jueves, 26 de enero de 2012

ARNOLD WESKER Y EL "CENTRO 42": INSPIRADORES DEL TUBA

FOTO DE ARNOLD WESKER

Cuando en los años 1966, 1967 Nuevo Teatro montó, en carácter de estreno sudamericano, “Sopa de pollo”, de Arnold Wesker, yo (Ariel Quiroga) formé parte del elenco en un rol de reparto, junto a Alejandra Boero, Walter Soubrié, Héctor Alterio, Lucrecia Capello, Miryam van Wessen, Enrique Pinti, Domingo Basile y Luis Alcalde (foto en el centro del texto).
Por entonces se hablaba mucho de Wesker y de su “Centro 42” en reuniones internas en Nuevo Teatro. El “Centro 42” había sido creado pocos años antes, en 1961, y pretendía ser una suerte de “centro cultural” en el que las obras de teatro estuviesen representadas por obreros y destinadas a un público también obrero. El galpón en que Wesker había instalado el “Centro 42” era un edificio en redondo, que antes había funcionado como almacen. El “Centro 42” terminó siendo el movimiento artístico más influyente en la década del sesenta, en Inglaterra.
Hay muchas similitudes entre la labor de difusión del teatro a nivel popular que propició el “Centro 42” y lo que logró hacer el TUBA a lo largo de sus nueve años de existencia en continuidad. En ambos casos, todo fue hecho “a pulmón”, sin subsidios de ninguna naturaleza y con una premisa como guía: “RELEVAR A LOS MANEJOS COMERCIALES EN LA RESPONSABILIDAD DE FORMAR NUESTRA CULTURA” (cita textual del Manifiesto de creación del “Centro 42”).

Por eso, aquellos que con ligereza (y probables segundas intenciones) se han ocupado en desacreditar la labor hecha por el TUBA, atribuyéndole “falta de compromiso” o “complecencia con la dictadura militar” (por el mero dato de haber existido entre 1974 y 1983), deberían volver sobre sus pasos (y sus dichos) y admitir que el TUBA fue, además de una auténtica epopeya de juventud al servicio de la práctica y la divulgación del teatro universal, una trinchera de resistencia en medio de un contexto político-social tenebrosamente opresor.
En mi caso particular, si bien nunca adopté posiciones partidarias en el plano de las ideologías (no hay una que no me haya parecido estérilmente contradictoria) sí puedo afirmar que mi compromiso con el teatro (que fue, además, mi compromiso con la Vida), tuvo siempre la firmeza y las convicciones de una Militancia.
Por eso, cuando abandoné el teatro en cierto sentido “comercial” y dediqué todos mis esfuerzos a fundar y llevar adelante el TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, lo hice pensando en emular aquella quijotada de Arnold Wesker (hoy “Sir” de la Corona Británica) cuando decidió instalar en un derruído edificio de Londres (tan derruído como el de Corrientes 2038, en Buenos Aires, donde se instaló el TUBA), aquel ejemplo de lucha contra el mercantilismo cultural, que fue el “Centro 42”.

