martes, 5 de julio de 2016

UN DEBATE QUE ESTA PENDIENTE HACE 33 AÑOS: ¿POR QUÉ LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES NO QUISO TENER MÁS UN “TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO” DESPUES DEL TUBA…?

Hacen 33 años que el TUBA (el Teatro de la Universidad de Buenos Aires) se vio forzado a cerrar sus puertas, ante la insostenible hostilidad que durante los nueve años de su labor en continuidad, le propinaba la propia Universidad, bajo cuyo emblema institucional había sido creado, a mediados de 1974. Treinta y tres años en los que la polémica sigue en pie: ¿Tiene razón de ser un TEATRO DE REPERTORIO, abierto al público, de acceso gratuito y conformado por estudiantes de diversas carreras, dentro de los claustros de una Universidad…?. La historia de los legendarios teatros universitarios, surgidos a la vera del Humanismo, durante los Siglos XVI y XVII, en las antiguas universidades europeas, como Heidelberg o Alcalá de Henares, pareciera dictaminar que SI. En el sur del continente americano, en Santiago de Chile, el Teatro Experimental de la Universidad de Chile, creado en 1941, fue el punto de partida de un movimiento que prontamente se expandió por todo el territorio nacional y en la actualidad ningún chileno parece plantearse si la labor de los teatros universitarios debe seguir existiendo o no. Sin embargo, en la Argentina las cosas no han sido ni son tan claras y contundentes. El TUBA logró existir nueve años, “a duras penas”. Desde los primeros intentos de constituirse en un TEATRO DE VERDAD, con obras montadas y funciones regulares ante el público (como cualquier teatro, valga la casi redundante analogía, porque, ¿qué va a ser un teatro sino montar obras y darlas a conocer al público…?), el TUBA tuvo dificultades e impedimentos. Vale recordar la alarma que provocó en un funcionario de la dirección de cultura de la UBA, cuando en marzo de 1975 le comenté que íbamos a comenzar los ensayos de las obras del primer repertorio: “¡ENSAYOS…NO, QUIROGA, POR FAVOR NADA DE ENSAYOS…POR AHORA DELES CHARLAS Y NADA MÀS…!!!". ¿Qué podía haber de “amenazante” en el hecho de comenzar a ensayar “La montaña de las brujas”, de Julio Sánchez Gardel, que era una de las primeras obras programadas para el incipiente TEATRO DE REPERTORIO que me habían autorizado erigir dentro de la Universidad de Buenos Aires…?. En mi imaginación de teatrista de 34 años, cansado de montar obras con elencos profesionales y tras una larga experiencia de más de veinte años en los grupos de teatro independiente (que para 1974 ya estaban en extinción), un TEATRO DE REPERTORIO en la Universidad era la posibilidad de acudir a los clásicos, a los modernos y a los contemporáneos, sin las limitaciones del factor ÈXITO, que condiciona inevitablemente a las compañías de teatro comercial. Y una vez que el TUBA logró afianzarse como CENTRO DE DRAMA EN CONTINUIDAD, a partir de su tercera temporada de vida (1977), haciendo hasta CINCO funciones diferentes, cada fin de semana, en la sala de la planta baja del edificio de la avenida Corrientes al 2038, los clásicos, los modernos y los contemporáneos se fueron dando cita, alternadamente, hasta llegar a conformar un REPERTORIO digno de figurar a la par de los repertorios de las grandes instituciones teatrales, tanto de la Argentina (Teatro Nacional Cervantes o Complejo del Teatro San Martín), como del mundo entero. Entonces, la pregunta que necesariamente hay que plantearse hoy, a 33 años de la desaparición del TUBA, es: ¿POR QUÉ NO PUDO VOLVER A HABER OTRO TEATRO DE REPERTORIO EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES…?. Haber dejado solo al TUBA, luego de su desaparición, en 1983… ¿no es evidencia de una, en verdad, inexplicable incapacidad para llevar adelante empresas que no dependan ni del dinero que las solvente ni de condiciones políticas “ideales”, que no siempre se dan, desgraciadamente, ni en la universidad de Buenos Aires ni en el resto de nuestra querida República Argentina. El TUBA se “auto sustentó”, porque la Universidad no le aportaba nada, más que una mísera caja chica que sólo alcanzaba para comprar clavos y alguna lámpara que se quemase en los focos de la iluminación del escenario y en cuanto a condiciones políticas, no las pudo haber peores a lo largo de su historia de nueve años, habida cuenta que siete de esos nueve fueron los de imperio del terror de una dictadura despiadadamente genocida. El TUBA se hizo con voluntades jóvenes dispuestas al altruismo y a no medir el esfuerzo a cambio de ninguna paga. Los estudiantes de las más diversas carreras que habitaron los talleres actorales, técnicos y artesanales del TUBA a lo largo de sus nueve años de existencia (se calculan en alrededor de 1.600) no necesitaron de otro aliciente más que la satisfacción de hacer las cosas POR AMOR A LAS COSAS y concretaron cientos de espectáculos muy bien montados (ver fotos a continuación de este texto), siguiendo el axioma de Jean Louis Barrault que yo, su director, les inculcaba cariñosamente: LA TEORÌA NO ES NADA DIFÌCIL… PERO MÁS FÀCIL AUN ES LA PRÀCTICA. ¿No sería hora de que entre tantos coloquios y mesas redondas sobre el tema TEATRO, que se suelen llevar a cabo tanto en el Centro Cultural Rojas de la UBA, como en otros centros o foros culturales de la ciudad de Buenas Aires, se plantease esta disyuntiva…?: ¿POR QUÉ NO HUBO NUNCA MÁS UN “TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO” EN LA UBA, DESPUÈS DE LA DESAPARICIÒN DEL TUBA…?. Dejo picando la pelota, como se suele decir…

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