sábado, 8 de octubre de 2011

JOSE MIGUEL ONAINDIA: LA ESPERANZA PUESTA EN SU GESTION CULTURAL AL FRENTE DEL ROJAS

TAPA DEL DVD CON LA HISTORIA DEL TUBA OBSEQUIADO AL DR. ONAINDIA EN MARZO DE 2007

José Miguel Onaindia: abogado, profesor de Derecho Constitucional y Derechos Culturales en la carrera de grado de la Facultad de Derecho de la UBA. Director del Programa de Especialización en Derecho del Arte y Legislación Cultural en el Departamento de Pos-Grado de la Facultad de Derecho de la UBA. Profesor invitado en pos-grados de las Facultades de Derecho y Filosofía y Letras de la UBA (Maestría en Gestión Cultural), Universidad del Litoral, Universidad Nacional de Córdoba(Maestría en Administración Cultural), Universidad Notarial Argentina, Universidad Católica Argentina y en las Universidades de Zaragoza y San Pablo CEU (España) y Universidad de Tours (Francia). Fue ponente oficial en el Congreso de la Lengua, celebrado en Valladolid en octubre de 2001. Director del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales entre 1999 y 2001, fue designado en marzo de 2007 director del Centro Cultural “Rector Ricardo Rojas” de la Universidad de Buenos Aires.
No lo pensé dos veces. Hacía mucho que había desistido de seguir bregando por la reapertura del TUBA, pero el nombre del Dr. Onaindía al frente de la política cultural de la UBA removió en mí apagadas esperanzas y sin titubear un segundo me lancé a llevarle una nota, que entregué en la Secretaría del Rojas la tarde del 8 de marzo de 2007, junto con un DVD elaborado con los pocos retazos de filmaciones en super-8 de algunos espectáculos del repertorio del TUBA.
He aquí, a continuación, la transcripción del texto de esa nota...de la cual nunca recibí respuesta. Muchos silencios de parte de funcionarios no demasiado merecedores de respeto, me dejaron indiferente o a lo sumo con algún dejo de bronca. El silencio como respuesta para esta nota, que podrán leer ahora, por parte del Dr. Onaindia, en cambio, lo sentí como algo inmerecido, injusto y hasta gratuito, más que para mí, para con la altruista entrega de pasión y denuedo de aquellos cientos de jóvenes que habían dedicado tantas horas robadas al descanso, para que un Centro de Drama proyectado desde la Universidad de Buenos Aires llegase a tantos miles de espectadores, en forma libre y gratuita, de todos los sectores sociales de la Comunidad.

