martes, 27 de marzo de 2012

LA HAZAÑA DE UNA FABULOSA TEMPORADA TEATRAL... HACE 30 AÑOS

Todos los hados, puestos por una vez de acuerdo, se conjugaron para que la temporada de 1982 (la octava en la vida del TUBA y la última que se llevaría a cabo completa, ya que la siguiente, la de 1983, quedó interrumpida en junio por el cierre definitivo del Teatro), fuese un verdadero prodigio de realizaciones para el entonces TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES. Se abrió en marzo con “El gorro de cascabeles”, de Luiggi Pirandello y el estreno, en simultaneidad, de la primer obra escrita por un estudiante universitario e integrante del TUBA: “El día que mataron a Batman”, de Daniel Hadis. Le siguieron, bajo el complicado sistema de la “alternancia”: la reposición de “Stéfano”, de Armando Discépolo (que había convocado una multitud de espectadores el año anterior); el estreno de “Escenas de la vida bohemia”, de Henri Mürger; la “Chejoviana II”, que incluía la escenificación de tres cuentos de Chéjov: “Una corista”, “El malhechor” y “Un carácter enigmático”; su farsa en un acto “Un trágico a la fuerza” (que ya había estado en la temporada anterior) y su drama en un acto “El canto del cisne”; el estreno de la comedia juvenil de Henrik Ibsen “La noche de San Juan”; el estreno de “El velo”, de Martha Lehmann y la reposición de “El poeta”, de Enrique Wernicke (que había figurado en la cabalgata evocativa del sainete rioplatense en 1975) y finalmente el montaje de “Las coéforas”, segunda parte de la trilogía “La Orestíada”, de Esquilo. Concretar semejante conjunción de espectáculos, con decorados corpóreos, vestuarios de época, gran cantidad de elementos de utilería, diferentes diseños lumínicos y demás, en un escenario sin lugar de almacenamiento a los costados o atrás (como es común que tengan los escenarios teatrales), sin salida a baños durante las funciones y encima con el enorme piano de cola del Coro Polifónico de Ciegos ocupando un considerable espacio entre los telones... fue una de esas hazañas heroicas de aquel altruísta elenco universitario, que pasaron desapercibidas en su momento para los “ilustres dignatarios” de la Dirección de Cultura de la UBA, de la cual el TUBA estaba sometido a depender... pero que unos 38.000 espectadores disfrutaron, aplaudieron y valoraron en su real dimensión, habiendo podido acceder, -además-, en forma LIBRE y GRATUITA a cada una de las 146 funciones realizadas por las huestes del TUBA a lo largo de 1982. Mencionar hoy aquí, a 30 años de distancia, los nombres anónimos de aquellos esforzados comediantes que hicieron posible la concreción, en una misma temporada, de aquellos espectáculos, es un acto de justicia que la Universidad se ha negado obstinadamente a conceder y que yo intentaré reparar, acudiendo a los gastados, amarillentos programas de mano. (Desde ya, pido disculpas por la omisión de los que no figuraron en los programas: los que apoyaron desde la cabina de luces; los teloneros, los que arrimaron bancos y tarimas para alojar al público que forzaba por ingresar cuando ya las 250 butacas de la sala estaban cubiertas; los que entretuvieron a los que hacían fila en la vereda, a merced de la inclemencia del frio de Buenos Aires, desde varias horas antes de que comenzase cada función, a los que habían salido días antes a repartir volantes, a todos los que hicieron posible que durante nueve años seguidos aquel dichoso TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, (muy a pesar de la Universidad y de su Dirección de Cultura), lograse subsistir en medio de las precariedades y el desamparo más ignominioso. De los citados programas de mano, surgen los siguientes nombres, alfabéticamente ordenados: Clara Arcavi, Mario Azcona, Héctor Becerra, Claudia Brower, Eduardo Buosi, Martín Bucich, Miguel Angel D'Agnino, Mirtha Druck, Liliana Ferraro, Graciela García, Daniel Hadis, Isabel Jánosi, Gabriela Licht, Sergio Litovska, Marcelo López Alfonsín, Gustavo Manzanal, Gladys Merola, Liliana Pégolo, Adriana Pérez Medina, Beatriz Pessolano, Berenice Pichetto, Ricardo Stefanack, Fernando Tanarro, Mercedes Vena, Esteban Vernik, Myriam Yapur, Eduardo Zajic. A continuación, fotografías de cada uno de los nueve espectáculos del año 1982 del TUBA, en el orden en que fueron ingresando al repertorio de la temporada: “EL GORRO DE CASCABELES”, “EL DÍA QUE MATARON A BATMAN”, “STÉFANO”, “ESCENAS DE LA VIDA BOHEMIA”, “CHEJOVIANA II”, “LA NOCHE DE SAN JUAN”, “EL VELO”, “EL POETA” y “LAS COÉFORAS”. (Repito: no había baños a mano desde el escenario; no había lugar donde acumular los decorados dentro o en adyacencias del escenario y sí había mucha mugre y muchas ratas dando vueltas por doquier). Saquen sus conclusiones quienes accedan a este Blog si aquello no fue una verdadera HAZAÑA TEATRAL DE JÓVENES...!!!

sábado, 24 de marzo de 2012

LA "HISTORIA DEL TUBA" CONTADA TODA DE UNA VEZ...

