lunes, 15 de diciembre de 2014
LOS TEATROS DE REPERTORIO NO DEPENDEN DE "HOMBRES PROVIDENCIALES"
Este un tanto excesivo Blog desmenuza en cientos de capítulos, a partir de febrero de 2010, la historia del que fue –hasta hoy-, el único TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO en la historia de la Universidad de Buenos Aires y también fuera de ella.
En efecto: no hay noticias de que haya existido en la Capital de la República Argentina un Centro de Drama universitario de tan extensa trayectoria en continuidad (nueve años), que haya producido tanta cantidad de espectáculos (más de cien), de los que espectadores de todos los sectores sociales de la comunidad (y también del interior del país) fueron beneficiarios, ya que el acceso a esos espectáculos fue siempre LIBRE y GRATUITO.
Pues bien: escondidos en la densidad de este Blog hay muchos testimonios sonoros, rescatados de lo que quedó de grabaciones de muchas de las 1.163 representaciones que llevó a cabo el TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (TUBA) en sus nueve años de vida y también hay charlas, conferencias, reportajes radiales y clases abiertas, que prueban en forma indubitable hasta dónde el TUBA llegó a ser –por obra de su propio accionar-, un organismo de investigación y divulgación del hecho teatral, que no mereció quedar aprisionado en la temporalidad terrorífica de la época que padeció la Argentina, por mera cuestión de “contemporaneidad”.
Si alguien que merodee por los vericuetos de este Blog se acerca al capítulo (o “entrada”) del 13 de ABRIL de 2010, encontrará (bajo el título: “LA CHARLA RADIAL CON EDUARDO VEGA, EN LA QUE SE CUENTAN MUCHAS COSAS SOBRE EL TUBA”) un reportaje que me hiciera en 1982, por LRA-Radio Nacional, el profesor Eduardo Vega, por entonces Sub-Director de la Dirección de Cultura de la que el TUBA (aparentemente) dependía.
Eduardo Vega era por entonces un veterano funcionario de la Universidad y fuera de ella, un afamado director teatral, caracterizado por poner en escena espectáculos de muchísimo éxito comercial, como “Boeing-Boeing”, con Ernesto Bianco y Osvaldo Miranda o “Las mariposas son libres”, con la célebre Susana Giménez.
Al promediar el reportaje, durante el cual Vega me permite explayarme “largo y tendido” sobre cómo se formó el TUBA y su difícil pero fructífero derrotero, hay una frase de él que voy a transcribir aquí textualmente y que dice: “ES INNEGABLE QUE OCHO AÑOS DE “SUPERVIVENCIA” DE ESTE TEATRO, MARCAN UN SALDO TREMENDAMENTE POSITIVO. COMO VIEJO FUNCIONARIO DE LA UNIVERSIDAD, YO RECUERDO MUCHOS INTENTOS QUE HUBO RESPECTO A HACER TEATRO EN LA UNIVERSIDAD, PERO TODOS ELLOS MORÍAN, NO EXISTÍAN MÁS QUE UN BREVÍSIMO TIEMPO, PORQUE CREO QUE FALTABA EL HOMBRE CLAVE PARA PODER LLEVARLOS A CABO”.
Si Eduardo Vega se estaba refiriendo a mí, como el “hombre clave” que había podido lograr que el Teatro en la Universidad “sobreviviese” ocho años (y llegó a sobrevivir uno más, hasta que la derrota fue definitiva), estaríamos ante la desconcertante evidencia de que, sin Ariel Quiroga al frente, no puede pensarse en que, tras estos irrecuperables 31 años de no existir, pueda llegar alguna vez a funcionar de nuevo un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, dentro de los claustros de la Universidad de Buenos Aires…
Voy a escribir una expresión un tanto grosera, pero no me sale otra: “¡NO ME JODAN…!!!”
Yo pude haber tenido la resistencia como para soportar nueve años todas las afrentas y humillaciones que una “dirección de cultura” de una Universidad facciosa me prodigó con saña digna de mejor causa… pero no estuve solo. Solo nadie puede hacer nada y menos construir y llevar adelante un teatro. Desde los griegos hasta las congregaciones nómades de Lope de Rueda y Moliere y sin dejar de mencionar a los grupos independientes, como Fray Mocho, el Teatro del Pueblo de Leónidas Barletta, La Máscara o Nuevo Teatro… hasta llegar a nuestro esforzado TUBA, los logros y el aguante, LA RESISTENCIA, sólo se concretan ENTRE MUCHOS.
El TUBA fue una congregación de voluntades jóvenes, que desafió las censuras y persecuciones que imperaban en la Universidad que le tocó en suerte. Por eso reniego del argumento de que en la Universidad no hubo TEATRO DE REPERTORIO durante estos 31 años posteriores al TUBA, porque falta un Ariel Quiroga que lo impulse y lo sostenga.
Si no lo hubo (y sería terrible pensar que no lo habrá) es porque faltan agallas; voluntad para revolcarse en la mugre y para salir a recorrer caminos a la intemperie, como lo hizo hidalgamente “La barraca” de García Lorca y también heroicamente el TUBA durante casi una década.
¡A arremangarse, jóvenes y no tan jóvenes que cuentan hoy con las instalaciones pulcras del Centro Cultural Rojas…! En sus ampliados edificios o en cualquier gimnasio o aula o depósito que encuentren, aunque esté lleno de basura y libros abandonados (como encontramos nosotros el gimnasio del último piso de Corrientes 2038 en 1980), HAGAN TEATRO DE REPERTORIO, TODOS LOS FINES DE SEMANA DEL AÑO, CON ACCESO LIBRE Y GRATUITO Y DEJEN DE TEORIZAR, AL MENOS POR UN TIEMPO…!!!
