martes, 19 de julio de 2016
EL TUBA, UN "TEATRO DE VERDAD" AL QUE NADIE QUISO DARLE CONTINUIDAD
Cuando se me dio la oportunidad de concretar un sueño largamente acariciado: la creación de un TEATRO UNIVERSITARIO en mi ciudad natal, Buenos Aires, yo tenía 34 años. Era agosto de 1974 y en unos días más, agosto de 2016, voy a cumplir (si la Providencia no dispone lo contrario), la friolera de 76. El TUBA logró existir a fuerza de “prepotencia de trabajo” y fue, durante nueve temporadas consecutivas (1974 – 1983), un TEATRO DE VERDAD (valga la paradoja, puesto ¿qué debería ser un teatro que se crea de la nada, sino UN TEATRO DE VERDAD…?). En los 33 años que van desde el forzoso cierre del TUBA, en 1983, lo sorprendente es que a nadie se le haya ocurrido volver a instalar un TEATRO DE VERDAD en la Universidad de Buenos Aires. ¿En qué falló el TUBA, para que nadie tratase de darle continuidad, máxime que en el edifico donde hizo la mayor parte de su historia (Corrientes 2038, en pleno centro de Buenos Aires), se erigió hacia 1985 el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, con mucho mejores condiciones que las que le tocó padecer al TUBA, cuando ese histórico solar de la UBA era un barracón en ruinas, atestado de ratas y plagado –además-, de otro tipo de roedores (de uniforme y de civil, en esos años aciagos en los que tantos jóvenes fueron sacrificados). Tal vez el TUBA debió haberse contentado con ser un AULA DE APRENDIZAJE DE LA ACTUACION, sin involucrarse en esa faena ardua, pero fascinante, de montar espectáculos y ofrecerlos al público, con hasta seis o más montajes EN ALTERNANCIA, una disciplina extenuante, alucinante, que implica –por ejemplo- dar a conocer un clásico como Esquilo o Molière, un moderno como Ibsen o Pirandello y un autor nacional, contemporáneo, como Juan Carlos Ghiano o Roberto Cossa, EN UNA MISMA SEMANA…!!!. Para demostrar que el TUBA logró ser (solito, con el conjunto de las voluntades jóvenes de sus cientos de integrantes universitarios y sin el menor apoyo presupuestario ni técnico de la Universidad), un TEATRO DE VERDAD, valga el recuerdo de lo que significó, en su tercera temporada, la de 1977, la puesta en escena en carácter de estreno, de la obra de la dramaturga argentina fallecida años antes, Martha Lehmann: “LA OFENSIVA”. Para “La ofensiva” hubo que construir un decorado corpóreo (como los que se acostumbran en los grandes teatros profesionales), que tenía de todo: muebles enormes, techo, arañas de alabastro, ventanas, puertas… todo lo necesario para recrear el ambiente de una pensión de los años cuarenta y cincuenta, cercana al puerto de Buenos Aires. Eran años en los que se temía que la Argentina pudiese llegar a ser invadida por alguna potencia extranjera, de las que habían logrado la victoria de las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial, en conocimiento de que nuestro suelo había servido de refugio para muchos genocidas del derrotado nazismo. La historia de “LA OFENSIVA” mostraba a un grupo de personas inertes, adormecidas en su quietud ociosa de todos los días absolutamente iguales y grises.
El acierto del texto de Martha Lehmann sera la "vuelta de tuerca", por medio de la cual uno de los habitantes de la pensiòn -precisamente un estudiante universitario, lograba convencer al resto de los huespedes de que LA OFENSIVA, de verdad, se estaba produciendo y era entonces cuando aquellos seres grises y opacos, TOMABAN CONCIENCIA de que la Patria debia ser defendidida a toda costa y comenzaban los preparativos para el inminente enfrentamiento. Al final, todo se descubria... pero ya sus vidas no volverian a ser iguales...
La construcción de las paredes de ese enorme decorado la hicimos entre todos, en base a lo que diseñó uno de los integrantes del elenco, que estudiaba arquitectura. Como veterano hombre de teatro, les enseñé a mis discípulos “el arte de la guindaleta”, que consistía en una forma práctica de lograr que la caja escénica no se tambalease durante las funciones, mediante el enlace de cuerdas estratégicamente ubicadas en cada juntura de los paneles del decorado. “LA OFENSIVA” fue, lo que en le jerga teatral de los viejos profesionales, se denomina UN ÉXITO ABSOLUTO. Estuvo todo el año 1977 en la cartelera del TUBA, desde marzo a diciembre, totalizando 83 funciones, en simultaneidad con otros dos espectáculos: “Jácaras y mojigangas” y “El alma del suburbio” y un Ciclo de Teatro Leído que iba los sábados por la tarde. No se la pudo “sacar” nunca de Corrientes 2038, en nuestras habituales recorridas por las Facultades y centros culturales de la ciudad, porque todo su mobiliario y su escenografía eran prácticamente “intrasladables”. La llevamos al Teatro Municipal de Rio Cuarto (Córdoba), en septiembre, pero debimos ingeniárnosla para armar allá una suerte de réplica del decorado de Buenos Aires. En concreto: con “LA OFENSIVA” el TUBA pudo demostrar que podía ser UN TEATRO DE VERDAD, en tiempos en los que el precario escenario de la sala de Corrientes 2038 (hoy llamada Sala Batato Barea), debía ser compartido con el enorme entarimado del Coro Polifónico de Ciegos ¡Y CON SU PIANO DE COLA…!!!. Vuelvo al interrogante del comienzo de esta nota: ¿En estos 33 años de ausencia de un TEATRO UNIVERSITARIO en la Universidad de Buenos Aires… no se quiso o no se pudo volver a erigir UN TEATRO DE VERDAD, como buscó y consiguió ser el TUBA, pese a tantas dificultades, detracciones y faltas de apoyo como se le opusieron en el camino…? A continuación, una serie de fotografías tomadas durante algunas de las 83 representaciones de “LA OFENSIVA”, en 1977, en el escenario del TUBA:
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