, ya dentro de la era democrática, tal vez haga muchos años que se hayan borrado de lugares de decisión dentro de la Universidad de Buenos Aires, pero hay otros responsables que están hoy, ocupando cargos rentados en la Dirección de Cultura de la UBA y en el Centro Cultural Rojas. ¿No se le ocurrirá a ninguno de ellos abrir las páginas de este Blog y enterarse de cuánto hizo (Y CUANTO QUEDÓ SIN HACER) en aquel Teatro de la Universidad, desaparecido hace 34 años…? Tal vez si lo hicieran, podrían llegar a pensar y decidir que aquel Teatro de la Universidad de Buenos Aires que se vió obligado a cerrar sus puertas en junio de 1983… deba volver a existir, precisamente en 2018, a 35 años de aquella injusta desaparición del TUBA.

viernes, 21 de abril de 2017

AQUELLOS AÑOS DIFÍCILES, PERO DESAFIANTES

No era fácil ser un integrante del TUBA. Por el contrario: era agotador y hasta peligroso. El TUBA realizaba actividades en ese derruido e infecto edificio de Corrientes 2038 todos los días de la semana, durante los doce meses de cada año. En verano estaban los cursos introductorios y los preparativos de las obras de la siguiente temporada. Se leían internamente decenas de obras y la mayoría de ellas debían ser descartadas, por temor a que cayesen en las garras de los censores de la propia Universidad. En el edificio de Corrientes 2038 se cursaba la carrera de Psicología y pululaban por sus pasillos los espías a sueldo, que no veían con buenos ojos las tareas de armado de decorados, los ejercicios de expresión corporal y el bullicio que imperaba durante las horas nocturnas, en las que la muchachada del TUBA llevaba a cabo sus ensayos y sus tareas artesanales y hasta de limpieza, no sólo de la sala sino también de los baños, que usaba la gran cantidad de público que asistía a las funciones con entrada LIBRE y GRATUITA para ver obras de Moliere, de Discépolo o de Terencio. Mientras que cada noche veinte o treinta integrantes del TUBA ensayaban nuevas obras o repasaban las que estaban en la cartelera, dispersándose por los pocos rincones del edificio que no le estaban clausurados, otros tantos salían por las calles del centro a repartir volantes e invariablemente eran demorados por los autitos de la policía, logrando zafar sólo porque en esos volantes estaba impreso el membrete de la UBA. Cuando el TUBA debió cerrar sus puertas, en junio de 1983, agobiado por tantas detracciones emergentes del seno de la propia Universidad, con nueve años de labor ininterrumpida a cuestas, hubo muchos que pensaron (y llegaron a publicar) que lo hacíamos para “desprendernos” de la dictadura, ante el advenimiento de la tan ansiada Democracia. ¡Nada que ver…! Nosotros no queríamos “desprendernos” de la dictadura del llamado “Proceso”. Habíamos tenido que convivir con esa dictadura. Habíamos sufrido amenazas y vejaciones de todo tipo. ¿Nos habrá faltado tener algún o varios desaparecidos…?. Las nuevas autoridades culturales de la Universidad, a partir de diciembre de 1983, no quisieron saber de nada con que la historia del TUBA continuase. En lugar de reconocérsenos el mérito de haber permanecido firmes, defendiendo nuestro puesto de combate, desde esa trinchera de la calle Corrientes al 2038 y habiendo llevado la voz de los clásicos y los modernos por distintos ámbitos de la República, se nos condenó al destierro y al olvido y para sepultar todo vestigio de la existencia del TUBA, se demolió prácticamente el edificio de Corrientes 2038, erigiendo en su lugar el llamado “Centro Cultural Rojas”, donde no quedó el menor rastro de que allí hubiese existido un prepotente y laborioso TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, en cuyos talleres internos y en cuyos múltiples escenarios abiertos al público de todos los sectores sociales de la ciudad de Buenos Aires, del conurbano y del interior, cientos de jóvenes habían levantado en alto la bandera del ENTUSIASMO, para proclamar el lema de Romain Rolland: “El teatro será Pueblo, o no será nada”. Los jóvenes que en años posteriores hasta llegar a hoy, toman sus clases de teatro, casi siempre pagas a alto precio, a salvo de amenazas y hasta pérdida de sus vidas, no sabrán nunca cuán difícil, aunque fascinantemente inspirador, era ser un integrante del TUBA, el ejemplar CENTRO DE DRAMA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, entre los años 1974 y 1983. Si se adentran en las páginas de este cuantioso Blog, tal vez lleguen a comprenderlo.