Jean Louis Barrault lo decía tan claramente: “LA TEORÍA NO ES NADA DIFÍCIL… PERO MÁS FÁCIL AUN ES LA PRÁCTICA”.
Ya no me quedan más palabras para defender aquello que fue el TUBA. Toda su historia grande y pequeña está contenida en este Blog. Se puede empezar a leerlo por cualquier parte, porque no he seguido un hilo de continuidad al elaborarlo. Es una bitácora de recuerdos y testimonios, volcados a medida que algún hecho del presente me lo motivaba, en un tiempo de mi vida de ostracismo y meditación, en la ciudad elegida para terminar mis días: Mar del Plata.
El pequeño video que voy a insertar a continuación refleja algo de lo que fueron dos de los espectáculos clásicos del TUBA que significaron sendos trabajos de investigación, algo que por lo corriente los elencos armados en cooperativa, de transitoria existencia, no llegan ni siquiera a intentar.
“EL ATOLONDRADO o LOS CONTRATIEMPOS”, de Moliere, en 1979 y “FEDRA”, de Jean Racine en 1980, enfrentaron al TUBA con dos estilos de plasmación escénica absolutamente opuestos: el austero clasicismo de “FEDRA” (que no llegó a entusiasmar, como era habitual, al público del TUBA) y el desborde farsesco de “EL ATOLONDRADO”, que generó risas a granel, al punto que no sabíamos qué hacer para contener al enorme caudal de espectadores que se apiñaban por ingresar a nuestra pequeña sala de Corrientes 2038.
¡Lo que fue aquella función de “EL ATOLONDRADO” en el enorme hemiciclo del Aula Magna de la Facultad de Odontología, un día antes del estreno de “LA VIDA ES SUEÑO”, de Calderón…! Cientos de jóvenes estudiantes, tal vez futuros odontólogos, que esa noche participaron de una celebración descomunal, de una algarabía incontenible, aplaudiendo cada frase de un texto ingenioso como pocos, en el que –como es habitual en Moliere-, “no queda títere con cabeza” en la crítica feroz hacia todos los “malandrines” de una sociedad que tolera a los corruptos porque la corrupción forma parte de sus raíces.
¡Cuánto se atrevía a denunciar el TUBA, por boca de autores valientes como Moliere…!!!
LO QUE ALEJANDRA BOERO DECÍA EN EL FINAL DE "SOPA DE POLLO"
Alejandra Boero decía una frase, en el final de “Sopa de pollo”, de Arnold Wesker, que era más o menos así: “Si el electricista que viene a cambiar los tapones hace saltar toda la instalación, no por eso voy a renunciar a la electricidad”.
Traigo a colación este recuerdo, para tratar de entender por que razón la Universidad de Buenos Aires, en estos treinta y un años que han transcurrido desde el cierre del TUBA (junio de 1983), ha negado toda posibilidad de una restitución a la vida activa de aquel Centro de Drama que tanto investigó y concretó –como fruto de tales investigaciones-, en el terreno del quehacer escénico de todas las épocas, estilos y corrientes estéticas y filosóficas del drama representado.
Por un lado, quiero dejar de cuestionar el libro de Mariano Ugarte sobre la historia del TUBA, que acaba de ser presentado hace pocos días en Buenos Aires y al cual ya me he referido en extenso en capítulos precedentes de este Blog.
Mariano Ugarte se formó ideológicamente, como toda su generación, en la hoy fortalecida e inabolible Democracia en nuestra República Argentina. Como periodista militante, debo admitir que su enfoque de la historia del TUBA debía –necesariamente-, centrarse en las circunstancias sociopolíticas del período en el que ese Teatro de la Universidad existió: 1974 a 1983, años siniestros en los que desde el Estado se persiguió, secuestró y asesinó a decenas de miles de jóvenes, por el mero “delito” de pensar distinto.
Lo que sí necesito seguir cuestionando es esa decisión de la Universidad de Buenos Aires de abolir un organismo cultural que llevaba construída una historia de nueve años, con mucho esfuerzo y dedicación infatigable, a través del cual la UBA se ubicó a la par de las Casas de altos estudios del resto del mundo, que arrastran tradición de siglos en material de centros de investigación dramática.
La labor cumplida por el TUBA no puede ser negada bajo ningún concepto. Tampoco es admisible que una fuente del saber como lo es la Universidad de Buenos Aires considere “anacrónica” o “prescindible” esa labor, como para que se llegue a afirmar que “lo que se empezó a hacer a partir de la creación del Centro Cultural Rojas –en el mismo edificio donde había estado el TUBA-, es “mejor”, “más moderno” o “más revolucionario”.
El TUBA dió a conocer por vez primera en castellano en la Argentina la tragedia “FEDRA”, de Jean Racine y encima en una traducción realizada dentro de sus propios talleres.
El TUBA estrenó obras de muchos autores que jamás se habían exhibido en ningún proscenio de Buenos Aires, ni profesional ni vocacional. Respecto de los autores cito solo los que en este instante me vienen a la memoria: Alexander Pushkin (“Mozart y Salieri”); Junji Kinoshita (“La grulla crepuscular”); Oscar Wilde (“Una tragedia florentina”); Terencio (“La suegra”); Menandro (“El díscolo”); Henri Mürger (“Escenas de la vida bohemia”); Gabor Vaszary (“Los gorriones”); Georg Büchner (“Leonce y Lena”)…
En cuanto a otros autores, más frecuentados sobre todo por los teatros oficiales, como Ramón del Valle-Inclán, Henrik Ibsen, Luiggi Pirandello, Esquilo, Sófocles, Calderón de la Barca, Anton Chéjov, Lope de Rueda, Moliere o Shakespeare, el TUBA aportó títulos que también fueron “novedad absoluta” para el público argentino. En el caso de Chéjov fue la escenificación (hecha también en los talleres internos del TUBA), de varios de sus cuentos, como “La novela del contrabajo”, “Una corista”, “El malhechor” o “Un caracter enigmático” y respecto de los demás que he mencionado, merecen recordarse los “hallazgos” de “El atolondrado o Los contratiempos”, primer obra firmada por Moliere con ese seudónimo; “La marquesa Rosalinda”, de Valle-Inclán; “La noche de San Juan”, de Ibsen o “Las coéforas”, de Esquilo.
