El hecho escénico es siempre inaferrable, así sea que haya ocurrido hace apenas unos instantes como que ya estén de por medio tres décadas desde que finalizó, como es el caso del TUBA. “Gone with the wind”, es el título original del famoso film “Lo que el viento se llevó” y viene muy al caso traerlo a colación.
Del TUBA habían quedado unas seis horas filmadas en Super-8, en colores y en blanco y negro y una de sus más de cien producciones escénicas, la de “Las coéforas”, de Esquilo (de 1982), se llegó a registrar completa en videocassette, en el obsoleto formato Betamax. Todo ese material también se lo llevó el viento, porque tanto el celuloide como las imágenes de video se “disuelven” paulatinamente con el paso de los años.
Quedaron, en cambio, unas 400 o más fotografías y alrededor de ocho horas de sonido grabado originalmente en cassette y luego pasado a CD. Parte de ello está ahora volcado en este Blog y ya es dominio del mundo.
Tanto lo que quedó como lo que se perdió, aunque se pudiera volver a reunir hoy en perfecto estado de conservación, no alcanzaría para “revivir”, de un modo entendible y valorable por parte de los jóvenes del presente abocados a la práctica del drama, cómo fueron aquellos nueve años de intensa, apasionada y febril epopeya del Teatro Universitario de Buenos Aires.
Verán aquí, en este capítulo, unas seis de esas cuatrocientas imágenes sobrevivientes. A dónde apunto con la inclusión de esa mínima selección…?: fundamentalmente, a intentar demostrar que el TUBA no sólo fue un ente divulgador de textos de enjundia, sino que, en medio de sus enormes precariedades, buscó mostrarlos con criterio artístico no exento de imaginación y belleza.
Un agudo crítico, Arturo Romay, dijo cierta vez, hablando de mis montajes anteriores a la historia del TUBA: “Ariel Quiroga se recrea en cada una de sus realizaciones a través de un sentido plástico perseguido incansablemente, inusual en el teatro de nuestro tiempo”.
Ese mismo “sentido plástico” (con la sola ayuda de unos pocos focos, un montón de maderas y de trapos remendados y vueltos a teñir para cada obra), hizo que el TUBA no apareciese como uno más de esos elencos de estudiantes, desentendidos de lo formal, (tal vez por suponer que el esteticismo es sólo un resabio de épocas superadas y decadentes).
Acaso el axioma de Stanislavski no fue que el teatro debía servir para “recrear los sucesos del espíritu humano con Verdad y también con Belleza”…?.
miércoles, 28 de julio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario