miércoles, 16 de diciembre de 2015

EL SEGUNDO GENOCIDIO DE JÓVENES EN LA ARGENTINA: UN GENOCIDIO CULTURAL

Entre 1974 y 1983 hubo un genocidio de jóvenes en la Argentina. No se reprimió sólo a la guerrilla subversiva; se aniquiló a cientos, miles de jóvenes por el simple hecho de militar en escuelas, facultades, centros estudiantiles o villas de emergencia, intentando la prédica heroica de la igualdad social. Y justamente en esos años de 1974 a 1983, existió en la Universidad de Buenos Aires un Centro de Drama inspirado en la brega de los, por entonces, casi extinguidos teatros vocacionales o independientes: llevar el mensaje esclarecedor de los grandes dramaturgos de todos los tiempos a los conglomerados menos pudientes de la comunidad; en una palabra: AL PUEBLO. La historia de ese Centro de Drama llamado TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES es la que, en forma desordenada pero puntual, se narra a lo largo de este Blog, que necesita ser leído “del comienzo hacia atrás”. Con sólo “cliquear” en cualquiera de los años de su derrotero, a partir de 2010 y al abrirse ese año buscar un mes al azar, se despliega la lista de capítulos y es cuestión de elegir el título o el tema del capítulo que más les guste. En cualquiera de los textos, en cualquiera de los videos o de las imágenes que vayan descubriendo, hallarán vestigios de representaciones creadas con rigor estético, pero con escasísimos medios. Y poder erigir un TEATRO DE REPERTORIO que hacía funciones todos los fines de semana del año, con hasta seis o siete espectáculos en alternancia, sin el más mínimo apoyo presupuestario o logístico de parte de la Universidad, era la consecuencia natural de una tarea sostenida, apasionada e imbuida de un auténtico desinterés, por parte de los cientos de jóvenes que año a año integraban los planteles actorales y escenotécnicos de ese teatro, al que el público de todos los sectores sociales accedía GRATUITAMENTE. No es casual y hasta necesario, que ese teatro de universitarios conocido popularmente como “el TUBA” haya nacido, crecido y muerto en tiempos de dictadura, de una horrenda y feroz dictadura. El TUBA fue (y sigue siendo, a pesar de las décadas transcurridas desde su desaparición), un ámbito de resistencia, cuando los centros estudiantiles y toda otra forma de participación estaban conculcados. Cuando los jóvenes integrantes del TUBA salían todas las noches por las calles del centro de Buenos Aires, a repartir volantes para divulgar los espectáculos que se ofrecían en la sala de Corrientes 2038, sabían que se arriesgaban a muchas cosas… No se conocía, por entonces, la real existencia de los centros clandestinos de detención, donde los prisioneros eran torturados y luego hechos desaparecer, pero la amenaza estaba latente, con esos “autitos” que circulaban lentamente, vigilando cada paso o revisando qué contenían esos volantes, que sólo citaban los nombres de Esquilo, de Florencio Sánchez, de Moliere o de Armando Discépolo.
Pasó el tiempo… llegó la Democracia. La noche negra quedó atrás. El TUBA se fue perdiendo en la nebulosa del olvido. Sus jóvenes hacedores fueron ingresando en la madurez… y sobrevinieron otros jóvenes. La odisea de la raza humana hace que siempre haya nuevos jóvenes para reemplazar a los que fueron injustamente aniquilados, pero esta nueva juventud que fue surgiendo a partir de 1983 hasta hoy, no necesitó resistir ni defenderse de la agresión de los opresores. La Democracia trajo libertad y nuevas posibilidades de disfrutar de la vida y es allí, precisamente allí, donde empezó a gestarse el SEGUNDO GENOCIDIO. Porque es una forma de aniquilamiento el someter a los jóvenes a la esclavitud del dinero fácil, de las “oportunidades” con poco esfuerzo, de la “fama” conseguida con recursos de exhibicionismo barato… Si hoy algún teatrista loco como lo era yo cuando logré concretar mi sueño de que Buenos Aires tuviera su TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, como lo tienen las Casas de Altos Estudios de todo el mundo desde tiempos muy lejanos, quisiera recrear aquella empresa, no encontraría voluntades jóvenes que lo secundasen, como me secundaron a mí los que, aun sin entender muy bien de qué se trataba, se treparon a los andamios para colgar puentes de luces, empuñaron los martillos y los serruchos para construir decorados con restos de madera astillada y arriba de camiones destartalados (como aquel que llevaba a las huestes de “La Barraca”, de Federico García Lorca en la España fascista) ingresaron a las Aulas Magnas de las facultades, o a parroquias, clubes de barrio y cuarteles de bomberos del conurbano, (y también a salas magníficas como las del Teatro Nacional Cervantes o el Teatro San Martín) para dar a conocer textos que las compañías comerciales jamás hubieran abordado, como “LA SUEGRA”, de Terencio, “LOS CAUTIVOS”, de Plauto o “EL DÍSCOLO”, de Menandro…
Conseguir hoy la adhesión de voluntades jóvenes para llevar adelante quijotadas como aquella del TUBA, donde hacer las cosas por amor a las cosas, es propósito irrealizable, porque el GENOCIDIO CULTURAL que han sufrido las generaciones nacidas en los albores del Siglo XXI ha hecho del altruismo, e incluso del heroísmo, una tontería para álbumes de recuerdos… porque vale sólo estar en la televisión, participar de los “realitys”, competir, competir, competir, a ver quién se hace más famoso mostrando sus intimidades y sus habilidades sexuales… como los primates que hacen piruetas en los zoológicos, cuando hay mucha gente que los aplaude…