Este Blog se llama “Historia del Teatro Universitario de Buenos Aires, el TUBA (1974-1983)” y narra en forma no cronológica, a través de las 222 “entradas” o capítulos que preceden a este y que parten de febrero de 2010 (mes y año en que el Blog fue creado), el derrotero de nueve años seguidos de un Centro de Drama que nació en la Dirección de Cultura de la UBA a mediados de 1974 y que a partir del año 1979, por imposición de la propia Universidad, fue el hasta hoy único “TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES”. He aquí, en este capítulo, un relato de esa hasta ahora dispersa (y olvidada) historia, contada de una sola vez: Los antecedentes en materia de teatros universitarios en Argentina eran muy escasos hacia 1974. Para entonces nadie recordaba que el primer elenco universitario del país había sido creado en 1949, en Mendoza, por Galina Tolmacheva (1895-1987) -doctorada en Filosofía y Letras en Moscú y alumna de teatro durante ocho meses del célebre Constantin Stanislavsky. Lo que se tenía era un vago recuerdo del Teatro de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, que a fines de la década del cuarenta y parte de la del cincuenta dirigió el catalán Antonio Cunill Cabanellas (1894-1969), en el cual revistaron, como estudiantes de la carrera, Pepe Soriano y Duilio Marzio. Otro antecedente valioso había sido el del Teatro Universitario de Arquitectura, fundado por Jorge Petraglia y Leal Rey durante la década del cincuenta, que en 1958 dio a conocer (sólo durante 15 días), nada menos que “Esperando a Godot”, de Samuel Beckett. Saliendo de la Capital Federal, es en provincias donde floreció una mayor actividad de elencos universitarios y aquí corresponde citar en primer término al Teatro Universitario de Tucumán, creado en 1964 por Boyce Díaz Ulloque, cuyo repertorio albergó autores como Claudel, Obaldía, Beckett, Shaffer, Ibsen, Stoppard, Shakespeare, Camus, Molière, O’Neill y cuyas giras trajeron más de una vez a la sala del Cervantes espectáculos de innegable jerarquía. Así y todo (y salvo este último ejemplo), necesario es precisar que la actividad de los elencos universitarios del país no se ha caracterizado por la continuidad y sí mas bien por una sucesión de intentos repentistas, casi siempre abortados por contingencias de orden político, típicas de las Casas de Estudio que eventualmente los albergan. En cuanto a la Universidad de Buenos Aires, (y a diferencia de la mayoría de sus pares en el resto del mundo), jamás había tenido, hasta 1974, un centro de drama orgánico bajo su dependencia y que la representase en el terreno de las artes del espectáculo, tanto nacional como internacionalmente. De ahí la importancia histórica que reviste, a partir de agosto de 1974, la existencia de un organismo como el TUBA, que se origina en la propuesta ante la Dirección de Cultura de la U.B.A. por parte del director teatral Ariel Quiroga, respecto a crear un Teatro Universitario de Repertorio, que con el correr de los años y a partir de su quinta temporada consecutiva de existencia, habría de convertirse en el primer (y único hasta el presente), elenco oficial de teatro de la Casa de Altos Estudios del Estado: el Teatro de la Universidad de Buenos Aires (1974-1983). Se caracterizan estos teatros por ser específicamente laboratorios dedicados a la investigación en el campo del hecho escénico, con miras al desarrollo de nuevas formas de concreción del drama representado. Supuestamente se sostienen económicamente con un presupuesto otorgado por la Casa de Estudios de la cual dependen o bien por instituciones privadas contribuyentes, de modo tal que prescinden de intereses en materia de éxito y/o recaudaciones, como el resto de los teatros. Sus huestes actorales y escenotécnicas son en su mayoría integradas por estudiantes de distintas carreras, con inclusión, además, de personal docente, no docente y hasta graduados. No debería ser finalidad de estos teatros formar actores profesionales, sino brindar a los jóvenes en etapa de estudio de carreras curriculares un marco donde explayar sus aptitudes artísticas y su altruismo, experimentando los avatares, descubrimientos y ensoñaciones que desde antigua data han caracterizado la forma de vida de los comediantes. Son una saludable expansión para el espíritu, a la par de las competiciones deportivas y las formaciones corales y musicales, al viejo estilo de las universidades centroeuropeas, como la de Heidelberg, a partir del Siglo XVII. Una vez aprobada la propuesta de Quiroga, se realiza en septiembre y octubre de 1974 un llamado a inscripción hecho por la Dirección de Cultura en el ámbito de las facultades y colegios dependientes del Rectorado de la U.B.A., en el que se invita a participar de la vida interna de un “teatro de repertorio”. Valga la aclaración que no se llamó a inscribirse en un “curso de actuación”, como es lo habitual; la convocatoria apuntaba a que los interesados ingresen de lleno a la vida interna de un teatro en funcionamiento como tal, con la gravitante experiencia del contacto directo con el público, muy a la manera de cómo reclutaban sus huestes los elencos independientes, que tanto rigor formal y conceptual aportaron durante décadas a la escena nacional. De ese primer llamado a inscripción surge un conglomerado de 236 postulantes a integrar el proyectado “teatro universitario de repertorio”. En años sucesivos habría, cada verano, nuevas convocatorias, llegándose a un total de más de 1.600 jóvenes que, entre 1975 y 1983, por una semana, por unos meses o por años, tuvieron heroica participación en la vida institucional de ese teatro, surgido prácticamente de la nada. La primera representación, hecha con el concurso de actores profesionales, tiene lugar el 30 de noviembre de 1974, en el edificio de la Av. Corrientes 2038, donde funcionaba por entonces la Dirección de Cultura de la U.B.A. Significativamente esa primera (y única) representación se basa en la adaptación escénica hecha por los profesores de derecho Carlos Biedma y Manuel Somoza del diálogo de Platón llamado “Fedón, o Del alma”, que había sido puesto en escena en 1942 por aquel primigenio teatro universitario dirigido por Cunill Cabanellas. A comienzos de 1975 el elenco estudiantil surgido del llamado a inscripción de fines de 1974, se presenta en el Centro Cultural San Martín con una cabalgata evocativa del sainete rioplatense, que incluye pasos de comedia y obras breves de los autores más conspicuos del llamado “género chico nacional”: Nemesio Trejo, Ezequiel Soria, Carlos M. Pacheco, Alberto Vaccarezza, Francisco Defilippis Novoa, José González Castillo, Florencio Sánchez, Roberto Cayol, Enrique Buttaro y Alberto Novión, entre otros. Es un espectáculo de más de dos horas de duración en el que intervienen unos 130 jóvenes universitarios y que ha de desfilar, a lo largo de todo 1975, por escuelas, parroquias, bibliotecas y centros culturales de la Capital y el Gran Buenos Aires. Ese primer año de actividad, con unas 40 representaciones realizadas, culminó con la puesta en escena, en un centro recreativo de Chapadmalal, de la tragedia rural “Antígona Vélez”, de Leopoldo Marechal. Fue en mayo de 1976 que la agrupación apareció por primera vez con nombre propio: “Teatro Universitario de Buenos Aires”, haciendo un repertorio de comedias clásicas que se representaban en alternancia (esto es: un día cada una), y abriendo nada menos que la temporada oficial del Teatro Nacional Cervantes. “La suegra”, de Terencio (116 a.C.-27 a.C.); “Los cautivos”, de Plauto (254 a.C.-184 a.C.) y “El díscolo”, de Menandro (342 a.C.-292 a.C.) fueron las comedias que integraban ese primer repertorio (verdaderas joyas de ironía y sapiencia), y que además del Cervantes (en dos ciclos discontinuados por la visita de la “Actor’s Company”, de Londres), se representaron también en la Biblioteca Popular de Olivos, en el auditorio de Subterráneos de Buenos Aires, en la Facultad de Ingeniería y en la sala de la planta baja de Corrientes 2038, donde se había instalado por entonces la Carrera de Psicología, desalojando a la Dirección de Cultura a un edificio de la calle Azcuénaga. Es allí, en el viejo solar de Corrientes 2038 donde el Teatro Universitario de Buenos Aires decide, a partir de agosto de 1976, instalar su propia sede, iniciando una continuidad de funciones de fin de semana, durante los doce meses de cada año, que habría de prolongarse hasta junio de 1983. Enfrentando todo tipo de dificultades cotidianas, las huestes del Teatro Universitario de Buenos Aires (al que se empezó a conocer popularmente como “el TUBA”), lograron por fin darle continuidad a sus actuaciones, con hasta seis funciones semanales (los viernes, sábados y domingos), con entrada LIBRE y GRATUITA, en la precaria sala de la planta baja de Corrientes 2038, donde a duras penas cabían unos 280 espectadores. La afluencia de público empezó a ser masiva. Largas colas de espectadores aguardaban desde varias horas antes, en la vereda de la avenida Corrientes y en el sombrío pasillo de la Carrera de Psicología, el comienzo de cada representación. Los más jóvenes se instalaban en el piso, en los pasillos laterales y hasta en el “hall” de acceso a la sala, desde donde seguían el espectáculo con aplausos y vítores que constituían (probablemente) su única posibilidad de expansión, libre de amenazas, en las sombrías épocas de clausura que vivía la Nación. La temporada 1976 del TUBA en Corrientes 2038 incluyó la comedia de John Synge (1871-1909) titulada “El farsante más grande del mundo” (estrenada en Buenos Aires en 1959 por María Rosa Gallo y Alfredo Alcón, en el desaparecido teatro Odeón); la obra naturalista en dos tiempos de Alberto Wainer “Correte un poco” y la tragedia de Sófocles (496 a.C.