domingo, 28 de febrero de 2010

GRACIAS POR LAS CONTRADICCIONES

Había que aceptar que la ajetreada vida del TUBA no era para todos; que el teatro es de por sí una actividad extenuante, que pone en juego todas las reservas físicas y emocionales de un ser humano y que para colmo de males, el TUBA era un teatro donde las precariedades rebalsaban todos los límites de la tolerancia. Una vez ingresado al escenario, ningún actor podía ir al baño hasta que no finalizase la función y se hubiera retirado el último espectador, ya que los únicos baños disponibles estaban en el pasillo de entrada a la sala y eran los mismos que podía utilizar el público. Cuántas veces algún espectador tempranero al entrar al baño de hombres, se encontró con una señorita vestida a la usanza griega o con ropa típica de una “percanta de arrabal”, dando los últimos toques a su maquillaje...
En 1978, “Comedia de errores” y “Relojero” (Shakespeare y Discépolo juntos…qué yunta…!!!) formaron parte de un ciclo de funciones que el TUBA hizo en la Facultad de Derecho, en su elegante salón auditórium. Fue muy curioso lo que sucedió la tarde en que llegamos con todos los bártulos de “Relojero” y su enorme decorado corpóreo arriba de un camión alquilado, a la misma hora en que en el Aula Magna de la facultad había una jura y estaban llegando señoras ataviadas con elegantes vestidos largos...
También recuerdo con nitidez lo que fue la salida, bajando por la explanada hacia Figueroa Alcorta, en una madrugada enrarecida por una espesa niebla. Tirado en el piso del camión junto a mis jóvenes camaradas del TUBA sentí el impulso de mirar hacia lo alto, hacia el inmenso vacío blancuzco de esa noche un tanto fantasmagórica y dije “Gracias” para mis adentros. Estaba viviendo la mejor vida posible para un hombre de teatro, que era esa vida del TUBA, tan llena de vehementes contradicciones y nada ni nadie me haría desistir de seguir haciéndola hasta la muerte... (Desgraciadamente, no pudo ser así).

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