Hasta febrero de este año 2010 yo no sabía que era un Blog y a partir de mi venida a Mar del Plata, a mediados de 2008, había decidido no volver a hablar y ni siquiera pensar en aquel Teatro Universitario de Buenos Aires, que pasó al olvido en 1983.
Un Blog, según dicen, es algo así como un diario íntimo, un cuaderno de viaje, una “bitácora”…un lugar donde dejar cosas que uno querría que no se perdieran cuando se pierda uno.
Hablando de perderse, me acuerdo en este momento de una ocurrencia de Woody Allen, cuando se pregunta: “Un recuerdo es algo que se tiene…o algo que se ha perdido…?”.
Tengo muchos recuerdos de ese teatro de jóvenes universitarios que se llamó “el TUBA”, pero a menudo creo que el único que se acuerda de todos esos años soy yo…y que el TUBA es, definitivamente, algo que se ha perdido.
Ojala esta idea de unos amigos marplatenses de meterme en esta cuestión del Blog, sirva para que alguien perdido por allí, por los vericuetos de ese túnel sin tiempo que es la web, lo descubra y salga al encuentro de toda esa historia de locura febril por montar obras, por sacar un teatro de repertorio prácticamente de la nada, por deslomarse en horas robadas al sueño clavando maderas y cosiendo trajes, por armar artefactos de luz y subirse a andamios tambaleantes para colgarlos, por cargar arriba de camiones descubiertos cuanta porquería se usa en “una producción escénica” y salir a la intemperie en noches de invierno a llevar “el mensaje de los clásicos” a las parroquias, a los almacenes de ramos generales y a los cuarteles de bomberos… porque todo eso y mucho más que necesitaría de muchos otros blogs para contarlo, es lo que hizo el TUBA en esos dichosos nueve años de su precaria existencia.
La historia tal como fue (o como yo la recuerdo hoy, a los 70 años) tendrá que ser reconstruida por el que acceda al Blog, con los pedazos que fui poniendo día a día, a medida que me acometía la urgencia por contar algo, por plasmar alguna foto o recuperar algún fragmento grabado.
No quise mencionar a ninguno de los que formaron parte de los planteles del TUBA, porque son muy pocos los nombres que recuerdo de los 1.600 que, aproximadamente, se inscribieron y participaron (un día, un mes, cinco años o de cabo a rabo de la historia que ocurrió entre agosto de 1974 y octubre de 1983), dejando una entrega de fervor, de integridad y de pasión juvenil, que hubiera merecido un poquito más de reconocimiento.
A las personas que sí, obligadamente, he mencionado y que tuvieron algo que ver con el devenir institucional del TUBA, con su desdichado final o con la imposibilidad de recuperar su vida activa en estos años en que los argentinos llevamos sabiendo (a los tumbos) lo que es vivir en democracia, les pido disculpas si algún testimonio los ha rozado y pudo hacer que se sintieran ofendidos.
Apelo, a modo de justificativo (si fuera necesario) a lo que, recordando “La Barraca”, el grupo itinerante de García Lorca, digo (palabra más, palabra menos) en el capítulo del día 14 de marzo de 2010 titulado “Dolorosa semejanza”: “La Barraca era algo vivo y murió. Tuvo una vida tan corta que fue un suspiro. Sean entonces mis palabras de “agradecimiento” a la Universidad de Buenos Aires por habernos dado a los del TUBA la “oportunidad”, con sus desaires, trabas y persecuciones, de compartir con “La Barraca” la misma terquedad y la misma injusta derrota.".
martes, 20 de abril de 2010
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