-406 a.C.) “Electra”. Ese mismo año, el TUBA había llevado la obra de Synge y la escenificación del drama bíblico de Jonás (con el Oratorio de Giácomo Carissimi (1605-1674) a cargo del Coro de la U.B.A. dirigido por Héctor Zeoli como acompañamiento), al Aula Magna de la Facultad de Medicina, colmado su hemiciclo por entusiastas jóvenes universitarios. En 1976 el TUBA logró concretar 126 representaciones y un total de 24.212 espectadores (incluídos el Cervantes, las Facultades de Medicina e Ingeniería, la Biblioteca Popular de Olivos; el auditorio de Subterráneos de Bs.As. y Corrientes 2038). La temporada 1977, programada y anunciada previamente por los diarios como suelen hacerlo los demás teatros oficiales, (lo que pasó a ser una práctica común del TUBA) tuvo la virtud de “descubrir” para el público de Buenos Aires a una autora argentina fallecida doce años antes (en 1965) en un accidente automovilístico: Martha Lehmann. La comedia de Lehmann titulada “La ofensiva” constituyó para el TUBA lo que en la jerga de los teatros profesionales se caratula como “un suceso” y de hecho estuvo en cartel desde marzo a diciembre, con un total de 83 representaciones en la sala de Corrientes 2038, mas una que se llevó a cabo en el Teatro Municipal de Río Cuarto (Córdoba). Para el montaje de “La ofensiva” se construyó un complejo decorado corpóreo, desarmable como los del teatro profesional, que diseñaron y elaboraron los estudiantes de arquitectura que a la sazón integraban la compañía. A partir de ese año el TUBA comenzó a tener talleres internos, tanto de escenografía y utilería, como de análisis en profundidad de obras y autores que fuesen a figurar (o no) en futuros repertorios. En cuanto a estos, su programación fue confiada por la Secretaría Académica del Rectorado de la U.B.A. a reconocidos literatos, como Delfín L. Garassa; Arturo Cambours Ocampo y Raul H. Castagnino, miembros del profesorado de la Facultad de Filosofía y Letras. Habituado a practicar “la alternancia” (que implica tener varios títulos en simultaneidad en la cartelera), el TUBA montó además en 1977 un espectáculo basado en los entremeses y pasos de comedia de Lope de Rueda (1510-1565), que recreaba la odisea de los cómicos de la legua, desafiando las censuras y persecuciones de la España de la Inquisición (en aviesa pero solapada alegoría a la propia odisea de los comediantes del TUBA), forzados a sobrellevar a diario las detracciones, menoscabos y hasta amenazas de las autoridades universitarias del momento, identificadas con la dictadura militar imperante. El tercer montaje de 1977 que se alternó en la cartelera semanal del TUBA fue el de “El alma del suburbio”, una estampa evocativa del Buenos Aires de antaño, con glosas y poemas de Evaristo Carriego (1883-1912) e Ignacio B. Anzoátegui; obras breves como “Entre bueyes no hay cornadas”, de José González Castillo (1885-1937); “A media noche”, de Pedro E. Pico (1882-1945) y “Marta Gruni”, de Florencio Sánchez (1877-1936). La temporada 1977 consignó 183 representaciones en Corrientes 2038; una en el Teatro Municipal de Río Cuarto; dos en el Centro Cultural del Tigre Hotel y una en un cuartel de bomberos en la localidad de Florencio Varela (Prov. de Buenos Aires), sumando entre todas un total de 52.440 espectadores (siempre, invariablemente, con acceso libre y gratuito). Para la temporada de 1978, el TUBA programó escrupulosamente una serie de montajes que, más allá de su eventual repercusión pública, no debían superar los tres meses de estadía en la cartelera. Bajo esta premisa, se dieron a conocer, entre marzo y octubre: “Comedia de errores”, de William Shakespeare (1564-1616); “Relojero”, de Armando Discépolo (1887-1971) y “Leonce y Lena”, de Georg Büchner (1813-1837), además de la reposición de “Correte un poco”, de Alberto Wainer, que provenía de temporada de 1976. Tras un exhaustivo trabajo de investigación, en un taller interno que coordinó la antropóloga Else Waag, el TUBA decidió postergar el montaje de “El brujo del bosque”, de Antón Chéjov (1860-1904) y en su lugar dar a conocer el trascendente drama de Georg Büchner “Woyzeck”, lo que le valió una tajante prohibición, tras la tercera representación, emanada del Rectorado de la U.B.A., bajo la inverosímil acusación de “propender a la infiltración marxista”. (Cabe acotar que el “Manifiesto” de Karl Marx se publicó recién once años después de la temprana muerte de Büchner, a los 24 años). Tras la prohibición de “Woyzeck” el director titular del TUBA, Ariel Quiroga, presenta su renuncia como Jefe del Departamento de Teatro de la U.B.A., pero –en aras de mantener la continuidad del organismo-, acepta continuar, cerrando la temporada con un montaje de compromiso: “La dama del alba”, de Alejandro Casona (1903-1965). Pasarían cinco años antes que esa renuncia se tornase en definitiva. Todas las obras del año (salvo “Woyzeck”, por razones obvias) fueron llevadas, con su montaje integral, a las Facultades de Derecho, Medicina, Ciencias Económicas e Ingeniería, y al Centro Cultural del Tigre Hotel, totalizándose 146 representaciones, con un caudal de 28.378 espectadores. Abriendo la cuarta temporada en Corrientes 2038 (1979), el TUBA “descubre” la primera comedia escrita por Jean Baptiste Poquelin con el seudónimo de Molière (1622-1673): “El atolondrado, o Los contratiempos”. A continuación aborda el drama de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) “La vida es sueño”, para cuya presentación el organista Héctor Zeoli escribe y ejecuta en el órgano de la Basílica del Santísimo Rosario, Convento de Santo Domingo, la música incidental. La temporada se completa con un espectáculo para niños, en adhesión al Año Internacional del Niño y la Familia: “Blanco, negro, blanco”, de Alfonsina Storni (1892-1938) y con un montaje de cámara, en base a fragmentos de “La laguna de los nenúfares”, de Victoria Ocampo (1890-1979), “Medea”, de Jean Anouilh (1910-1987) y “La dama no es para la hoguera”, de Christopher Fry (1907-2005). “La vida es sueño” se estrena en el Teatro de las Provincias Argentinas (hoy Regio, de Colegiales), antes de pasar a integrar el ciclo en Corrientes 2038 y también es llevada, junto con “El atolondrado” a las Facultades de Medicina, Odontología y al Centro Cultural del Tigre Hotel. El año concluye con una única representación de “Lucía Miranda”, escrita por un ignoto poeta rioplatense llamado Miguel Ortega, en 1864. En total, son 153 representaciones y se contabiliza un caudal de 34.216 espectadores. Hasta 1978, los programas de mano del TUBA consignan el nombre del organismo como Teatro Universitario de Buenos Aires, si bien figuran previamente los rótulos de “Universidad de Buenos Aires” y de “Dirección de Cultura” como auspiciantes y/o patrocinadores. A partir del año 1979, llega una orden (verbal) del Rectorado de la U.B.A. (no avalada por documento alguno), según la cual el nombre deberá ser el de Teatro DE LA Universidad de Buenos Aires”, una ambigua manera de “asumir y legitimar paternidad”, pero sin dejar constancia escrita. Siguiendo pautas trazadas por el arquitecto y escenógrafo Gastón Breyer, (1919-2009), el TUBA decide abrir su quinta temporada en Corrientes 2038 (la de 1980) intentando llevar a la práctica las teorías del espacio multívoco (también llamado “polivalente”). Abandona la sala tradicional de la planta baja e instala un tablado al descubierto en medio de la inmensa bóveda de la cancha de pelota que el edificio de Corrientes 2038 tiene en su último piso. Se montan allí cuatro espectáculos que buscan ahondar en los recursos del “espacio vacío”, expuestos por el británico Peter Brook (1925) en sus tratados sobre la renovación del ámbito escénico: “El avestruz acuático” (Una idea sobre el teatro), suerte de ceremonia grupal con textos de Jean Louis Barrault (1910-1994), Charles Baudelaire (1821-1867) y Alonso de la Vega (¿?