viernes, 24 de marzo de 2017

HAY ALGO DEL DOLOR QUE NO SE VA MÁS

“HAY ALGO DEL DOLOR QUE NO SE VA MÁS”. Escuché esta frase hoy, en la televisión argentina, con relación al golpe cívico-militar de 1976, del cual se recuerdan hoy, 24 de marzo de 2017, los 41 años transcurridos desde aquello que derivó en tanto horror, en tanta muerte de jóvenes idealistas, en tanta sinrazón genocida. Ese dolor que no se va más es el que me lleva a escribir este mensaje, recordando en este Día de la Memoria cuánto injusto olvido sobrellevamos los que hicimos aquel TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (el TUBA), porque nos tocó llevar adelante gran parte de nuestra historia precisamente en esos años de la feroz dictadura. Ni la Universidad de Buenos Aires, ni el periodismo especializado en investigaciones históricas, ni los estudiosos del devenir teatral en áreas dedicadas a ese fin dentro de CONICET, ni el Instituto Argentino de Estudios de Teatro (que ni siquiera sé si existe todavía) ni el Instituto Internacional del Teatro (ITI), se han ocupado en todos estos largos años sucesivos al cierre del TUBA (Junio de 1983), en reivindicar la epopeya de todos aquellos jóvenes (unos 1.600), que a lo largo de casi una década habitaron, con esfuerzo y entrega desinteresada, los talleres escenotécnicos del TUBA, su escenario de la Avenida Corrientes 2038 (hoy ocupado por el Centro Cultural Rojas) y los múltiples escenarios de la ciudad de Buenos Aires (incluido el Teatro Nacional Cervantes), del conurbano y del interior, donde se llevaron a cabo las 1.163 representaciones con obras de autores de todas las épocas, clásicos y modernos, siempre con la consigna del ACCESO LIBRE Y GRATUITO. “Hay algo del dolor que no se va más”, todos los días pero sobre todo en este Día de la Memoria, por el olvido, el injusto olvido de aquello tan portentosamente heroico que fue el derrotero del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (el TUBA). Será por eso que la más adecuada imagen que se me ocurrió ponerle a este capítulo, es el rostro sufriente, fotografiado durante una representación de “La ofensiva”, de Martha Lehmann en 1977, del otrora joven Gustavo Lespada y hoy docente universitario e investigador de la literatura latinoamericana contemporánea en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

viernes, 3 de marzo de 2017

EL CRECIENTE SIGNIFICADO DE UNA FOTO

La fotografía que encabeza este capítulo de la Historia del TUBA data de mayo de 1975, hace casi 42 años. Es la escena final del sainete “Los disfrazados”, de Carlos Mauricio Pacheco y en el centro estoy yo, Ariel Quiroga, que en agosto de 1974 había tenido la peregrina idea de proponer a la Universidad de Buenos Aires la creación de un Centro de Drama, a la manera de los que desde hace siglos existen en las universidades del Viejo Continente, en Heidelberg o Alcalá de Henares. En mis manos están las glosas que se leían, como hilo conductor de una cabalgata evocativa del llamado Género Chico Nacional, o más simplemente: el sainete rioplatense. A lo largo de unas dos horas, unos cien jóvenes surgidos de la convocatoria inicial a formar parte de este proyectado Centro de Drama, (todos estudiantes de las más diversas carreras), daban vida a los personajes arquetípicos del vivir suburbano, eternizados en los dramas o pasos de comedia de autores como Nemesio Trejo, Ezequiel Soria, José González Castillo, Alberto Novión, Enrique Buttaro, Roberto Cayol, Florencio Sánchez, Alberto Vaccarezza, César Iglesias Paz o Francisco Defilippis Novoa. Durante todo el año 1975, un grupo de Teatro Universitario todavía sin nombre (recién al año siguiente, al debutar en el Cervantes con tres comedias clásicas, nos decidimos a “autobautizarnos” TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES), recorrió los más diversos e insólitos lugares, llevando a cuestas esa “Cabalgata Evocativa del Sainete Rioplatense”, cuyo único decorado era una soga con ropa tendida. Estuvimos en la sala Enrique Muiño del Centro Cultural San Martín, en la Parroquia Santa María de Betania, en el Colegio Carlos Pellegrini, en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, en el Complejo Turístico de Chapadmalal y hasta en un Cuartel de Bomberos de Florencio Varela. El espectáculo, de dos horas de duración, era fundamentalmente una muestra de fervor contagioso, de libertad creativa y de irreverente amor por la vida humilde, laboriosa y romántica de una época, no tan lejana en el tiempo pero muy distinta en cuanto a valores éticos o ideológicos a la que le tocaba transitar a los jóvenes teatristas del Teatro de la UBA, tan próxima como estaba la amenaza de una dictadura agobiante y cercenadora. Hoy, en los inicios de 2017, no hay sombras de dictaduras en esta Argentina confundida, cuyo rumbo no parece demasiado preciso y lo que más me duele, como anciano que recuerda aquella época idealista del TUBA, es que los jóvenes de la actualidad no se atrevan a empujar con la fuerza de sus músculos, la telaraña de los sueños que merecen ser concretados.