Y habría mucho más para avalar la aseveración de que el TUBA fue un centro de investigación dramática a la altura de la prestigiosa Casa de altos estudios que le dió su nombre: el de TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES. Me refiero a todo lo que se hizo en material de reconstrucción de los orígenes del teatro rioplatense: las obras de Nemesio Trejo, Ezequiel Soria, Roberto Cayol, Francisco Defilippis Novoa, Carlos Mauricio Pacheco, Alberto Novión, José González Castillo, Florencio Sánchez, Alberto Vaccarezza, Armando Discépolo… más los “descubrimientos” de nombres y obras contemporáneos en ese momento, como Alberto Wainer y su “Correte un poco”, que en dos diferentes temporadas logró enorme repercusión en la juventud; Martha Lehmann, con “La ofensiva”, que debió mantenerse en cartel todo un año y “El velo”; Enrique Wernicke, con sus “aparatos” (como definía a sus ácidos sainetes): “El grabador”, “El tirabuzón”, “La cama”, “El poeta”; Juan Carlos Ghiano y sus “ceremonias de la soledad y el miedo”: “Los testigos”, “Los extraviados” y “Pañuelo de llorar”; Leopoldo Marechal y su vigente “Antígona Vélez” y también –cómo pasarlo por alto…!-, Hugo Daniel Hadis, estudiante de derecho e integrante del TUBA que en 1982 promovió verdaderos desbordes de euforia y entusiasmo con su “El día que mataron a Batman”, que inauguraba la posibilidad de una dramática emergente del propio seno del TUBA, a la que habría de seguir en la temporada de 1983, que quedó inconclusa, “El descenso a la verdad o Los Augustos”, de otro integrante del TUBA y profesor de Letras: Gustavo Manzanal.
Hablando de profesores de Letras: Me gustaría que este capítulo llegase al conocimiento del cuerpo de profesores de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y que una vez leído por todos ellos, pudiese yo (a mis casi 75 años) tener una reunion informal, café mediante, en la que me limitaría a hacerles una sola pregunta: “¿CONSIDERAN USTEDES, SEÑORES PROFESORES, QUE AQUEL TEATRO DE LA UNIVERSIDAD QUE EXISTIÓ ENTRE 1974 Y 1983… NO MERECIÓ SEGUIR EXISTIENDO A LO LARGO DE ESTOS TREINTA Y UN AÑOS QUE HAN TRANSCURRIDO DESDE QUE LOS QUE LO SOSTENÍAMOS NOS VIMOS PRECISADOS A CERRARLO, POR ACUMULACIÓN DE HOSTIGAMIENTOS Y DETRACCIONES…?”.
No se trata de seguir cuestionando o relativizando lo que se hace en el Centro Cultural Rojas en material de teatro… Tampoco quiero volver a la carga contra el libro de Mariano Ugarte, por el hecho de haberse abocado a analizar lo que fue el contexto sociopolítico dentro del cual –sin tener nada que ver, por cierto-, al TUBA le tocó existir.
Se trata de que alguien, con saber y fundamentos como para aseverarlo, me diga lo que un Director de Cultura, ya fallecido, me dijo hace unos cuantos años, cuando le fui a pedir que se reabriera el TUBA: “ESO QUE USTEDES HACÍAN A NOSOTROS, AHORA, NO NOS INTERESA”.
O lo contrario: “ESO QUE USTEDES HACÍAN, NUNCA DEBIÓ HABER DEJADO DE INTERESARLE A LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES”.
Vuelvo al final de “Sopa de pollo”, de Wesker y al parlamento que recitaba con maestría Alejandra Boero:
“Si el electricista que viene a cambiar los tapones hace saltar la instalación… no por eso voy a renunciar a la electricidad”.
El TUBA fue la corriente eléctrica que iluminó en el terreno del drama representado, los nueve años que a duras penas logró existir, en una época de oscuridad absoluta en la República Argentina. ¿Valió la pena renunciar a esa fuente de luz, por la tontería de confundir CONTEMPORANEIDAD con COMPLICIDAD…?
El video que cierra este capítulo –y que seguramente ha de estar en capítulos precedentes de este Blog-, muestra las imágenes de la mayoría de las producciones que el TUBA concretó a lo largo de las 1.163 representaciones de su historia y que el paso del tiempo no ha logrado vencer, porque son imágenes de un estilo universalista de teatro de repertorio que no pasa de moda, porque siempre tendrá algo que decirle y enseñarle a la Humanidad.
lunes, 8 de diciembre de 2014
“DÉJALO IR…” O “DÉJENLO SER” AL TUBA…?
A propósito de la presentación de su libro sobre la historia del TUBA y de mi ausencia en el acto de tal presentación, Mariano Ugarte me escribió hace unos días: “Ariel: en algún punto considero que al TUBA no lo querés dejar ir”.
Es evidente que hace mucho que lo dejé ir, no solo al TUBA sino a todo otro proyecto de teatro en mi vida. Mi último “acto teatral” fue en octubre de 1989, con una charla sobre los orígenes del mito clásico del que surgió el hecho teatral, en el Teatro Nacional Cervantes.