viernes, 7 de agosto de 2015

EL TIEMPO QUE NOS FUE DADO... Y QUÉ HICIMOS CON ÉL

Hoy cumplo 75 años. ¿A quién le importa que un señor llamado Ariel Quiroga, hombre de teatro retirado hace mucho, cumpla 75 años…?. Aunque suene egoísta expresarlo de esta manera: FUNDAMENTALMENTE A MI. Porque haber llegado a los 75 con un pasado de tanto teatro a cuestas, es casi como lo dijo alguna vez Vittorio Gassman: “Llevar un largo porvenir a la espalda”. Haber empezado en los grupos vocacionales de barrio a los 16 años, en 1956, significó imbuirse de una bohemia activa que no se cambiaría por otra manera de hacer las cosas, hasta el final. Empezar en la trinchera de combate, luchando por un teatro de concientización social, fue entender sin mucho aprendizaje (ni mucha superflua teoría), que en esa trinchera había que quedarse (Alejandra Boero me decía siempre: “Desde muy joven me instalé en mi trinchera con alegría”), para no caer en la tentación de pasarse en algún momento a la trinchera enemiga: la del teatro comercial, la del “comercio infame”. Me tocó ser uno de los últimos defensores de ese movimiento de teatros independientes de Buenos Aires, que había empezado allá por 1930, cuando Leónidas Barletta abrió el Teatro del Pueblo, en donde Roberto Arlt estrenó sus obras. Cuando me convertí en un director “a tener en cuenta” o “con mucho para decir” (como sentenció Emilio Stevanovich en su revista “Talía”), tras las puestas en escena de “El viaje”, de Schehadé; “La Arialda”, de Testori; “Magia roja”, de Ghelderode; “Historia de Pablo”, de Pavese o “El profanador”, de Maulnier, a fines de la década del sesenta, ya había trabajado en decenas de obras como actor; había estado participando de la aventura de la construcción del Apolo (en Corrientes y Montevideo), junto a las huestes de Nuevo Teatro, donde aprendí que ser “obrero del teatro” es más importante que ser “estrella de televisión”, junto al heroico Pedro Asquini, la heroica Boero, el heroico Héctor Alterio y unos cien o más heroicos jóvenes que llegaban cada noche, a ensayar textos de Sartre, de Wernicke, de Dragún o de Wesker, al cabo de trabajar arduas jornadas en fábricas u oficinas de mala muerte. Pero necesité cumplir un sueño, acariciado desde comienzos de los sesenta, que parecía imposible de concretar en el ámbito siempre conflictivo de una Universidad, (aunque en las universidades del resto del mundo llevaba siglos de práctica) para sentir que mi acercamiento al hecho teatral podía darle un sentido a mi vida toda. “Vengo a proponerles un sueño”, les dijo Néstor Kirchner a los argentinos, allá por 2003. “Estamos aquí para erigir un teatro”, les dije yo a unos 230 estudiantes de la Universidad de Buenos Aires, que a fines de 1974 se habían inscripto en un vago llamado a integrar un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO. A partir de esa primera reunión en un polvoriento gimnasio de un vetusto edificio de Corrientes al 2038, se gestó una epopeya de fervor y pasión juvenil que todavía hoy, a 41 años de distancia, ¡no ha sido igualada ni superada…!!! La historia del TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES o del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, como se lo designó oficialmente, -aunque para los miles de espectadores que lo visitaron en sus casi diez años de vida activa fue simplemente “EL TUBA”-, es mi único, profundo, absoluto sentido de orgullo de haber vivido estos 75 años, a los que llego hoy entero en mis convicciones, seguro de no haber claudicado nunca y sólo con una nostálgica melancolía de anciano, que no querría partir “a tierras más cálidas” sin enterarme que aquel TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO ha vuelto a abrir sus puertas, en el solar de Corrientes 2038, para convocar –con ACCESO LIBRE Y GRATUITO, como lo hizo el TUBA en sus 1.163 representaciones-, a celebrar el rito contestatario más antiguo y a la vez más vigente de la Humanidad.