NUEVAS REFLEXIONES SOBRE UN MOMENTO CLAVE, AUN NO DILUCIDADO: LA CREACION DEL ROJAS SOBRE LA ABOLICIÓN DEL TUBA


Está contado sucesivas veces a lo largo del desarrollo temático de este Blog, pero hay cosas que aun deberían ser investigadas, respecto de la definitiva abolición del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, (el TUBA) en el año 1984 y la instalación en el mismo lugar en el que este Teatro había llevado a cabo su historia de nueve años, de un proyecto de centro cultural, que acabaría siendo el hoy muy conocido y pujante CENTRO CULTURAL RECTOR RICARDO ROJAS, (el ROJAS).
A mediados de 1974 yo (Ariel Quiroga) había propuesto a la Dirección de Cultura de la UBA la creación de un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, a la manera de los Centros de Drama que existen en todas las universidades del mundo, desde los albores del Humanismo en muchos casos.
Durante nueve años seguidos ese TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO funcionó como TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES sus primeras cuatro temporadas y a partir de la quinta el Rectorado de la UBA le impuso el nombre de TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, sin que mediara una Resolución u otro tipo de documento que dejara constancia de ese acto de “legitimación” de un organismo cultural cuya existencia de hecho no necesitaba, en realidad, ser corroborada, por tan notoria que fue.
Al producirse mi tercera y definitiva renuncia en junio de 1983 y la dispersión de todos los jóvenes que lo integraban en ese momento, la UBA hizo público el anuncio de que el TEATRO DE LA UNIVERSIDAD iba a continuar existiendo y designó directores en mi reemplazo.
Algo que no ha salido a luz todavía (la Presidenta Cristina Kirchner anunció ayer, en su primer acto público luego de su intervención quirúrgica, que el informe secreto sobre Malvinas iba a ser dado a conocer a la población), determinó que se abortara de golpe esa emprendida continuidad del TUBA y se decidiese optar por una tajante abolición del recuerdo de su historia, generando en su mismo lugar de asiento durante nueve años (el edificio de Corrientes 2038), un tipo de organismo cultural abierto a múltiples disciplinas (el ROJAS), entre las cuales habría un espacio dedicado al teatro, pero ya no bajo la fisonomía de TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO ni menos con la posibilidad de acceso LIBRE y GRATUITO, lo que había permitido al TUBA convocar a una corriente de público multitudinaria (un promedio de 38.000 espectadores por temporada).
Curiosamente, esta nueva actividad que pasó a reemplazar al TUBA ha sido definida (…!) como “contracultural, diversa, rica, transgresora, under, off, vanguardista”, pero bueno... no pretendo abrir aquí una polémica sobre cuanto de todo eso significó el TUBA en sus años de “aguante” frente a la dictadura que dominaba sobre todos los derechos a pensar libremente en aquella Argentina en la que le tocó hacer su historia.
Todo lo que se sabe (o meramente se conjetura), es que la poeta Tamara Kamenszain, nombrada allá por fines de 1984 Directora de Actividades Extracurriculares de la UBA, convocó a “una mesa redonda, a la que asistieron entre otros Beatriz Sarlo y Ricardo Piglia”, en la que se habló de la cultura en democracia y de la que (siempre sobre la base de referencias muy vagas), habría surgido la idea de crear el ROJAS.
Ahora bien: De quién fue la idea de que, simultáneamente con la creación del ROJAS, se abandonase defintivamente la continuidad del TUBA...?
No hubiera sido más atinado que al surgir algo nuevo (el ROJAS) se aprovechase la rica historia del TUBA para anexarlo a su estructura de otras disciplinas...?
La UBA contaba a fines de 1984 con numerosos salones de actos y auditorios como para alojar en ellos la proyectada nueva actividad cultural. No es al menos “sospechoso” que se haya elegido el derruído, catastrófico, mugriento edificio de Corrientes 2038 (precisamente en el que el TUBA había sufrido todo tipo de precariedades durante nueve años) para empezar allí algo que apuntaba a lo “novedoso”, lo “convocante”, lo “contrapuesto al ominoso pasado”...?
Insisto: la Presidenta Cristina nos acaba de demostrar ayer, en su reaparición pública, que no está dispuesta a mantener bajo llave las oscuras tramoyas que se pretendían mantener como “secreto de Estado” a perpetuidad.
El TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES también perteneció al Estado (funcionó nueve años seguidos con el nombre y el membrete identificatorio de la Universidad Estatal). El ROJAS es una realidad maravillosa, que día a día renace con nuevas perspectivas culturales (nunca mejor aplicada esa frase con que sus propios hacedores lo definen: “Una usina generadora de cultura”). Pero atención...! Falta saber algo más sobre su Partida de Nacimiento.
Una nota periodística a toda página sentenció con letras de molde de gran tamaño, al cerrarse el TUBA, en junio de 1983: “DESAPARECE EL TEATRO DE LA UNIVERSIDAD”.
Será acaso que el ROJAS, con su admirable juventud realizativa, es hijo de algo injustamente desaparecido...?.