sábado, 4 de febrero de 2017

CONTRADICCIONES DE FONDO Y DE FORMA, QUE HACEN AL TODO

Cuando yo –Ariel Quiroga-, llegué a la Universidad de Buenos Aires (más precisamente a una llamada “dirección de cultura”), a mediados de 1974, con 34 años a cuestas, era como Hombre de Teatro el producto de veinte años de militancia dentro del movimiento de Teatros Independientes. Una militancia no carente de contradicciones. Porque los teatros independientes cobijaban, en igual medida, a esteticistas de ultra derecha, un tanto feminoides y a jóvenes obreros, enrolados en las varias corrientes de izquierda, para los cuales el teatro era sólo un medio para llegar a concientizar en las problemáticas sociales a los amantes del teatro tradicional (el “teatro burgués”, como se le decía despectivamente). En los teatros “esteticistas” (donde hubo puestistas renovadores, como Marcelo Lavalle, creador junto al arquitecto Hernán Lavalle Cobo, del Instituto de Arte Moderno), se montaban obras de Tennesee Williams o de James Joyce o de Paul Claudel. Por su lado, los teatros de izquierda montaban a Andrés Lizarraga, a Osvaldo Dragún, a Arthur Miller o a Carlos Gorostiza. En mi caso, me había formado en un grupo llamado “Los pies descalzos”, a las órdenes de un director extremadamente refinado: Francisco Silva, que era un especialista en Lorca, en Jean Anouilh y en Gabriel D’Anunzio. Pero luego había estado unos cinco años en Nuevo Teatro, la fortaleza inexpugnable de los teatros de combate, con Alejandra Boero y Pedro Asquini a la cabeza de un ejército de “forajidos”, encabezados por el inefable Héctor Alterio, cuya causa era la de la consigna de Romain Rolland: “El teatro será Pueblo, o no será nada”. Con ese bagaje de tendencias contradictorias y algunas puestas en escena que me dieron notoriedad: la de “La Arialda”, de Giovanni Testori, un escritor de izquierda que había brindado a Luchino Visconti el cuento “Il ponte della Ghisolfa”, punto de partida del guión de “Rocco y sus hermanos” o la de “Historia de Pablo”, basada en la novela “Il compagno”, de Césare Pavese o la de “Magia roja”, de Michel de Ghelderode o “El viaje”, de Georges Schehadé, llegué en 1974 a la Universidad de Buenos Aires (sin haber pasado antes por sus aulas), para crear un Centro de Drama que terminaría siendo, durante nueve años seguidos, el TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, o como lo conocía el público de la calle: “El TUBA”. Será por eso que el TUBA pudo resistir los ataques permanentes, día a día, de esa “dirección de cultura” facciosa de la que le tocó depender: porque si montábamos una obra de marcado tinte “revolucionario” (como el “WOYZECK” de Georg Büchner, que nos fue prohibido a la tercera representación, acusándosenos de “propender a la infiltración marxista”), también montábamos textos de exaltado preciosismo e “incontaminada” belleza, como la “FEDRA”, de Jean Racine o la “TRAGEDIA FLORENTINA”, de Oscar Wilde. Producto de varias corrientes contrapuestas, yo era un Hombre de Teatro carente de filiación política partidaria, pero abierto a todas las posturas estético-filosóficas del drama representado y eso es lo que caracterizó al TUBA como un TEATRO DE REPERTORIO, en el que Terencio y Plauto pudieron “convivir” saludablemente con Anton Chéjov o con Armando Discépolo, o hasta con el irreverente “borrachín de la Ribera”: el genial anarquista Enrique Wernicke. Ilustran este capítulo fotografías de dos montajes “antagónicos” del TUBA: el descarnado de “Woyzeck”, de Büchner y el plásticamente muy bello de “Comedia de errores”, de Shakespeare.