-c. 1566); “La grulla crepuscular”, de Junji Kinoshita (1914-2006); “Mozart y Salieri”, de Alexander Pushkin (1799-1837) y “Chejoviana”, que incluyó fragmentos de “La gaviota”, el cuento “La novela del contrabajo”, actuado en forma de pantomima y la obra en un acto “Petición de mano”, de Chéjov. Tras seis meses de experimentación en la improvisada “sala cancha” (a la que el público tenía dificultades para acceder, por quedar clausurado el único ascensor del edificio durante los fines de semana), el TUBA vuelve a la tradicional de la planta baja con el estreno, concedido en exclusividad, de "Miedos y soledades”, del académico e historiador entrerriano Juan Carlos Ghiano (1920-1990), que asiste a casi la totalidad de los ensayos y representaciones. La temporada finaliza con el estreno en el país de la tragedia “Fedra”, de Jean Racine (1639-1699), en traducción directa del original realizada por el taller literario interno del TUBA. Dar a conocer “Fedra” en Argentina es uno de los méritos no reconocidos (entre tantos otros…) de la tarea divulgadora cumplida por el TUBA a lo largo de su década de existencia. Cabe acotar que en 1980 se cumplían precisamente 300 años de la inauguración de la “Comédie Française”, que tuvo lugar el 24 de agosto de 1680, con la ilustre tragedia raciniana. Son en total 141 funciones (64 de ellas en la “sala-cancha”) que nuclean a 18.906 espectadores. “Fedra” se representa también en las Facultades de Derecho, Medicina y Ciencias Económicas. La temporada de 1981 se abre con dos comedias escritas contemporáneamente por sus respectivos autores: “La sombra del valle”, de John Synge y “Un trágico a la fuerza”, de Antón Chéjov. Le siguen el grotesco de Armando Discépolo titulado “Stéfano” y dos estrenos de obras nunca antes representadas en Argentina: “La marquesa Rosalinda”, de Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) y “Una tragedia florentina”, de Oscar Wilde (1854-1900). En septiembre “Stéfano” es llevada, con su complejo decorado corpóreo, al Pabellón de las Américas de la Universidad Nacional de Córdoba, en dos funciones a las que asisten unos de 2.400 espectadores, en su mayoría estudiantes de esa Casa de Estudios. Se realizan en total 148 representaciones en 1981, con concurrencia de 29.010 espectadores. Inaugura la temporada de 1982 el grotesco de Luigi Pirandello (1867-1936) “El gorro de cascabeles”, al cual se acopla en alternancia una tragicomedia escrita por el estudiante de derecho e integrante del TUBA Hugo Daniel Hadis, titulada “El día que mataron a Batman”. La obra de Hadis habrá de mantenerse en cartel de marzo a diciembre, y su ácido mensaje sobre la banalidad del poder obtiene clamorosa respuesta por parte de los miles de jóvenes que acuden a presenciarla. La temporada incluye también cuatro espectáculos más, que se alternan en la cartelera de Corrientes 2038: “Escenas de la vida bohemia”, de Henri Mürger (1822-1861); una segunda Chejoviana”, que incluye adaptaciones de los cuentos “Una corista”, “El malhechor” y “Un carácter enigmático” y el drama en un acto “El canto del cisne”, de Chéjov; el estreno en el pais de “La noche de San Juan”, de Henrik Ibsen (1828-1906); un espectáculo de cámara con dos obras nacionales: “El velo”, de Martha Lehmann y “El poeta”, de Enrique Wernicke (1915-1968) y la segunda parte de “La Orestíada” de Esquilo (525 a.C.-456 a.C.), llamada “Las coéforas”. “El día que mataron a Batman”, “Escenas de la vida bohemia” y “Chejoviana” se representan también en las Facultades de Derecho, Medicina, Ingeniería y Ciencias Económicas; en el Centro Cultural del Tigre Hotel y en el Centro Cultural de Zárate. En octubre, la reposición de “Stéfano” (con elenco y decorados originales de la temporada anterior), es llevada al Teatro Auditórium de Mar del Plata, con los auspicios de la Universidad de esa ciudad, conjuntamente con “El día que mataron a Batman”. La temporada 1982 totaliza 146 funciones, con un total de 28.600 espectadores. El proyecto de repertorio para la temporada 1983 es ambicioso, pero no ha de poder concretarse. Están programados: el demorado (y hasta hoy no cumplido por ningún teatro, oficial ni privado) estreno de la tragedia rural de Eduardo Mallea (1903-1982) “El gajo de enebro”, otro estreno de un texto nunca representado en Argentina: “Fantasio”, de Alfred de Musset (1810-1857); “Alcestes”, de Eurípides (480 a.C.-406 a.C.) y un segundo estreno de un autor universitario e integrante del TUBA: “El descenso a la verdad, o Los augustos”, de Gustavo Manzanal. Pese a los reiterados (y casi diarios) enfrentamientos con las autoridades y el personal de la Dirección de Cultura de la U.B.A. (que parece “no tolerar” la preeminencia y popularidad adquirida por el elenco universitario, cuya sigla “TUBA” también irrita por las connotaciones que se le atribuyen), se decide abrir la temporada a fines de marzo con la reposición de “Una tragedia florentina”, de Oscar Wilde, estrenada dos años antes y con un espectáculo de sainetes breves de Enrique Wernicke, que (en abierta alusión a la época), se agrupan bajo el título de “Tiempo de aparatos”. En abril el TUBA es convocado por la filial argentina del Instituto Internacional del Teatro para intervenir en la Jornada del Día Mundial del Teatro, que se celebra en el Cervantes. Lo hace con una audaz representación de la “Pompa del macho cabrío”, de Étienne Jodelle (1532-1573), que la nutrida audiencia celebra con prolongado aplauso. Las trabas puestas desde el Rectorado de la U.B.A. a una proyectada gira latinoamericana por universidades del continente (de las que se reciben testimonios de aprobación) y la negativa absoluta por parte del Director de Cultura, Dr. Jorge Luis García Venturini, a solventar los gastos de una estadía de quince días del TUBA en Mar del Plata (para presentar “El gajo de enebro” y “Fantasio” en el teatro Auditórium durante las vacaciones de invierno), argumentando que los integrantes del elenco “no son personal rentado de la Universidad y por lo tanto no están en condiciones de percibir viáticos”, determina que tanto el director titular Ariel Quiroga como la totalidad del TUBA (a la sazón, 53 integrantes) presenten su renuncia indeclinable, llevando a cabo los integrantes severas denuncias públicas contra la U.B.A., que el periodismo recoge en notas de considerable espacio. “Desaparece el Teatro de la Universidad”, titula Clarín, en premonitoria cuan acertada apreciación; “Se disolvió el Teatro de la Universidad”, titula, por su parte, La Nación (dando por sentado el mismo vaticinio) y el Diario Popular, (más contundente), afirma: “Hartos, largaron todo…!”. La última representación en la sala de Corrientes 2038 tiene lugar el 5 de junio de 1983, con el espectáculo “Tiempo de aparatos”. En días subsiguientes, la U.B.A. emite escuetos comunicados de prensa, señalando que la renuncia de Quiroga no significa que el Teatro de la Universidad vaya a desaparecer y algunos meses más tarde nombra un nuevo director para una agrupación que, en realidad, no existe, tras el alejamiento de todos sus integrantes. Enrique Escope, sucesor de Quiroga, realiza ampulosos anuncios pero al poco tiempo también renuncia. Por último es Roman Caracciolo quien acepta la dirección, y tras un período sin novedades, presenta en Corrientes 2038 un espectáculo titulado “Q’ensalada”, del que, al parecer, se realizan sólo unas pocas funciones. Luego de un año de vacío, en un ahora remodelado edificio de Corrientes 2038, se erige el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, que pasa a ser un lugar de actividades multidisciplinarias, con prioridad para el dictado de cursillos extracurriculares, pero donde no vuelve a existir un centro de drama con repertorios en continuidad, como el desaparecido TUBA. Los grupos teatrales que desfilan por sus espacios lo hacen con escaso número de funciones y sin configurar repertorios; no van a las facultades ni representan a la U.B.A. en eventos a nivel provincial o nacional, como lo hacía el TUBA. En la Dirección de Cultura de la U.B.A. (en cuya sede funciona el Rojas), no queda un solo resabio de la enorme actividad desplegada por el TUBA entre fines de 1974 y mediados de 1983. Su existencia de casi una década; sus nueve temporadas consecutivas; sus reseñas, trabajos de estudio, affiches, programas de mano y demás evidencias de su fructífera labor son hechos desaparecer por manos anónimas de los anales de la Universidad de Buen os Aires. La renuncia de Ariel Quiroga fue rechazada en sus términos por el Rectorado de la U.B.A., pero en mayo de 1986 (tres años después del cierre del TUBA) una Resolución del Ministerio de Educación y Justicia (Nro. 1134), ya en plena democracia, dispuso que esa renuncia debía ser aceptada en la totalidad de sus términos, puesto que (dice textualmente la Resolución): “se trató de una postura ética que debe tener relevancia jurídica”. Espontáneamente, tanto la Asociación General de Autores de la Argentina (Argentores), como las autoridades del Teatro Nacional Cervantes y del Instituto Argentino de Estudios de Teatro hicieron llegar al Rectorado de la U.B.A. sendas notas pidiendo la restitución a la vida activa de ese “Teatro de la Universidad de Buenos Aires” que tanta divulgación del hecho escénico había prodigado en grandes conglomerados de la población, tanto de su Ciudad como del Conurbano y el interior. Nunca, en ningún caso, hubo respuestas por parte de la Universidad. Las universidades son, en todo el orbe y desde los albores del Humanismo, reservorios inviolables y perennes de la memoria de los trabajos de investigación y los aportes en el campo de las ciencias y las humanidades, aun de los llevados a cabo fuera de sus claustros. No es concebible que una Universidad reconocida por su nivel académicos en el resto del mundo civilizado, como lo es la Universidad de Buenos Aires desde sus orígenes en 1821, haya dejado caer en el olvido un ciclo de formación y divulgación del quehacer escénico, sin precedentes ni posterior secuela en su esfera extracurricular, por el sólo hecho de asociarlo –en temeraria opinión de algunos y sólo por mera circunstancia de contemporaneidad-, a una época de terror y genocidio por parte del Estado. Hasta aquí la Historia del TUBA, narrada por primera vez en este Blog en forma completa. Conocerla en detalle, ver sus imágenes, escuchar los fragmentos sonoros de funciones, charlas y momentos de su vida interna y verificar los documentos oficiales que atestiguan en forma irrecusable la denodada lucha mantenida por sus heroicas huestes, frente a los avatares que amenazaron a diario con su desaparición (hasta finalmente conseguirla), demandará de quienes se adentren en este Blog el ir “descendiendo”, una entrada tras otra, hasta llegar, con paciencia, a recorrerlas todas. Me atrevo a asegurarles que “el viaje” puede llegar a ser apasionante y hasta movilizador para los teatristas contemporáneos del mundo entero. Inténtenlo.

