martes, 7 de febrero de 2012
LA RELATIVIDAD DE LOS NÚMEROS... LA IMPORTANCIA Y EL VALOR DE LOS HECHOS...
Experimento cierta incomodidad, cierto pudor, cada vez que a lo largo de este Blog que narra en forma dispersa la historia de nueve años de labor en continuidad del TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES, necesito apoyarme en la mención de algunas cifras para intentar demostrar la validez de esa experiencia, a la que la Universidad de Buenos Aires prestó su emblema y de la que reclamó pertenencia (exigiendo que cambiase su nombre de origen de 1974 por el de “Teatro DE LA Universidad de Buenos Aires”, a partir de 1979), pero desentendiéndose de su derrotero y ejerciendo inexplicables detracciones, censuras y maniobras disolutivas hasta lograr su extinción, en 1983.
He dicho repetidas veces a lo largo de los 208 capítulos (o “entradas”) con que ya cuenta este Blog y que parten de febrero de 2010, que fueron unos 1.600 los jóvenes que participaron en el TUBA; que se montaron más de 100 espectáculos de repertorio; que se hicieon 1.163 representaciones con acceso libre y gratuito para el público en general; que hubo un promedio de 38.000 espectadores por temporada... Lo cierto es que ninguna de esas cifras es hoy comprobable en grado de exactitud, más allá de una relativa aproximación basada en honestas y bien fundadas conjeturas.
Hubo una inscripción inicial que acudió al llamado hecho en las facultades de la UBA para “integrar un futuro Teatro Universitario de Repertorio”, que rondó los 300 postulantes, que poblaron con su avidez participativa la cancha de pelota del último piso de Corrientes 2038 en noviembre de 1974, pero que la Dirección de Cultura de la Universidad se encargó de desalentar, imponiéndoles un paréntesis para el regreso recién “a fines de marzo del siguiente año”, con lo cual es probable que de aquellos primeros 300 sólo quedaran alrededor de 100, que fueron los que participaron del primer espectáculo del TUBA: la cabalgata evocativa del sainete rioplatense, en mayo de 1975, en la sala “Enrique Muiño” del Centro Cultural San Martín.Algo similar debió haber sucedido con los siguientes llamados a sumarse a los talleres actorales y artesanales del TUBA en los siguientes ocho años (1975 – 1982). Me consta, porque los entrevisté a todos y cada uno en Corrientes 2038, asistí a sus audiciones de prueba (no eliminatorias) cada verano a partir de la tercera o cuarta temporada del TUBA y llegué a enterarme de lo mal que se los trató al concurrir a las oficinas de Cultura en la calle Azcuénaga para llenar el formulario de inscripción, que fueron unos 200 por año los que se interesaron por formar parte del TUBA.
La cifra de 1.600 es, pues, la resultante de estas deducciones, que no hay manera de ratificar, puesto que las planillas de inscripción quedaban en la Dirección de Cultura y seguramente fueron destruídas hace decenas de años (tal vez, en algunos casos, en forma casi inmediata a haber sido suscriptas; traten Uds. de imaginar por qué...).
Fueron en realidad 1.600...? Fueron menos...? Fueron más...?
El TUBA fue un lugar de convocatoria, de convergencia participativa; un laboratorio en cuyos talleres internos los jóvenes, contemporánneos de una época terrorífica, pudieron experimentar la vida de teatro en plenitud y proyectar su experiencia en una gigantesca afluencia de público, también jóven en su mayoría, tal como sólo se había dado, bastante tiempo atrás, en las mejores épocas del movimiento de teatros independientes y sus ilustres puntales: el Teatro del Pueblo, La Máscara, Nuevo Teatro, Fray Mocho, el Instituto de Arte Moderno...Respecto de las 1.163 funciones públicas del TUBA, puedo afirmar que la cifra es prácticamente real, porque consta en archivos en los que el TUBA registraba para sus “propias memorias anuales” (no las falsas “memorias” que presentaba la Dirección de Cultura al Rectorado).
Se sabe fehacientemente cuántas funciones se hicieron de cada uno de los espectáculos de repertorio que el TUBA presentó en la sala de Corrientes 2038, pero sólo con cierto grado de aproximación cuántas funciones más se hicieron en centros culturales barriales, aulas magnas de facultades, bibliotecas, parroquias, universidades del interior y teatros oficiales (el Cervantes, el Regio de Colegiales, el Auditorium de Mar del Plata, etc.).
