jueves, 24 de noviembre de 2011

UN PROFESOR DE LOS ESTADOS UNIDOS QUE NOS HABLA DE "LA BARRACA"...PERO TAMBIÉN DEL TUBA

Desde este Blog destinado a dejar recuerdo de un Teatro Universitario cuya historia debió transcurrir en una época de terror en la Argentina (no necesito aclarar que me estoy refiriendo al TUBA, el Teatro de la Universidad de Buenos Aires, que funcionó en forma continuada entre mediados de 1974 y casi fines de 1983), pido fervorosamente a quienes a diario se interesan por recorrer su itinerario de peripecias, logros y fracasos desde tantos y tan distantes países del mundo, que accedan al sitio de internet denominado “CALDERÓN EN EL TEATRO UNIVERSITARIO”, un ensayo de Alberto Castilla, profesor emérito del Department of Spanish Latin American Studies del Mount Holyoke College, de los Estados Unidos.
El profesor Castilla narra en la Introducción a este trabajo cómo “La existencia del teatro universitario, concebido como un trabajo interdisciplinario o extracurricular y su realidad histórica, es un hecho ampliamente constatado”.
“Baste recordar -sigue diciendo el Prof. Castilla-, que ya en la Edad Media los famosos “amateurs” que actuaban en los Misterios y en los Festivales del Corpus Christi eran en su mayoría estudiantes; que Montaigne habla de “teatros escolares”, que representaban lo esencial de la actividad dramática francesa del siglo XVI; que en la misma época, estudiantes y profesores de la Universidad de Salamanca, asi como de otros colegios y universidades españolas, ofrecían anualmente comedias de inspiración clásica y que, mediado el mismo siglo y hasta fines del XVII, el teatro de los jesuitas, escrito por profesores de Retórica y actuado por estudiantes, formó parte integral de sus numerosos colegios en España y por toda Europa.”.
La notable erudición del Prof. Castilla apunta a partir de allí a lo que él define como “concepto moderno de teatro universitario” y es en su minuciosa descripción de lo que fue “La Barraca”, el teatro universitario creado por Federico García Lorca y Eduardo Ugarte alrededor del año 1931, donde las semejanzas con lo que fue el TUBA se tornan dramáticamente sorprendentes.
Confieso que cuando me fue aprobado crear un Teatro Universitario de Repertorio, a mediados de 1974, en aquella malhadada Dirección de Cultura de la UBA, yo no sabía casi nada de cómo había sido la breve historia de La Barraca. Había oído hablar mucho de ella en las charlas de Asquini en Nuevo Teatro y en otros ámbitos del teatro independiente en los que milité por casi tres décadas, pero cuando asumí el compromiso de fundar eso que después terminó siendo el TUBA y a medida que las circunstancias, más que un programa determinado de acción, fueron generando sus lineamientos conductores, veo ahora con claridad que me deslumbra cómo entre La Barraca y el TUBA el destino decidió trazar una suerte de puente de convergencia en el tiempo, que nos emparenta casi diría “fraternalmente”.Cuando el Prof. Castilla describe la forma de trabajo de La Barraca (y hasta aquí llego con las citas de su trabajo, para que cada uno busque en él los contenidos que más aprecie), todo parece indicar que está describiendo cómo fue por dentro y hacia afuera, la vida del TUBA: “La compañía -narra Castilla-, la formaban actores y actrices estudiantes de Filosofía y Letras. La administración corría a cargo de los propios estudiantes.Todos cuantos intervenían en el Teatro Universitario prestaban sus servicios gratuitamente, corriendo a cargo de La Barraca los gastos que se ocasionaren. Es decir, se trataba de un teatro auténticamente universitario desde su fundación, con fines estrictamente culturales, sin motivación lucrativa y cuyo objetivo principal era la iniciación en la experiencia teatral a través de producciones teatrales, para su difusión principalmente entre el público rural.”.
Si bien el TUBA también salió más de una vez, con todos sus bártulos a cuestas, en pos del público rural, su principal auditorio estuvo constituido por gente de la ciudad de Buenos Aires y alrededores. Fueron cientos de miles (un promedio de 38.000 por año), los que disfrutaron de los espectáculos del TUBA en forma GRATUITA, a lo largo de nueve años seguidos y los jóvenes (o no tan jóvenes) estudiantes, docentes y graduados que oficiaban de comediantes y de artesanos, lo hacían, como en La Barraca, SIN MOTIVACIÓN LUCRATIVA, o sea, GRATUITAMENTE y hasta poniendo dinero de sus bolsillos para proveer a los montajes escénicos de cosas que la Universidad no les proveía.
Evidentemente, en todo tiempo y lugar, el espíritu de lucha de los idealistas y los desinteresados encontró siempre la misma entusiasta respuesta en los sectores populares y la misma antipatía y rechazo de parte de los estamentos de poder, que en el caso particular del TUBA fue encarnado en una inoperante, tendenciosa y ultra reaccionaria Dirección de Cultura de la Universidad del Estado.
Vayan, por favor, en pos del ensayo del Prof. Castilla y, si les cuadra, a la “entrada” de este Blog del domingo 14 de marzo de 2010, titulada “Dolorosa semejanza”, que anticipa la descripción de esos rasgos “de parentesco” que nos unen en el amor y en el dolor a los del TUBA y los estudiantes de Federico en la misma odisea contra la sinrazón de la barbarie.

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