miércoles, 21 de marzo de 2012

EL TUBA: UN “REALITY” ANTICIPATORIO... PERO SIN FEROCIDAD

La ferocidad es una condición que, cuando aparece en el hombre, de inmediato se asocia al modo de actuar de las bestias salvajes. Hace ya unos cuantos años que la televisión suma adeptos mediante ese producto importado llamado “realitys”, que consiste en encerrar a unas cuantas personas, jóvenes por lo general, en un ámbito hermético, sin conexión con el mundo exterior, librándolas a un juego con finalidad de exterminio (al que llaman “eliminación”), en el que todo está permitido.
Aplicado a la Argentina, esto de los “realitys” asoma como una grotesca y casi maligna manera de revivir el horror de los años de dictadura, en los que “la Casa” era un albergue clandestino de detención; el “Gran Hermano” un represor uniformado (o a veces no) y “los participantes” un grupo de jóvenes, (que sumaron miles de miles con el correr de los años), cuyo destino final no era llegar a ser un “ídolo triunfador”, sino un cadáver sin tumba ni datos identificatorios. Los “reality” compiten de canal en canal, tratando de acaparar audiencia a base de exhibir actos sexuales explícitos, agresiones físicas y verbales, estupideces a granel, ordinariez, abulia imaginativa y una absoluta falta de pasión por la vida. Son así de vacíos, torpes y carentes de entusiasmo por lograr algo que no sea ganar dinero y fama con facilidad, los jóvenes de hoy...? Me niego a aceptar que la juventud esté perdida, despojada de aquellos fervores que encendieron tantas hogueras de rebeldía; envejecida prematuramente en su infinita capacidad de levantar estandartes de lucha y bloqueada en sus maravillosas reservas de amor, alegría, altruismo, sueños, delirios de lograr un mundo mejor, más hospitalario, menos egoista, superlativamente solidario... Ellos no son culpables de ese estado de promiscua decrepitud moral e intelectual. Quienes los convocan, los utilizan, los promueven por el tiempo que duren como “atracción de circo” y finalmente los arrojan a la nada de la que salieron (pero encima, cargados de resentimiento y con necesidad de seguir descargando la ferocidad aprendida en cualquier otra parte), ESOS SÍ SON LOS VERDADEROS CULPABLES...!!! La vida de nueve años seguidos del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (el TUBA) tuvo en cierto modo una fisonomía de “reality”. Los jóvenes que acudían al llamado a participar de la experiencia de “hacer vida de teatro en un teatro de repertorio” no estaban obligados a firmar contrato de aceptación de encierro, pero “el encierro” en los talleres de preparación de obras, de construcción de decorados y confección de vestuarios y un sinfín de tareas más se generaba naturalmente, como producto de la cantidad de horas que ellos aceptaban voluntariamente brindar al Teatro. Esto derivaba en una forma de vida comunitaria, en la que por ser todos jóvenes, entre 20 y 25 años en su mayoría, seguramente surgían enamoramientos, rupturas, relaciones íntimas y hasta rivalidades, vinculadas no tanto a la cuestión teatral sino a sus divergentes posturas ideológicas, en una época en que la libertad de pensamiento en las facultades y en la calle estaba tajantemente prohibida. En el anticipatorio “reality” que fueron los nueve años de vida del TUBA, en el que se calcula que los “participantes” llegaron a ser alrededor de 1.600 jóvenes, se exaltó la práctica del esfuerzo, del entusiasmo realizativo, de la suprema alegría de llegar a los otros, de intentar mejorar a los otros, de hacer las cosas por amor a las cosas, desdeñando los halagos de la fama inventada o el cobro de dividendos extorsivos. Lo que con seguridad no hubo en el TUBA fue la puja por la “eliminación” de nadie ni la ferocidad de recursos para erigirse en único “finalista” de nada. No quiero asumir una postura “pseudo evangelizadora”, pero... ¡qué falta haría que existiesen en estos tiempos “NUEVOS TUBAS”, en los que la juventud pudiese volcar en la sociedad lo que José Ingenieros definía con estas palabras: “Los ideales incontaminados de la juventud son la levadura moral de los pueblos”...!!!.

