Cuanto rodeó a la
producción de “La vida es sueño”, de Pedro Calderón de la
Barca, en la temporada del año 1979 del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE
BUENOS AIRES, tuvo ribetes de desafío a la espantosa dictadura en
cuyo contexto transcurrió gran parte de la azarosa vida del TUBA.
El texto planteaba desde
el vamos enormes dificultades para ser transmitido con total realismo
por las juveniles voces de los intérpretes universitarios.
En medio de una atmósfera de claroscuro, con un decorado que no era
otra cosa que rollos de alambre retorcido; una iluminación en base a
focos cenitales blancos y azulados; un vestuario en liezo gris
similar al que se utiliza en una puesta del “Lohengrin”
wagneriano y una alucinante envoltura musical ideada por Héctor
Zeoli en base a improvisaciones que se grabaron en el órgano de la
Basílica de Santo Domingo, “La vida es sueño” emergió desde el
proscenio del TUBA, en la precaria sala de Corrientes 2038 (el
edificio donde actualmente funciona el Centro Cultural Rojas), con
una suerte de anticipatorio reclamo por ese DERECHO A LA IDENTIDAD
que la dictadura militar en la Argentina pisoteó y abolió con tanta
crueldad.No me imagino cómo lograrlo, pero yo (Ariel Quiroga, fundador y director del TUBA), desde este, mi retiro definitivo en Mar del Plata, a los 72 años, querría que este breve fragmento de una función de “La vida es sueño” en el TUBA, fuese escuchado hoy, a 33 años de distancia de aquel entonces, por autoridades de la Universidad de Buenos Aires, del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, de los medios de comunicación que tan “oprimidos” y “perseguidos” se sienten en la actualidad por el gobierno democrático de la Sra. Cristina Kirchner... para que comprueben y terminen aceptando, (aunque quizás demasiado tardíamente), lo que significó que en tiempos de horrenda clausura aquel Teatro Universitario de Repertorio existiese; que se animase a clamar por el derecho a la libertad y el derecho a la identidad de la manera que lo hizo a través de textos de inapelable vigencia como “La vida es sueño”... y cómo, a pesar de tanta entrega, tanta pasión y tanta valentía por parte de esos cientos de jóvenes universitarios que altruístamente lo llevaron a cabo durante casi una década, su memoria ha sido maliciosamente borrada de todos los anales, al punto que desaparecido el TUBA en 1983, NUNCA MÁS (al menos hasta hoy, fines de 2012) HA VUELTO A EXISTIR UN TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES.
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