Lo que –con seguridad-, no quiero dejar ni dejaré ir nunca es la convicción respecto de lo que significó el TUBA en su tiempo y lo que significaría que algo parecido al TUBA hubiese surgido en los 31 años que van desde su desaparición y existiera en la actualidad.
Estamos atravesando la última etapa del año 2014. Por esta misma época, hace cuarenta años, se estaba gestando y llevando a cabo la propuesta de crear un Teatro Universitario de Repertorio en la Universidad de Buenos Aires. Todo eran confusos balbuceos. Yo llevaba muchos años haciendo “vida de teatro”. Había montado para entonces una veintena de obras de autores trascendentes: Michel de Ghelderode, Thierry Maulnier, Césare Pavese, Jean Anouilh, Christopher Fry, Victor Hugo, Oscar Wilde, Georges Schehadé, Giovanni Testori, etc.); había formado grupos y hasta construído teatros (como cuando entre 1965-1967 construímos el Apolo, los más de cien jóvenes que formábamos las huestes de Nuevo Teatro, a las órdenes del heroico Pedro Asquini y la heroica Alejandra Boero). Sin embargo no tenia la menor idea de cómo se ponía en marcha un Teatro Universitario de Repertorio dentro de los fríos claustros de una Universidad del Estado. Iban llegando decenas de jóvenes alumnos de todas las carreras. Cuando se enteraban que no era un curso de actuación, la mayoría se iba. ¿Qué era eso de “erigir” un teatro…?, que fue lo que yo propuse en la reunion inicial ante unos 240 postulantes, en el gimnasio del último piso de Corrientes 2038, a fines de 1974. Los cursos de actuación siempre estuvieron de moda; lo recomiendan los psicoanalistas, para liberar tensiones o descubrir cosas muy escondidas dentro de uno mismo. Pero en un TEATRO ACTIVO (como lo fue el TUBA), no solo hay que actuar; hay que construir decorados, a menudo con maderas viejas y telas remendadas; hay que pasarse las horas y los días buscando material de investigación sobre autores y épocas, en las bibliotecas; hay que usar mucho la escoba para barrer la sala antes que ingrese el público y pasarle una franela a las butacas destartaladas que tenia la sala de Corrientes 2038 en los años del TUBA; hay que concurrir a hacer funciones aunque se tenga fiebre o diarrea; hay que salir de gira por los puebluchos y pasarse noches enteras sin dormer, porque los ensayos generales, previos al estreno, se sabe a qué hora empiezan pero no a que hora terminan; hay que convivir con la compañera o el compañero con quien se ha vivido una situación amorosa que no concluyó bien; hay que pintar, serruchar, hacer hoy un rol protagónico y mañana un escudero que sostiene una lanza pero no habla. ¡Ah… y no estar dando nunca una sola obra…!!! En el TUBA llegamos a tener hasta seis espectáculos, con decorados corpóreos, montados y exhibidos en alternancia, en un mismo fin de semana. Ese es el mejor entrenamiento para un integrante de un TEATRO DE REPERTORIO: hacer a la tarde una obra de época y a la noche una que transcurra en la actualidad; un clásico como Moliere o Calderón y un contemporáneo como Ionesco, Sartre o Tennesee Williams. Sartre no se pudo haber hecho jamás en los tiempos del TUBA, pero ahora, en esta definitiva Democracia en nuestra Argentina… ¡qué deleite poder hacer Sartre, o Cortázar, o Cossa o Arthur Miller… todos esos autores que nos censuraban y nos prohibían, porque decían los muy imbéciles que “propendían a la infiltración marxista”, como cuando, con ese abstruso argumento, nos prohibieron “Woyzeck”, de Georg Büchner, a la tercera representación, en 1978…!!!
El temple, el estoicismo, la resistencia física y el sentido del deber hacia los demás, no se practican en las clases de teatro, como obligadamente se tienen que practicar en un TEATRO DE REPERTORIO.
Yo ya no podría volver a estar, pero muchos de los que estuvieron dentro del TUBA sí están a tiempo para intentarlo, todavía. Un Gustavo Manzanal, que hace teatro con chicos de la secundaria; los teatristas que llevan a cabo sus experiencias dentro del Rojas; los que siguen arriesgando proyectos en zaguanes o bibliotecas… Intentar que vuelva a existir el TUBA, seguramente distinto a aquel que fue (toda experiencia es irrepetible y es preferible que sea así), pero un TUBA donde los jóvenes de hoy puedan nutrirse de aquella travesía reveladora, exaltadora, que a tantos nos “vació para colmarnos” (cito a Grotowski), en aquellos tinglados mugrientos de Nuevo Teatro, o de las carpas municipals a la intemperie o de los sótanos con olor a humedad de tantos grupos independientes… y que durante nueve fatigosos pero descomunales años reeditó el TUBA, combatido a diario por una Universidad tendenciosa, pero rebelde e inconformista hasta la última hora, aquella del 5 de junio de 1983 cuando nos dimos el lujo de desmantelar lo que con pasion a lo loco habíamos creado, porque estábamos hartos de que nos basureasen.
¿Cómo se genera hoy un TEATRO DE REPERTORIO en una Universidad…? Yo les puedo contar cómo, a tientas, equivocándome paso a paso, generé aquel Teatro de la Universidad de Buenos Aires que fue un auténtico TEATRO DE REPERTORIO… pero no les puedo aconsejar cómo hacerlo hoy.
Cálcense la ropa de trabajo más sucia y rota que tengan; convoquen a alumnos de medicina, de dercho o de ciencias económicas a “erigir” un teatro; busquen esas obras “zarpadas” de Plauto, de Terencio o de Lope de Rueda, que tienen tanta actualidad cuando se burlan de los que gobiernan, de los amarretes o de los codiciosos; encuentren un tablado, lo más cercano al alcance de los que no pueden pagar una entrada para ver un musical fastuoso, importado de Broadway, y armen un primer REPERTORIO, “mal pero de prisa”, como decía Barrault y canten a coro desafiantes, el ditirambo de la Celebración del milenario pero siempre joven Arte de la Escena.