JORGE FARGAS, EL MEMORIOSO

JORGE FARGAS (IZQ.) TRABAJANDO A MI LADO EN ALGÚN PROYECTO DEL TUBA. DETRÁS, LOS "CHICOS" DEL ELENCO, EN SUS TAREAS DE ARTESANADO. Por estos días de fin del verano en Mar del Plata han estado de nuevo Jorge Fargas y su esposa Elena a visitarme. Ambos son algo así como los últimos resabios de una “aristocracia” definitivamente perdida, sepultada por los oleajes de esa vulgaridad cotidiana que tanto entristecía a Chéjov. Su “aristocracia” no deviene de linajes patriarcales ni de caudalosas herencias. Emana con absoluta naturalidad de la sencillez y afabilidad de sus respectivas personas. Jorge (que debe andar acercándose a los 80, aunque él ni por asomo lo menciona), fue de los primeros inscriptos en el llamado inicial para integrar el nebulosamente futuro Teatro Universitario de Repertorio, que yo había propuesto a la Dirección de Cultura a mediados de 1974, y que terminó siendo “el TUBA” o, dicho en términos “oficiales”, el “Teatro de la Universidad de Buenos Aires” entre 1974 y 1983. Jorge estuvo en la compañía durante seis de sus nueve temporadas y aunque por motivos familiares no intervino en los espectáculos de las tres últimas, nunca dejó de estar a nuestro lado y la prueba es que a 29 años de la desaparición del TUBA, sigue fiel a las consignas que ese Centro de Drama enarboló con desafiante pasión, en pro de la recreación y divulgación masiva del Gran Teatro de la Humanidad de todas las épocas y machaconamente (muy a mi pesar) sigue llamándome “maestro”. Cuando Jorge decidió experimentar la vida de teatro a nuestro lado era ya un “señor abogado” y padre de familia, cuya edad superaba por lo menos en una década la del resto del conjunto de estudiantes de diversas carreras que conformaban el TUBA. Asi y todo, siempre trabajó a la par y asumió con humildad esas heroicas tareas a las que nos obligaba la precariedad del lugar donde desarrollábamos nuetros ensayos y funciones: el edificio de Corrientes 2038, el mismo que, irreconocible, ocupa actualmente el Centro Cultural Rojas. Intervino en el espectáculo sobre el Sainete Rioplatense, de 1975; en “La suegra”, de Terencio; “Los cautivos”, de Plauto; “El díscolo”, de Menandro; “Electra”, de Sófocles y “El farsante más grande del mundo”, de Synge, en 1976; en “La ofensiva”, de Martha Lehmann y “Jácaras y mojigangas”, de Lope de Rueda, en 1977; en “Comedia de errores”, de Shakespeare; “Relojero”, de Discépolo; “Leonce y Lena” y “Woyzeck”, de Büchner, en 1978; en “El atolondrado”, de Molière, en 1979; en “Fedra”, de Racine y “Miedos y soledades”, de Juan Carlos Ghiano, en 1980 y en los ciclos de Teatro Leído que llevó a cabo el TUBA entre 1976 y 1978. Jorge Fargas fue para el TUBA (y para mí, su a menudo “desfalleciente director”), un severo pero a la vez tierno CONSEJERO-PROTECTOR. A diferencia de los déspotas de los que dependíamos, enquistados en aquella malhadada Dirección de Cultura de la UBA, su “autoridad” se imponía a fuerza de trato cordial, razonado y contemporizador. Por qué lo defino como “el memorioso”, como al Ireneo Funes de Borges (ese curioso personaje nacido a la ficción en 1944, que se jactaba de “tener más recuerdos que todos los demás hombres desde que el mundo es mundo”)...? Porque Jorge Fargas recuerda hoy, palabra por palabra, los monólogos de su personaje en “El debut de la piba”, de Roberto Cayol (que hizo en 1975), o las estrofas evocativas de su niñez, de Ernesto Sábato, (que le tocó recitar en el espectáculo “A Buenos Aires”, de 1977), o tantas y tantas cosas que se hicieron en aquel dichoso TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, que inexplicablemente la Universidad de Buenos Aires decidió borrar de los anaqueles de su memoria, tal vez por no incurrir en el síndrome de hipermnesia que aquejaba al Ireneo Funes de Borges. Mañana o pasado Jorge Fargas y la dulce, serena, diáfana Elenita parten de regreso a Buenos Aires; ella a la pintura de sus cuadros; él, infatigable en su pasión teatralera, a pergeñar un unipersonal que partiendo de la duda existencial de Hamlet lo acerque a una visión crítica de este complicado presente que nos circunda. Nos volveremos a encontrar, para escuchar arrobados (como lo hicimos ayer), las viejas grabaciones de los espectáculos del TUBA, el próximo verano...?. Descuento que en caso de faltar uno de los dos (o los dos) a la cita... el encuentro va a tener lugar de todas maneras, en alguna parte.

jueves, 8 de marzo de 2012

UN TEMA CRUCIAL DE ESTE BLOG: EL VACÍO DEJADO POR LA DESAPARICIÓN DEL “TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES” EN JUNIO DE 1983

