domingo, 7 de agosto de 2016

UNA VIDA COLMADA DE IDEALISTAS REALIZACIONES ASEGURA UNA VEJEZ LLENA DE HERMOSOS RECUERDOS

Hoy cumplo 76 años. Cada año, cuando llega el 7 de agosto, me pregunto: “¿Hasta cuándo…?”. Mi vida está cumplida; harto cumplida. Camino mucho todas las tardes, con mi perrita IFI, por esas calles silenciosas de Mar del Plata, la ciudad de mi destino final y también disfruto de la cercanía del mar, sobre todo en invierno, cuando no hay turistas. Pienso y escribo… escucho mis discos de María Callas, de Bruno Walter, de Giuseppe Di Stefano, de Claudio Abbado… Vuelvo a ver mis cientos de películas preferidas, ahora en BLU-RAY, como “Senso”, de Visconti; “Adiós a las armas”, de Charles Vidor o “Al este del paraíso”, de Elia Kazan, sin olvidarme de “Los primos”, de Chabrol o “Una noche en la Opera”, de los Hermanos Marx. Si algo tiene de muy disfrutable esta edad de los 76, es la posibilidad de seguir recordando. Giordano Bruno, el mártir de la Inquisición, escribió sobre El Arte de la Memoria y yo, insignificante anciano lleno de recuerdos, celebro haber tenido una vida colmada de acontecimientos recordables, cosechados en una intensa y apasionada VIDA DE TEATRO. A los dieciséis años ya militaba en los grupos de teatro independiente y mientras trataba de terminar la escuela secundaria, actuaba a las órdenes de un genio como Francisco Silva en aquellas legendarias carpas municipales, instaladas precariamente en plazas y paseos, sin baños y con hasta cuatro obras en cartel simultáneamente. Después, ya hacia los 24, vinieron las obras montadas en calidad de “director de escena”, una faena en la que busqué obstinadamente seguir las enseñanzas de Jean Louis Barrault y plasmar en mis puestas mi admiración absoluta por Luchino Visconti. Cercano a los 30, se dieron tres años seguidos (1967, 68, 69) en los que pude montar obras que desafiaron a los críticos más urticantes, a tener que emplear epítetos laudatorios nunca imaginados por sus acendradas mezquindades. “EL VIAJE”, de Georges Schehadè; “HISTORIA DE PABLO”, de Cesare Pavese; “EURIDICE”, de Jean Anouilh; “LA ARIALDA”, de Giovanni Testori; “MAGIA ROJA”, de Michel de Ghelderode; “LUCRECIA BORGIA”, de Victor Hugo; “EL PROFANADOR”, de Thierry Maulnier; “EL DOCTOR Y LOS DEMONIOS”, de Dylan Thomas; “UN FENIX DEMASIADO FRECUENTE”, de Christopher Fray… un bagaje de producciones concretadas en sólo tres años (y me estoy olvidando de algunas), que me hubieran servido de trampolín para convertirme en “un realizador importante”. ¿Importante…? ¿Qué es “ser importante” frente a la posibilidad de concretar un sueño, en el cual la “importancia” a nivel personal no interesa…?. A los 34 años, casi por casualidad, logré concretar mi sueño, anhelado largamente, de crear UN TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, que terminó siendo este “TUBA-El Teatro de la Universidad de Buenos Aires”, cuyo derrotero histórico de casi una década ocupa las páginas de este Blog, armado en base a testimonios dispersos, a partir del año 2010, cuando ya hacían 27 años que el TUBA había tenido que cerrar sus puertas, hostigado con perversidad digna de mejor causa por la propia Universidad que le ponía su membrete en los programas de mano. Llegar a los 76 años con los recuerdos vívidos de haber hecho algo tan portentoso como aquel TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES, es un privilegio que agradezco a la Providencia y una modesta invitación de mi parte (como viejo “aconsejador” que intenta seguir enseñando algo valedero a los jóvenes con los que quise trabajar siempre), a no prenderse en burdas tentaciones de “tener éxito fácil” y “ganar plata fácil”, porque todo eso pasa pronto y no deja nada. En cambio, una travesía llena de desafíos, de necesidad de entrega total de las energías creadoras y sobre todo del entusiasmo más desinteresado por aportar algo a los otros, como puede ser la creación de TEATROS UNIVERSITARIOS, TEATROS LIBRES, TEATROS NO COMERCIALES, TEATROS CON ACCESO GRATUITO PARA EL PUBLICO EN GENERAL, TEATROS DE REPERTORIO, donde los clásicos y los modernos convivan armónicamente… eso es trabajar por una ancianidad llena de recuerdos hermosos, como es esta ancianidad mía de hoy, que cumplo mis 76 años. “Gracias a la Vida, que me ha dado tanto”, aunque habiendo nacido en el día de San Cayetano, tuve que trabajar mucho para hacer todas las cosas que hice… ¡Y qué saludables que fueron todas esas fatigas…!!!.
En la foto, año 1975: primera temporada del TUBA, estoy libreto en mano, en el escenario del Teatro San Martin, durante la función inicial de “EL SAINETE RIOPLATENSE”, una cabalgata en la que intervinieron los primeros cien integrantes de ese Teatro, que durante nueve años ininterrumpidos congregó una corriente de público multitudinaria, brindando obras nunca representadas en Argentina de Esquilo, Moliere, Plauto, Terencio, Georg Buchner, Jean Racine, Anton Chejov, Henrik Ibsen, Alexander Puchkin y muchísimos autores más.