miércoles, 25 de enero de 2012

DE LO EFÍMERO A LO PERDURABLE

Jean Louis Barrault definía al teatro como “el arte de lo efímero”.
Todo comienza cuando las luces de la sala se apagan y todo termina cuando el aplauso del público ha concluido y esa misma sala vuelve al estado de silencio y penumbra, hasta la noche siguiente. Aun no se ha inventado el mecanismo audiovisual que permita atesorar lo que sucede en medio de esos dos instantes: el de las luces de la sala apagándose con el público adentro y el de las luces volviéndose a apagar, pero ahora con la sala vacía.
Ni el ultramoderno BLU-RAY, ni el ya en vías de desaparición DVD, ni el anterior VHS, ni la tecnología satelital que nos permite asistir desde cualquier ciudad del mundo (en mi caso, Mar del Plata, en Argentina) a una función del Metropolitan Opera House en el preciso lapso de horas en que está aconteciendo en Nueva York... nada tiene todavía (y dudo que lo tenga en un futuro), la capacidad de “atrapar” el hecho escénico y convertirlo en una experiencia vital semejante a la que significa ESTAR en el lugar de la representación cuando esta ocurre.
De los nueve años de vida del “Teatro de la Universidad de Buenos Aires” (el TUBA) han quedado una serie de fotografías; algunas funciones completas grabadas y algunos testimonios de charlas y audiciones radiales. Todo ese material de archivo que se pudo conservar a lo largo del tiempo (mucho también se perdió, como la filmación integral de “Las coéforas”, de Esquilo en video Betamax o la casi-integral de “El atolondrado”, de Molière en super-8), se puede hallar a lo largo de los sucesivos capítulos de este Blog (recomiendo el audio casi completo de la función en que fue prohibida “Woyzeck”, de Büchner, en 1978; la charla con estudiantes cordobeses cuando el TUBA llevó “Stéfano” a la Universidad de Córdoba en 1981 o el registro completo de “El canto del cisne”, de Chéjov, que fue lo último que hizo el TUBA en público, en la Facultad de Derecho, en septiembre de 1983, cuatro meses después del cierre de su sala en Corrientes 2038).
Más allá de este concepto de lo “inasible” del hecho teatral, dada su inmodificable condición de “arte de lo efímero”, estoy convencido que se puede de algún modo “decodificar” su esencia, su fisonomía externa y también el sentido último de su búsqueda conceptual, a través de las fotografías.
La fotografía de teatro, aun la que haya sido tomada con las viejas cámaras reflex, con rollos vencidos, en color o en blanco y negro, “expresa” mucho de ese hecho teatral que ya ha dejado de existir, hace horas o hace décadas, y que jamás volverá a existir de la misma manera, porque cada función es ÚNICA e IRREPETIBLE, así como los seres humanos son únicos e irrepetibles.
Los grupos teatrales de hoy dejan a menudo de lado el cuidado estético, al dar prioridad en sus montajes a la preocupación por la actualidad del testimonio. No interesa tanto recrear la atmósfera metafísica de “Hamlet”, sino más bien apuntar a lo que en el discurso de “Hamlet” puede servir como vehículo para dirimir o cuestionar situaciones sociales o políticas del presente y del medio en el que desarrollan su actividad.
Insisto en lo que he tratado de señalar casi machaconamente a lo largo del desarrollo temático de este BLOG: El “Teatro de la Universidad de Buenos Aires” trató de ser algo más que una propuesta de jóvenes experimentando con el hecho teatral en el despojado espacio de un aula o un escenario, desprovisto de elementos configurativos de una idea integral sobre lo que debe ser una “producción escénica”, destinada a formar parte de un REPERTORIO en forma permanente.
Algunas fotografías de espectáculos hechos por el TUBA entre 1974 y 1983 que voy a insertar a continuación (y que seguramente se repiten en distintos capítulos de este Blog) tratarán de explicitar este diferendo entre lo que suelen ser los “experimentos escénicos” momentáneos, ideados para provocar, crispar o generar reacciones contrapuestas, con la sola apoyatura de mínimos elementos y con criterio de improvisación... y lo que buscamos y en buena medida concretamos a través de la trayectoria de nueve años del TUBA: realizaciones escénicas que, partiendo de la investigación, aspirasen a conformar un producto cuyos componentes (dramatúrgicos, actorales, escenotécnicos, lumínicos, musicales) se integrasen en “un todo” indivisible y en aspiración PERDURABLE.

jueves, 19 de enero de 2012

EL "TUBA" NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA...