Quienes accedan a este Blog por primera vez o muchos de los que lo vienen siguiendo a partir de Febrero de 2010, fecha de su creación, tendrán derecho a preguntarse en algún momento: Tiene sentido contar ahora tantas historias, logros, percances, triunfos y tribulaciones de un grupo teatral universitario que, pese a su prolífica existencia de nueve años en continuidad, lleva ya 29 años sin existir...? Haciendo caso omiso de mi maniática tendencia a “la evocación” (se decía del renombrado director de cine George Cukor que era un “empecinado evocador”), convengamos que la historia del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS es algo más que un bonito compendio de heroicidades juveniles, ocurridas precisamente en el período de más horrenda represión por parte del Estado en la Argentina. El TUBA (como se lo conocía popularmente) fue un centro de investigación y divulgación de la dramática nacional y universal que sacó a relucir autores y obras jamás mostrados al público argentino con anterioridad, como en los casos de “La suegra”, de Terencio; “El díscolo”, de Menandro; “Fedra”, de Racine; “El atolondrado”, de Molière; “Mozart y Salieri”, de Pushkin; “La marquesa Rosalinda”, de Valle Inclán; “Una tragedia florentina”, de Oscar Wilde; “La noche de San Juan”, de Ibsen; “La grulla crepuscular”, de Kinoshita; “Escenas de la vida bohemia”, de Mürger; “Oda al macho cabrío”, de Jodelle; “Los cautivos”, de Plauto; “Andanzas de Don Quijote de la Mancha”, de Francisco de Ávila o “Lucía Miranda”, drama histórico del autor rioplatense Miguel Ortega, escrito en 1864. Fue además el TUBA una suerte de “formador de públicos”, al hacer llegar todas esas obras antes citadas y muchísimas más (entre las que hubo títulos de hondo valor humanístico y filosófico como “La vida es sueño”, de Calderón; “Las coéforas”, de Esquilo; “Electra”, de Sófocles; “El gorro de cascabeles”, de Pirandello; “La gaviota”, de Chéjov o “Fedón, o Del alma”, el diálogo de Platón con que inició su actividad pública el 30 de noviembre de 1974), a cientos de miles de espectadores, provenientes de todos los sectores sociales de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerenseo, mediante fatigosas giras por pueblos, universidades y centros culturales, incluído el interior de la República, manteniendo invariablemente la altruísta política del acceso LIBRE y GRATUITO. Como cultor de la dramática rioplatense, el TUBA logró en más de una oportunidad lo que en la jerga del teatro comercial se denomina “sucesos”, con obras como “La ofensiva”, de Martha Lehmann (que alcanzó la cifra inusual para un grupo universitario de 83 funciones en 1977); los grotescos de Armando Discépolo “Stéfano” y “Relojero”; el teatro costumbrista de Alberto Vacarezza, Carlos Mauricio Pacheco, Nemesio Trejo, Roberto Cayol, Francisco Defilippis Novoa, Enrique Buttaro, Florencio Sánchez, Ezequiel Soria o José González Castillo; los sainetes contemporáneos de Enrique Wernicke y en carácter de estreno, concedido gentilmente por el académico entrerriano Juan Carlos Ghiano (fallecido en 1990), las tragicomedias en un acto “Los testigos”, “Los extraviados” y “Pañuelo de llorar”, que el TUBA dió a conocer en 1980. Internamente, tanto en la faz de la preparación actoral, mediante la práctica directa sobre el escenario y ante el público, como en sus talleres de artesanado en los que se construían decorados, se confeccionaban vestuarios de época o elementos de utilería e iluminación, el TUBA contribuyó a la formación ética de unos 1.600 estudiantes provenientes de todas las carreras que por espacio de un mes, un año o la totalidad de su vida activa como Teatro de Repertorio, protagonizaron una epopeya realizativa en el campo del quehacer escénico signada por el desinterés económico, el altruísmo y el esfuerzo incondicional puesto al servicio de una tarea enriquecedora de la Sociedad como lo es la del teatro. Nada de todo esto que por enésima vez acabo de reseñar tuvo continuidad luego del cierre del TUBA. El vacío dejado por el TUBA, extrañamente, no ha sido hasta hoy cubierto por ninguna de las múltiples áreas de interacción cultural que hace unos 28 años se desarrollan en el Rojas, el epicentro cultural de la UBA, que significativamente ocupó el mismo lugar físico que el TUBA había defendido durante nueve años (o sea: el viejo edificio de Corrientes 2038, convenientemente refaccionado y expandido). Por qué...? Sencillamente, porque no ha vuelto a existir un TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES. Este vendría a ser el tema crucial que dá sentido a la razón de ser de este Blog, creado a tantos años de distancia de la desaparición del TUBA. Más allá de mis nostálgicas evocaciones (al mejor estilo George Cukor), de mis relatos a menudo llevados al límite de lo apoteótico, cuando se trata de demostrar la entrega sin reservas de aquella pléyade de jóvenes “cómicos de la legua” que vestían con orgullo sus harapos como si fuesen atuendos imperiales; de mis derrumbes emocionales al describir las humillaciones, los impedimentos, las censuras y persecuciones a las que el TUBA fue sometido por funcionarios y empleados de la propia Universidad a la que pertenecía... lo inexplicable (que alguien DEBERÍA poder explicar), es ese tema del vacío. Un Teatro Universitario que estuvo tan vivo y tan pletórico de entusiasmo durante casi una década, tan combativo y tan lúcido frente a su misión esclarecedora en el oscuro tiempo en que le tocó alzar su voz... no pudo ser continuado por nadie...? No hay nadie en este magnífico tiempo de democracia DEFINITIVA en la Argentina que esté dispuesto a llenar con nuevos impulsos y fogosidades juveniles ese ominoso vacío dejado por el TUBA hace veintinueve años...?.

martes, 6 de marzo de 2012

IMÁGENES DEL PASADO: "HUGO" Y EL TUBA...

Hoy conseguí una copia BLU-RAY de la última película de Martín Scorsese: “HUGO”. Primero fue el asombro, el estupor ante esa técnica que rompe con todas las barreras de la imaginación... pero cuando llegó la escena del proyector a manivela en casa del mismísimo Meliés toda una andanada de recuerdos y melancolías se me vinieron encima, estrujándome la garganta. Habíamos llegado a filmar unas tres o cuatro horas, en colores y blanco y negro, de casi todos los espectáculos del TUBA a partir de la primera representación del 30 de noviembre de 1974, con una rudimentaria cámara de Super-8 y película Kodac (la marca que no existe más), comprada a menor precio por estar vencida, pero con la que se lograban unas tonalidades marronáceas y una textura granulada que daba la impresión de estar viendo un remedo de aquel realismo poético de los primeros films de Visconti, del cuarenta y dos al cincuenta y tres.
Un buen día, pasados ya muchos años del cierre del TUBA, en uno de los patéticos arranques de furia que me acometían cada vez que me estrellaba contra las reiteradas negativas de la Universidad de Buenos Aires ante mis insistentes petitorios en pro de una reapertura del Teatro, abrí una a una las bobinas que almacenaban esas filmaciones y tijera en mano las fui destruyendo centímetro a centímetro de celuloide. Sólo se salvaron, en pésimo estado, los escasos minutos que están al final de mi “mensaje a los jóvenes de hoy”, puesto junto a otros “pedacitos de la historia del TUBA” en el sitio de internet llamado YouTube, bajo el rótulo TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES.
Extraña coincidencia con la película de Scorsese: también hay en ella una secuencia que muestra como Georges Meliés, atribulado por el horror de la guerra, destruye con ferocidad los negativos de casi todas sus películas.
Yo vivía en Buenos Aires en un noveno piso frente a los galpones del Mercado de las Pulgas. Muchísimas veces, tiempo después de la destrucción, me adentraba por los tortuosos pasillos atestados de muebles viejos y toda clase de objetos inverosímiles, con la ilusión de que alguien hubiese rescatado de la basura el contenido hecho trizas de todas aquellas bobinas con las filmaciones del TUBA y estuviesen a la venta como curiosidad entre tanta cosa disparatada como había en ese Mercado.
De más está decir que nunca encontré nada. Otra evidencia de que la muerte del TUBA en junio de 1983 había sido definitiva...
Sin embargo, permítaseme una duda: habrá en los espectáculos que montan hoy los jóvenes teatristas que van en pos de experimentar a todo riesgo con el hecho escénico, imágenes que trasunten climas poéticos, de ensoñación, como las que inundan cada momento del film de Scorsese que acabo de “sufrir” y disfrutar... o como esta que voy a poner a continuación, tomada al azar, de uno de los tantos espectáculos montados por el TUBA en sus nueve años de vida, que pertenece a las “Escenas de la vida bohemia” de Mürger (temporada 1982), cuya acción transcurría en ese mismo París lluvioso, plagado de delirios y hambrunas, que es el París donde transcurre “HUGO”, en los años cercanos a la Primera Guerra Mundial...? Pienso que en el teatro de hoy imágenes como esta de las "Escenas de la vida bohemia" del TUBA 1982, sencillamente, están fuera de lugar. Habrá que resignarse y admitir que se trata, así nomás, de IMÁGENES DEL PASADO.

domingo, 4 de marzo de 2012

CUANTAS VECES MÁS HARÁ FALTA CONTAR LA MISMA HISTORIA...?


