viernes, 25 de noviembre de 2011

EL RECONOCIMIENTO DE LA UNIÓN FEDERAL DE ESTUDIANTES HISPANOS HACIA “LA BARRACA” QUE LA FEDERACIÓN UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES NO OTORGÓ AL TUBA

El acta fundacional del Teatro Universitario “La Barraca” cita entre sus normas de funcionamiento que el comité directivo estaría presidido por la Unión Federal de Estudiantes Hispanos (U.F.E.H.), una entidad equivalente a lo que representa en Argentina la FUBA (Federación Universitaria de Buenos Aires), principal herramienta de organización y participación de los estudiantes de la UBA.
De comienzo (año 1931), “La Barraca” contó con el apoyo del Ministerio de Instrucción Pública de la República y de la Unión Federal de Estudiantes Hispanos. Tres años más tarde, en febrero de 1933, Federico García Lorca (creador de “La Barraca”) recibe una carta con membrete de la U.F.E.H., firmada por Arturo Sáenz de la Calzada, en la que le dicen:

“Valencia, 7 de febrero de 1933
Abadía San Martín 10
Sr. D. Federico García Lorca
Madrid
“Muy Sr. mío: En la sesión celebrada por este Congreso Ordinario de la U.F.E.H., el día 6 del corriente, se acordó por unanimidad y a propuesta del Comité Ejecutivo de la Unión Federal, concederle un voto de Gracias por la brillante labor artística realizada por Ud. al frente de nuestro Teatro Universitario La Barraca. La Mesa del Congreso tiene el honor de comunicarle el acuerdo, saludándole afectuosamente.”.
Durante los años de la dictadura militar en la Argentina la FUBA estuvo prohibida, por lo cual cuando al Teatro Universitario de Buenos Aires se lo comenzó a identificar popular y periodísticamente con la sigla “TUBA”, desde la Dirección de Cultura de la UBA surgieron voces de alarma, (y sucesivos intentos de “disuación”), para que dejásemos de cobijarnos bajo un nombre que tanto (según ellos) nos “comprometía”, al vincularnos con “esos zurdos revolucionarios de la FUBA”.
No sería de extrañar que cuando a partir de nuestra quinta temporada de vida, desde el Rectorado de la UBA llegó la orden de cambiar nuestro primitivo nombre: Teatro Universitario de Buenos Aires (puesto por nosotros mismos a partir de la temporada en el Cervantes, en mayo de 1976, a un año de existir sin nombre alguno), por el de “Teatro DE LA Universidad de Buenos Aires”, haya sido con la única y perversa intención de “desfigurar” la sigla TUBA por una menos asociable a la de FUBA (por ejemplo: “T.D.L.U.B.A.”, lo que hubiera sido un verdadero disparate).
Anécdotas aparte, lo cierto es que cuando el TUBA se cierra en junio de 1983, debido a mi renuncia y a la de todos sus integrantes de ese momento (los pormenores de esta decisión están abundantemente narrados a lo largo de este Blog en sucesivos capítulos), en mi intento por encontrar eco a nuestras demandas de reconocimiento y una posible continuidad libre de tantas amenazas, menoscabos, censuras y detracciones, como habíamos sufrido a lo largo de nueve años seguidos, emprendí la campaña de enviar cartas a montones de personas y lugares.
Una de esas cartas fue dirigida a la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), restituída a la actividad por el gobierto del Dr. Alfonsín. Era muy extensa (como todo lo que acostumbro a escribir, quizá porque puedo explayarme sin temor a revelar “secretos inconfesables”), pero nunca me fue contestada. A la FUBA proscripta por la dictadura, debo suponer, no le convenía salir en favor de un teatro universitario que, pese a ser conocido como “el TUBA”, había podido existir “con tranquilidad” durante la dictadura.
No hubiera pretendido que los de la FUBA me concediesen a mí, en particular, un voto de “Gracias”, similar al que el comité directivo de la U.F.E.H. le había concedido en 1933 a Federico García Lorca por “la brillante labor artística realizada al frente de La Barraca”.
Sí confieso que me hubiera enaltecido mucho, en aquel momento de absoluta derrota, recibir de los jóvenes de la FUBA el testimonio de su RESPETO por haber soportado tanta tortura moral, día tras día, durante aquellos hermosos pero sangrantes nueve años del TUBA y la promesa de ponerse de lado de quienes me sucediesen, con toda su potente e indoblegable capacidad de lucha, para lograr que el Teatro de la Universidad de Buenos Aires siguiese existiendo, Y EXISTIENDO BAJO LA SIGLA “TUBA”, nunca más basureado por funcionarios y empleadas de una Dirección de Cultura deforme, malévola y para colmo, ignorante.

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