viernes, 3 de febrero de 2017

LA REDENCIÓN POR VÍA DEL AMOR

El Tuba puso en escena, a lo largo de sus nueve temporadas consecutivas, muchas obras de distintas épocas que apuntasen a producir un encuentro con la juventud de esos años (1974 – 1983), en una época en que todo intento de participación de los jóvenes, universitarios y no universitarios, era ferozmente sojuzgado. Pese a tantas amenazas, censuras, detracciones y catástrofes (como el incendio intencional de 1979, en el que se perdieron decorados, trajes, elementos de utilería y material literario imposible de recuperar), el TUBA logró sobrevivir nueve años y convocar a una corriente de público verdaderamente multitudinaria. El pequeño video que encabeza esta nota es un ejemplo de todo lo bello y testimonial que el TUBA logró concretar: el estreno (tardío estreno) en Argentina de la tenue comedia de Henrik Ibsen “LA NOCHE DE SAN JUAN”. Fue una historia de jóvenes para jóvenes, donde a través del embrujo de las hogueras de la noche de San Juan, se celebraba al amor juvenil como única posibilidad de redención, frente a lo impiadoso del arremeter genocida que asolaba a nuestra Patria.

domingo, 29 de enero de 2017

LOS RECUERDOS DE DANIEL HADIS... ¿Y EL RESTO DE AQUELLOS OTRORA JÓVENES INTEGRANTES DEL TUBA...?

Séneca, mi filósofo favorito de la antigüedad, menciona el tema de los recuerdos en su “Brevedad de la vida” y dice: “Los recuerdos, tu única pertenencia, acudirán a tu memoria cuando más los necesites y ni bien los convoques”. (Ojo: lo acabo de escribir a mi manera; traductores mediante, vaya a saberse si Séneca lo expresó exactamente así). Lo cierto es que los recuerdos nos acompañan toda la vida y por eso debe ser muy triste cuando las personas pierden la capacidad de recordar. Por aquel TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (el TUBA), pasaron cientos de jóvenes estudiantes de todas las carreras, que por el lapso de una semana, un mes o de varios años, prestaron su fervor, su incontaminado ENTUSIASMO, al servicio de un TEATRO DE REPERTORIO, que no paró un solo día durante nueve años, de montar espectáculos para ofrecerlos gratuitamente, descubriendo autores ignorados o celebrando a los consagrados de todas las épocas y todos los estilos. En estos días he recibido el testimonio de los recuerdos de uno de aquellos otrora “jóvenes apasionados del TUBA”: el de Daniel Hadis, el que abrió la brecha de incorporar, en 1982, a autores universitarios con su “El día que mataron a Batman”, una urticante burla a los adoradores de los héroes impuestos en nuestras latitudes Sudamericanas, por las revistas de comics elaboradas por las mentes demenciales de los fabuladores del Norte. Voy a reproducir a continuación lo que me ha escrito Daniel Hadis, generándome la incógnita de poder saber qué recuerdan de aquel lejano TUBA todos cuantos en sus talleres y su escenario, depositaron tanta entrega de PASIÓN AL SERVICIO DE LOS DEMÁS, en tiempos en los que la persecución y la muerte eran la única “pasión” posible para los crápulas genocidas: “Mi MUY QUERIDO Ariel: Periódicamente entro al Blog en búsqueda de tus andanzas "escritóricas" (más que literarias). Invariablemente leo los nuevos posts, pero también vuelvo a releer una y otra vez más los anteriores; y cuando me topo con aquellos que refieren a mi breve estancia (1981/83, creo) y con rostros conocidos, me suceden tres cosas: Mis ojos se humedecen, me corre un escalofrío por el alma y se apodera de mi ánimo una nostalgia infinita. "Sólo cuando se es viejo se tiene derecho a vivir de recuerdos", dijo alguien. ¿Estaré viejo entonces? Digo, porque los recuerdos que se me vienen a borbotones uno tras otro, de momentos extremadamente felices, del éxtasis orgásmico de sólo traspasar aquella pesada y herrumbrada puerta de calle del 2038 no se han repetido, ni se volverán a repetir ya nunca jamás. Quien no pisó aquel escenario por el que daba cierto temor caminar (temor de que se cayera a pedazos, digo). . . ¿podrá emocionarse como yo lo hago al leer tus historias? No sé. No lo creo. Extraño mucho, MUCHO aquellas noches de ensayos, de armados, de limpieza, de volanteadas cagándonos de frio los viernes de invierno... mis trasnoches esperando horas sentado en Radio RIvadavia a Miguel Angel Merellano, en Mitre a Alejandro Mancini o en Continental a Jorge Beillard... para que me dieran 5 minutos para hablar del Tuba; y al otro día tempranito a laburar!!! A mis casi 63 volvería a hacerlo!!! Y eso es lo bueno, Ariel, ¡¡¡ Que volvería a hacerlo !!! Creo que en un afán egoísta: Sólo para volver a sentir aquel éxtasis orgásmico del que te hablé. Bueno, "me fui de mambo" como dicen los pendejos.”. GRACIAS DANIEL HADIS, por recordar al TUBA y respecto a tus dudas sobre si aquello podría repetirse hoy, esa es precisamente mi testaruda incógnita: ¿POR QUÉ NADIE SE LARGA A HACER OTRO TUBA O ALGO QUE SE LE PAREZCA, EN LUGAR DE PERDER EL TIEMPO EN TRATAR DE HACERSE FAMOSO EN LA TELEVISIÓN…????.