A partir del inevitable cierre del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, la historia de ese Centro de Drama que funcionó como Teatro Universitario de Repertorio durante nueve años seguidos, entre mediados de 1974 y casi fines de 1983, fue contada y divulgada innumerables veces durante los años sucesivos a ese cierre, a través de documentos, imágenes y soportes magnéticos que deberían obrar en archivo de diversos entes culturales y medios periodísticos de la República Argentina, tales como: Secretaría de Cultura de la Nación; Municipalidad (hoy Gobierno) de la Ciudad de Buenos Aires; Rectorado de la Universidad de Buenos Aires; Centro Cultural Rector Ricardo Rojas de la UBA; Teatro General San Martín; Teatro Nacional Cervantes; Instituto Nacional de Estudios de Teatro; Instituto de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras; Universidad de Belgrano; Universidad Nacional de Córdoba; Universidad Nacional de Mar del Plata; Universidad de Morón; Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires; Centro Cultural de la Cooperación; Canal (á); Canal Encuentros; diarios y revistas de la Ciudad de Buenos Aires...
En el año 2004, al cumplirse 30 años de la creación del TUBA, se editó un CD interactivo (se muestra su portada encabezando esta entrada) que contenía en imágenes el derrotero, pormenorizado año tras año, cumplido por el elenco teatral universitario, que fue distribuído (gratuitamente, cabe aclararlo) no sólo a los sitios oficiales y privados antes mencionados, sino en casi todos los teatros, profesionales e independientes de la ciudad de Buenos Aires.
En noviembre de 2005 se editó un DVD, de elevado costo de producción que asumí a título personal, que incluye filmaciones tomadas de funciones y ensayos filmados originalmente en Super-8 y demás testimonios de la vida pública e interna del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES. Al igual que el CD de 2004, este DVD (cuya imagen frontal figura a la derecha del texto), se obsequió a los mismos diversos lugares antes citados, en los que se suponía que la HISTORIA DEL TUBA podía llegar a generar algún tipo de interés.Personalmente, lo entregué al Lic. Fabián Lebenglik en su despacho del Centro Cultural Rojas, en la Av. Corrientes 2038 (lugar que había sido sede del TUBA, cuando el edificio se hallaba en estado de total abandono) y al Prof. Osvaldo Pellettieri (fallecido en julio de 2011), en las oficinas de GETEA, ubicadas en la añeja sede de Institutos de la Facultad de Filosfía y Letras, de la calle 25 de Mayo y Bartolomé Mitre.
Nadie pareció nunca, hasta ahora, interesado en la HISTORIA DEL TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, como para intentar, desde sus respectivos estamentos culturales, un apoyo que contribuya a la revalorización de esa historia, a través del rescate de su importancia como aporte investigativo y realizativo del quehacer teatral a nivel nacional y universal por parte de cientos de jóvenes universitarios, ni mucho menos dispuesto a brindar su colaboración para una toma de decisiones por parte de las autoridades de la UBA, que permita la REINSTAURACIÓN de ese Centro de Drama que fue el TUBA, en el marco de la multifacética diversidad de propuestas que caracterizan la ya veterana tarea cultural de la UBA desde las instalaciones en permanente expansión del Centro Cultural Rojas.
Habrá que seguir contando la misma HISTORIA DEL TUBA hasta que nos dé la memoria y no se termine de herrumbrar el archivo de recuerdos fotográficos y escritos que se pudo “salvar del naufragio”... en espera de que alguna vez alguien, en algún recoveco de los tantos despachos de gestión cultural de la Argentina, decida que aquella esforzada gesta de juventud valió la pena...?

sábado, 3 de marzo de 2012

EL LLAMADO DEL TUBA AL MUNDO QUE NO PUDO SER

Día tras día, a partir de febrero de 2010, en que empecé a escribir este Blog con fragmentos dispersos de lo que fue la Historia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires (conocido como “el TUBA”), entre los años 1974 y 1983 en la Argentina, fui comprobando, merced a un globo terráqueo que dá vueltas constantemente en el sector izquierdo del Blog, que en muchísimos países esa Historia era consultada asiduamente.
El Blog está escrito en español (el único idioma en el que puedo intentar escribir con cierta coherencia) y sin embargo parecería interesar, por la cantidad de consultas que el dichoso globo terráqueo va registrando, en lugares tan idiomáticamente alejados como Holanda, Rusia, Finlandia, Indonesia, Taiwan o Bélgica. Lógicamente, es en América Latina donde parece estar la mayor cantidad de “seguidores” de las peripecias, logros y desfallecimientos de la epopeya de juventud que fue aquellos nueve años de vida del Teatro de la Universidad de Buenos Aires.
Quise saber qué opinaba tan presumiblemente “heterogénea” comunidad de teatristas de todo el mundo (dando por sentado que debían ser principalmente “teatristas” los interesados en esa Historia) y lancé hace pocos días un llamado, una suerte de convocatoria a participar con su apoyo o sus críticas respecto no sólo de lo que fue el TUBA, sino de lo que PODRÍA LLEGAR A SER a partir de ahora, si la Universidad de Buenos Aires depusiese su incomprensible postura de negación respecto de la existencia del que fuera, hasta hoy, el ÚNICO elenco universitario orgánico en su historial académico de 191 años y se decidiese a sumarse al contexto de las demás universidades del orbe, que ostentan (desde hace siglos en muchos casos), la pertenencia de pujantes Centros de Drama Universitarios, cuyo accionar investigativo y renovador en el campo del quehacer escénico abre permanentemente nuevos rumbos para el devenir de la milenaria odisea llamada Teatro.
Una vez más, las “secretas pero bien razonadas barbaries” (estoy citando a Borges), escondidas en los vericuetos infinitos de ese universo inescrutable que es la Internet, acabaron con la inocente intención de conocer la opinión del mundo sobre el TUBA.
En lugar de mensajes de adhesión, de discusión o de crítica sobre la Historia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires, empezaron a llegarme propuestas de transferencias de millones de dólares, a cambio de depósitos de otros tantos millones de dólares en bancos de lugares inverosímiles, sin identificación de destinatarios y escritos en idiomas entremezclados, de resultas de lo cual la “entrada” (cuyo título era: “UN LLAMADO DEL TUBA AL MUNDO”) ha debido ser suprimida del Blog y pospuesta para un futuro (improbable futuro), en el que la web sirva sólo como puente de unión entre los hombre y mujeres de todas las edades, de todas las nacionalidades, de todos los credos, de todas las diversidades culturales e ideológicas... libre de acechanzas, de peligros, de coaxiones, de oscurantismos, de atropellos, de veladas o concretas ofensas a ese Humanismo laico que, entre otras grande cosas, inspiró el nacimiento de las Universidades, en cuyos claustros lo ontológico halló y halla, a través del Saber y la Razón... un sendero sin límites territoriales para acercarse alguna vez a la comprensión de Dios.