
La pregunta que debemos hacernos ante la obra de Büchner es: adónde hubiera ido a parar este “enfant terrible”, si no hubiese muerto de tifus a los 24 años, luego de dar una conferencia en la Universidad…?. Hasta tal punto llega su increíble actualidad, que asombra descubrir que ya en 1828, mientras cursaba los estudios secundarios, empezó a interesarse por la política, para terminar fundando, sólo unos pocos años más tarde, una “Sociedad para los Derechos Humanos”…!!!
Convertido en estudiante de medicina y pese a haberle prometido a sus padres que se mantendría apartado de los movimientos subversivos que solían protagonizar los universitarios de la época (cuántas similitudes con el Mayo Francés del ’68…), el joven George se enrola en los grupos de activistas estudiantiles que defienden la revolución como único medio capaz de cambiar un orden social que consideran injusto. En una carta escrita al dramaturgo y periodista Karl Gutzkow, afirma que "la lucha entre ricos y pobres es el único combate revolucionario que merece ser librado en el mundo". Como autor de obras de teatro, Büchner logró que se lo considere uno de los mayores dramaturgos de todos los tiempos, precursor de varios estilos, entre ellos el del teatro del absurdo, del expresionismo y fundamentalmente, del sarcasmo irreverente de los iracundos Pinter y Osborne, que no dejaron “títere con cabeza” en la vieja Albión de los años cincuenta del Siglo XX.

Y pensar que cuando el TUBA debió cerrarse, agobiado por las detracciones que “le prodigaba” la propia Universidad que le daba su nombre, en junio de 1983, hubo quienes, desde ciertos lugares de la cultura y el periodismo, dijeron que “nos íbamos para desprendernos del “Proceso” del que habíamos sido cómplices”…!!!!.
Que “Woyzeck” fue prohibida por la Dirección de Cultura de la UBA a la tercera representación ya lo he contado varias veces a lo largo del derrotero de este Blog (incluso está el audio casi completo de esa tercera representación, a cuyo término nos cayó la maléfica prohibición).
“Leonce y Lena”, en cambio, les pasó “casi” desapercibida a aquellos torpes e irracionales censores. Seguramente los distrajo la anécdota, casi cuento de hadas entre un príncipe errante y una princesa fugitiva, que se encuentran en medio de un bosque y se enamoran perdidamente, ignorantes de que ambos estaban destinados a casarse por decreto de sus respectivos padres, siendo ese compromiso urdido a sus espaldas el origen de su fuga.
Pero “Leonce y Lena” no es para nada una fábula inocente. Su trasfondo es todo lo ácido y ferozmente crítico respecto de lo que la sociedad define como “buenas costumbres” que un inconformista y un desilusionado como Büchner era capaz de urdir. A continuación, dos breves momentos de audio, tomados de una función de “Leonce y Lena” en la sala del TUBA (Corrientes 2038), en agosto de 1978, extraídos al azar de la grabación completa del espectáculo:
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