“Chejoviana” fue uno de los nueve espectáculos que conformaron el repertorio de la octava temporada del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, la de 1982. En una suerte de cabalgata con cierto clima de cabaret triste, con la música circense y un tanto macabra del ballet “El tornillo”, de Dimitri Shostakovicht, se daba vida a tres de los mágicos relatos de Chéjov: “Una corista”, “El malhechor” y “Un carácter enigmático”. Seguía luego la desopilante farsa sobre la vida de un veraneante, que ocupó en varias temporadas la cartelera del TUBA, titulada “Un trágico a la fuerza” y por último la velada se cerraba con ese desgarrador cuadro sobre la vida de un actor de teatro que se enfrenta a la hora decisiva de tener que abandonar las tablas, que es “El canto del cisne”. Valga el audio de los cinco minutos finales de una función de “Chejoviana” que encabeza esta entrada, registrados en la sala de Corrientes 2038 (hoy, asiento del Centro Cultural Rojas), para ratificar la vigencia del legado de ese grupo de jóvenes teatristas universitarios, que durante una década supo llegar al alma del público, sin mediar pago de entrada, logrando una respuesta de gratitud tan elocuente como lo eran, invariablemente, tan fervorosos y prolongados aplausos.
La borrosa fotografía incluída a continuación es el único recuerdo que quedó de esa festiva cabalgata final, con la que las huestes del TUBA celebraban el sabio humor de Chéjov, al compás del frenético ritmo del ballet "El tornillo", de Shostakovicht.
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