A partir de su quinta temporada consecutiva, el TUBA había alcanzado ya tal grado de notoriedad, que la UBA consideró (es lo que suponemos), que el nombre “TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES” no le significaba mayor “crédito de pertenencia”.
Fue así que a comienzos de 1980, a poco de iniciarse la sexta temporada, llegó una orden del Rectorado de la UBA, (nunca supimos si verbal o escrita), que tanto en los programas de mano como en cualquier otro medio de información, el TUBA debía figurar como “TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES”.
La orden se cumplió, pero ese “DE LA” no significó ningún cambio en la política de abandono (e incluso de abierta detracción) que se le dispensaba a la labor del TUBA. Tampoco existió documento alguno que avalara, tanto para el presente como para el futuro, la creación de ese Teatro “de la” Universidad como un estamento más dentro de la orgánica de dependencias de la UBA.
Así pues, como para la Universidad del Estado argentino el TUBA nunca existió, al encarar estas reseñas, a 27 años de distancia de su desaparición, preferimos identificarnos sólo con nuestro nombre de origen: Teatro Universitario de Buenos Aires (el TUBA), que es el mejor crédito de nuestra verdadera identidad.
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