“El coronel no tiene quien le escriba” es esa novela de García Márquez, publicada en 1961, en la que un viejo coronel espera la pensión que nunca llega. El breve relato, uno de los más emotivos que haya escrito García Márquez, apunta a reflejar esa suerte de postergación en el reconocimiento de los servicios prestados, por parte de quienes deberían sentirse obligados a reconocerlos.
El TUBA (el “Teatro de la Universidad de Buenos Aires” entre 1974 y 1983 y el único Centro de Drama hecho por estudiantes en toda la historia de esta prestigiosa Universidad, al menos hasta el día de hoy), no espera la pensión de veterano de guerra que esperaba recibir el anciano coronel.
Lo que sí espera este viejo hombre de teatro de 72 años, que a sus 34 (foto izq.)pudo concretar el sueño de erigir en la Universidad un TEATRO DE REPERTORIO, es que alguien le escriba. Nada más que eso.
Este Blog está abierto libremente a la recepción de comentarios al final de cada uno de sus capítulos. En muchos países se lo consulta casi a diario. Qué extraño silencio...
Es que nadie en el mundo tiene nada para agregar, sugerir, contradecir, exaltar, negar, polemizar...sobre esta olvidada epopeya de juventud que prodigó tanto entusiasmo contestario, tanto fervor, tanto altruísmo...en una época de su país en la que, como en la historia del coronel de García Márquez, sus nueve años de servicio debieron transcurrir en medio de un clima enrarecido de terror, enfrentamiento y muerte...?
Hace mucho dejé de esperar el reconocimiento de la Universidad de Buenos Aires, de los intelectuales, de los periodistas y de los gobiernos democráticos de mi país por la esforzada (habría que decir “titánica”) faena del TUBA a lo largo de los nueve años de su existencia, haciendo funciones en una sala sin ventilación, sin baños, atestada de suciedad y de ratas, a las que de todos modos el público concurría masivamente, no sólo porque eran GRATUITAS, sino porque se le daban a conocer autores y títulos que ningún otro teatro, oficial o privado, se animaba a representar, como “La suegra”, de Terencio (una sabia, mordaz, comiquísima estampa de la sociedad “burguesa” de 300 años antes de Cristo, tan semejante a la actual) o “La marquesa Rosalinda”, de Valle Inclán (su desenfado burlón, su sarcasmo, apuntando a la pulcra nobleza invadida en su versallesco retiro campestre por una troupe de cómicos ambulantes), o los grotescos de Armando Discépolo (“Relojero” y “Stéfano”), que sacaron a ventilar ante auditorios colmados de jóvenes ávidos de participar, las miserias de un orden social aniquilador de utopías y sueños de una vida mejor.
En otros tiempos, hace unos veinte, veinticinco años atrás, me atreví a escribirle a Raul Alfonsín, a Ernesto Sábato, a Alicia Jurado, a Guillermo Jaim Etcheverry, a Hugo Paredero, a Magdalena Ruiz Guiñazú, a Leopoldo Portnoy, a Alicia Camilioni, a Eduardo Gudiño Kieffer, a Francisco Delich (muchas, muchísimas veces), a Laura Cristina Musa, a Luis Brandoni (cuando era Secretario de Cultura de Alfonsín), a Kive Staif, a Jorge Dubatti (antes, después y ahora), a los directivos de Canal (á), a Avelino Porto, a Ernestina Herrera de Noble (la única que respondió e hizo publicar una breve nota cuando se cumplieron 30 años de la creación del TUBA en 2004) y a muchas personas y entidades más que no recuerdo...
Quien se tome el trabajo (que para un investigador curioso no debería serlo) de recorrer los sucesivos capítulos no cronológicos de la Historia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires (el TUBA), que yo he ido incorporando a este Blog a partir de febrero de 2010, tendría a su alcance un material infrecuentemente nutrido como para abordar una perspectiva crítica, historiográfica, de ese hasta hoy único antecedente de un TEATRO UNIVERSITARIO con tan prolífica labor, desprovisto de apoyo económico y moral de parte de la Universidad que lo albergaba y que, vaya a saberse por qué oscuras razones, lo combatió con ahinco durante sus nueve años de vida, llegando a ejercer sobre su repertorio censuras inverosímiles, como el veto a los autores de ascendencia judía o caprichosamente asociados a la filosofía marxista, como el caso de Georg Büchner, que falleció de tifus a los 24 años en 1837, once años antes de que Carlos Marx y Federico Engels dieran a conocer el “Manifiesto del Partido Comunista”, en 1848.
Pocas historias contemporáneas, (sobre todo en relación con el devenir de los teatros universitarios), han quedado tan prolijamente preservadas (premonición mediante) como esta del “Teatro de la Universidad de Buenos Aires” a través de documentos, reseñas, informes, fotografías, filmaciones, notas periodísticas, testimonios sonoros (grabación de funciones completas, de reportajes radiales, de audiciones producidas por el propio TUBA a través de la onda de Radio Nacional).
Si este Blog no es suprimido de la web por intereses anónimos, quedará para la posteridad como un legado a los jóvenes teatristas del mundo que busquen incentivos para llevar adelante sus propuestas en cuanto a consolidar centros dramáticos que cultiven repertorios ignorados por los manejos comerciales, para proyectarlos con sentido popular a la comunidad toda.
Si este Blog no se hubiera escrito (a modo de un libro por entregas) y no se hubiese podido alojar en una “biblioteca” de alcance tan universal como es Internet, el triunfo de los negadores del TUBA hubiera sido absoluto. Era mucho más lo que se conservaba del TUBA (aquellas filmaciones de “El atolondrado”, de Molière o de “Las coéforas”, de Esquilo, en super-8...), que con el tiempo se fue perdiendo o arruinando. Sin embargo, para traer al presenter su Historia, es muchísimo, por fortuna, lo que ha quedado, con validez de testimonio irrecusable.
Qué más haría falta, para asegurarle al TUBA una suerte de perdurabilidad, aunque nunca se haga nada por volverlo a la actividad plena...?
Bueno... que desde el mundo (fundamentalmente desde la tierra natal del TUBA, la República Argentina), alguien, de vez en cuando, nos escriba...
Como el coronel de García Márquez, estamos a la espera.