martes, 19 de julio de 2016

EL TUBA, UN "TEATRO DE VERDAD" AL QUE NADIE QUISO DARLE CONTINUIDAD

Cuando se me dio la oportunidad de concretar un sueño largamente acariciado: la creación de un TEATRO UNIVERSITARIO en mi ciudad natal, Buenos Aires, yo tenía 34 años. Era agosto de 1974 y en unos días más, agosto de 2016, voy a cumplir (si la Providencia no dispone lo contrario), la friolera de 76. El TUBA logró existir a fuerza de “prepotencia de trabajo” y fue, durante nueve temporadas consecutivas (1974 – 1983), un TEATRO DE VERDAD (valga la paradoja, puesto ¿qué debería ser un teatro que se crea de la nada, sino UN TEATRO DE VERDAD…?). En los 33 años que van desde el forzoso cierre del TUBA, en 1983, lo sorprendente es que a nadie se le haya ocurrido volver a instalar un TEATRO DE VERDAD en la Universidad de Buenos Aires. ¿En qué falló el TUBA, para que nadie tratase de darle continuidad, máxime que en el edifico donde hizo la mayor parte de su historia (Corrientes 2038, en pleno centro de Buenos Aires), se erigió hacia 1985 el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, con mucho mejores condiciones que las que le tocó padecer al TUBA, cuando ese histórico solar de la UBA era un barracón en ruinas, atestado de ratas y plagado –además-, de otro tipo de roedores (de uniforme y de civil, en esos años aciagos en los que tantos jóvenes fueron sacrificados). Tal vez el TUBA debió haberse contentado con ser un AULA DE APRENDIZAJE DE LA ACTUACION, sin involucrarse en esa faena ardua, pero fascinante, de montar espectáculos y ofrecerlos al público, con hasta seis o más montajes EN ALTERNANCIA, una disciplina extenuante, alucinante, que implica –por ejemplo- dar a conocer un clásico como Esquilo o Molière, un moderno como Ibsen o Pirandello y un autor nacional, contemporáneo, como Juan Carlos Ghiano o Roberto Cossa, EN UNA MISMA SEMANA…!!!. Para demostrar que el TUBA logró ser (solito, con el conjunto de las voluntades jóvenes de sus cientos de integrantes universitarios y sin el menor apoyo presupuestario ni técnico de la Universidad), un TEATRO DE VERDAD, valga el recuerdo de lo que significó, en su tercera temporada, la de 1977, la puesta en escena en carácter de estreno, de la obra de la dramaturga argentina fallecida años antes, Martha Lehmann: “LA OFENSIVA”. Para “La ofensiva” hubo que construir un decorado corpóreo (como los que se acostumbran en los grandes teatros profesionales), que tenía de todo: muebles enormes, techo, arañas de alabastro, ventanas, puertas… todo lo necesario para recrear el ambiente de una pensión de los años cuarenta y cincuenta, cercana al puerto de Buenos Aires. Eran años en los que se temía que la Argentina pudiese llegar a ser invadida por alguna potencia extranjera, de las que habían logrado la victoria de