GUSTAVO DUDAMEL Y LOS JÓVENES MÚSICOS FORMADOS EN "EL SISTEMA"
En 1975, en Caracas (Venezuela) el maestro José Antonio Abreu empezó a trabajar para hacer realidad su sueño de formar una orquesta que permitiera a los estudiantes de música llevar a cabo prácticas en conjunto. Respaldados por un decreto oficial de 1964 (que contemplaba la obligatoriedad de la práctica en grupo para todos los alumnos de las escuelas de música del Estado), Abreu y ocho jóvenes estudiantes de la antigua Escuela de Música José Ángel Lamas se reúnen convocados por la necesidad de crear un programa de características pedagógicas propias y originales, capaz de adaptar la metodología de enseñanza existente en otros países a la realidad venezolana. Ese programa empezó a ser conocido bajo un nombre que hoy lo identifica en todo el planeta: EL SISTEMA.
Convocando más jóvenes de Caracas y del interior del país, especialmente de Maracay y Barquisimeto (semilleros de músicos venezolanos), Abreu conformó la primera Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil de Venezuela, que debutó el 30 de abril de 1975 y que tenía figura legal desde el 12 de febrero de ese mismo año. Ese día, la orquesta comenzó una asombrosa carrera, que la ha llevado a los mejores escenarios de Venezuela y el mundo, y le ha valido el Premio Internacional de Música de la UNESCO en reconocimiento a la constancia, los logros y al modelo que representa para la juventud del mundo.
Solo un año después de formada recibió elogios en el Festival Internacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles de Aberdeen (Escocia). A lo largo de su trayectoria ha grabado discos en alianza con sellos de Norteamérica y Europa y ha asumido con éxito el reto de tocar junto a los más afamados solistas y bajo la batuta de los más prestigiosos directores, fundamentalmente el asombrosamente renovador Gustavo Dudamel, formado en “el Sistema” y considerado por figuras de prestigio en el campo de la dirección orquestal, como Claudio Abbado o Simón Rattle, como “el rejuvenecedor de la música clásica”.
Esto que ya nos resulta un hecho artístico afianzado en su prestigio y fuera de discusión, comenzó en las lejanas tierras venezolanas un año después que en nuestra austral Argentina se iniciara, (a mediados de 1974) y al amparo de los claustros de la Universidad del Estado (la UBA), un proyecto de similares características, pero no en el terreno musical sino en el del quehacer escénico.
Como se relata en cantidad de capítulos de este Blog, mi idea al proponer a la Dirección de Cultura de la UBA en 1974 la creación de un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, no distó mucho del elevado propósito del maestro Abreu cuando abrió su convocatoria. Eran tiempos de terror en la Argentina; el camioncito que recogía bombas dejadas por todas partes antes de que estallasen recorría las calles de Buenos Aires a toda hora, con su alarmante sirena que semejaba a la de los avisos de bombardeo durante la guerra eurepea. Los primeros ensayos del incipiente Teatro Universitario (cabe recordarlo) terminaban con todos los concurrentes y yo, su director, tirados en el piso bajo los asientos de algún aula de la Facultad de Ciencias Económicas, para refugiarnos de los tiroteos que fuerzas de distinto cariz ideológico y la policía entrecruzaban en las veredas y el pavimento de la avenida Córdoba y Junín.EL TUBA REPRESENTANDO A LOPE DE RUEDA
Muchísimos jóvenes se salvaron del flagelo de la droga y la delincuencia callejera al ingresar al Sistema de Orquestas Juveniles venezolano, iniciado por el maestro Abreu. Debo decirlo aunque suene inmodesto: muchísimos jóvenes llegaron a formar parte del TUBA buscando canalizar inquietudes participativas que la Universidad intervenida y el país clausurado por la dictadura le negaban; hubo quienes lograron escapar de los centros clandestinos de detención y encontraron en el TUBA un lugar de paz y concordia, en el que se exaltaba la epopeya alegre y festiva de los cómicos ambulantes y donde podía respirarse, al menos unas cuatro horas cada anochecer, un aire de libertad creativa que la amenaza exterior tornaba asfixiante y hasta mortal.