ALBERTO WAINER: AUN DESDE EL EXILIO, UN FORJADOR DEL TUBA

Del capítulo anterior de este Blog, referido al “tiempo perdido de los jóvenes en Argentina”, recibí algunos comentarios que vale la pena que estén presentes aquí, por su significado. Uno de esos comentarios me llegó vía correo electrónico, de parte de Alberto Wainer y lo transcribo seguidamente: “Leí la continuación de ese viaje por el mundo de tus recuerdos, que constituyen una crónica del TUBA. Me enorgullece ser parte de todo eso y, a la vez, haber sido sustraído de su realización. Seguí, no parés de recordar, que todos recordamos y viajamos con vos. Un abrazo Ariel. El jueves cumplí 78 años ¿Y vos hablás de viejo?”. Es importante que Alberto Wainer me escriba, porque Alberto Wainer ES importante. Puede leerse su extensa trayectoria literaria en el sitio http://albertowainer.com/, pero además Alberto Wainer TAMBIÉN es importante por su inabdicable militancia política, que lo llevó al exilio precisamente en esos años en los que la muerte y el miedo sojuzgaron a la Argentina. Los que hicimos el TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (el TUBA), queremos mucho a Alberto Wainer, porque en un teatro de repertorio que bajaba las obras de cartel por simple programación previa, o sea: un teatro que no buscaba “éxitos de taquilla”, simplemente porque en el TUBA el ingreso de los espectadores era LIBRE y GRATUITO, Alberto Wainer nos proporcionó –sin él saberlo, porque estaba en España, exiliado-, uno de los “grandes éxitos” –sobre todo en cuanto a concurrencia de jóvenes-, de la historia del TUBA. El curioso título que agrupaba dos obras cortas de disímil estilo: “CORRETE UN POCO”, debía tener algún tipo de “gancho” para aquella muchachada de los años setenta, privada de todo lo que pudiese ser tenido por “transgresor” por las infames hordas de la dictadura y evidentemente ir a ver algo, sin pagar un centavo, que se llamase “CORRETE UN POCO” y encima, en un teatrucho hecho por universitarios… bueno, hizo que se volcasen verdaderas multitudes de jóvenes a nuestra pequeña salita de Corrientes 2038 y fue ese el motivo por el cual “CORRETE UN POCO”, que figuró en la cartelera del TUBA de 1976 (un año desafortunado por el golpe de estado del 24 de marzo), volviese con la misma puesta en escena pero diferentes actores, en la temporada de 1979. ¡Y SIEMPRE CON EL MISMO ÉXITO…!!! Un éxito que vale la pena destacar, porque no era producto de costosas promociones ni de haber nombres “rutilantes” en el cartel. Era el éxito incomparable del “boca a boca”, al punto que en la oficina pública donde trabajé 46 años (¡pobre de mí!), vino un día una compañera, “la vieja Pérez” (que era una gallega genial) a comentarme que su nieto había ido a ver una obra que lo había encantado, que se llamaba “Correte un poco”. No le aclaré a la vieja Pérez, a la que le hacíamos todas las maldades habidas y por haber (y que le encantaban, porque era una vieja pícara), que esa obra que le había gustado tanto a su nieto la dirigía yo, en el “glorioso” (aunque pobre de solemnidad) TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES (el TUBA). Gracias, enormes y emocionadas Gracias, Alberto Wainer y felices e inclaudicables 78.

