martes, 25 de octubre de 2011

EL FACTOR LUMÍNICO EN EL TEATRO

LAS FOTOS MUESTRAN EJEMPLOS DEL USO DE LA LUZ EN EL TUBA EN DIVERSOS ESPECTÁCULOS

Sobre este tema de la iluminación ya hice mención en otro capítulo de este Blog: el del martes 6 de julio de 2010, titulado: “Cuando el teatro y el cine hablan el mismo lenguaje”. Es una tema que merece la recurrencia, para que los teatristas de hoy (me refiero a los que experimentan en espacios no convencionales) adviertan cuántas posibilidades creativas encierra el factor lumínico aplicado a aquellos espectáculos que se montan con precariedad de medios, en lugares poco apropiados o incluso en aulas de colegios, en recintos improvisados, talleres o hasta en la calle.
En el TUBA trabajamos siempre con recursos escasos, no sólo en la sala del edificio de Corrientes 2038 sino cuando debimos salir a montar funciones a la apurada, en gimnasios de facultades, en bibliotecas, parroquias y hasta en cuarteles de bomberos o almacenes de ramos generales.
Las mismas maderas, las mismas telas teñidas y remendadas una y otra vez, los mismos practicables disimulados de una obra a otra. Todo era un permanente reelaborar lo viejo para que pareciese nuevo, porque carecíamos de presupuesto y sólo contábamos con donaciones de ropa, elementos de utilería y hasta muebles de parte de los propios integrantes de la compañía (más bien de sus familiares) y muchas veces, hasta del público. (Cuantos sombreros, vestidos de época, collares, zapatos...nos fueron traídos por aquellas señoras de la primera fila, amantes del teatro de toda la vida pero que ya no estaban en condiciones de pagar una entrada en los teatros comerciales y que con tanto amor nos gritaban “Bravo, sigan adelante chicos...!” y hasta nos regalaban chocolates y caramelos...
En el escenario de la planta baja de Corrientes 2038 (la sala que hoy llaman “Batato Barea” y en la que el TUBA actuó nueve años seguidos), habían quedado unos focos (llamados “spots” en la jerga teatral) que, según las antiguas empleadas de la Dirección de Cultura, habían sido “traídos por los montoneros vaya a sabererse de dónde”, cuando (siempre al decir de aquellas “santas” señoras), “los zurdos se habían apoderado de la Universidad”.
Esos dichosos focos fueron los que nos permitieron crear atmósferas con cierto grado de magia en aquel reducido escenario, disimulando de paso las costuras mal hechas de los vestuarios cosidos a las apuradas sobre los cuerpos de los estudiantes-actores y conferir a los cartones repintados de nuestros decorados nuevas y sugerentes fisonomías.
El sorprendente “factor lumínico” hizo también que los rostros de los intérpretes del TUBA cobrasen reveladoras intensidades. Enmarcados, difuminados o resaltados por el juego de luces y sombras de aquellos “focos dejados por los montoneros”, su esforzada y heroica propuesta de hacer vivir un Teatro de Repertorio en semejantes circunstancias cercenadoras, logró que, como sucede siempre, el Sentido de la Verdad y la Belleza se sobrepusiesen al sinsentido de la represión, la tortura y la muerte.

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