martes, 19 de mayo de 2015

EL DEBER DE LA MEMORIA

Si alguien llegara a pensar “¿qué hace este video en un blog sobre la historia de un teatro universitario?”, que me lo venga a preguntar a mí, a mi casa en Mar del Plata, donde todavía existo, muy cerca de cumplir los 75 años, pero con el recuerdo vivo, como si estuviera sucediendo hoy, de aquel Buenos Aires (de aquella Argentina, hay que decir), en donde todo era terror, miedo, persecución, tortura y muerte. Nos tocó llevar adelante un TEATRO DE REPERTORIO en medio de la devastación; en medio de la neblina de lo que no se podía creer cuando nos era comentado en secreto: que había centros clandestinos de detención por todas partes; que los campos de concentración en los que miles de jóvenes eran eliminados sistemáticamente, no eran sólo esas imágenes borrosas de las películas filmadas durante el nazismo. Este blog sobre la historia del TUBA (el Teatro de la Universidad de Buenos Aires, que “sobrevivió” a constantes amenazas y detracciones durante sus nueve años de vida activa: 1974 - 1983), es un canto a la memoria de una gesta de entusiasmo y pasión juvenil que, gozando del privilegio legítimo de vivir en Democracia, todavía nadie intentó repetir, con afán de continuidad superadora. Quien se atreva a recorrerlo hacia atrás, como lo hacen todos los días en más de 70 países del mundo, del idioma que sea (aunque el blog esté escrito sólo en español), descubrirá ejemplos maravillantes de altruismo y esfuerzo incontaminado, por parte de más de 1.600 jóvenes estudiantes de todas las carreras, al servicio del humilde pero esclarecedor oficio del teatro, volcado en más de 150 producciones escénicas de los autores más diversos, desde Esquilo a Moliere, desde Terencio a Pirandello, desde Nemesio Trejo al ejemplar Don Armando Discépolo, y concretado en 1.163 representaciones, con ACCESO LIBRE Y GRATUITO, para toda la comunidad de la ciudad de Buenos Aires, del Conurbano y del interior de la República Argentina. Este video, que refleja la inauguración por parte de la señora Fernández de Kirchner, presidenta de la Argentina, hoy, martes 19 de mayo de 2015, del “Espacio de la memoria”, en donde funcionó un tenebroso centro de genocidio, DEBE, OBLIGADAMENTE, figurar en este blog y es por eso que lo inserto a continuación:

viernes, 27 de febrero de 2015

UN RESUMEN DE ESTE BLOG EN UN SOLO VIDEO

En algún momento uno debe decirse: “Hasta aquí llegué”. Muy cerca de cumplir los 75 años (si es que llego), considero que la historia de aquel TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES que me propuse narrar dispersamente en este Blog, ya está suficientemente testimoniada, a través de sus “abusivos” 298 capítulos (o “entradas”, como se dice en el lenguaje de los blogs). Admito que hay demasiadas palabras. Un blog debería ser algo dinámico (una bitácora con breves acotaciones de sucesos que se van sucediendo), pero en este caso el blog es una propuesta un tanto insólita, de “recorrer un tiempo pasado” hacia atrás. A menudo lo pienso: ¿Alguien, en esos remotos lugares del mundo en el que el blog es abierto y consultado… se va a tomar el trabajo de recorrerlo desde sus primeros capítulos, que datan de febrero de 2010…?. Y sin embargo (perdón por mi tozudez), creo que en toda Universidad del planeta donde se forme un grupo de jóvenes estudiantes de diversas disciplinas, bajo la guía de algún profesor u hombre de teatro no preocupado por el rédito comercial, con ganas de montar obras de teatro de un modo experimental, abordando autores de las épocas y estilos menos frecuentados, (como el Terencio o el Menandro que el TUBA hizo en uno de sus más aventurados repertorios, allá por 1976), sin desdeñar lo clásico ni abusar de lo “moderno”, las experiencias de aquel TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (conocido popularmente como “EL TUBA”), que se narran en este Blog, podrían llegar a servir de fuente de inspiración, aunque no de guía, porque ninguna experiencia es transferible y menos en el terreno de la creación artística. Fueron varias las ocasiones en las que anuncié que le estaba poniendo “punto final” a este blog y es evidente que no lo cumplí. Hoy vuelvo a intentarlo, con la recomendación de siempre: no le teman al desandar del tiempo. Busquen el año que mejor les parezca, entre 2010 y 2015 y poniendo el cursor de vuestras computadoras en algún mes determinado del año elegido, atrévanse a incursionar en los capítulos cuyo título les parezca más tentador. Y si eso les resulta fastidiosamente aburrido o innecesario (¿por qué no…?), quédense aquí, en este último capítulo y vean de corrido el pequeño video de ocho minutos que reúne todo el material fotográfico recuperado de la historia de nueve años seguidos (1974 a 1983) de aquel TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES. Sospecho que las imágenes, tomadas con cámaras ya hoy obsoletas y bajo condiciones lumínicas adversas, PERO EN VIVO, durante las 1163 representaciones que el TUBA llevó a cabo, pueden llegar a provocarles los incentivos de ENTUSIASMO, FORTALEZA FÍSICA Y MORAL y ALTRUÍSMO que son necesarios (e imprescindibles) para poner en marcha una épica de lo realizativo, como lo fue y lo es aún hoy la concreción de un auténtico TEATRO DE REPERTORIO dentro de los claustros de una Universidad, pero con una condición ineludible: QUE SEA DE ACCESO LIBRE Y GRATUITO PARA TODA LA COMUNIDAD. ¡Manos a la obra, pues…!!! Pero vean antes el video:

lunes, 9 de febrero de 2015

LO QUE EL TIEMPO NECESITA PARA SEGUIR ESTANDO VIVO

El Tiempo, factor de olvido, corre en favor del TUBA (el Teatro de la Universidad de Buenos Aires entre 1974 y 1983), porque todo lo hecho después de su cierre en materia de centros dramáticos dentro de una universidad, con el concurso actoral y escenotécnico de elementos jóvenes en formación, procedentes de las diversas disciplinas curriculares de la ciencia y las humanidades, no ha logrado –hasta hoy-, igualar la labor que en el lapso de nueve años desarrolló aquel otrora combatido TUBA. Los escasos videos que circulan en YouTube (hay que buscarlos bajo la denominación de TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES), muestran fotografías y alguna que otra precaria filmación con medios rudimentarios, de lo que fue el repertorio montado por el TUBA y exhibido al público en forma gratuita, a través de 1.163 representaciones, en la ciudad de Buenos Aires, pero también en muchos lugares del conurbano y del interior del país. Este Blog cuenta esa historia con lujo de detalles y sólo es necesario ponerse a recorrerlo “hacia atrás”, hasta sus primeros capítulos que datan de febrero de 2010, para conocerla. Para quien no disponga de las horas (y los días) que se necesitan para tal cometido, he aquí algunas referencias que sintetizan la singularidad de lo logrado por el TUBA, con una carencia absoluta de apoyo presupuestario por parte de la Universidad que lo albergó, hace unas tres décadas atrás. 1) La mayoría de los espectáculos montados por el TUBA contaron con decorados corpóreos, construidos por sus propios integrantes universitarios, con la técnica de fabricación de las escenografías de los elencos profesionales, permitiendo así que fueran desmontados fácilmente para su traslado en giras. 2) El repertorio que concretó el TUBA supera en amplitud de criterio historiográfico al de los más importantes teatros oficiales y privados de la Argentina, comerciales y vocacionales. 3) Una gran cantidad de autores y títulos incluidos por el TUBA en su repertorio, fueron dados a conocer por vez primera en la Argentina, como el caso de “Fedra” de Jean Racine, que el TUBA “estrenó” en 1980, coincidentemente con la celebración de los 200 años del estreno de la célebre tragedia, por la Comedia Francesa. El Teatro Nacional Cervantes dio a conocer “Fedra” recién al año siguiente, en 1981. 4) La organización interna, auto generada, le permitió al TUBA la “hazaña” de estar en dos lugares del país el mismo día y a la misma hora, con hasta cuatro espectáculos diferentes, algo que ni siquiera los más importantes elencos oficiales han podido lograr a lo largo de su historia. Las cuatro condiciones reseñadas bastan para poder aseverar que el TUBA fue un Centro de Drama universitario (aunque resulte “rimbombante” y hasta pretencioso afirmarlo), sin precedentes en la Universidad de Buenos Aires y sin consecuentes dentro de sus claustros, ni siquiera bajo las mejores posibilidades de infraestructura del llamado “Centro Cultural Rojas”, creado a un año del cierre del TUBA. ¿Cómo se explica que un grupo de teatro universitario, sin apoyo presupuestario, sin legalización orgánica dentro de la Universidad, haya podido lograr en pocos años semejante nivel de PROFESIONALISMO, como para poder funcionar a la par de compañías teatrales de renombre, no sólo en Argentina sino en el resto del mundo…? No fue obra de la casualidad, por cierto. Fue el resultado del esfuerzo mancomunado de cientos de voluntades jóvenes, inspiradas en la práctica del ALTRUÍSMO y en el ejercicio de la VOCACIÓN DE SERVICIO HACIA LOS DEMÁS. Al TUBA llegaban cada año nuevos contingentes de aspirantes a integrar sus talleres actorales y escenotécnicos. Venían sin saber nada de lo que es la vida interna de un TEATRO DE REPERTORIO, provenientes de las aulas de derecho, de medicina, de ciencias económicas, de veterinaria, de las letras o la filosofía. Lo primero que descubrían era que dentro del TUBA se hablaba poco y se hacía mucho. Aquello de Jean Louis Barrault: “La teoría no es nada difícil, pero más fácil aun es la práctica”. Y puestos a llevar a cabo lo de “manos a la obra”, en poco tiempo sabían lo que es encordar los bastidores de un decorado para que no tambaleen o calibrar un puente de luces para crear las atmósferas lumínicas de las diferentes escenas de una obra o convertir a un pedazo de tela mugrienta en un manto principesco o clasificar los múltiples elementos de la utilería de un espectáculo, para embalarlo y luego desembalarlo, durante una gira, sin que se pierda nada. El TUBA fue una “fábrica de espectáculos”, que cientos de miles de espectadores por año disfrutaron gratuitamente durante nueve temporadas consecutivas y fue, fundamentalmente, UNA FÁBRICA DE CONCIENCIAS, DEL HACER LAS COSAS POR AMOR A LAS COSAS, sin esperar a cambio dádivas ni efímeras “consagraciones”. Las generaciones jóvenes que vinieron después del TUBA, por desgracia, no tuvieron esas posibilidades. Se los educó en el afán por el triunfalismo, por la notoriedad efímera de la televisión, por el necio “matar o morir” dentro de un reality, para conseguir unos segundos de fama o algún dinero ganado sin el menor esfuerzo. De alguna manera, el TUBA funcionó internamente como un “Gran Hermano” que se extendiera a lo largo de nueve años seguidos. Sólo que en lugar de burdos “jueguitos sexuales” hubo dentro de él infinidad de juegos escénicos de saltimbanquis, colombinas y pierrots de cartapesta, muertes con espadas de juguete y mucha, muchísima Vida exultante, capaz de avasallar todas las oscuras detracciones que se le opusieron. Volver a revivir el TUBA no sería, hoy, una manera retrógrada de desandar el Tiempo. Sería, -estoy seguro-, darle la posibilidad al Tiempo de triunfar sobre sus propios retrocesos.

