miércoles, 21 de marzo de 2012

JORGE FARGAS, EL MEMORIOSO

JORGE FARGAS (IZQ.) TRABAJANDO A MI LADO EN ALGÚN PROYECTO DEL TUBA. DETRÁS, LOS "CHICOS" DEL ELENCO, EN SUS TAREAS DE ARTESANADO. Por estos días de fin del verano en Mar del Plata han estado de nuevo Jorge Fargas y su esposa Elena a visitarme. Ambos son algo así como los últimos resabios de una “aristocracia” definitivamente perdida, sepultada por los oleajes de esa vulgaridad cotidiana que tanto entristecía a Chéjov. Su “aristocracia” no deviene de linajes patriarcales ni de caudalosas herencias. Emana con absoluta naturalidad de la sencillez y afabilidad de sus respectivas personas. Jorge (que debe andar acercándose a los 80, aunque él ni por asomo lo menciona), fue de los primeros inscriptos en el llamado inicial para integrar el nebulosamente futuro Teatro Universitario de Repertorio, que yo había propuesto a la Dirección de Cultura a mediados de 1974, y que terminó siendo “el TUBA” o, dicho en términos “oficiales”, el “Teatro de la Universidad de Buenos Aires” entre 1974 y 1983. Jorge estuvo en la compañía durante seis de sus nueve temporadas y aunque por motivos familiares no intervino en los espectáculos de las tres últimas, nunca dejó de estar a nuestro lado y la prueba es que a 29 años de la desaparición del TUBA, sigue fiel a las consignas que ese Centro de Drama enarboló con desafiante pasión, en pro de la recreación y divulgación masiva del Gran Teatro de la Humanidad de todas las épocas y machaconamente (muy a mi pesar) sigue llamándome “maestro”. Cuando Jorge decidió experimentar la vida de teatro a nuestro lado era ya un “señor abogado” y padre de familia, cuya edad superaba por lo menos en una década la del resto del conjunto de estudiantes de diversas carreras que conformaban el TUBA. Asi y todo, siempre trabajó a la par y asumió con humildad esas heroicas tareas a las que nos obligaba la precariedad del lugar donde desarrollábamos nuetros ensayos y funciones: el edificio de Corrientes 2038, el mismo que, irreconocible, ocupa actualmente el Centro Cultural Rojas. Intervino en el espectáculo sobre el Sainete Rioplatense, de 1975; en “La suegra”, de Terencio; “Los cautivos”, de Plauto; “El díscolo”, de Menandro; “Electra”, de Sófocles y “El farsante más grande del mundo”, de Synge, en 1976; en “La ofensiva”, de Martha Lehmann y “Jácaras y mojigangas”, de Lope de Rueda, en 1977; en “Comedia de errores”, de Shakespeare; “Relojero”, de Discépolo; “Leonce y Lena” y “Woyzeck”, de Büchner, en 1978; en “El atolondrado”, de Molière, en 1979; en “Fedra”, de Racine y “Miedos y soledades”, de Juan Carlos Ghiano, en 1980 y en los ciclos de Teatro Leído que llevó a cabo el TUBA entre 1976 y 1978. Jorge Fargas fue para el TUBA (y para mí, su a menudo “desfalleciente director”), un severo pero a la vez tierno CONSEJERO-PROTECTOR. A diferencia de los déspotas de los que dependíamos, enquistados en aquella malhadada Dirección de Cultura de la UBA, su “autoridad” se imponía a fuerza de trato cordial, razonado y contemporizador. Por qué lo defino como “el memorioso”, como al Ireneo Funes de Borges (ese curioso personaje nacido a la ficción en 1944, que se jactaba de “tener más recuerdos que todos los demás hombres desde que el mundo es mundo”)...? Porque Jorge Fargas recuerda hoy, palabra por palabra, los monólogos de su personaje en “El debut de la piba”, de Roberto Cayol (que hizo en 1975), o las estrofas evocativas de su niñez, de Ernesto Sábato, (que le tocó recitar en el espectáculo “A Buenos Aires”, de 1977), o tantas y tantas cosas que se hicieron en aquel dichoso TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, que inexplicablemente la Universidad de Buenos Aires decidió borrar de los anaqueles de su memoria, tal vez por no incurrir en el síndrome de hipermnesia que aquejaba al Ireneo Funes de Borges. Mañana o pasado Jorge Fargas y la dulce, serena, diáfana Elenita parten de regreso a Buenos Aires; ella a la pintura de sus cuadros; él, infatigable en su pasión teatralera, a pergeñar un unipersonal que partiendo de la duda existencial de Hamlet lo acerque a una visión crítica de este complicado presente que nos circunda. Nos volveremos a encontrar, para escuchar arrobados (como lo hicimos ayer), las viejas grabaciones de los espectáculos del TUBA, el próximo verano...?. Descuento que en caso de faltar uno de los dos (o los dos) a la cita... el encuentro va a tener lugar de todas maneras, en alguna parte.

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