viernes, 27 de enero de 2017

EL TIEMPO PERDIDO DE LOS JÓVENES EN ARGENTINA

Los nacidos en Argentina a partir de 1983 son jóvenes todavía. Tienen 33 años, o 25 o apenas 16, si nacieron en el 2000. Ninguno de ellos conoció la dictadura, la horrenda dictadura que empezó a gestarse antes del 24 de marzo de 1976 y que permaneció hasta casi fines de 1983. No haber vivido en dictadura los salvó de morir, de sufrir torturas y vejaciones, de haber sufrido la desaparición de sus padres, o de sus hermanos o de sus amigos, o de sus profesores o de los hombres y mujeres de pensamiento esclarecido, que intentaron luchar contra esa dictadura. Pero también los privó de algo importante: EL TENER IDEALES POR LOS CUALES VIVIR PELIGROSAMENTE. Los jóvenes que hoy van a las fiestas electrónicas para jugar a la ruleta rusa con las drogas sintéticas o con el alcohol; los que se anotan en cuanto reality en el que puedan dar rienda suelta a sus represiones sexuales o su afán de exhibicionismo… no saben lo que es verdaderamente el miedo, la sensación constante de sentir que se está siendo espiado, seguido, amenazado. Los cientos de jóvenes que durante casi una década compartieron los talleres de fabricación de espectáculos del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES y que cada noche salían por las calles del centro de Buenos Aires a repartir sus volantes impresos clandestinamente, sabían que esos autitos de la policía que los seguían a marcha lenta, podían ser los que los transportasen a “eso” de lo que se hablaba en voz baja y que no se sabía del todo bien si realmente existía o eran producto de la imaginación: los centros clandestinos de detención, que recién después de asumir el primer gobierno democrático, el del Dr. Raul Alfonsín, se supo que eran, que habían sido, una tenebrosa realidad. De ese TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, surgido prácticamente de la nada a mediados de 1974, en un edificio en ruinas de la Universidad de Buenos Aires sito en la Avenida Corrientes al 2038, surgieron obras de Terencio, Moliere, Ibsen, Roberto Cossa, Florencio Sánchez, Shakespeare, Esquilo, Lope de Rueda, Armando Discépolo, Pedro Calderón de la Barca y decenas de autores más, clásicos y modernos… se concretaron en nueve temporadas consecutivas 1.163 representaciones con acceso libre y gratuito… giras a universidades y centros culturales del conurbano y el interior… y todo ello llevado a cabo bajo un clima de severa vigilancia, de aberrantes censuras (como la “Woyzeck” de Georg Büchner en 1978, por adjudicársele la intención de “propender a la infiltración marxista”), de agobiantes detracciones, como el incendio de todo el material literario, de vestuarios y elementos de utilería, en 1979… Los jóvenes de hoy en Argentina tienen la posibilidad de volcar su pasión por hacer y su entusiasmo por realizarse, en algo más altruista pero también más significante, que anotarse en realitys para intentar ser “famoso” y ganar alguna plata por un ratito… tienen la posibilidad de edificar TEATROS UNIVERSITARIOS DE REPERTORIO, como lo fue el TUBA, pero sin la aplastante sombra de una dictadura sobre sus cabezas. ¿Qué están esperando para largarse a hacerlo…? Háganlo de una vez por todas y no esperen que nadie les regale nada. El TUBA se hizo sin nada y llegó a ser un Teatro con mayúsculas. No lo olviden: EL FUTURO ES DE USTEDES, PERO POR PREPOTENCIA DE TRABAJO.