lunes, 17 de octubre de 2011

"GRACIAS POR SYNGE"

"EL FARSANTE MAS GRANDE DEL MUNDO" EN EL TUBA (1976)
"LA SOMBRA DEL VALLE" EN EL TUBA (1981 - 1982)

Hace pocos días vino a visitarme aquí, a Mar del Plata, uno de aquellos jóvenes que integraron el TUBA hace casi treinta años. Charlamos de muchas cosas. Él tiene ahora 52 y se dedica a hacer teatro a nivel terciario. Ha hecho una importante carrera como docente en el Instituto Joaquín V. González; es autor de libros sobre Gramática y sobre “La transparencia en el lenguaje” y en el TUBA tuvo un lugar destacado en producciones como “Las coéforas”, de Esquilo; “El poeta”, de Enrique Wernicke; “Escenas de la vida bohemia”, de Mürger y “Stéfano”, de Discépolo.
En este tipo de encuentros suelen mezclarse muchas cosas: los datos precisos pasan a segundo plano, sumergidos en oleadas de emoción y sobre todo, de una inmensa ternura. Como le dije en un momento: “Ahora soy un viejo reblandecido, que lloriquea por cualquier cosa”.
Él está decidida y tenazmente embarcado en la misma brega en la que estuve yo por espacio de cuarenta y tantos años. Compartimos solamente dos en el TUBA, pero para él ese fue su lugar de nacimiento y maduración como “hombre de teatro”. Varias veces debí prohibirle que me llame “Maestro”, porque ahora (y seguramente también entonces), mis “maestros” fueron ellos: los jóvenes que con su impulso vital, su heroísmo y su desinterés, me enseñaron día a día, durante nueve años, a construir un Teatro de Repertorio en una Universidad fria e inhóspita.
Me llamó la atención que él destacara como esencial de su experiencia en el TUBA el descubrimiento de John Millington Synge, aunque no hubiera tenido oportunidad de intervenir en las obras del genial irlandés que estuvieron en el repertorio: “El farsante más grande del mundo”, en 1976 y “La sombra del valle”, en las temporadas de 1981 y 1982.
Es que Synge, como muchos otros de los autores que se habían inscripto en el frondoso repertorio del TUBA, fue de esos que tuvieron la capacidad de abrir brechas, avizorar nuevos horizontes y marcar rumbos en el trajinado quehacer del oficio teatral. Para un jóven con ansias de afrontar desafíos, Synge podía resultar tremendamente movilizador.
Tanto es así que en base a sus teorías sobre el Teatro Épico elaboramos en el TUBA nuestra “Declaración de principios” (que por supuesto no fue aceptada por las autoridades de la UBA y que debimos esconder prudentemente). Me permito aconsejar que sobre este tema se lea la “entrada” a este Blog del domingo 7 de marzo de 2010, titulada precisamente “Una declaración de principios”.
Era una tarde lluviosa en Mar del Plata y cuando nos quisimos acercar a la playa (él no quería volverse a Buenos Aires sin ver el mar) casi nos levanta el viento huracanado que se arremolinaba sobre el Boulevard Marítimo. Al regresar solo a mi refugio de viejo “evocador” de tiempos de lucha, seguía resonando en mis oidos la voz de este hoy decidido y emprendedor teatrero, diciéndome “GRACIAS, ARIEL, POR SYNGE”.

1 comentario:

  1. Querido Ariel:

    Mi nombre es Guillermo Filice Castro. Leí con mucha emoción esta entrada. No pretendo que me recuerdes ya que mi paso por el TUBA fue muy fugaz,por la última época del mismo. Pero yo te recuerdo muy bien, como lo recuerdo a Gustavo Manzanal; otros nombres ya no tanto, aunque después de observar las fotos que hay aquí he reconocido algunas caras.

    Fui partícipe de una experiencia paralela al TUBA, una especie de "curso de ingreso" al mismo; se me escapa el nombre preciso de ese curso. Pero la intención era que una vez "aprobado" el mismo el aspirante pasaría al elenco del TUBA. Lamentablemente eso quedó trunco por las circunstancias ya conocidas. Es más; yo estaba allí el día en el que, grabador en brazo, nos comunicaste lo de tu renuncia, mientras bautizabas -con mucha razón- a las autoridades universitarias como "H. de P. de la cultura!" Después me plegué al grupo que intentó seguir post-cierre. Recuerdo ensayos en tu casa de la calle Pavón con Gustavo Manzanal y otros más, alguna función en la Facultad de Derecho ("Recuerda a Raskolnikov?")...

    Te pido disculpas si estos recuerdos te traen dolor pero mi intención primordial era -es- agradecerte como lo hizo Gustavo en su visita a tu casa. Fue una experiencia fundamental que la recuerdo con mucha ternura. Fue el lugar donde descubrí que eso era mi "lugar", donde incluso conocí a gente de la que aun soy amigo (en rigor, sólo me queda uno de esa época!). Y si bien no me dedico al teatro, soy un poeta al borde los 50 años, 25 de los cuales residiendo en Nueva York. Y de pronto me encuentro mirando hacia atrás y el asombro me embarga, todas las vidas por las que uno pasa. Hacía tiempo que quería dejarte un mensaje, para lo que sirviera. Un saludo muy grande. Y GRACIAS!

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