las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial, en conocimiento de que nuestro suelo había servido de refugio para muchos genocidas del derrotado nazismo. La historia de “LA OFENSIVA” mostraba a un grupo de personas inertes, adormecidas en su quietud ociosa de todos los días absolutamente iguales y grises. El acierto del texto de Martha Lehmann sera la "vuelta de tuerca", por medio de la cual uno de los habitantes de la pensiòn -precisamente un estudiante universitario, lograba convencer al resto de los huespedes de que LA OFENSIVA, de verdad, se estaba produciendo y era entonces cuando aquellos seres grises y opacos, TOMABAN CONCIENCIA de que la Patria debia ser defendidida a toda costa y comenzaban los preparativos para el inminente enfrentamiento. Al final, todo se descubria... pero ya sus vidas no volverian a ser iguales... La construcción de las paredes de ese enorme decorado la hicimos entre todos, en base a lo que diseñó uno de los integrantes del elenco, que estudiaba arquitectura. Como veterano hombre de teatro, les enseñé a mis discípulos “el arte de la guindaleta”, que consistía en una forma práctica de lograr que la caja escénica no se tambalease durante las funciones, mediante el enlace de cuerdas estratégicamente ubicadas en cada juntura de los paneles del decorado. “LA OFENSIVA” fue, lo que en le jerga teatral de los viejos profesionales, se denomina UN ÉXITO ABSOLUTO. Estuvo todo el año 1977 en la cartelera del TUBA, desde marzo a diciembre, totalizando 83 funciones, en simultaneidad con otros dos espectáculos: “Jácaras y mojigangas” y “El alma del suburbio” y un Ciclo de Teatro Leído que iba los sábados por la tarde. No se la pudo “sacar” nunca de Corrientes 2038, en nuestras habituales recorridas por las Facultades y centros culturales de la ciudad, porque todo su mobiliario y su escenografía eran prácticamente “intrasladables”. La llevamos al Teatro Municipal de Rio Cuarto (Córdoba), en septiembre, pero debimos ingeniárnosla para armar allá una suerte de réplica del decorado de Buenos Aires. En concreto: con “LA OFENSIVA” el TUBA pudo demostrar que podía ser UN TEATRO DE VERDAD, en tiempos en los que el precario escenario de la sala de Corrientes 2038 (hoy llamada Sala Batato Barea), debía ser compartido con el enorme entarimado del Coro Polifónico de Ciegos ¡Y CON SU PIANO DE COLA…!!!. Vuelvo al interrogante del comienzo de esta nota: ¿En estos 33 años de ausencia de un TEATRO UNIVERSITARIO en la Universidad de Buenos Aires… no se quiso o no se pudo volver a erigir UN TEATRO DE VERDAD, como buscó y consiguió ser el TUBA, pese a tantas dificultades, detracciones y faltas de apoyo como se le opusieron en el camino…? A continuación, una serie de fotografías tomadas durante algunas de las 83 representaciones de “LA OFENSIVA”, en 1977, en el escenario del TUBA:

miércoles, 13 de julio de 2016

EL TUBA TODAVIA ESTA VIVO

El TUBA (que se autodenominó primero TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES y a partir de su quinto año de vida, la Universidad de la cual dependía lo obligó a llamarse TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (una forma implícita de oficialización, que nunca se concretó en papeles resolutivos), todavía está VIVO, a 33 años de su forzado cierre, en 1983. Pasa que yo tenía guardadas algunas cintas grabadas en los viejos casetes, de varios de sus espectáculos. Encontré en estos días la de “JÀCARAS Y MOJIGANGAS”, que se hizo en la temporada de 1977, en alternancia con “LA OFENSIVA”, de Martha Lehmann y “EL ALMA DEL SUBURBIO”, un collage sobre el ambiente suburbano, compuesto por obras breves de Florencio Sánchez, Pedro E. Pico, José González Castillo, glosas de Ernesto Sábato e Ignacio B. Anzoátegui y poemas de Evaristo Carriego. Descubrí que en un localcito escondido al fondo de una galería, aquí en Mar del Plata, la ciudad donde transcurren mis años de vejez desde hace ocho, hacen copias a CD de esos antiquísimos casetes y desde ayer tengo de nuevo, es espléndido sonido estereofónico, la grabación integral de una función de hace TREINTA Y NUEVE AÑOS de las “Jácaras y mojigangas” del TUBA, en las que revivíamos la vida trashumante de los cómicos de la legua, junto con los entremeses y pasos de comedia del insigne Lope de Rueda (padre del teatro español) y hasta una adaptación del “Quijote” cervantino debida a Francisco de Ávila.
Volver a escuchar, como lo hice ayer por la tarde, las voces jocundamente vitales de aquellos tempranos oficiantes del TUBA… de una Analia Yunis, un Gustavo Lespada, una Alicia Diez, un Daniel Toppino (descollante juglar que hacía las presentaciones de los entremeses), de un Mario Azcona, un Héctor Becerra, un Horacio Baldasarre (que aparece, exultante, en la foto superior), una Susana Canosa, un Osvaldo Mazaglía, una Marta S. Gil, un Carlos Lanari, el lamentado Juan José Noto, que falleció tan joven y los “veteranos” Jorge Fargas, abogado y Carlos Gascón y Néstor Menini, actores provenientes del mundillo de los teatros vocacionales (¿qué será hoy de todos ellos… entre los que había estudiantes de derecho, de medicina, de arquitectura, de filosofía y letras y hasta un cocinero que trabajaba en el Hospital de Clìnicas…?), fue sentir un estremecimiento y un maravillamiento difíciles de expresar con palabras. El TUBA fue capaz de aquellas hazañas de “glorificación del entusiasmo”, como lo fue volcar ante miles de espectadores jóvenes (porque venían a su sala en Corrientes 2038, aulas completas de colegios secundarios), un derrotero de altruismo, desenfado y lucha por la supervivencia, que hizo del teatro representado en plazas y establos, en atrios de iglesias y en mesones pueblerinos, la cimiente de un arte superior, como lo fue y lo sigue siendo, ese GRAN TEATRO DEL MUNDO edificado por Lope, Tirso de Molina y Calderón. Hay un video de pocos minutos en YouTube, en el que se pueden escuchar algunos momentos de una de las representaciones de “Jácaras y mojigangas” de 1977, en el TUBA, pero el CD que desde ayer tengo en mi discoteca privada, abarrotada de óperas y conciertos y películas de todas las épocas y estilos, tiene –milagrosamente preservadas, con sus 39 años a cuestas-, esas voces alegres, desafiantes, insolentes en su plenitud, de aquella juventud del TUBA, que ni el tiempo ni la indiferencia de las posteriores autoridades culturales de la Universidad de Buenos Aires podrán acallar nunca, por más que se empeñen en lograrlo. El TUBA VIVE, mas allà de todas las muertes urdidas por la barbarie arrasadora de “la historia oficial”, la que pretender instalar que antes del Centro Cultural Rojas, en el solar de Corrientes 2038, en materia de teatro universitario, NO HUBO NADA.

miércoles, 6 de julio de 2016

LO QUE SE PODRIA HACER... PERO NO SE QUIERE HACER EN LA UBA, EN MATERIA DE TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO

