domingo, 28 de febrero de 2010

SOBRE LA "SUPRESION" DE LA HISTORIA

Me produce mucha tristeza comprobar que todo ese trabajo que significó mantener activo durante nueve años seguidos al Teatro Universitario de Buenos Aires (el TUBA) se haya perdido en el peor de los olvidos, destruido con ensañamiento por los que vinieron después a reinventar el teatro en la Universidad, autocaratulándose como “teatro de la primavera democrática”, como si el teatro eterno, el de Tespis, el de Tabarín, el de Bertolt Brecht o el que hicimos en la Argentina entre 1974 y 1983 hubiese tenido algo que ver con los despotismos, las inquisiciones y los genocidios que siempre, en todas las épocas, trataron de hacerlo desaparecer y sepultarlo en el olvido, como los griegos sepultaron a Troya con su imperialista y avasallador poderío.
Me cuesta escribir esto, porque al hacerlo me siento como si fuera alguien que reniega de la democracia, pero al mismo tiempo no puedo menos que preguntarme: Qué hice yo, que hicieron las chicas y muchachos del TUBA, como para que la democracia haya renegado de nosotros...?.
Horroriza ver ese video que la televisión pasa muy a menudo, en el que se niegan las desapariciones durante la dictadura, diciendo: “No están, son desaparecidos, eso es todo; no están”, como si quien lo afirma no hubiera sabido nunca nada de la cuestión. Al cabo de estos veintisiete años en los que no hubo más un teatro de repertorio como el TUBA en la Universidad, es imposible no suponer que si las autoridades universitarias de hoy se dignasen contestar (algo que nunca han hecho), lo harían con la misma hipócrita negación.
Sin ir más lejos, en agosto de 2006 salió un libro, publicado por el Centro Cultural de la Cooperación, con una serie de trabajos coordinados por Jorge Dubatti sobre el tema “Teatro y producción de sentido político en la postdictadura”.
Dentro del volumen de 192 páginas hay once dedicadas al “teatro en la dictadura y sus proyecciones en el presente”. Convengamos que el TUBA, creado a mediados de 1974 y cerrado en junio de 1983, existió durante la dictadura (cual sería la intención de negarlo...?); sin embargo, en las once páginas de ese artículo sobre “El teatro en la dictadura” no se lo menciona, ni bien ni mal.
Esto prueba que para la cultura de la postdictadura, el TUBA no existió. Fue lisa y llanamente suprimido de la historia de la Universidad de Buenos Aires.
Alguna vez se dijo que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla; si es así, tengo el consuelo que, por causa de ese premeditado olvido, alguien repita en el futuro la historia del TUBA y ojala lo hagan cuando yo ya no esté, porque de lo contrario, aparte de alegrarme, voy a sentir mucha envidia por no ser ya joven como para “engancharme” en esa nueva historia.

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