Yo, el viejo anacoreta Ariel Quiroga, ya no tendré nada para seguir escribiendo en este Blog, lamentando que el TUBA no exista más. Como me pide Mariano Ugarte, podré dejarlo ir definitivamente. Es porque otro TUBA, renovadamente joven, ha regresado y esta vez para quedarse.
viernes, 5 de diciembre de 2014
EL FUTURO ROBADO
El libro de Mariano Ugarte sobre el TUBA fue presentado. Entre Mariano y yo todas las “discrepancias” están aclaradas. Su extenso mensaje de ayer, que me pide no trasladar a este Blog, es un sólido testimonio de respeto y convicciones. Y yo, que siempre busqué en los jóvenes que me tocó formar y conducir en el mundo del teatro, el respeto por mis indoblegables convicciones, no puedo hacer otra cosa más que concederle a Mariano Ugarte, convencido hasta el tuétano de su enfoque de lo que fue el TUBA, mi respeto por su trabajo y renovar mi admiración por su valiente tosudez.
Subsiste otra cuestión, ajena por completo al libro de Mariano y que merece ser puesta hoy sobre el tapete, aunque hayan transcurrido ya tres largas décadas desde el forzado cierre del TUBA en 1983: SU FUTURO ROBADO, al no haberse hecho nada por recuperar su continuidad como TEATRO DE REPERTORIO, en tiempos de definitiva Democracia en la Argentina, aseguradores de que no volvería a sufrir las censuras y prohibiciones del pasado.
Y aquí sí necesito referirme de nuevo al libro de Mariano Ugarte. El libro se llama “Antes del Rojas, ¿qué?”, como si el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, creado por la UBA poco tiempo después de haberse cerrado el TUBA, en el mismo edificio de Corrientes 2038, hubiese sido una suerte de continuidad –aunque con un estilo absolutamente diferente-, del organismo teatral precedente.
Nada que ver, por favor…!!! El TUBA, a la par de sus hermanos mayores (tremendamente mayores) que fueron durante los nueve años de su existenicia el Teatro Nacional Cervantes y el Teatro Municipal San Martín, cultivó un repertorio universalista, en el que autores como Sófocles, Moliere o Chéjov eran “asiduos concurrentes”. Devenida la era democrática en Argentina, tanto el Cervantes como el San Martín siguieron cultivando el mismo estilo de repertorio, con mayor libertad desde luego, pero sin abandonar su dedicación a los grandes nombres y obras de una dramática universalista, a fuerza de ser intemporal. En cambio el TUBA, al no ser reabierto al llegar la Democracia, no pudo seguir abordando su habitual repertorio universalista, en el que Sófocles, Moliere o Chéjov pudieran haber seguido estando.
Por consiguiente, “el Rojas” no reemplazó al TUBA ni el TUBA fue “lo que hubo antes del Rojas”.
No vale la pena que me ponga aquí a reseñar la cantidad de títulos que el TUBA tenia en carpeta para incluir en sus repertorios futuros. Ninguno de esos títulos fue (NI SERÁ, ESTOY SEGURO)abordado por los que hicieron y harán teatro en el Rojas. No lo serán nunca, porque el teatro que se practica en el Rojas es otra cosa, mejor o peor, pero nada que ver con el TEATRO DE REPERTORIO que se sigue haciendo en el San Martín o el Cervantes y que constituye ese FUTURO ROBADO –vaya a saberse por qué motivos-, a un centro de drama donde el arte teatral fue celebrado con tanta pasion y entrega, como lo fue el Teatro de la Universidad de Buenos Aires (el TUBA), el que transcurrió entre mediados de 1974 y mediados de 1983. Baste mencionar un solo título, que el TUBA tenia preparado para su demorado estreno, en su abortada temporada de 1983: “El gajo de enebro”, de Eduardo Mallea. Hay mucho material en los comienzos de este Blog sobre la importancia de Mallea como ferviente defensor del sentido americanista que hoy ha encontrado concreción en la Unasur (Unión de Naciones Sudamericanas), pero me temo que “El gajo de enebro”, obra capital de nuestra dramática nacional, no ha de arribar nunca a la escena del Rojas. Puede que lo haga al Cervantes o al San Martín, pero el mérito de su estreno debiera haber sido del TUBA, si su futuro no le hubiese sido robado.
jueves, 4 de diciembre de 2014
LA TARDE EN LA QUE (POR UNAS HORAS) EL TUBA VOLVIÓ A EXISTIR
Ayer, a las siete de la tarde, en el Centro Cultural de la Cooperación, en plena calle Corrientes de la ciudad de Buenos Aires, se presentó el libro del joven periodista Mariano Ugarte sobre la Historia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires (el TUBA), una historia que es el eje de los multiples relatos que habitan este Blog.
Como he comentado en los recientes capítulos, a último momento decidí no asistir, entendiendo que el texto final que iba a salir a la luz, publicado, justo a 40 años de la primera representación del TUBA el 30 de noviembre de 1974, no reflejaba del todo el fervor y la entrega incondicional de todos aquellos cientos de jóvenes que habían formado parte de los talleres actorales y escenotécnicos del TUBA, durante los nueve años de su aciaga existencia, a raiz de las persecuciones y censuras de que era objeto, por parte de la propia Universidad que le daba su nombre.
