EL JUEGO COMO DISCIPLINA ACTORAL Y EXISTENCIAL EN EL TUBA
A contramano con el deterioro natural del tiempo que transcurre, voy recogiendo testimonios acerca de la experiencia fuera de lo común que significó hacer vida de teatro en el TUBA, que confirman mi obstinada insistencia en lo que podría definirse como NECESARIO, IMPOSTERGABLE COMPROMISO ÉTICO de la Universidad de Buenos Aires para con la revalorización de esa historia.
El TUBA surgió en pleno auge de las escuelas de actuación que, como los consultorios psicoanalíticos, capitalizaron el afán (o la necesidad) de muchas personas sin vocaciones definidas o presas de determinados grados de desconcierto existencial, de conocerse y probarse, en aplicación práctica del milenario aforismo griego “gnothi seautón” o dicho en criollo: “Conócete a ti mismo”.
Desde los ya muy lejanos años de Galina Tolmacheva, ocasional alumna de Stanislavsky, fue notable el interés por “tomar clases de teatro” a partir de fines de la década del sesenta (estoy hablando del siglo XX, desde luego), con maestros cuyos métodos iniciarios en el oficio de la actuación dramática los proyectaron casi a la categoría de “gurúes”. Me refiero a la ejemplar Hedy Crilla, nacida en Viena y cercana en su juventud a creadores como Bertolt Brecht o Max Reinhardt, y a varios más cuyos cenáculos de formación actoral, por lo general herméticos, fueron elevados a la categoría de santuarios.
Ningún jóven que llegó a formar parte de mis espectáculos en esos años supo explicarme con términos concretos, en qué consistían las clases que durante varios años había tomado con uno o varios de esos “sagrados” maestros. De uno de ellos, reconocido mundialmente por sus trabajos de dirección, sus ex alumnos hacían coincidentemente referencia (en tono de profundo respeto y sin ningún dejo de burla) a “sus profundos, prolongados silencios”.
A partir de esta generalizada tendencia a llevar lo introspectivo a último grado, (un producto de importación, copiado de lo que Lee Strasberg había interpretado a su manera del nunca legitimado “método Stanislavsky”), ya no se podía emplear más (so pena de ser mirado con desprecio), el término “interpretar” referido a la creación de un personaje; había que trabajar sólo en pos de “internalizar” el personaje.
Vuelvo a lo que significó la aparición del TUBA en el contexto de propuestas para la iniciación en lo teatral, en aquel Buenos Aires ultra-psicoanalizado de mediados de 1974. Los grupos independientes, (fundamentalmente Nuevo Teatro, en el que varios de esos “maestros” habían empezado), ya no estaban, para albergar a los jóvenes en etapa de búsqueda realizativa.
El TUBA, con su ingreso libre e irrestricto a la práctica directa no sólo de la actuación, sino a la VIDA DE TEATRO como algo totalizador, posibilitó a cientos de jóvenes en etapa universitaria, cursando a lo mejor carreras que no habían elegido por convicción sino más bien por imposición de sus mayores, en una Universidad no propiciadora de encuentros interdisciplinarios (como lo son las norteamericanas o las europeas), volcar sus incertidumbres, sus energías no canalizadas y sus sueños en estado de nebulsa en un ámbito esencialmente COMUNITARIO, donde el aprendizaje no sólo del oficio actoral sino de muchos otros oficios (como el de serruchar maderas para decorados o coser largos metros de lienzo para telones), se hacía a modo de JUEGO, como los “festaiuoli” de la Comedia del Arte.
La definción de alguien que integró el TUBA cuando ya estaba en su etapa de disolución, a mediados de 1983 (me refiero al testimonio de Guillermo Filice Castro, que figura debajo de esta “entrada”), de que aquello fue “UNA EXPERIENCIA FUNDAMENTAL” en su vida, sumado a otros muchos testimonios anteriores de quienes formaron parte del TUBA durante años, meses o solamente pocos días, me anima a seguir bregando por la “legitimación” por parte de la UBA de su fértil trayectoria (no sólo teatral sino de VIDA), hasta conseguir (espero verlo) que nuevos jóvenes decididos a erigir un NUEVO TEATRO DE REPERTORIO en la Universidad de Buenos Aires, tomen sus abatidas banderas y las alcen con prepotencia, coraje y sobre todo, MUCHO ALTRUÍSMO (quiero decir: DESINTERÉS ECONÓMICO), contra los “realitys”, “los gran hermano” y “los bailando por cualquier cosa”, que están embruteciendo y envenenando de codicia a tantos inocentes ilusos.
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