Deben haber sido bastantes más, pero hablar de 1.163 funciones realizadas (“Una cifra para sacar pecho”, como dijo poco antes del cierre del TUBA, desde el escenario del Cervantes, Don Emilio A. Stevanovich), no es dato para nada alejado de la verdad. Por lo general los elencos universitarios no se presentan sistemáticamente todos los fines de semana del año, como lo hizo el TUBA a partir de su segunda temporada de vida y a lo largo de los ocho años siguientes, lo cual revela un promedio anual de 140 funciones por temporada. ¡Vaya que importa poco si fueron 1.163 exactamente o algunas cuantas más (menos imposible) en tan inusual “raid” de presentaciones...!!!.Al hablar de “unos 100 espectáculos montados por el TUBA” no se busca magnificar una tarea productiva que para un Centro de Drama carente en absoluto de apoyo presupuestario, como lo fue el TUBA, ya sería suficientemente significativa si la cifra fuese menor.
Obviamente, se sabe con exactitud cuántas fueron las obras completas puestas en escena y exhibidas por el TUBA, que fueron 49. Pero sumando las reposiciones de algunas de esas obras con nueva presentación escénica; los recitales y fragmentos de obras con montaje de escenografía y vestuario y las obras breves que integraron espectáculos presentados bajo un título genérico (casos de “Chejoviana I y II”; “El avestruz acuático”; “El sainete rioplatense”; “Eterna Historia” o “La bohemia activa”), se arriba (y hasta se supera holgadamente), a la cifra global de “100 espectáculos montados”.Por último: el tema de los 38.000 espectadores por temporada. El cálculo más aproximado es el que surge de la cantidad de funciones hechas en Corrientes 2038, multiplicado por la cantidad de butacas con que contaba esa sala (250). Pero resulta que a las funciones del TUBA ingresaban, apretujadamente, unos 100 espectadores más en cada función, tirados en el piso, de pie a los costados, trepados en las tarimas del Coro Polifónico de Ciegos, al fonde de la sala o sencillamente, subidos al entrepiso, para disfrutar de la “vista panorámica” desde la ventanita de la cabina de luces.
Además, estaban las funciones periódicas en las aulas magnas y auditorios de las facultades. En Derecho, Medicina, Odontología, Ingeniería o Ciencias Económicas llegan a congregarse unos 800 o más estudiantes en cada representación que hacía el TUBA... (Qué hermoso “berenjenal” de gritos, vítores y cánticos en todas esas funciones para el estudiantado, en tiempos de severa represión...!).
Y después hay que tener en cuenta las actuaciones en grandes ámbitos, como el Teatro Cervantes (que en las funciones de “La suegra”, de Terencio o “Los cautivos”, de Plauto, estuvo colmado hasta las galerías superiores), o el Pabellón de las Américas, de la Universidad Nacional de Córdoba, con 2.300 estudiantes que asistieron en las dos funciones de 1981 o el Teatro Auditorium de Mar del Plata, donde se reunieron unos 1.200 espectadores en 1982 para ver “Stéfano”, de Discépolo y “El día que mataron a Batman”, de Daniel Hadis, o el antes llamado “Teatro de las Provincias”, del barrio de Colegiales (hoy conocido como “Regio”), una sala enorme donde no sabemos cuántos espectadores hubo durante los veinte días de representaciones de “La vida es sueño”, en 1979...Fueron 38.000 por temporada los asistentes al TUBA...?. Probablemente, muchos más según el año que se evalúe, pero la suma de 38.000 usada como “promedio” no es desacertada, si se considera que hace un total de 342.000 espectadores en las nueve temporadas, los que, sin pagar un sólo centavo, pudieron ver y aplaudir obras de un repertorio nacional y universal prácticamente ignorado por el resto de los teatros, oficiales y privados, de la ciudad de Buenos Aires y de la Argentina toda.
Entonces, dejemos las cifras en su fría y vana relatividad y vayamos a LOS HECHOS, que merecen otro tipo de consideración, más profunda, más esencialmente ontológica.
No está sujeto a demostración bajo estadísticas numéricas que hubo un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO en la Universidad de Buenos Aires a lo largo de nueve años consecutivos, que concretó uno de los mayores aportes (si no el mayor) en materia de investigación y divulgación del hecho escénico en la historia de esa Casa de Altos Estudios; que fue llevado a cabo por jóvenes universitarios de las más diversas carreras, en forma altruísta y desinteresada; que congregó una corriente de público multitudinaria; que fue combatido y aniquilado por la desidia y el oscurantismo ideológico de una presunta “dirección de cultura” de la Universidad y que después de su cierre a mediados de 1983 no ha vuelto a ser recordado ni reeditado, manteniéndose en Democracia la misma proscripción que padeció en dictadura.
Ante la elocuencia de los HECHOS, las CIFRAS caen y se dispersan llevadas por el viento, como las hojas muertas en otoño...
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