Sea como fuere, la cita tuvo lugar y al parecer muchos de los que integraron el TUBA (y que hoy son casi sesentones o más), volvieron a reunirse. Falté yo, pero eso que llaman “alma” o “espíritu” (si es que lo tuve alguna vez) con seguridad estuvo allí, pese a haberme quedado en mi amada Mar del Plata, escuchando a María Callas con un grupo de amigos.
A primera hora de hoy recibí un mensaje de Gustavo Manzanal, uno de los más heroicos integrantes del TUBA y he aquí el texto de ese mensaje, que me revela (y de paso lo revela también al mundo), que por espacio de algunas horas (las de ese encuentro), el TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (EL TUBA), volvió a existir:
“AY, ARIEL QUIROGA, QUÉ HOMENAJE A TU TUBA TAN QUERIDO TE PERDISTE…!!! QUÉ AMOR TE DISPENSARON ESAS SEÑORAS GORDAS, ESOS SEÑORES CALVOS O ENTRECANOS QUE ALGUNA VEZ FUERON AQUELLA MUCHACHADA PUJANTE QUE VOS COMANDABAS… HABLANDO DE CONTENCIÓN, DE SABIDURÍA, DE TEMPLE, DE INTEGRIDADES, DE REALIZACIONES PERSONALES, DE “EL TUBA ME CAMBIÓ LA VIDA”…
AY, ARIELITO, CUÁNTO TE HEMOS QUERIDO, RESPETADO Y VALORADO TODOS LOS QUE ANDUVIMOS UN TIEMPO BAJO TU ÉGIDA, Y NO TE DEJASTE ABRAZAR SIQUIERA POR NOSOTROS… TODOS LOS QUE ESTABAN ALLÍ SIGUEN SIENDO ACTORES Y ESO FUE TU OBRA…
QUÉ ACTO TAN REIVINDICATORIO DE LO QUE FUIMOS, DE TU PERSONA, DE LA GRANDEZA DE UN ESPACIO QUE QUEDÓ BIEN CLARO ¡YA NO EXISTE! Y NO POR CULPA DE NINGUNO DE LOS QUE LO TRANSITAMOS (INCLUYÉNDOTE, CLARO).
QUÉ HONESTIDAD LA DE ESTE MUCHACHO MARIANO UGARTE, QUE ESCRIBIÓ EL LIBRO, TODO EL TIEMPO HABLANDO DE QUE EL ÚNICO MOTIVO QUE TUVO PARA HACERLO FUE LA RESPUESTA QUE A TRAVÉS DE ENTREVISTAS, ARCHIVOS, ENCUENTROS, ETC., SE DIO A SÍ MISMO DE LAS POSIBLES DUDAS QUE PUDIERAN IRRUMPIR POR CULPA DE LA ÉPOCA EN QUE NOS DESARROLLAMOS, POR LAS NEFASTAS AUTORIDADES DE LA UBA QUE HABÍA POR ESE ENTONCES, POR TU EMPLEO EN FUERZA AÉREA,SIEMPRE PONIÉNDOTE A SALVO DE TODO…
EN FIN, GRACIAS A VOS POR TODO ESE ARSENAL QUE NOS TRAJIMOS DE ALLÍ. SOMOS MUCHOS MÁS DE LOS QUE VOS PENSÁS LOS QUE TE TENEMOS EN EL HORIZONTE COMO PISTA DE LANZAMIENTO, NO SÓLO EN LO ARTÍSTICO SINO EN LOS VALORES, LA SOLIDARIDAD, EL RESPETO MUTUO Y LA MENTADA PUJANZA..
SE PASARON FOTOGRAFIAS DE LAS FILMACIONES QUE HICISTE EN SUPER 8. ADEMÁS DEL PÚBLICO PRESENTE (QUE ERA MUCHO), LOS QUE ESTÁBAMOS ALLÍ RECONOCÍAMOS LOS ESPECTÁCULOS Y LO ÍBAMOS DICIENDO. CUANDO SE EXHIBIÓ LA GALERÍA DE FOTOS UNA CANTANTE CON GUITARRA HIZO ALGUNOS TEMAS DULCES DE FONDO Y DURANTE MÁS DE 20 MINUTOS GOZAMOS TODOS DE LAS IMÁGENES QUE SUPISTE CONSEGUIR EN UN SILENCIO CEREMONIAL Y DE APROBACIÓN, HASTA QUE BROTÓ UN APLAUSO MANCOMUNADO ANTE LA FOTOGRAFÍA DE LA ESCENOGRAFÍA DE “STÉFANO”, REEDITANDO AQUEL APLAUSO DEL QUE FUI TESTIGO EN EL AUDITORIUM DE MAR DEL PLATA APENAS SE DESCORRIÓ EL TELÓN DE BOCA… ABRAZO GRANDE: GUSTAVO MANZANAL”.
miércoles, 3 de diciembre de 2014
EL CERVANTES, EL SAN MARTIN Y EL TUBA: SU COMPROMISO CON EL TEATRO DE LA HUMANIDAD
Elaborando ayer por la tarde el análisis sobre lo hecho por los dos importantes teatros oficiales (el Cervantes y el San Martín) durante los años de la dictadura militar en la Argentina (1976 – 1983), que figura en el capítulo anterior de este Blog, he podido entender, a décadas de que esa noche negra de mi país concluyó, de qué modo el TEATRO “se las arregla” para enfrentar a los déspotas de todas las épocas y lugares, que es apelando al legado intemporal de los autores que escribieron sus obras para beneficio exclusivo de la Humanidad.
Ante todo, agradezco la enorme colaboración que, en contadas horas, me brindaron ayer los Centros de Documentación de los teatros Cervantes y San Martín, proveyéndome de archivos valiosísimos sobre la labor que ambos entes oficiales llevaron a cabo durante los años de la dictadura.
Como resultado de mi modesto trabajo de investigación, me surge la evidencia de que, sin habernos encontrado nunca para acordar “políticas de repertorio” Kive Staiff (director del San Martín), Rodolfo Graziano (director del Cervantes) y yo (Ariel Quiroga, director del TUBA), los tres teatros oficiales de los años de la dictadura (1976 – 1983) abordamos una serie coincidente de autores, cuyas obras nos permitiesen expresar lo que públicamente no nos estaba autorizado declarar y hacer llegar al enorme caudal de público que acudía a cada uno de los tres teatros, mensajes esclarecedores y fortalecedores, frente a la opresión que nos atenaceaba.
Así es como tanto el San Martín, como el Cervantes, como el TUBA, los tres teatros oficiales de los años de la dictadura, inscribieron en sus carteleras un número considerable de obras de autores como Sófocles, Moliere, Shakespeare, Armando Discépolo, Ramón del Valle Inclán, Pedro Calderón de la Barca, Anton Chéjov, Jean Racine (cuya tragedia "Fedra" dieron a conocer, con carácter de estreno para Buenos Aires, el TUBA primero, en 1980 y el Cervantes un año después, en 1981),Luiggi Pirandello, Oscar Wilde, Lope de Rueda, Leopoldo Marechal, Florencio Sánchez… y ese fue su compromiso con el teatro de la Humanidad y su evidente NO COMPROMISO con los facciosos de una sangrienta dictadura.
A continuación, un video sobre la puesta en el TUBA de “La vida es sueño” de Calderón (1979), en la que, desde el escenario del Teatro de las Provincias Argentinas (hoy Regio, de Colegiales) y desde “nuestro” escenario de Corrientes 2038, gritábamos a voz en cuello: “¡PORQUE TODO PODER ES PRESTADO Y HAY QUE VOLVERLO A SU DUEÑO, QUE ES EL PUEBLO…!!!”.
martes, 2 de diciembre de 2014
LOS TEATROS OFICIALES EN LA ARGENTINA DE LA DICTADURA (1976 - 1983)
Mañana, miércoles 3 de diciembre, será presentdo en el Centro Cultural de la Cooperación, el libro sobre la Historia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires que el jóven periodista Mariano Ugarte lleva escrito, sin lograr publicarlo, hace ya varios años.
Colaboré estrechamente con Mariano, llevado como siempre por esa mezcla de admiración y cariño paternal que me han inspirado siempre los jóvenes emprendedores.
La lectura del texto concluído me desepcionó bastante, como lo acabo de manifestar en el capítulo de este Blog del día 27 de noviembre pasado. Mariano ha hecho un sesudo trabajo de investigación, pero a mi entender “demasiado” proclive a contextualizar la Historia del TUBA en el horrendo marco sociopolítico de la Argentina de los años de los que le tocó ser contemporáneo.
Es como si Mariano, no diciéndolo, quisiera en realidad decir: “Ariel Quiroga y quienes lo secundaron en la forja de ese Teatro Universitario NO PUDIERON haber sido totalmente ajenos a la realidad siniestra que se vivía en el territorio argentino, producto de la acción terrorista del propio Estado”.
La apreciación, de ser tal cual yo he creído entenderla al leer el libro tal como ha salido editado, sería no sólo temeraria sino por sobre todas las cosas, demasiado injusta.
Injusta para conmigo, que fui el ideólogo y propulsor de ese Teatro Universitario desde sus orígenes, a mediados de 1974, hasta su cierre, a mediados de 1983, pero por sobre todas las cosas, injusta para con todos aquellos cientos de jóvenes que integraron el TUBA, dejando en él toda su reserva de pasion, altruísmo, esfuerzo denodado y coraje.
El párrafo del libro de Mariano Ugarte que revela que no estoy queriendo endilgarle una acusación que le es ajena, es aquel que dice: "Este elenco construyó para sí mismo otro espacio, otro tiempo. ¿Se pudo pensar en aquella época de secuestros, desapariciones, asesinatos, censuras, que la barbarie era tan sólo la ineptitud de empleados estatales en la Dirección de Cultura de la UBA?".
Lo terrible de este juicio valorativo de Mariano Ugarte sobre nosotros, los que hicimos el TUBA, según el cual habríamos estado “demasiado” enfrascados en lo que la Dirección de Cultura, de la que obligadamente dependíamos, nos retaceaba de apoyo o de estímulo, en lugar de detenernos a ver lo que ocurría a nuestro alrededor, los “secuestros, desapariciones, asesinatos…” perpetrados por la dictadura military imperante, es que abarca también a los otros dos teatros oficiales de la ciudad de Buenos Aires: El San Martín y el Teatro Nacional Cervantes.
Mariano no los menciona para nada en su investigación sobre la época, y sin embargo al TUBA se lo llegó a considerar a la par de ambos, por ser (aunque estructuralmente diferentes), LOS TRES ELENCOS EN ACTIVIDAD, ENTRE 1976 Y 1983, CON DEPENDENCIA DE ORGANISMOS ESTATALES: El San Martín de la entonces Municipalidad de la Ciudad; el Cervantes del Ministerio de Educación y el TUBA de la Universidad de Buenos Aires.
