miércoles, 13 de julio de 2016

EL TUBA TODAVIA ESTA VIVO

El TUBA (que se autodenominó primero TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES y a partir de su quinto año de vida, la Universidad de la cual dependía lo obligó a llamarse TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (una forma implícita de oficialización, que nunca se concretó en papeles resolutivos), todavía está VIVO, a 33 años de su forzado cierre, en 1983. Pasa que yo tenía guardadas algunas cintas grabadas en los viejos casetes, de varios de sus espectáculos. Encontré en estos días la de “JÀCARAS Y MOJIGANGAS”, que se hizo en la temporada de 1977, en alternancia con “LA OFENSIVA”, de Martha Lehmann y “EL ALMA DEL SUBURBIO”, un collage sobre el ambiente suburbano, compuesto por obras breves de Florencio Sánchez, Pedro E. Pico, José González Castillo, glosas de Ernesto Sábato e Ignacio B. Anzoátegui y poemas de Evaristo Carriego. Descubrí que en un localcito escondido al fondo de una galería, aquí en Mar del Plata, la ciudad donde transcurren mis años de vejez desde hace ocho, hacen copias a CD de esos antiquísimos casetes y desde ayer tengo de nuevo, es espléndido sonido estereofónico, la grabación integral de una función de hace TREINTA Y NUEVE AÑOS de las “Jácaras y mojigangas” del TUBA, en las que revivíamos la vida trashumante de los cómicos de la legua, junto con los entremeses y pasos de comedia del insigne Lope de Rueda (padre del teatro español) y hasta una adaptación del “Quijote” cervantino debida a Francisco de Ávila.
Volver a escuchar, como lo hice ayer por la tarde, las voces jocundamente vitales de aquellos tempranos oficiantes del TUBA… de una Analia Yunis, un Gustavo Lespada, una Alicia Diez, un Daniel Toppino (descollante juglar que hacía las presentaciones de los entremeses), de un Mario Azcona, un Héctor Becerra, un Horacio Baldasarre (que aparece, exultante, en la foto superior), una Susana Canosa, un Osvaldo Mazaglía, una Marta S. Gil, un Carlos Lanari, el lamentado Juan José Noto, que falleció tan joven y los “veteranos” Jorge Fargas, abogado y Carlos Gascón y Néstor Menini, actores provenientes del mundillo de los teatros vocacionales (¿qué será hoy de todos ellos… entre los que había estudiantes de derecho, de medicina, de arquitectura, de filosofía y letras y hasta un cocinero que trabajaba en el Hospital de Clìnicas…?), fue sentir un estremecimiento y un maravillamiento difíciles de expresar con palabras. El TUBA fue capaz de aquellas hazañas de “glorificación del entusiasmo”, como lo fue volcar ante miles de espectadores jóvenes (porque venían a su sala en Corrientes 2038, aulas completas de colegios secundarios), un derrotero de altruismo, desenfado y lucha por la supervivencia, que hizo del teatro representado en plazas y establos, en atrios de iglesias y en mesones pueblerinos, la cimiente de un arte superior, como lo fue y lo sigue siendo, ese GRAN TEATRO DEL MUNDO edificado por Lope, Tirso de Molina y Calderón. Hay un video de pocos minutos en YouTube, en el que se pueden escuchar algunos momentos de una de las representaciones de “Jácaras y mojigangas” de 1977, en el TUBA, pero el CD que desde ayer tengo en mi discoteca privada, abarrotada de óperas y conciertos y películas de todas las épocas y estilos, tiene –milagrosamente preservadas, con sus 39 años a cuestas-, esas voces alegres, desafiantes, insolentes en su plenitud, de aquella juventud del TUBA, que ni el tiempo ni la indiferencia de las posteriores autoridades culturales de la Universidad de Buenos Aires podrán acallar nunca, por más que se empeñen en lograrlo. El TUBA VIVE, mas allà de todas las muertes urdidas por la barbarie arrasadora de “la historia oficial”, la que pretender instalar que antes del Centro Cultural Rojas, en el solar de Corrientes 2038, en materia de teatro universitario, NO HUBO NADA.

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