jueves, 29 de enero de 2015

VALOR ENCICLOPÉDICO DE ESTE BLOG SOBRE EL “TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES” (1974 – 1983)

Por lo general, uno no relee lo que ha escrito. En mi caso personal, soy muy aficionado a releer lo que han escrito otros: Césare Pavese, Héctor Bianciotti, Oscar Wilde, Sábato, Victoria Ocampo y unos cuantos más… Toda vez que se me ocurre incursionar en este Blog, cuya escritura inicié hace ya cinco años con el propósito de dejar documentada la existencia de nueve años de un Centro de Drama en la Universidad de Buenos Aires, conocido como “el TUBA” y que existió entre los aciagos años de 1974 a 1983 en la Argentina, me sorprende comprobar en el mapamundi que gira a la izquierda, la cantidad de visitas que el Blog recibe desde los lugares más remotos del orbe. ¿Será tan interesante –me pregunto-, la historia de este teatro hecho por universitarios de todas las disciplinas científicas y humanísticas… como para que los buscadores de Google en todo el mundo acudan al Blog que, en forma harto dispersa, la desgrana en sus (hasta ahora) 296 entradas (o capítulos)…? Recién hace muy poco he descubierto, casi por casualidad, el motivo de ese global interés. No es que los “cibernautas” vayan en busca de un Blog sobre un “Teatro de la Universidad de Buenos Aires” que existió en la Argentina de hace unos cuarenta años… Lo que seguramente ocurre es que al pedirle a Google nombres como Anton Chéjov, Moliere, Sófocles, Esquilo, Eduardo Mallea, Lope de Rueda, Alexander Pushkin, Jean Racine, Oscar Wilde, Armando Discépolo, Ramón del Valle Inclán, Juan Carlos Ghiano, Peter Brook, Florencio Sánchez, Tadeusz Kantor, Luiggi Pirandello, Henrik Ibsen o Junji Kinoshita… el cerebro “mágico” de Google suele conducir a alguno de los capítulos del Blog sobre el Teatro de la Universidad de Buenos Aires… ¿Qué prueba esto…?: Su valor enciclopédico, evidentemente...! Pero no se trata de que yo me haya dedicado pacientemente a acumular nombres de autores famosos o no tan famosos de la literatura dramática universal en un Blog para dármelas de sabiondo. Se trata, simple y llanamente, de que LA HISTORIA DE ESE TEATRO DE LA UNIVERSIDAD, que fuera tan combatido en su tiempo (por la propia Universidad, hay que aclararlo) y tan olvidado después, en los 32 años que han seguido a su obligado cierre en junio de 1983, es la de un teatro cuyo REPERTORIO, mostrado al público en forma gratuita a través de 1.163 representaciones, fue un REPERTORIO CON VALOR ENCICLOPÉDICO, que abarcó todas las corrientes estético filosóficas del drama representado, desde Esquilo y su “Orestíada” hasta la humorada sobre los ejecutivos que adoran a Batman mientras hacen jugarretas con sus cuentas bancarias, en la exitosa “El día que mataron a Batman”, escrita por un estudiante de derecho e integrante del TUBA y dada a conocer durante un año entero en 1982. El enciclopedismo es una condición inherente a toda Universidad y como “Teatro DE LA Universidad de Buenos Aires”, el TUBA fue, sin lugar a dudas, un Centro de Drama enciclopédico. ¡Qué lástima que los exégetas del lugar ocupado por el Centro Cultural Rojas, como continuidad natural del TUBA en el mismo edificio de la avenida Corrientes al 2038 en la ciudad de Buenos Aires, a un año del cierre del TUBA, no lo hayan advertido, dedicándose a exaltar como muy valedera la labor de elencos teatrales dispersos, de corta existencia y abocados a la poco “enciclopédica” tarea de “romper”, “abolir”, “burlar” o “desahuciar” toda noción de teatro basado en autores y textos de perenne vigencia, para suplantarlo por “experiencias” sólo destinadas a hacer “ruido un ratito”, como una reciente producción escénica del Rojas, de fines de 2014, en la que los personajes de una novela de Emily Bronté eran “desempeñados” (al parecer) por electrodomésticos…!!! ¡Qué raro debe haber sido verlo al atormentado Heathcliff representado por un lavarropas o un horno a microondas, pese a ser un hombre de temperamento tan caliente…!!!