martes, 26 de junio de 2012

EL TUBA: UN TEATRO DE ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS QUE FUE COMO UN TEATRO PROFESIONAL

No recuerdo en qué año fue que el servicio RAE (Radiodifusión argentina al exterior), calificó al TUBA como “EL TERCER ELENCO OFICIAL EN IMPORTANCIA, JUNTO AL TEATRO MUNICIPAL SAN MARTÍN Y AL TEATRO NACIONAL CERVANTES”. Tiene que haber sido en alguna de sus últimas temporadas (1979, 1980, 1981 ó 1982), cuando el TUBA había logrado afianzarse en su fisonomía de TEATRO DE REPERTORIO, con las características de un auténtico COMPLEJO TEATRAL. Para esos años que acabo de mencionar el TUBA ya contaba con repertorios cuidadosamente planificados con mucha anticipación, que por su cuenta anunciaba al fin de cada temporada desde los medios periodísticos. Lo tenía que hacer “por su cuenta” porque la Dirección de Cultura de la UBA, (de la cual aparentemente dependía), carecía de todo indicio de programación a futuro de sus escasas actividades anuales en las áreas de música, folclore o charlas y conferencias. Los veranos del TUBA solían ser época de cursillos introductorios para nuevos postulantes a ingresar a los cuadros actorales o técnicos de la compañía y de estudio y preparación de los espectáculos anunciados. En marzo ya comenzaba el ciclo de funciones semanales con entrada gratuita desde la sala de Corrientes 2038, que se prolongaba hasta fines de diciembre. Entre un viernes, un sábado y un domingo de diez meses de temporada, el TUBA llegaba a ofrecer hasta SEIS espectáculos en alternancia, con decorados corpóreos y un enfoque integral en cuanto a “producción”, que debía permitir la reposición de esos espectáculos en años posteriores. A las funciones de fin de semana en Corrientes 2038 (un viejo edificio de la Universidad que en tiempos del TUBA era una suerte de caserón de fantasmas atestado de ratas y hoy, totalmente reacondicionado y ampliado, es la sede del Centro Cultural Rojas), se sumaban las funciones en días de semana en los aulas magnas o auditorios de las facultades dependientes del Rectorado de la UBA y también las giras a lugares del conurbano o del interior del país. Sin contar con apoyatura logística en lo más mínimo (teniendo que hacerse cargo de la limpieza de los baños, la sala y el largo pasillo de acceso desde la calle, vereda incluída), sin camarines para cambiarse, maquillarse o asearse, los integrantes del TUBA lograron que su teatro experimental, salido de la nada a fines de 1974, funcionase no sólo como un teatro igual a los demás teatros profesionales o independientes, sino como un verdadero COMPLEJO TEATRAL, con varias actividades anexas (audiciones radiales, exposiciones fotográficas, sesiones de teatro leído, recitales poéticos, conferencias, seminarios internos de estudio de autores y obras...). El resultado de todo ese esfuerzo y ese derroche de altruísmo por parte de un caudal humano sometido a desprecio y vejamen por parte de personeros con cargos rentados dentro de la propia Universidad (algunos de los cuales, 30 años después, siguen estando), fueron unos 140 montajes de obras de autores como Molière, Terencio, Shakespeare, Juan Carlos Ghiano, Nemesio Trejo, Oscar Wilde, Leopoldo Marechal, Ramón del Valle Inclán, Sófocles, Esquilo, Florencio Sánchez, Alberto Wainer, Enrique Wernicke, Jean Racine, Anton Chéjov, Luiggi Pirandello, John Synge o Armando Discépolo... Fueron 1.163 representaciones a sala llena, con espectadores de pie o sentados en el piso, a lo largo de nueve temporadas consecutivas... Fueron infinitos momentos de gozo, de celebración, de desencanto, de frustración, de miedo, de festejo, de exaltación, de vergüenza, de pánico, de manos apretujadas, de besos escondidos, de lágrimas a borbotones, de griterío, de extenuamiento, de meditación... tanto por parte de los jóvenes oficiantes del drama representado como de esos cientos de miles de espectadores ignotos, que a cambio del dinero que no tenían que abonar para entrar al TUBA, nos traían caramelos (a veces hasta empanadas) o cuanta cosa vieja pero transformable en un objeto escénico podían acarrear de sus casas: sombreros, puntillas, botas, cinturones, alhajas, radios, palanganas, juguetes rotos y hasta muebles... Si todo eso de inverosímil, maravilloso y exultante que fue el TUBA, aislado en un gheto de terror por la amenaza permanente, diaria, de una “dirección de cultura” nefasta y en gran parte de su historia enmarcado en el caos y la desintegración social de la más horrible dictadura de la historia argentina... qué es lo que se podría hacer hoy, desde un TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES revivido y puesto a seguir marcando rumbos en materia de repertorios... en esta Argentina libre, democrática a rajatablas, en la que los ciudadanos MUEREN CUANDO LES TOCA MORIR “DE SU PROPIA MUERTE”, (como sentenciaba el licenciado Vidriera de las Novelas Ejemplares cervantinas), y no cuando la muerte pasa a ser patrimonio exclusivo de una minoría usurpadora del poder...? Alguien está dispuesto a tomar la pregunta y aceptar el desafío de contestarla...?.

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