El SISTEMA de Venezuela logró superar los consabidos vaivenes de gobiernos democráticos y de los otros que se sucedieron a lo largo de su ya veterana historia de 37 años y es hoy la maravillosa realidad que colma de asombro y felicidad a los públicos de Milán, Londres, Salzburgo, Berlín y montones de ciudades más, incluída Buenos Aires, en cuyo flamantemente reinaugurado Colón hizo “escuela” con una galvanizante versión de la Séptima sinfonía de Gustav Mahler el año pasado.
El TUBA (el Teatro de la Universidad de Buenos Aires) no tuvo la misma suerte.
Logró crecer y afirmarse como Teatro de Repertorio a lo largo de nueve temporadas consecutivas (1974 – 1983); nucleó a más de 1.600 jóvenes universitarios y les permitió formarse en la práctica directa de la vida de teatro; concretó unos 140 espectáculos de repertorio con autores universales como Molière, Chéjov, Sófocles, Pirandello, Ibsen, Racine, Esquilo, Shakespeare, Valle Inclán, Pushkin, Terencio, Lope de Rueda, Plauto, Synge...además de haber incluído siempre los clásicos y modernos de la escena nacional, como Florencio Sánchez, Nemesio Trejo, Armando Discépolo, Carlos Mauricio Pacheco, José González Castillo, Juan Carlos Ghiano, Martha Lehmann, Roberto Cossa, Alberto Wainer, Enrique Wernicke y hasta un jóven autor surgido de sus propias filas: Daniel Hadis. El TUBA llevó a cabo 1.163 representaciones a salas colmadas de público de todos los sectores sociales de la población, que pudieron acceder en forma LIBRE y GRATUITA; llevó sus espectáculos en herrabundas giras por muchos lugares del Conurbano (escuelas, parroquias, bibliotecas, precarios centros culturales y hasta cuarteles de bomberos) y congregó miles de estudiantes del interior en funciones hechas dentro de sus propias universidades.
Pero el TUBA no es ni siquiera hoy un borroso recuerdo (salvo lo que este Blog viene recuperando), en una Argentina donde impera la democracia y donde se propugna desde el Estado un proyecto participativo a nivel nacional y popular.
Ambos, el SISTEMA y el TUBA nacieron en cunas pobres y fue mucho el esfuerzo que demandó llegar a consolidarlos como instituciones de servicio comunitario y de cultivo de las artes con la participación activa de la juventud. Pero el SISTEMA consiguió que un Estado progresista “entendiera” sus necesidades y proveyera recursos para su crecimiento y expansión.
El TUBA, en cambio, murió por desidia de la propia Universidad en junio de 1983 y nadie en Argentina, ni desde el Estado ni desde lo privado, ha hecho nada por recuperar su historia y proyectarla hacia el futuro.
El SISTEMA y el TUBA, nacidos contemporáneamente a 5.091 kilómetros de distancia, compartieron como certificado de nacimiento el mismo propósito de vida suscripto por sus padres fundadores: dar un sentido de amor por las artes a la juventud.
Lamento no haber tenido el temple, la capacidad de lucha y el convencimiento en su doctrina del Maestro José Antonio Abreu. Para él y sus jóvenes discípulos de tantas generaciones, mis respetos y mi admiración absolutos.
Ayer, domingo, por la tarde, escuché y presencié durante más de cuatro horas seguidas junto con un amigo de toda la vida, los conciertos de la Orquesta Juvenil “Simón Bolívar” de Venezuela bajo la enérgica batuta de Gustavo Dudamel. Me sentí, a la distancia, muy cerca de ellos, como cuando estaba junto a mis jóvenes discípulos del TUBA, casi treinta años atrás.
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