“Doctor
José Miguel Onaindia
Presente

El anuncio de su designación como Director de Cultura de la Universidad de Buenos Aires removió en mí antiguas y casi agotadas expectativas.
Treinta y tres años atrás yo llegaba al edificio de Corrientes 2038 con un proyecto bajo el brazo que alentaba desde mis comienzos como hombre de teatro, a fines de la década del cincuenta.
El proyecto prosperó y en poco tiempo se convirtió en el primer Centro de Drama con tan vasto repertorio, tanta labor divulgadora no sólo en la Ciudad y sus alrededores sino en el resto del país, con permanentes giras a otras universidades y tan alto número de participantes de todas las carreras científicas y humanísticas en el quehacer artístico y escenotécnico del milenario arte de la escena.
Fue, durante una década, el TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (TUBA) y bajo ese rótulo -nunca oficializado-, llevó a cabo 1.163 representaciones con acceso gratuiro en la precaria sala de Corrientes 2038 (con un promedio anual de 38.000 espectadores por temporada); realizó ciclos en el Teatro Nacional Cervantes, el Teatro Auditorium de Mar del Plata, el Pabellón de las Américas de la Universidad Nacional de Córdoba y varias de las salas dependientes del Complejo del Teatro San Martín.
Su repertorio de más de 100 producciones escénicas originales abarcó todas las corrientes estéticas y filosóficas del acervo dramático universal, desde Esquilo, Sófocles, Terencio y Menandro hasta Ramón del Valle Inclán, Juan Carlos Ghiano, Armando Discépolo, Molière, Leopoldo Marechal u Oscar Wilde.
En junio de 1983 y a punto de concretar su primer gira latinoamericana, decidió cerrar sus puertas, agobiado por la desidia y hostilidades provenientes de la propia Universidad que le daba su nombre, particularmente de la facciosa Dirección de Cultura de la que aparentemente dependía y que lo boicoteaba con ensañamiento digno de mejor causa.
El viejo solar de Corrientes 2038 fue restaurado, pero no volvió a ser sede de un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO. El Centro Cultural Rojas, convertido un año más tarde y hasta hoy en epicentro del accionar cultural de la UBA, con su fisonomía abierta a todas las corrientes del pensamiento y la labor creativa, misteriosamente clausuró el libro de la historia y recuerdos de este Teatro y hasta cabría suponer que lo mandó a quemar.
Los cientos y cientos de notas de reclamo por la reapertura del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES que se cursaron a las distintas autoridades de la UBA a lo largo de estos últimos 23 años y que jamás fueron contestadas, merecerían ser analizadas con su autorizado criterio en materia de legislación cultural.
Mi atrevimiento no llega a tanto como para proponérselo; sólo le pido que si dispone de una hora y quince minutos, se tome la molestia (o el disfrute, por qué no...?), de ver -en lo posible, en continuado-, el documental en DVD que le adjunto, con la historia que hace un tiempo pudo reconstruirse con lo poco que quedaba de aquella pujante gesta de entusiasmo e idealismo sin reservas, que fue la de los más de 1.600 jóvenes que poblaron los talleres artesanales del TUBA.
Me hubiera gustado leer en las páginas de La Nación que anunciaban su nombramiento, que además de pasar a dependerle la orquesta y el coro de la UBA, le iba a depender también el finalmente restituído TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES.
Restituir hoy a la vida activa un Centro de Drama como lo fue el TUBA significaría para la Universidad de Buenos Aires una forma de integración cultural no sólo con el mundo, sino principalmente con América Latina.
En Chile, nuestro vecino país allende la cordillera, existe desde el año 1942 el Teatro de la Universidad Católica; desde 1964 el Teatro Nacional Chileno de la Univ. Estatal y desde la misma época el Teatro de la Universidad de Antofagasta. En un CD-ROM editado en el año 2002 por la Pontificia Universidad Católica de Chile, bajo el lema: “Los teatros universitarios en escena”, se afirma que: “Los teatros universitarios han sido los pilares de la creación, la formación y el pensamiento teatral en Chile en la segunda mitad del siglo XX, proyectando su labor a nivel latinoamericano y mundial”.
En México están el Teatro de la Universidad Autónoma Nacional, el Teatro de la Universidad de Puebla, el de la Universidad de Tecate y el Taller Universitario de Teatro de la Universidad Autónoma de Baja California, en Tijuana.
Es precisamente en el texto de la ley orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México donde se halla una de las más sólidas definiciones del rol gravitante de los claustros académicos en la formación de la cultura y del arte de una nación: “Esta Universidad no sólo ha de estar dedicada a la docencia, sino también a la investigación y a la difusión de la cultura. Por lo tanto, es en ese territorio donde la universidad se convierte en la incitadora de la vanguardia que trasforma el teatro nacional y construye la cultura, la literatura, la poesía, la pintura, la música, la danza y también, el teatro moderno mexicano, todo ello enfocado como actividades propiamente universitarias”.
En Colombia, se sabe de la existencia del Teatro Universitario de Bogotá, el Teatro de la Universidad de Cúcuta, el Teatro Universitario de Santa Marta y el Teatro Universitario de Manizales, que tienen en su haber unos 30 años de labor continuada.
En Perú está el teatro Universitario de la Universidad Nacional de Trujillo y el Teatro de la Universidad de San Marcos, donde varios actores profesionales argentinos participaron en sus elencos estudiantiles ya en la década del cincuenta.
En Venezuela, el teatro universitario fue creado en la Universidad Central en 1940. Su historia resulta familiar, por las similitudes con la propia historia del TUBA. Desde sus inicios, este elenco de universitarios venezolanos tuvo que recorrer diversos lugares del interior de la república en procura de un asiento estable. Están allí, en esas tierras calientes del Caribe, el Teatro Universitario de Maracaibo, el del antiguo Instituto Pedagógico de Caracas y el Centro Dramático de la Universidad Simón Bolívar.
Corresponde mencionar también el Teatro Universitario de La Habana, que es la agrupación de este tipo más antigua de Cuba, puesto que abrió sus puertas al público el 20 de mayo de 1941, en la sala Rector Cárdenas de la Universidad, con la tragedia de Sófocles “Antígona”.
Fue director-fundador de este Teatro un eminente profesor austríaco, llamado Ludwig Shajowiez, quien estuvo al frente del grupo por espacio de cinco años. Suena raro que un elenco universitario, nacido en una región tropical americana, haya surgido de la iniciativa de un austríaco y sin embargo, algo similar sucedió con el primer teatro universitario de la Argentina, que se creó en Mendoza en 1949, por iniciativa de la ucraniana Galina Tolmacheva, doctorada en Filosofía y Letras en Moscú y alumna de teatro, durante ocho meses, del célebre Constantin Stanislavsky.
Rastreando en el pasado, (en lo poco de ese pasado que ha quedado preservado) se comprueba que la Universidad de Buenos Aires jamás tuvo un elenco estudiantil estable de teatro, antes y después del TUBA, como lo tienen desde hace muchísimos años la de Heidelberg, la de Colonia, la de Santander, la de Lieja, la de Atenas, la de Urbino, la de Glasgow, la de Granada, la de Besançon, la de Amsterdam, la de Madrid, la de Lyon y hasta la de Senegal o la Universidad Duksung, en Corea del Sur.
El único teatro estable, con repertorios programados de antemano, con criterio de investigación y una labor permanente ante el público durante nueve meses por temporada y a lo largo de nueve años ininterrumpidos, ha sido el TUBA, pero el TUBA (como sentenció el titular de una nota del diario Clarín a pocos días de su cierre), HA DESAPARECIDO, sepultado bajo el edificio restaurado y en expansión del Centro Cultural Rojas.
Extraña dicotomía: al crearse en el año 1994, en la Universidad de Lieja (Bélgica), la Asociación Internacional de Teatro Universitario (AITU), la Universidad de Buenos Aires, por carencia de elenco que la represente, ha debido quedar fuera de la lista de universidades de todos los continentes, que en la actualidad participan con sus miembros de las actividades de esta organización.
La AITU es el foro privilegiado donde formadores, practicantes, creadores, investigadores y teóricos de más de cincuenta países, comparten sus descubrimientos y preocupaciones, en un ámbito de intercambios y de servicios, que realiza congresos y festivales con periodicidad bienal.
Cuando se fundó la AITU hacía ya ONCE AÑOS que el TUBA había dejado de existir y ningún ente similar había cubierto su ausencia. Vale la pena que yo le reproduzca a usted aquí el dogma fundacional de la AITU, la llamada “Carta de Lieja”:
“La Asociación Internacional del Teatro en la Universidad (AITU) tiene como objetivo el desarrollo y la promoción del teatro universitario en el mundo.
“Se entiende por teatro universitario toda actividad teatral reconocida a nivel post secundario, universitario o superior, a título de la formación, de la creación y de la investigación teórica y práctica.
“Consciente del papel que juega en el diálogo y la comprensión entre culturas, favorece el intercambio y la colaboración entre los teatros universitarios, bajo la forma de práctica espontánea, práctica dirigida, práctica pre-profesional o incluso profesional de la actividad teatral.
“Con la riqueza de su diversidad, la AITU no tolerará ninguna discriminación de orden político, nacional, lingüístico, racial, confesional, sexual o de otra clase.
“Fundada en la solidaridad y la cooperación, la AITU constituye una red independiente cuya accesibilidad se modula equitativamente según la situación de sus miembros”.
Suscribieron la Carta de Lieja, el 19 de febrero de 1994, Alain Chevalier, de Bélgica; Goerg Franke, de Colonia (Alemania); Lucile Garbagnati, de Besançon (Francia); Robert Germay, de Bélgica; Jean-Marc Larrue, de Canadá; Anna Lazou, de Grecia; Krsyszof Lipski, de Polonia; Philippe Rouyer, de Bordeaux (Francia); Claude Schumacher, de Glasgow (Gran Bretaña); Louis Thenon, de Quebec (Canadá); Josephine Vanes, de Amsterdam (Holanda) y Ouriel Zohar, de Haifa (Israel).
El principal objetivo de la AITU, expuesto a la hora de su creación, no podía ser más coincidente con el que, personalmente, me había llevado veinte años antes, en 1974, a proponer la erección de un Teatro en la Universidad de Buenos Aires:

“AFIRMAR LA ESPECIFICIDAD DEL TEATRO EN LA UNIVERSIDAD”

En fin, Dr. Onaindia, habría tanto más para repensar sobre esta extraña paradoja de un teatro que llegó a construir con mucho esfuerzo y en medio de inenarrables carencias una historia de nueve años...(nueve años son más que suficientes como para que la historia hubiese continuado)...y sin embargo, un tal vez premeditado olvido ha hecho que esa historia pareciera no haber sucedido nunca...
En usted deposito mi confianza de que el TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES pueda volver a existir.”.

El 11 de abril de 2008, una año después de haber sido designado, el Dr. Onaindia presentó su renuncia como Director del Centro Cultural Rojas de la UBA.
Le habrá sido imposible analizar en ese año de su gestión el contenido de esta nota que acabo de transcribir, que además de fundamentar la necesidad de restituir a la vida activa al TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES asume en su extenso desarrollo el contenido de una tesis académica sobre la trascendencia para la vida cultural de un país de la labor divulgadora de los teatros universitarios...?.
Habrá tenido un rato quizás, para ver el DVD con la historia del TUBA...? COPIA DE LA CONSTANCIA DE RECEPCION DE MI NOTA AL DR. ONAINDIA EN LA SECRETARIA DEL CENTRO CULTURAL ROJAS, EL 8 DE MARZO DE 2007. FIRMA LA RECEPCION MARCELA L. OLIVIERI, A CARGO DE LA SECRETARIA PRIVADA DEL DR. ONAINDIA

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