domingo, 18 de abril de 2010

EL INCENDIO INFAME

Durante el verano de 1979 coordiné un segundo seminario de estudio del hecho teatral en el que se inscribieron muchos estudiantes universitarios y graduados, que se dictó en la Facultad de Filosofía y Letras y que generó al cabo una nueva corriente de ingresos a los cuadros artísticos del TUBA.
A comienzos de marzo de 1979, alguien dejó caer “al descuido” un fósforo en la cabina de luces de la sala de Corrientes 2038, donde guardábamos en un arcón todo nuestro archivo de libretos; apuntes teóricos y gran parte del vestuario y la utilería coleccionados a lo largo del tiempo. Se produjo un incendio de proporciones, que nunca se procuró aclarar y lo perdimos todo, incluido el tablero de luces que era propiedad de la Universidad.
El “Parte diario de actividades” del TUBA, del lunes 6 de marzo de 1979, refleja los sucesos del día de esta manera:
"Un incendio ha destruido la cabina de luces de Corrientes 2038, perdiéndose la totalidad del vestuario que alli se guardaba (por no tener otro lugar en el edificio para hacerlo), junto con otros elementos: muebles, utilería y libretos del Teatro Universitario. El incendio ha tenido lugar por la tarde, de modo que a la noche es imposible el acceso al edificio para ensayar, por la gran humareda que aun no se ha disipado. Se lleva a cabo una reunión en un bar cercano, en Sarmiento y Ayacucho. El clima es de tristeza y bronca por lo sucedido, pero el ánimo logra renacer a medida que van llegando todos los integrantes convocados para la jornada. La adversidad vuelve a templar, como en otras ocasiones, el espíritu de los jóvenes del teatro, mancomunados en una actitud fraternal que permite alentar optimistas perspectivas, más allá de la situación de pesimismo que se atraviesa. La unión en la tarea común, que logró en épocas pasadas salir airosamente de otros trances desafortunados, es un factor invalorable para aunar esfuerzos, con miras a la solución efectiva de cualquier inconveniente.".

Los bomberos habían apagado el fuego antes que se extendiera a todo el edificio, pero convertido a la cabina de luces en un pantano impenetrable. Cuando pasados algunos días se logró disipar el humo espeso y el fuerte olor rancio que se había apoderado de la sala, tuvimos el desfallecimiento de pensar, por un día o dos, que en esas condiciones no había forma de iniciar la quinta temporada.
Pero en aquella etapa de nuestra azarosa historia, nada ni nadie iba a poder detenernos. Pagué de mi bolsillo la instalación de una llave térmica, colocada dentro del escenario, que prendía al unísono todos los “spots”, que eran más o menos unos quince.
Es curioso pasar revista hoy, a tantos años de distancia de aquel hecho, a la nómina de elementos destruidos por el incendio. Cuánta emoción, tristeza y ternura me produce recordar que en esa cabina de luces incendiada, guardábamos estas cosas:
Un mueble aparador de comedor (usado en “La ofensiva”); Un canasto de mimbre con base rodante (usado en “Jácaras y mojigangas”); Una radio de capilla (usada en “La ofensiva”); Un tocadiscos Winco, en buen estado de funcionamiento; Treinta y dos (32) trajes de época, confeccionados en el teatro; Seis (6) trajes de época, pertenecientes a la colección de Nuevo Teatro, que estaban en préstamo; Platos, vasos, cacerolas, fuentes de loza y metal, cubiertos, botellones, floreros, repisas, cuadros, objetos varios de adorno, manteles, servilletas, carpetas bordadas, almanaques (usados en “La ofensiva” y “Relojero”); Un cubrecamas antiguo, confeccionado en telar de lanzadera; Catorce (14) fotografías del teatro, tamaño 50 x 60, montadas en passe-partout; Archivo de libretos del Ciclo 1977 de Teatro Leído (70 ejemplares); Colección de publicaciones teatrales editadas en los años 1920 a 1946; (Veintitrés (23) ejemplares únicos, agotados); Ocho (8) pares de zapatos; Lienzo teñido, usado en decorados de “El farsante más grande del mundo”; Tul teñido (aproximadamente 16 metros); Un cuadro de familia, con vidrio cóncavo, enmarcado en madera barnizada; Una carpeta de terciopelo bordada a mano; Un candelabro de madera tallada; Dos (2) apliques con caireles; Una sombrilla de época (usada en “Comedia de errores”); Doce (12) sombreros y cascos de época (usados en “Jácaras y mojigangas”); Cuatro sombreros de fieltro (usados en “El alma del suburbio”); Tres (3) carteras de mujer; Ocho (8) vestidos de mujer, modernos; Once (11) pares de pantalones, modernos; Un botiquín con elementos de primeros auxilios (de propiedad del Teatro); Artículos de limpieza: detergente, trapos de piso (comprados por el Teatro); Engrudo (dos (2) paquetes); pinceletas, una tijera, una cuchilla; Cola para empapelar decorados (seis (6) paquetes); Una abrochadora y una caja de alfileres; Sellos con diversas leyendas: “Ultimas funciones”, “Hoy estreno”, etc.; Dos (2) resmas de papel oficio, de propiedad del Teatro.

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