En el capítulo (o Entrada) anterior de este Blog, se me ocurrió plantear la disyuntiva de por qué en la Universidad de Buenos Aires no volvió a existir un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERETORIO, a partir del cierre del TUBA en 1983. Me puse a “curiosear” qué se está haciendo en el Centro Cultural Rojas en materia de teatro en estos momentos y me encontré con una propuesta escénica llamada “Proyecto Familia”, integrado por las obras “Inundación”, de Magdalena de Santo (que se ofrece los jueves a las 21, en un espacio de 30 localidades); “Un nuevo continente”, de Sofía Wilhelmi (que se ofrece tres viernes de julio, en ese mismo espacio de 30 localidades); "Caipiriña“, de Victoria Castelvetri (que se ofrece los cuatro sàbados de julio, en la sala Cancha) y “Casa expandida”, de Jessica Pinkus (que se ofrece tres viernes de julio en la sala Biblioteca). Frente a este panorama del teatro en el Centro Cultural Rojas de la UBA (que funciona en el mismo edificio de Corrientes 2038 donde el TUBA hizo la mayor parte de su historia), caben –a mi entender-, algunas apresuradas reflexiones: En primer lugar, mientras que el TUBA buscó llegar con sus espectáculos a una convocatoria masiva de espectadores de todos los sectores sociales de la comunidad, el teatro en el Rojas se hace en espacios con sólo 30 o a lo sumo 60 localidades para eventuales asistentes. En segundo lugar, pero no menos importante: Mientras que las 1.163 representaciones que el TUBA llevó a cabo en sus nueve años de historia, fueron todas con acceso LIBRE y GRATUITO, en el Rojas se cobran entradas de $ 40, $ 60 y $ 80,-. (¿Podrán los estudiantes que quieran ver estas obras, pagar esas sumas por ver obras de carácter estrictamente experimental…?). Por último: En el TUBA los repertorios no eran elegidos en base a temáticas (como, en este caso del Rojas, la temática de la familia), pero si así hubiese sido en alguna oportunidad, sobre el tema de la familia hubiésemos elegido obras tales como, por ejemplo, “En familia”, de Florencio Sánchez; “Los hermanos queridos”, de Carlos Gorostiza; “Reunión de familia”, de T. S. Eliot; “Las de Barranco”, de Gregorio de Laferrere o las notables “La casa de Bernarda Alba” y “Yerma”, de Federico Garcìa Lorca. ¡Ah…!: Y “El día que mataron a Batman”, de Daniel Hadis, que era estudiante de derecho e integrante del TUBA cuando se estrenò en 1982, también trataba un tema de familia…! ¡Y “La suegra”, de Terencio, que el TUBA estrenò, a 2.000 años de distancia, en el Teatro Nacional Cervantes en 1976, también trataba el tema de la familia, con un humor àcido que sacudìa todos los esquemas de las llamadas “buenas costumbres familiares”…!!! Es evidente que en la Universidad de Buenos Aires NO SE QUIERE HACER TEATRO DE REPETORIO. Y que tampoco se quiere hacer teatro para un público heterogéneamente masivo, ni mucho menos hacer teatro con acceso GRATUITO. ¡Qué lástima…!!!

martes, 5 de julio de 2016

UN DEBATE QUE ESTA PENDIENTE HACE 33 AÑOS: ¿POR QUÉ LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES NO QUISO TENER MÁS UN “TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO” DESPUES DEL TUBA…?

