Héctor Bianciotti, nacido en la provincia de Córdoba en 1930 y exiliado voluntariamente en Europa a mediados de los años cincuenta, huyendo (según sus propias palabras) de “la cacería política y la delación generalizada” del gobierno de Perón, fue un errabundo por los senderos de Italia y España, hasta que el destino le hiciera recalar en París, en 1961. No es para sorprenderse que en 1996 fuera elegido miembro de la Academia Francesa; su obra literaria merece con creces el ilustre sitial.
Estrené dos de sus traducciones de piezas de Ugo Betti: “La casa sobre el agua”, en 1959 y “El jugador”, en 1964 y uno de sus libros de recuerdos íntimos: “El paso tan lento del amor”, de 1995, se convirtió en mi incondicional compañero de soledad a partir de mi retiro de la vida teatral.
Hay en ese hermoso libro un pasaje que se adapta con demasiada precisión a la historia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires (el TUBA): “Si uno cuenta su vida -dice Bianciotti-, es porque no la ha vivido sino con vistas a contarla; se necesita haber adquirido el derecho”.
Cualquiera que recorra este Blog desde sus inicios, allá por febrero de 2010, se sorprenderá de que un olvidado grupo de teatristas universitarios, extinguido hace casi tres décadas, reaparezca ahora en el universo sin límites de la web con tantos testimonios narrados, visuales y sonoros de su trayectoria de nueve años como Centro de Drama.
Cómo es que teníamos tanto guardado para mostrar de nuestra existencia de nueve años...?
Evidentemente, SABÍAMOS en aquel momento que si no preservábamos con imágenes y grabaciones lo que estábamos haciendo, nuestra faena se perdería para siempre en el fárrago de cosas que la Universidad desecha permanentemente por “inservibles”: las maquetas, los trabajos prácticos, las tesinas, las investigaciones de laboratorio...todo va a parar tarde o temprano a esa fosa común que son los basurales.
La Dirección de Cultura, de la cual sólo “en apariencia” dependiámos, enviaba fotógrafos a sus esporádicos “actos culturales” en alguna Facultad, cuando actuaban León Gieco, Amelita Baltar o Los fronterizos. Las fotografías que aparecen en este Blog o en los fragmentos puestos en YouTube, las filmaciones (que se han perdido en su mayoría) o las grabaciones de funciones, charlas y sesiones de ensayos, todo ese material de archivo que hoy permite “revivir” una parte considerable de la historia del TUBA, fue obra de nuestra iniciativa, todo hecho con cámaras y grabadores rudimentarios, pero que sirvieron para salvar algo, al menos, del premeditado “olvido” que sobrevendría después.
Es como que toda aquella odisea de nueve años que fue mantener en actividad el TUBA, con tanto viento y marea en contra, la vivimos CON MIRAS A TENER QUE CONTARLA UN DÍA.
Como escribe Bianciotti: “necesitábamos adquirir el derecho”. Si él llega a leer estas líneas, seguramente estará de acuerdo con que lo adquirimos en buena ley.
domingo, 13 de noviembre de 2011
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