viernes, 14 de octubre de 2011

BAJO EL EMBLEMA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA BÚSQUEDA DEL CONOCIMIENTO

El TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (más conocido como “el TUBA”) no tuvo más remedio que existir en una época de terror en la Argentina. Muchas de sus jornadas de ensayos transcurrieron bajo la amenaza de los tiroteos que tenían lugar entre la policía y el estudiantado más combativo, cuando las reuniones se hacía en un aula de la Facultad de Ciencias Económicas, vecina a la Morgue Judicial.
A la salida del edificio de Corrientes 2038, donde finalmente se instaló el TUBA, sus jóvenes integrantes eran seguidos por los famosos “autitos”, desde donde recibían burlas y frases amenazadoras. Un Director de Cultura de la UBA llegó a la desfachatez de “tranquilizarlos”, aclarándoles que sólo se trataba de “sus muchachos”.
La prohibición de “Woyzeck”, de Büchner a la tercera representación, en 1978, bajo la disparatada acusación de que “propendía a la infiltración marxista”, fue lo más evidente de una serie de censuras encubiertas, a causa de las cuales varias obras del repertorio en preparación, nunca llegarona estrenarse.
Los llamados telefónicos en horas de la madrugada “aconsejaban” a menudo desistir de tal o cual nombre de determinado autor, por ser “contrario a los intereses nacionales”. Fue el caso de Juan Carlos Ghiano (al que le estrenamos igual, en 1980, sus “Miedos y soledades”); Victoria Ocampo (cuando incluimos en un ciclo de teatro leído su “Laguna de los nenúfares”); Jorge Masciángioli (cuando estábamos preparando “Safón y los pájaros”); Ernesto Sábado (cuando incluímos en el espectáculo “A Buenos Aires” su poema sobre Evaristo Carriego); Samuel Eichelbaum (cuando quisimos hacer “Un tal Servando Gómez”); Julio Cortázar (cuando dimos su obra inicial para la escena: “Los reyes” y nos la prohibieron a la segunda representación); Roberto Cossa (cuando ensayábamos “Por siempre alegre” en 1980, que de todos modos hicimos en 1983), etc., etc.
Fuera como fuese, sobreponiéndose con estoicismo a tanta barbarie, el TUBA logró existir bajo el augusto emblema de la Universidad de Buenos Aires y nadie podrá negarle jamás haber contribuído con firmeza a la causa de la investigación en el terreno de las artes escénicas, con un repertorio (cuyo detalle está en la imagen superior), que podría ser exhibido con orgullo a la par del de otros importantes centros del desarrollo dramático en el mundo.

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