Hacen 33 años que el TUBA (el Teatro de la Universidad de Buenos Aires) se vio forzado a cerrar sus puertas, ante la insostenible hostilidad que durante los nueve años de su labor en continuidad, le propinaba la propia Universidad, bajo cuyo emblema institucional había sido creado, a mediados de 1974. Treinta y tres años en los que la polémica sigue en pie: ¿Tiene razón de ser un TEATRO DE REPERTORIO, abierto al público, de acceso gratuito y conformado por estudiantes de diversas carreras, dentro de los claustros de una Universidad…?. La historia de los legendarios teatros universitarios, surgidos a la vera del Humanismo, durante los Siglos XVI y XVII, en las antiguas universidades europeas, como Heidelberg o Alcalá de Henares, pareciera dictaminar que SI. En el sur del continente americano, en Santiago de Chile, el Teatro Experimental de la Universidad de Chile, creado en 1941, fue el punto de partida de un movimiento que prontamente se expandió por todo el territorio nacional y en la actualidad ningún chileno parece plantearse si la labor de los teatros universitarios debe seguir existiendo o no. Sin embargo, en la Argentina las cosas no han sido ni son tan claras y contundentes. El TUBA logró existir nueve años, “a duras penas”. Desde los primeros intentos de constituirse en un TEATRO DE VERDAD, con obras montadas y funciones regulares ante el público (como cualquier teatro, valga la casi redundante analogía, porque, ¿qué va a ser un teatro sino montar obras y darlas a conocer al público…?), el TUBA tuvo dificultades e impedimentos. Vale recordar la alarma que provocó en un funcionario de la dirección de cultura de la UBA, cuando en marzo de 1975 le comenté que íbamos a comenzar los ensayos de las obras del primer repertorio: “¡ENSAYOS…NO, QUIROGA, POR FAVOR NADA DE ENSAYOS…POR AHORA DELES CHARLAS Y NADA MÀS…!!!". ¿Qué podía haber de “amenazante” en el hecho de comenzar a ensayar “La montaña de las brujas”, de Julio Sánchez Gardel, que era una de las primeras obras programadas para el incipiente TEATRO DE REPERTORIO que me habían autorizado erigir dentro de la Universidad de Buenos Aires…?. En mi imaginación de teatrista de 34 años, cansado de montar obras con elencos profesionales y tras una larga experiencia de más de veinte años en los grupos de teatro independiente (que para 1974 ya estaban en extinción), un TEATRO DE REPERTORIO en la Universidad era la posibilidad de acudir a los clásicos, a los modernos y a los contemporáneos, sin las limitaciones del factor ÈXITO, que condiciona inevitablemente a las compañías de teatro comercial. Y una vez que el TUBA logró afianzarse como CENTRO DE DRAMA EN CONTINUIDAD, a partir de su tercera temporada de vida (1977), haciendo hasta CINCO funciones diferentes, cada fin de semana, en la sala de la planta baja del edificio de la avenida Corrientes al 2038, los clásicos, los modernos y los contemporáneos se fueron dando cita, alternadamente, hasta llegar a conformar un REPERTORIO digno de figurar a la par de los repertorios de las grandes instituciones teatrales, tanto de la Argentina (Teatro Nacional Cervantes o Complejo del Teatro San Martín), como del mundo entero. Entonces, la pregunta que necesariamente hay que plantearse hoy, a 33 años de la desaparición del TUBA, es: ¿POR QUÉ NO PUDO VOLVER A HABER OTRO TEATRO DE REPERTORIO EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES…?. Haber dejado solo al TUBA, luego de su desaparición, en 1983… ¿no es evidencia de una, en verdad, inexplicable incapacidad para llevar adelante empresas que no dependan ni del dinero que las solvente ni de condiciones políticas “ideales”, que no siempre se dan, desgraciadamente, ni en la universidad de Buenos Aires ni en el resto de nuestra querida República Argentina. El TUBA se “auto sustentó”, porque la Universidad no le aportaba nada, más que una mísera caja chica que sólo alcanzaba para comprar clavos y alguna lámpara que se quemase en los focos de la iluminación del escenario y en cuanto a condiciones políticas, no las pudo haber peores a lo largo de su historia de nueve años, habida cuenta que siete de esos nueve fueron los de imperio del terror de una dictadura despiadadamente genocida. El TUBA se hizo con voluntades jóvenes dispuestas al altruismo y a no medir el esfuerzo a cambio de ninguna paga. Los estudiantes de las más diversas carreras que habitaron los talleres actorales, técnicos y artesanales del TUBA a lo largo de sus nueve años de existencia (se calculan en alrededor de 1.600) no necesitaron de otro aliciente más que la satisfacción de hacer las cosas POR AMOR A LAS COSAS y concretaron cientos de espectáculos muy bien montados (ver fotos a continuación de este texto), siguiendo el axioma de Jean Louis Barrault que yo, su director, les inculcaba cariñosamente: LA TEORÌA NO ES NADA DIFÌCIL… PERO MÁS FÀCIL AUN ES LA PRÀCTICA. ¿No sería hora de que entre tantos coloquios y mesas redondas sobre el tema TEATRO, que se suelen llevar a cabo tanto en el Centro Cultural Rojas de la UBA, como en otros centros o foros culturales de la ciudad de Buenas Aires, se plantease esta disyuntiva…?: ¿POR QUÉ NO HUBO NUNCA MÁS UN “TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO” EN LA UBA, DESPUÈS DE LA DESAPARICIÒN DEL TUBA…?. Dejo picando la pelota, como se suele decir…