lunes, 16 de enero de 2012

EL "SISTEMA" DE VENEZUELA Y EL "TUBA" DE ARGENTINA: PARECIDOS DATOS DE NACIMIENTO...DIFERENTES HISTORIAS...

GUSTAVO DUDAMEL Y LOS JÓVENES MÚSICOS FORMADOS EN "EL SISTEMA"

En 1975, en Caracas (Venezuela) el maestro José Antonio Abreu empezó a trabajar para hacer realidad su sueño de formar una orquesta que permitiera a los estudiantes de música llevar a cabo prácticas en conjunto. Respaldados por un decreto oficial de 1964 (que contemplaba la obligatoriedad de la práctica en grupo para todos los alumnos de las escuelas de música del Estado), Abreu y ocho jóvenes estudiantes de la antigua Escuela de Música José Ángel Lamas se reúnen convocados por la necesidad de crear un programa de características pedagógicas propias y originales, capaz de adaptar la metodología de enseñanza existente en otros países a la realidad venezolana. Ese programa empezó a ser conocido bajo un nombre que hoy lo identifica en todo el planeta: EL SISTEMA.
Convocando más jóvenes de Caracas y del interior del país, especialmente de Maracay y Barquisimeto (semilleros de músicos venezolanos), Abreu conformó la primera Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil de Venezuela, que debutó el 30 de abril de 1975 y que tenía figura legal desde el 12 de febrero de ese mismo año. Ese día, la orquesta comenzó una asombrosa carrera, que la ha llevado a los mejores escenarios de Venezuela y el mundo, y le ha valido el Premio Internacional de Música de la UNESCO en reconocimiento a la constancia, los logros y al modelo que representa para la juventud del mundo.
Solo un año después de formada recibió elogios en el Festival Internacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles de Aberdeen (Escocia). A lo largo de su trayectoria ha grabado discos en alianza con sellos de Norteamérica y Europa y ha asumido con éxito el reto de tocar junto a los más afamados solistas y bajo la batuta de los más prestigiosos directores, fundamentalmente el asombrosamente renovador Gustavo Dudamel, formado en “el Sistema” y considerado por figuras de prestigio en el campo de la dirección orquestal, como Claudio Abbado o Simón Rattle, como “el rejuvenecedor de la música clásica”.
Esto que ya nos resulta un hecho artístico afianzado en su prestigio y fuera de discusión, comenzó en las lejanas tierras venezolanas un año después que en nuestra austral Argentina se iniciara, (a mediados de 1974) y al amparo de los claustros de la Universidad del Estado (la UBA), un proyecto de similares características, pero no en el terreno musical sino en el del quehacer escénico.
Como se relata en cantidad de capítulos de este Blog, mi idea al proponer a la Dirección de Cultura de la UBA en 1974 la creación de un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, no distó mucho del elevado propósito del maestro Abreu cuando abrió su convocatoria. Eran tiempos de terror en la Argentina; el camioncito que recogía bombas dejadas por todas partes antes de que estallasen recorría las calles de Buenos Aires a toda hora, con su alarmante sirena que semejaba a la de los avisos de bombardeo durante la guerra eurepea. Los primeros ensayos del incipiente Teatro Universitario (cabe recordarlo) terminaban con todos los concurrentes y yo, su director, tirados en el piso bajo los asientos de algún aula de la Facultad de Ciencias Económicas, para refugiarnos de los tiroteos que fuerzas de distinto cariz ideológico y la policía entrecruzaban en las veredas y el pavimento de la avenida Córdoba y Junín.EL TUBA REPRESENTANDO A LOPE DE RUEDA

