sábado, 25 de agosto de 2012

CRISTINA KIRCHNER Y UNA DEFINICIÓN GENIAL

Recordando al “Gaucho Rivero”, en el 179 aniversario de su heroico izamiento de la bandera argentina en las Islas Malvinas, el 26 de agosto de 1833, la Presidenta de la República tuvo para con la historia de este “soldado desconocido” una definición tan ocurrente como precisa: “LO DIFAMARON Y LO ANONIMARON”. ¡Cuánta similitud con la historia del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (el TUBA)...!. Como al Gaucho Rivero, al TUBA también lo difamaron, adjudicándole “complicidad con la dictadura militar” (vaya a saberse con qué evidencias probatorias... o sólo habrá sido porque siete de sus nueve años de vida transcurrieron, como el resto de las vidas de los habitantes del país, bajo la obligada opresión de ese regimen...?), pero no conformes con la difamación, luego lo “ANONIMARON” (de nuevo: Gracias, Cristina, por esta genial definición), haciendo desaparecer todo rastro de su existencia de los anales de la Universidad de Buenos Aires y del conglomerado de archivos historiográficos de la labor cultural desarrollada en Argentina en esos aciagos años. Recién en 2010, (27 años después del forzado cierre del TUBA), la aparición de este Blog y la paulatina recuperación de un abundante material fotográfico, documental y sonoro, acumulado en sus 242 “entradas” o capítulos, que en 55 paises del mundo (aparte de Argentina), son consultados y probablemente analizados casi a diario, puede afirmarse con definitivo alivio que EL TUBA HA VUELTO A LA VIDA y ya es patrimonio inalienable de la Humanidad. Nuevamente GRACIAS, señora Presidenta: su agudeza conceptual me ha permitido dejar de lado mi acostumbrada verborragia y decir simplemente: AL TUBA LO DIFAMARON Y ANONIMARON... pero quien recorra este Blog de cabo a rabo comprobará que la difamación fue una infamia y que, como de toda obra de jóvenes, los vestigios que las imágenes y los sonidos de toda aquella esforzada y portentosa gesta se han recuperado, han logrado el triunfo (tardío pero triunfo al fin), de una saludable DESANONIMACIÓN.

martes, 7 de agosto de 2012

LA ÚLTIMA FOTO: UN TESTIMONIO DE ALERTA

Hoy, martes 7 de agosto de 2012, cumplo 72 años. No esperaba llegar hasta aquí. Como decíamos en “Sopa de pollo”, de Wesker (la obra que representé un año entero junto a Alejandra Boero, Héctor Alterio, el "Chucho" Alcalde, Walter Soubrié, José María López, Enrique Pinti, Lucrecia Capello, Adriana Faide y Domingo Basile, allá por 1967): “Llegamos hasta aquí, llenos de cicatrices, pero llegamos”. Mis cicatrices de los cuarenta y tantos años vividos en el teatro no están en el cuerpo (aunque hubo brazos rotos y muchísimos golpes en el camino). Mis cicatrices me las hicieron, durante los nueve años de vida del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, los bofetones, los atropellos, las humillaciones, los escupitajos al alma que a diario recibí de esos necios retrógrados que ocupaban cargos de funcionarios, de empleados y hasta de ordenanzas, en esa nefasta “dirección de cultura” de la que el TUBA, a la fuerza, estaba sometido a depender. Pero si mis cicatrices hubieran tenido posibilidad de borrarse con el tiempo, la indiferencia, el desprecio de los que vinieron después (me refiero a los que aparecieron con la creación del Centro Cultural Rojas, al año de cerrado el TUBA), determinó que permanentemente el dolor de las lastimaduras se reactivase y que aun hoy, a casi treinta años de distancia, esas viejas cicatrices sigan sangrando. No importa. En algún momento (quizás muy, pero muy pronto), dejaré de sufrir por las cosas perdidas (las hermosas cosas que me fueron arrebatadas, como ese teatro de jóvenes universitarios tan pródigo en plenitudes y heroicos entusiasmos) y cuando ya no esté yo para comprobarlo... el milagro suceda y alguien, entre esos actuales portentosos jóvenes que nutren con su savia revitalizadora los talleres del Rojas, tenga la feliz idea de generar una actividad que resulte ser UN NUEVO, DESAFIANTE, INACALLABLE “TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO”. Wesker decía: “Lo que hacen los jóvenes siempre está bien”. El TUBA, para su época (maldita época la que le tocó en suerte), fue revolucionario porque fue hecho por jóvenes. Pero ninguna revolución tiene dueños. Siempre vendrán nuevos jóvenes a plantarse en frentes de lucha, levantando banderas revolucionarias. Hasta que ese nuevo TUBA abra otra vez las puertas GRATUITAMENTE a nuevos miles de espectadores, como las abrió GRATUITAMENTE el TUBA durante nueve años seguidos, quiero dejar un testimonio de alerta, que es la foto de los últimos días del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, en la que tres de sus integrantes (un estudiante de arquitectura, uno de ingeniería y uno de medicina) contemplan cabizbajos las ruinas de lo que había sido alguna vez su espacio experimental, en la cancha de pelota del último piso del edificio de Corrientes 2038. Si al TUBA le tocó terminar de esa manera, por obra de la acción detractora ejercida desde una “dirección de cultura” de la propia Universidad, en una época en la que el terror imperaba por todas partes, que sepan los funcionarios y empleadas de las actuales y futuras “direcciones de cultura” que los jóvenes de hoy, de mañana y de todos los venideros futuros, no van a tolerar NUNCA MÁS, ni sus atropellos, ni sus nefastas clausuras mentales ni sus patéticas, inocuas amenazantes necedades.