Entre 1976 (año en que se apodera del gobierno argentino el autollamado “proceso de reorganización nacional” y 1983, año en que la Argentina se libera de la dictadura e inicia la actual (y definitiva) era de la Democracia), el Teatro San Martín pone en escena una enorme cantidad de espectáculos, entre los que cabe mencionar: “UN HOMBRE CABAL”, de Robert Bolt; “LOS RUSTICOS”, de Carlo Goldoni; “SEIS PERSONAJES EN BUSCA DE UN AUTOR”, de Luiggi Pirandello; “LOS MIRASOLES”, de Julio Sánchez Gardel; “EL CANTARO ROTO”, de Heinrich von Kleist; “LA CASA DE BERNARDA ALBA”, de Federico García Lorca; “CYRANO DE BERGERAC”, de Edmund Rostand; “DON JUAN”, de Moliere; “EL JARDIN DE LOS CEREZOS”, de Anton Chéjov; “EL ALCALDE DE ZALAMEA”, de Pedro Calderón de la Barca; “ESCENAS DE LA CALLE”, de Elmer Rice (donde se decía: “Para cambiar las cosas sería necesario hacer una revolución…”); “ESPERANDO A GODOT”, de Samuel Beckett; “JUAN GABRIEL BORCKMAN”, de Henrick Ibsen; “HAMLET”, de William Shakespeare; “DOS BRASAS”, de Samuel Eichelbaum (autor que le fue prohibido al TUBA, por ser judío); “EL INSPECTOR”, de Nicolai Gogol; “EL BURGUES GENTILHOMBRE”, de Moliere; “SANTA JUANA”, de Georg Bernard Shaw; “LOS CUERNOS DE DON FRIOLERA”, de Ramón del Valle Inclán; “EN FAMILIA”, de Florencio Sánchez; “ANTIGONA VELEZ”, de Leopoldo Marechal; “DANZA MACABRA”, de August Strindberg; “DON GIL DE LAS CALZAS VERDES”, de Tirso de Molina y “MARIA ESTUARDO”, de Friedrich Schiller, entre muchas más. En todas esas obras actuaron actrices y actores de gran valía de la escena nacional, tales como María Rosa Gallo, Enrique Fava, Elena Tasisto, Adriana Aizemberg, Alicia Zanca, Ernesto Bianco, María Luisa Robledo (cuya hija, Norma Aleandro, se había tenido que exiliar), Alberto Segado, Oscar Martínez, Roberto Mosca, Roberto Carnaghi, Alfredo Alcón, Aldo Braga, Julio Chávez, José María Gutiérrez, Gladys Florimonte, Walter Santa Ana o Fernando Labat. Entre los grandes directores que pusieron en escena, más de una vez, obras del repertorio del Teatro San Martín entre 1976 y 1983, cabe mencionar a Alejandra Boero, Hugo Urquijo, Salvador Santángelo, Osvaldo Bonet, Omar Grasso, Jorge Petraglia, Roberto Durán, Luis Agustoni, Osvaldo Pellettieri y José María Paolantonio.
En cuanto al Teatro Nacional Cervantes, también entre los años 1976 y 1983 su labor fue profusa y empinada. Seleccionando solo los títulos más significativos de una abultada nómina, estuvieron: “EL RAPTO DE MEDORA”, de Lope de Rueda; “HAMLET” y “REY LEAR”, de William Shakespeare; “LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ERNESTO”, de Oscar Wilde; “FARSA DEL CORAZON”, de Atilio Betti; “MARTIN FIERRO”, de José Hernández, en adaptación de José González Castillo; “EL ABANICO”, de Carlo Goldoni; “EL SOMBRERO DE PAJA DE ITALIA”, de Labiche y Michel; “EDIPO REY” y “EDIPO EN COLONO”, de Sófocles; “EL CONVENTILLO DE LA PALOMA”, de Alberto Vacarezza; “EL ENFERMO IMAGINARIO”, de Moliere; “PIGMALION”, de Geog Bernard Shaw; “UN GUAPO DEL 900”, de Samuel Eichelbaum (lo repito: un autor que al TUBA le fue prohibido); “FEDRA”, de Jean Racine (que el TUBA había estrenado en Buenos Aires el año anterior a la puesta del Cervantes); “LAS DE BARRANCO”, de Gregorio de Laferrere; “ASI ES LA VIDA”, de Arnaldo Malfatti y Nicolás de las Llanderas; “SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO”, de William Shakespeare. Una pléyade de actores notables formó parte de la Comedia Nacional en el Cervantes entre 1976 y 1983: Rodolfo Bebán, Perla Santalla, María Rosa Gallo, Alfredo Iglesias, Malvina Pastorino, Fernando Heredia, Claudio Gallardou, Santiago Gómez Cou, Ingrid Pellicori, Irma Córdoba, Daniel Fanego, Roberto Antier, Cristina Banegas, Jorge Marrale, Onofre Lovero, Walter Santa Ana, Ricardo Darín, Elsa Berenguer, Rita Terranova, Eva Franco, Néstor Hugo Rivas, Carlos Estrada, María Concepción César, Jorge Mayor, Lydia Lamaison, Ignacio Quirós, María Elina Rúas, Alejandra Da Passano, Jorge Petraglia, Adrián Ghio, Héctor Gióvine… bajo la dirección, en casi todos los casos, de Rodolfo Graziano.
¿Puede llegar a pensarse que todos estos grandes nombres de la escena argentina, muchos de ellos formados en esos “esclarecedores de conciencias” que habían sido los teatros independientes, a la hora de prestarse a trabajar en elencos oficiales durante los años de una tenebrosa dictadura, eran, como le adjudica Mariano Ugarte al TUBA “gente que vivió dentro de otro espacio, de otro tiempo, ajenos a los secuestros, desapariciones y asesinatos que estaban ocurriendo”…?
He admirado y seguiré admirando y valorando la valentía de Mariano Ugarte para haber decidido afrontar la historia de un Teatro Universitario (el TUBA), que él no conoció, porque era muy niño o no había nacido cuando ese teatro se cerró, agobiado por tanta barbarie como la que se perpetró contra él y sus heroicas huestes.
Mi prudente, paternal consejo: Mariano, no vuelvas a escribir apresuradamente cosas que puedan lastimar o denigrar a quienes, como vos hoy, hicieron de su juventud una trinchera de combate.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)