Quienes hayan seguido este Blog sobre la historia del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (el TUBA), desde su primera “entrada”, allá por febrero de 2010, tanto en la Argentina como en los muchos paises del mundo que compruebo que lo consultan casi a diario, tendrán derecho a plantearse: Quiroga habla y habla de aquellos cientos de jóvenes universitarios que empeñaron su esfuerzo y sus sueños por sostener durante nueve años un Teatro de Repertorio en la Universidad; que conocieron el aplauso de miles de espectadores desde el escenario de aquella precaria sala de Corrientes 2038 o en sus visitas a los salones de actos de las facultades o en sus giras por el conurbano y el interior; que construyeron decorados y cosieron vestuarios creados por ellos mismos; que se arriesgaron a salir cada noche, con frío o con lluvia, a la intemperie de las calles de Buenos Aires para repartir volantes que ellos mismos imprimían, invitando a los ciudadanos a sus funciones con acceso libre y gratuito, a riesgo de ser detenidos por la policía en épocas de desaparición y de muerte...
Lo que intuyo que podrían llegar a preguntarse todos esos seguidores del Blog es:
Dónde están hoy esos jóvenes del TUBA, que probablemente ya ronden los 50 o casi 60 años...?
Por qué no se suman al solitario reclamo de Quiroga para que el TEATRO DE LA UNIVERSIDAD vuelva a existir y para que la UBA reconozca oficialmente e incorpore a su historial la trayectoria de casi una década de aquel Teatro...?
Fueron muchos, es cierto. Yo menciono siempre unos 1.600, teniendo en cuenta el promedio de los que se inscribían cada año en los cursos introductorios, aunque en verdad eran muy pocos los que finalmente se incorporaban a la actividad plena del TUBA, que exigía enormes sacrificios, muchas horas de trabajo, de ensayos y estudios analíticos de las obras y los autores durante los días de la semana y la dedicación absoluta de más de ocho horas seguidas los sábados y domingos, para actuar o hacer apoyatura técnica en hasta seis espectáculos del repertorio en alternancia, en un ámbito inhóspito, sin calefacción en invierno ni ventilación en verano; sin lugar para cambiarse de ropa (salvo el escondrijo entre los telones) y sin baño al que poder acudir una vez comenzada cada función.
Lo hicieron, salvo contadas esxcepciones, siempre con entusiasmo, con decisión y con alegría. Algunos (los menos) permanecieron la totalidad de años que duró la vida del TUBA; unos aproximadamente 200 estuvieron en actividad plena por espacio de más de dos años; el resto de los probables 800 que por espacio de un mes, una quincena, unos cuantos días, llegaron a participar de alguno de los talleres internos del TUBA, no han quedado registrados en inguna parte.
Son muy contados los casos (menos de diez, que yo recuerde), que una vez experimentada la vida de teatro en el TUBA optaron por abandonar las carreras que cursaban en la Universidad al momento de inscribirse. El resto, -puedo afirmarlo con absoluta convicción-, o se terminó recibiendo de lo que había sido su vocación inicial al llegar a la Universidad o si desistió de seguir estudiando lo hizo por otras causas, pero no porque la influencia del TUBA lo hubiese tentado a optar por la profesión teatral en detrimento de su vocación inicial.
De hecho, los que habiendo estado en las filas actorales del TUBA han seguido en la actividad del teatro, tanto en el país como en el exterior, son muy pocos (diría que menos de diez). En defintiva: el TUBA fue un CENTRO DE APRENDIZAJE, DE INVESTIGACIÓN Y DE PRACTICA ACTIVA DEL HECHO TEATRAL DENTRO DE LA UNIVERSIDAD...pero no compitió con la Universidad en su rol fundamental, que es el de formar profesionales de las ciencias o las humanidades para beneficio de la Comunidad.
Donde están hoy todos ellos...? Sé de varios que han fallecido; sé de otros que ejercen como médicos, abogados, profesores de letras, escribanos, arquitectos y sé también hasta de algún otro que lleva más de diez años ejerciendo como Juez de la Nación.
De la mayoría no supe nunca más nada, aunque por fortuna ninguno de sus nombres ha aparecido hasta ahora en crónicas policiales.
Sé también (y me dolió mucho enterarme), de quienes ingresaron al TUBA como espías del gobierno militar autodenominado “Proceso” y de quienes “colaboraron” en su momento con la Dirección de Cultura de la UBA en la prohibición de “Woyzeck” y otras fechorías por el estilo; de quienes usaron al TUBA como escondrijo y de quienes intentaron destruirlo desde adentro en más de una oportunidad.
Podría yo esperar hoy que unos y otros, cinco, doscientos o los 1.600 (si realmenter fueron tantos los que pasaron por el TUBA), acudiesen solícitos a apoyarme en la pretensión de que la Universidad de Buenos Aires legitime su historia y refunde el TUBA...?
Los que desde su actual puesto de trabajo, de militancia o de compromiso social para con la Argentina de nuestros días quieran hacerlo, bienvenidos sean. Que recuerden, como lo ha recordado más de uno y agradezco emocionado el testimonio, que cuando llegaron interesados en formar parte de los planteles del TUBA, sin saber muy bien de qué se trataba eso de “hacer teatro de repertorio”, no los atendió un funcionario apático destrás de un escritorio...sino un obrero del teatro, con ropa sucia y un martillo en la mano.
Haber clavado tantos clavos en madera de decorados, haberme trepado a tantos andamios para colgar luces de escena y haber cosido tantos metros de liencillo negro para armar telones y bambalinas es el equivalente al diploma de “licenciado en arte dramático” que nunca me fue otorgado y que, sin embargo, me avaló para formar tantos discípulos en una forma de hacer teatro con las vísceras a flor de piel y la vocación de servicio como bandera.
Esos cientos de discípulos que hoy, a 28 años de distancia del cierre del TUBA, son el conglomerado de HEROICOS AUSENTES que la Universidad de Buenos Aires ha decidido olvidar, están desde aquí invitados a sumarse a la causa por la reivindicación de su abnegada tarea de paz, que transcurrió en tiempos de guerra.
domingo, 9 de octubre de 2011
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