jueves, 18 de febrero de 2016

A CUARENTA AÑOS DEL DEBUT DEL TUBA EN EL CERVANTES, CON SU PRIMER REPERTORIO

Pronto se van a cumplir cuarenta años de la presentación en el Teatro Nacional Cervantes del TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES con su primer repertorio: “LA SUEGRA”, de Terencio; “LOS CAUTIVOS”, de Plauto y “EL DÍSCOLO”, de Menandro. Ningún elenco nacional, ni siquiera la ilustre Comedia Nacional dirigida por Don Orestes Caviglia (1956 – 1960), había logrado hacer “REPERTORIO” (varias obras en simultaneidad en una misma temporada), algo que era habitual en las presentaciones de elencos extranjeros, tanto en el Cervantes como en otras salas oficiales y privadas de la Ciudad de Buenos Aires. Compañía francesas, como el Teatro de Francia, dirigido por Madeleine Renaud y Jean Louis Barrault o el TNP (el Teatro Nacional Popular), dirigido por Jean Vilar, con María Casares y Gerard Philppe a la cabeza, o compañías inglesas, como el Old Vic o italianas, como el Piccolo Teatro de Milán, dirigido por Giorgio Strehler o el elenco itinerante dirigido por Vitorio Gassmann, venían a Buenos Aires con hasta seis obras en su REPERTORIO, que se daban alternadamente en una misma semana. Ese TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES que inauguraba nombre propio al presentarse en el Cervantes, abriendo la temporada del año 1976 del gran teatro legado por María Guerrero, era la resultante de un llamado a inscripción en las facultades dependientes del Rectorado de la Universidad de Buenos Aires, a fines de 1974. Mi idea, mi añejo proyecto de crear un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, había sido presentado a la Dirección de Cultura de la UBA a mediados de 1974. A la convocatoria inicial acudieron unos 230 jóvenes, provenientes de las carreras más diversas, desde Medicina a Ciencias Exactas, desde Veterinaria a Filosofía y Letras… Llegaban con la aspiración de PARTICIPAR, sin tener la menor idea de qué era eso de “ERIGIR UN TEATRO DE REPERTORIO”, que fue lo primero que les dije cuando los reuní en un gimnasio polvoriento, en el último piso del edificio en ruinas de Corrientes 2038, en pleno centro de Buenos Aires. Todo 1975 esa agrupación informe, condenada a deambular por oficinas atestadas de escritorios y ficheros metálicos, o patios a la intemperie vecinos a la Morgue Judicial, en los fondos de la Facultad de Ciencias Económicas, había recorrido centro culturales, parroquias, almacenes de ramos generales del conurbano y hasta cuarteles de bomberos en Florencio Varela, representando una Cabalgata Evocativa de los años de auge y decadencia del llamado Género Chico Nacional: EL SAINETE RIOPLATENSE. También habían estado en el Centro Cultural San Martín, en la Biblioteca Popular de Olivos, en el salón de actos del Colegio Carlos Pellegrini y en la sala de cine de la empresa Subterráneos de Buenos Aires, en el barrio de Once. Eran más de cien chicas y muchachos, que daban vida a ese mundo epigramático del viejo sainete, que había surgido de la mezcla de historias de los inmigrantes y los criollos, en los patios de los conventillos. El único decorado del espectáculos de dos horas de duración, era una soga con