miércoles, 3 de marzo de 2010

LA PLATA, MAR DEL PLATA, BUENOS AIRES...AMBULANTES, AMBULANTES, AMBULANTES...

El viernes 15 de octubre de 1982 concretamos una visita a a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Plata.
Nos presentamos con dos “platos fuertes” de nuestro repertorio: “Un trágico a la fuerza”, de Chéjov y “El día que mataron a Batman”, de Hadis. Habían quedado fotografías, que luego se perdieron, de nuestra partida en el micro a La Plata, con todos los elementos de utilería (que no eran pocos) de las dos obras a cuestas. La función resultó un suceso de proporciones y como era de esperar, lo que más los sacudió fue el testimonio contemporáneo de “El día que mataron a Batman”, obra a la que le voy a dedicar un capítulo aparte en este “blog”.
Lo que realmente me interesa relatar ahora fue lo que sucedió después de la función. Los chicos de Bellas Artes organizaron un coloquio, al que asistieron alrededor de cien estudiantes de distintas carreras, que se prolongó hasta casi el amanecer, en una pizzería céntrica de La Plata. Había ya mucha efervescencia entre los jóvenes, porque después de la derrota en Malvinas se sabía que el retorno a la democracia era inminente.
Lo recuerdo con una mezcla de satisfacción y tristeza, cómo aquellos estudiantes de la ciudad de La Plata (o de vaya a saberse cuántos otros lugares del país), nos demostraron su adhesión incondicional y su admiración por estar haciendo un texto valiente como “El día que mataron a Batman”, que indirectamente pero con infalible puntería acertaba a pegarle a los déspotas del “Proceso” donde más podía dolerles: en su fatuo orgullo de creerse “los salvadores de la Patria”.
La satisfacción vale, por cuanto no me caben dudas que el TUBA era reconocido por la juventud estudiantil como un sagaz alertador de conciencias. Lo de la tristeza, porque los que después nos pondrían alevosamente el mote de “cómplices del Proceso” nunca se molestaron en averiguar cuántas noches hubo en la vida del TUBA tan plenas de arriesgado clamor contestatario frente a la realidad circundante, como aquella del 15 de octubre de 1982, en una pizzería de La Plata.
Llegamos de vuelta a Constitución, con todos los bártulos de nuevo a cuestas, a las cuatro y media de la madrugada.
Unos pocos días después, el viernes 22 de octubre, por la noche, viajamos a Mar del Plata y el sábado, a las nueve de la noche, nos presentábamos en el enorme teatro Auditórium, que está sobre La Rambla, en el edificio del Casino, con dos espectáculos, uno seguido del otro: “Stéfano” (con su enorme decorado llevado en un camión de mudanzas) y “El día que mataron a Batman”.
La velada concluyó pasada la una de la madrugada y fue realmente sensacional. (Qué emocionante es escuchar, todavía hoy, la grabación de los momentos finales y los aplausos y la gritería del estudiantado de la Universidad de Mar del Plata, que había sido invitado gratuitamente).
Para poder concretar el viaje a Mar del Plata sin dejar vacía la sala de Corrientes, en la misma noche de la función en el Auditórium se estrenaban en Buenos Aires dos obras juntas: “El velo”, de Martha Lehmann y “El poeta”, de Enrique Wernicke.
Una vez más, como en 1981 cuando fuimos a Córdoba con “Stéfano” y en Buenos Aires se estrenó “Una tragedia florentina”, el TUBA logró estar en dos lugares del país, la misma noche y a la misma hora, esta vez con cuatro espectáculos distintos.

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