domingo, 16 de octubre de 2011

LA CELEBRACIÓN DEL TRABAJO

Las primeras universidades europeas, en los años iniciales del primer milenio, fueron comunidades de maestros y estudiantes, pero también de artesanos de algún oficio. En la Edad Media la palabra universidad (en latín “universitas”) designaba un gremio corporativo. Tanto podía ser la universidad de los zapateros como la universidad de los herreros. Cuando se decía “Universidad de Salamanca”, por ejemplo, no era más que una simple abreviatura de la “Universidad de los maestros y estudiantes de Salamanca”.
La Universidad de Buenos Aires, fundada en 1821, nunca tuvo esa fisonomía “comunitaria” que aun conservan las viejas universidades europeas, en cuyos campus alternan los estudios superiores con las actividades propiamente recreativas, como los concursos deportivos, los conciertos al aire libre, las maratones de danza, los coros y el teatro.
No habiendo cursado antes ninguna carrera universitaria, pero con muchos años de trabajo previo en la escena independiente y profesional, yo llegué a mediados de 1974 a la Universidad de Buenos Aires con la ilusión de poder generar un ámbito participativo del estudiantado de todas las carreras en un estilo de “vida de teatro”, que aglutinase tanto la experimentación práctica del oficio del actor como el ejercicio artesanal de los múltiples menesteres que requiere una producción escénica destinada a su exhibición ante el público (decorados, vestuarios, luces, utilería, música).
Fue muy difícil y demandó bastante tiempo lograr que el personal administrativo del área cultural de la UBA entendiese de qué se trataba aquello y se prestase a colaborar con el proyecto de erección de un Teatro de Repertorio hecho por estudiantes, docentes y graduados, al servicio de la investigación del oficio teatral en todos sus aspectos.
El primer espectáculo que se montó, a fines de noviembre de 1974, fue la adaptación escénica del diálogo de Platón llamado “Fedón o Del alma”. Conseguí que el Teatro San Martín me prestase parte del vestuario de “Las troyanas” que había representado María Rosa Gallo un año antes, pero cuando alguna de las viejas empleadas de la Dirección de Cultura me vieron entrar con una enorme ánfora de yeso, comprada en un bazar del cercano barrio de Once, no tuvo mejor idea que exclamar: “PERO QUIROGA...ESTO SE VA A TERMINAR CONVIRTIENDO EN UN TEATRO...!!!”.
Efectivamente: a eso apuntábamos y vaya que nos convertimos EN UN TEATRO: hicimos en nueve años más de 100 producciones escénicas originales, todas actuadas y construídas artesanalmente por estudiantes de la UBA y mostradas al público a través de 1.163 representaciones con entrada GRATUITA.
La foto superior muestra una de esas jornadas de trabajo en el escenario, en la sala de Corrientes 2038, en la que todo era una suerte de “sinfonía del entusiasmo”, ya que los jóvenes artesanos del TUBA remedaban, con su jolgorio y sus cánticos y el repiquetear de los martillos y los serruchos, la faena ardua pero festiva de aquellos zapateros o herreros que, junto a los maestros de las ciencias o las humanidades, dieron forma y razón de ser a las primeras universidades.

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