Muchísimos jóvenes se salvaron del flagelo de la droga y la delincuencia callejera al ingresar al Sistema de Orquestas Juveniles venezolano, iniciado por el maestro Abreu. Debo decirlo aunque suene inmodesto: muchísimos jóvenes llegaron a formar parte del TUBA buscando canalizar inquietudes participativas que la Universidad intervenida y el país clausurado por la dictadura le negaban; hubo quienes lograron escapar de los centros clandestinos de detención y encontraron en el TUBA un lugar de paz y concordia, en el que se exaltaba la epopeya alegre y festiva de los cómicos ambulantes y donde podía respirarse, al menos unas cuatro horas cada anochecer, un aire de libertad creativa que la amenaza exterior tornaba asfixiante y hasta mortal.
El SISTEMA de Venezuela logró superar los consabidos vaivenes de gobiernos democráticos y de los otros que se sucedieron a lo largo de su ya veterana historia de 37 años y es hoy la maravillosa realidad que colma de asombro y felicidad a los públicos de Milán, Londres, Salzburgo, Berlín y montones de ciudades más, incluída Buenos Aires, en cuyo flamantemente reinaugurado Colón hizo “escuela” con una galvanizante versión de la Séptima sinfonía de Gustav Mahler el año pasado.
El TUBA (el Teatro de la Universidad de Buenos Aires) no tuvo la misma suerte.
Logró crecer y afirmarse como Teatro de Repertorio a lo largo de nueve temporadas consecutivas (1974 – 1983); nucleó a más de 1.600 jóvenes universitarios y les permitió formarse en la práctica directa de la vida de teatro; concretó unos 140 espectáculos de repertorio con autores universales como Molière, Chéjov, Sófocles, Pirandello, Ibsen, Racine, Esquilo, Shakespeare, Valle Inclán, Pushkin, Terencio, Lope de Rueda, Plauto, Synge...además de haber incluído siempre los clásicos y modernos de la escena nacional, como Florencio Sánchez, Nemesio Trejo, Armando Discépolo, Carlos Mauricio Pacheco, José González Castillo, Juan Carlos Ghiano, Martha Lehmann, Roberto Cossa, Alberto Wainer, Enrique Wernicke y hasta un jóven autor surgido de sus propias filas: Daniel Hadis. El TUBA llevó a cabo 1.163 representaciones a salas colmadas de público de todos los sectores sociales de la población, que pudieron acceder en forma LIBRE y GRATUITA; llevó sus espectáculos en herrabundas giras por muchos lugares del Conurbano (escuelas, parroquias, bibliotecas, precarios centros culturales y hasta cuarteles de bomberos) y congregó miles de estudiantes del interior en funciones hechas dentro de sus propias universidades.
Pero el TUBA no es ni siquiera hoy un borroso recuerdo (salvo lo que este Blog viene recuperando), en una Argentina donde impera la democracia y donde se propugna desde el Estado un proyecto participativo a nivel nacional y popular.
Ambos, el SISTEMA y el TUBA nacieron en cunas pobres y fue mucho el esfuerzo que demandó llegar a consolidarlos como instituciones de servicio comunitario y de cultivo de las artes con la participación activa de la juventud. Pero el SISTEMA consiguió que un Estado progresista “entendiera” sus necesidades y proveyera recursos para su crecimiento y expansión.
El TUBA, en cambio, murió por desidia de la propia Universidad en junio de 1983 y nadie en Argentina, ni desde el Estado ni desde lo privado, ha hecho nada por recuperar su historia y proyectarla hacia el futuro.
El SISTEMA y el TUBA, nacidos contemporáneamente a 5.091 kilómetros de distancia, compartieron como certificado de nacimiento el mismo propósito de vida suscripto por sus padres fundadores: dar un sentido de amor por las artes a la juventud.
Lamento no haber tenido el temple, la capacidad de lucha y el convencimiento en su doctrina del Maestro José Antonio Abreu. Para él y sus jóvenes discípulos de tantas generaciones, mis respetos y mi admiración absolutos.
Ayer, domingo, por la tarde, escuché y presencié durante más de cuatro horas seguidas junto con un amigo de toda la vida, los conciertos de la Orquesta Juvenil “Simón Bolívar” de Venezuela bajo la enérgica batuta de Gustavo Dudamel. Me sentí, a la distancia, muy cerca de ellos, como cuando estaba junto a mis jóvenes discípulos del TUBA, casi treinta años atrás.