ropa tendida, que se colgaba y se descolgaba en cada ámbito dónde fueran a parar con sus glosas y sainetes de Vaccareza, Pedro Pico, Roberto Cayol, Florencio Sánchez, Alberto Novión, José González Castillo, Nemesio Trejo y muchos más… Pero también durante 1975, sin tener sala propia ni nombre propio ni nada, ese incipiente grupo universitario de teatro, dependiente de una Dirección de Cultura abúlica, indiferente y sobre todas las cosas: peligrosamente tendenciosa, había estado preparando en secreto su PRIMER REPERTORIO. Como los teatros universitarios de Salamanca y Alcalá de Henares, había acudido a los clásicos de veinte siglos atrás, los que aleccionaban sobre la condición humana, satirizando y clavando filosos aguijones en las costumbres (las malas costumbres) y la soberbia de los que se creen “estar por encima” de los que bregan todos los santos días por subsistir y tratar de realizar sus postergados sueños. No éramos tontos; sabíamos que con obras actuales no se podía cuestionar lo que pasaba (y lo que estaba por pasar) en esa Argentina oprimida, siempre sometida a vaivenes de izquierda y de derecha, de los cuales el único que terminaba pagando el pato era el pueblo. Y fue así como, teniendo montado nuestro PRIMER REPERTORIO, que habíamos llevado hasta un hotel de Chapadmalal y a unos cuántos lugares más, me largué a pedir una entrevista con el director del Teatro Nacional Cervantes, que era en ese momento el profesor Néstor Suárez Aboy. Le interesó enseguida el proyecto. El Cervantes solía recibir la visita de otro elenco universitario, pero de larga y fructífera trayectoria: El Teatro Universitario de Tucumán, creado y dirigido por Boyce Días Ulloque. Súarez Aboy sólo me pidió ver algunos ensayos y sin titubear me dijo: “Vamos, lo hacemos”. De inmediato me preguntó: “¿Cómo se llama la compañía…?” y me salió de cuajo la respuesta: TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES. Los de la Dirección de Cultura se desayunaron tarde. Cuando se enteraron, ya estábamos debutando en el Cervantes, con “LA SUEGRA”, de Terencio; “LOS CAUTIVOS”, de Plauto y “EL DÍSCOLO”, de Menandro, en ALTERNANCIA. En la vereda del edificio del Ceravantes, en sus carteleras de hierro forjado, figuraba en letras enormes el nombre con el cual nos habíamos auto bautizado: TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES y debajo, la mágica palabra: REPERTORIO.
ESCENA DE "LA SUEGRA" DE TERENCIO
ESCENA DE "LOS CAUTIVOS" DE PLAUTO
ESCENA DE "EL DÍSCOLO", DE MENANDRO Hubo funciones en los que el Cervantes estuvo lleno hasta las galerías superiores, algo que no sucedía desde hacía mucho. Hice abrir por completo la embocadura del escenario y (a la manera de las puestas wagnerianas en Bayreuth), la escena estuvo sólo iluminada en colores cambiantes, dentro de un círculo central en medio de la oscuridad reinante, como en el círculo mágico de los pastores celebrando el renacer de las estaciones, lo que dio origen al teatro. Han pasado de aquellos días de 1976 la friolera de cuarenta años. ¿No existirá la posibilidad de que hoy, en 2016, otro elenco de la Universidad de Buenos Aires vuelva a presentarse en la sala del Cervantes, con un REPERTORIO EN ALTERNANCIA…?