UNA ESCENA DE "LA OFENSIVA", DE MARTHA LEHMANN
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD - TEMPORADA 1977
Quien venga siguiendo
este Blog desde sus primeros capítulos, allá por Febrero de 2010,
habrá advertido que hay de mi parte una suerte de reiterada
insistencia en el planteo de dos interrogantes.
A saber:¿Por qué la Universidad de Buenos Aires se niega a incorporar a su historial la historia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires...?
¿Por qué la Universidad de Buenos Aires no cuenta, como el resto de las universidades del mundo, con un elenco de Teatro Universitario, habiendo tenido uno que existió nueve años seguidos, treinta años atrás...?
Respecto del primero de los interrogantes no encuentro explicación válida, salvo que quienes manejan los destinos de la Universidad de Buenos Aires a lo largo de los últimos treinta años se hayan puesto de acuerdo en convalidar aquella maliciosa presunción de un periodista del diario La Nación, que dijo (al cerrarse el TUBA en junio de 1983), que “nos íbamos para desprendernos del Proceso (o sea: la dictadura militar) del que habíamos sido cómplices”.
Por si no quedó claro todas las veces que lo conté a lo largo de las 268 entradas del Blog yo, Ariel Quiroga, fundador del TUBA y su director titular durante los nueve años de su existencia, renuncié en junio de 1983 y todos los jóvenes universitarios que lo constituían en ese momento se fueron conmigo, porque la Universidad se negaba a pagarnos los viáticos de una estadía de quince días en la ciudad de Mar del Plata, invitados por el Teatro Auditorium de esa ciudad para una breve temporada de invierno en la que íbamos a estrenar un importante título (que sigue sin ser dado a conocer) del repertorio dramático nacional: “El gajo de enebro”, de Eduardo Mallea.
El tema de los viáticos (a los que los integrantes del TUBA no eran acreedores, “por no ser personal rentado de la Universidad”, según nos dijeron, fue sólo la gota que rebalsó el vaso. Detrás y en derredor estaban las persecuciones, las trabas, las prohibiciones, las amenazas, el abandono que desde la propia “dirección de cultura” de la Universidad venía obstaculizando nuestra labor desde sus mismos inicios, allá por fines de 1984.
Que el TUBA había existido durante los años de la dictadura militar...?. Desde luego. Toda Argentina siguió existiendo durante la dictadura militar. Nadie supo de centros clandestinos de detención y exterminio hasta que llegó Raul Alfonsín al poder. Las batidas de las fuerzas “del orden” eran tan temidas por la población que circulaba por las calles para ir a sus trabajos como las explosiones de bombas puestas en cualquier parte por las agrupaciones extremistas.
El TUBA hizo su primera representación pública el 30 de noviembre de 1974 y la dictadura militar comenzó el 24 de marzo de 1976. Fueron años incruentos de la historia argentina, en la que miles de ciudadanos, sobre todo jóvenes, entregaron su vida por un ideal revolucionario. Pero durante esos años la vida continuó; se hizo cine, teatro (los sólidos ejemplos del San Martín y el Cervantes), egresaron médicos, abogados, ingenieros, economistas, agrónomos, de los claustros de la Universidad de Buenos Aires y de las universidades privadas.
Habría que abolir de la memoria las puestas en escena de Rodolfo Graziano en la Comedia Nacional o los audaces montajes de Alejandra Boero en el Teatro San Martín, que tuvieron lugar durante los años de la dictadura militar...?
Se podría no reconocer los títulos profesionales otorgados por la UBA durante esos mismos años ...?
Entonces: POR QUÉ LA UNIVERSIDAD NIEGA LA EXISTENCIA DEL TUBA, que fue SU Teatro Universitario de Repertorio durante nueve años seguidos; que realizó 1.163 representaciones dentro de uno de sus edificios (la casona de Corrientes 2038) y que cada año hizo ciclos de representaciones en las aulas magnas, auditorios y hasta en los frios gimnasios de todas las facultades dependientes del Rectorado de la UBA...?
En una palabra: el primero de los interrogantes sigue sin tener respuesta.
La Universidad de Buenos Aires niega la existencia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires y no se sabe por qué.(Véase el sitio www.uba.ar/institucional/contenidos y compruébese que no figura para nada dentro del historial de la UBA la historia del organismo denominado “Teatro de la Universidad de Buenos Aires”).
Segundo interrogante: ¿Por qué la Universidad de Buenos Aires no cuenta, como el resto de las universidades del mundo, con un elenco de Teatro Universitario, habiendo tenido uno cuya labor durante casi una década constituye una experiencia única, sin precedentes e inexplicablemente, sin continuidad ...?.
Visto fríamente, este segundo interrogante a mí, Ariel Quiroga, debería tenerme sin cuidado. Yo cumplí mi sueño, anhelado desde que tenía menos de veinte años y militaba en los teatros independientes, de “distanciarme” de la escena profesional, saturada de argucias, vilezas, ansias de figuración a toda costa y escaso respeto por el rigor frente a los repertorios y el público. Quise formar un teatro con jóvenes universitarios; lo intenté unas cuantas veces en los primeros años de la década del sesenta e inesperadamente, por un fortuito contacto con un improvisado “director de cultura”, logré concretarlo a mediados de 1974.
“Concretarlo” es un mero decir. De la propuesta inicial, que consistía en formar un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, hasta su llevado a la práctica (que fue la presentación en el Teatro Nacional Cervantes en mayo de 1976, con un repertorio de tres comedias clásicas de Terencio, Plauto y Menandro), fue necesario vencer un sinnúmero de inverosímiles, estúpidos, cerriles impedimentos.
Lo he contado ya en otros capítulos de este Blog: Aquel funcionario de la “direccion de cultura” de la UBA, que cuando comenté que iban a comenzar los ensayos de la obra inicial del grupo (“La montaña de las brujas”, de Julio Sanchez Gardel), empezó a los gritos a espetarme: ¡NO, QUIROGA, NADA DE ENSAYOS POR AHORA...! ¡ES MUY PELIGROSO...! ¡MANTÉNGALOS CON CHARLAS, QUE CON ESO SE QUEDAN QUIETOS...!
Por supuesto, ENSAYAMOS de todos modos, pero hubo que hacerlo a escondidas. Y deambulando de un lugar a otro. En las oficinas de uno de los pisos altos de un edificio de la calle Azcuénaga, entre escritorios y ficheros... en una parroquia del barrio de Once... en la biblioteca de ciegos... en un patio a la intemperie, en los fondos de la facultad de Ciencias Económicas, al ladito de la Morgue Judicial...
Empecinadamente, contra todas las dificultades habidas y por haber, con ese viaje a Chapadmalal donde nos alojaron en un hotel para niños y nos daban de comer raciones para niños y tuvimos que dormir en camitas para niños y donde logramos hacer “La suegra”, de Terencio y “Antígona Velez”, de Marechal; acarreando decorados al hombro o en camionetas alquiladas, para ir a hacer funciones en la Biblioteca Popular de Olivos, la sala de la empresa Subterráneos de Buenos Aires o el Colegio Carlos Pellegrini... hasta que, recién en agosto de 1976, llegó la posibilidad de instalarnos, medio a los empujones, en el edificio de Corrientes 2038, donde nos quedamos hasta junio de 1983...!, y desde el cual convocamos a una corriente de público verdaderamente multitudinaria, que asistió GRATUITAMENTE a disfrutar de obras de Molière, Discépolo, Chejov, Shakespeare, Valle Inclán, Sófocles, Racine, Florencio Sánchez y Oscar Wilde, para nombrar sólo unos pocos de un enorme repertorio de mas de ciento veinte montajes corpóreos originales, diseñados y construidos en los talleres artesanales del TUBA por sus propios integrantes.
Si, desde luego que el sueño de un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, se concretó. Lo concreté, nueve años seguidos, acompañado por cientos (casi 1600) de jóvenes universitarios que hicieron del ALTRUISMO una militancia y una profesión de fe.
Tendría que importarme que la Universidad de Buenos Aires no haya querido continuar la experiencia y seguir teniendo un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTIRIO en estos treinta años que han seguido a la desaparición del TUBA...?
En el Centro Cultural Rojas, que ocupa el mismo lugar (el edificio, remodelado, de Corrientes 2038) en el que el TUBA hizo su historia, se dictan cursos sobre teatro (pagos); trabajan grupos que montan espectáculos (pagos) no vinculados entre si ni con proyecto de continuidad; se llevan a cabo mesas redondas, ponencias, encuentros sobre el tema teatro y muchos otros temas más... le depende una “Orquesta de la Universidad” que actúa esporádicamente... pero no existe un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO.
Debería existir o es sólo una empecinada idea mía...?
Tengo casi 73 años; me retiré definitivamente de la vida teatral a partir del cierre del TUBA (que más que “mi proyecto de teatro” se podría decir que fue “mi proyecto de vida, de compromiso con la vida”)... entonces: si a la UBA le interesa o no ubicarse a la par del resto de las universidades del mundo, que cuentan prácticamente todas con un Centro de Drama, que realiza espectáculos en continuidad y divulga esos espectáculos en las festivales a nivel internacional que convoca la AITU, la Asociación Internacional del Teatro Universitario creada en Bélgica en 1990... debería eso preocuparme y llevarme a insistir tanto con ese tema...?
Es que -como me dijo Alejandra Boero tantas veces-, “ESTÁN LOS JOVENES”, que merecen que se les brinden espacios para experimentar, crecer y desarrollarse... y un teatro universitario, desentendido de intereses comerciales o exitistas, es un campo fértil para que se nutran las nuevas generaciones y el anciano arte de la escena se vivifique y rejuvenezca a través de nuevos desafíos, nuevas propuestas, nuevos rechazos al asfixiante mercantilismo que cercena el derecho a expresar con absoluta libertad “todo lo que se nos cante” sobre un tablado.
Los cursos de teatro, las escuelas de teatro, los institutos de teatro son necesarios (imprescindibles) para la formación de futuros actores, directores, escenógrafos, vestuaristas, iluminadores, que una vez graduados en cada disciplina (o en todas, preferentemente), pasen a cubrir los puestos vacantes de los que, cumplido su ciclo, se retiren de la profesión.
Los teatros universitarios, en cambio, no apuntan (así lo apliqué al crear el TUBA) a formar profesionales del arte del espectáculo, sino a brindar un espacio extracurricular donde los futuros médicos, abogados, economistas o ingenieros PUEDAN HACER VIDA DE TEATRO en un marco de libertad creativa extrovertido, celebratorio, espontáneo, jovialmente comunitario y juglarescamente expansivo.
El TUBA fue todo eso nueve años seguidos.
¿No merecería figurar en la historia de la Universidad que lo albergó...?
¿No tendría que haber hallado continuadores dentro de esa Universidad, cuando los que lo hicimos nos replegamos obligadamente, PERO SIN DEPONER NUESTRAS BANDERAS...?
UNA ESCENA DE "JÁCARAS Y MOJIGANGAS", SOBRE TEXTOS
DE LOPE DE RUEDA - TEATRO DE LA UNIVERSIDAD
TEMPORADA 1977