martes, 10 de enero de 2012

LOS DESTINOS...

LOS JÓVENES DEL TUBA RINDIENDO HOMENAJE AL SAINETE RIOPLATENSE, EN EL TEATRO SAN MARTÍN DE BUENOS AIRES, EN 1975. CUAL HABRÁ SIDO EL DESTINO DE CADA UNO DE ELLOS DESPUÉS DEL TUBA...?

Un globo terráqueo que gira constantemente me da cuenta todos los días de cuántos son los países en los que la Historia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires está siendo consultada. Ya son unos 44 los lugares del orbe en los que esa historia parece interesar. Curiosamente, las consultas son más asiduas desde América Latina, Europa e inclusive Asia que desde la propia República Argentina, donde esa historia transcurrió a lo largo de nueve años seguidos, entre 1974 y 1983.
A menudo recibo mensajes, algunos en lenguajes que no puedo traducir, alentándome a seguir escribiendo sobre cómo fue el TUBA. Creo haberlo contado todo ya, en los capítulos que parten de febrero de 2010 hasta fines del 2011. Si bien la narración es fragmentada, es evidente que cada fragmento genera diversos interrogantes en quienes los consultan. Confío en que la traducción literal que se haga en algunos lugares muy remotos conserve al menos la esencia del contenido de los textos, para lo cual he tratado en todos los casos de aportar imágenes que corroboren la autenticidad de las circunstancias narradas.
Quiero que comprendan, aquellos bienintencionados del mundo que me instan a seguir agregando capítulos al Blog, que cada vez que lo hago experimento el mismo dolor que produce el evocar cosas o personas que se han muerto para uno (o dentro de uno), hace muchísimo tiempo.
Ese dolor está relacionado con el tema de los destinos.
Cuál hubiera sido el destino del TUBA si las personas a quienes se confió la creación del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, a fines de 1984, justo en el mismo lugar físico en el que el TUBA había hecho su historia, hubiesen considerado necesario que esa historia continuase...?
Y detrás de ese interrogante, si se quiere, de orden institucional, está el otro, o más bien: los otros interrogantes, en relación con cada uno de aquellos jóvenes que habían formado parte del TUBA, brindando tanto esfuerzo, tanta dedicación desinteresada, tanto idealismo de buena ley...
Salvo dos o tres casos puntuales, que siguieron en la brega del teatro de compromiso social, no hubo continuadores de la labor divulgadora del TUBA entre aquellos cientos de jóvenes que poblaron sus talleres y su escenario, durante los sacrificados, difíciles años de su existencia.
Nadie asumirá nunca, ni antes ni ahora, la responsabilidad de esos destinos bifurcados; de esos destinos modificados. Cuando me entero de alguno, que está haciendo teatro muy lejos de Buenos Aires, en Polonia, España, en Colombia o en las tórridas tierras del Caribe, me pregunto: Cual habría sido su destino si el TUBA hubiese podido continuar dentro del Rojas o en algún claustro, aula o gimnasio de la Universidad de Buenos Aires, donde nació a mediados de 1974...?
Los destinos... Cuántos interrogantes y qué enorme vacío de respuestas que los acallen...
Yo mismo, a mis casi 72 años... cómo habría sido mi vida, que soporta ya un vacío de 27 años sin teatro hecho con jóvenes y sin teatro de ninguna naturaleza, habiendo renunciado hace mucho a la posibilidad de un retorno a la que debió haber sido mi vida hasta el final: LA VIDA DE HOMBRE DE TEATRO, DE OBRERO DEL TEATRO...?
Como dijo acertadamente Néstor Kirchner (y su definición exime de más inútiles palabras): “Fuimos una generación diezmada”.