domingo, 30 de noviembre de 2014
UN LLAMADO DE OTRO MUNDO EN EL DIA DEL CUMPLEAÑOS DEL TUBA
Domingo 30 de noviembre de 2014, 11:00 de la mañana. Suena el teléfono en mi casa de Mar del Plata. No tengo ganas de atender porque estoy por almorzar. Vivo solo pero como digo siempre: "en "mi" geriátrico me dan de comer temprano". Es una polenta instantánea que acabo de prepararme. Finalmente atiendo. Una voz cercana me pregunta: "¿El señor Ariel Quiroga...?". Dudo en contestar, hasta que termino aceptando que soy yo el que atiende. "Soy Eduardo -escucho del otro lado de la línea-, un amigo tuyo de hace muchos años...".
"¿Eduardo qué...?", pregunto. "Eduardo Pacetti, el iluminador de Los Pies Descalzos", escucho casi como si oyera un llamado del otro mundo.
La vetusta computadora de mi cerebro apenas alcanza a rememorar. "Los Pies Descalzos... las Carpas Municipales... Años 1957 - 1959...".
Eduardo Pacetti me comenta que vive en Mar del Plata y que hace tiempo que trata de ubicarme. Cuando yo ingresé al elenco Los Pies Descalzos y conocí a mi maestro: Francisco "Paco" Silva, tenía apenas 17 años. El arquitecto Linares, de la Municipalidad, inauguró carpas que eran apenas unos endebles tinglados (sin baños, como tampoco los había en el TUBA), en distintos lugares de la Ciudad de Buenos Aires.
Al elenco Los Pies Descalzos, que dirigía el talentoso (aunque arbitrario) Francisco Silva, se le adjudicó primero la carpa de Plaza Irlanda y al año siguiente la de Cabildo y Juramento, justo al lado de una feria.
En esas carpas hicimos "Cecilia o La escuela de los padres", de Jean Anouilh; "Las cuatro verdades", de Marcel Aymé; unas cuantas obras para niños y en 1959 tuvo lugar en la de Cabildo y Juramento el histórico estreno de "Narcisa Garay, mujer para llorar", de Juan Carlos Ghiano.
No creo haber reparado por entonces en quien era el iluminador de aquellos espectáculos, pero él, Eduardo Pacetti, sí se acuerda todavía de mi Plomero Viramblin de "Las cuatro verdades", que se terminaba tirando al vacío desde una ventana cuando descubría que su mujer lo engañaba con un vigilante.
Aquí, entre mis manos, está al programa original de "Narcisa Garay", dedicado por Juan Carlos Ghiano con palabras que hoy me suenan sumamente conmovedoras: "Para Ariel Quiroga, que tiene la lúcida pasión del teatro, con la amistad añosa y la admiración de Juan Carlos Ghiano".
Hilda Suárez, Dora Ferreiro, Laura Saniez, Ovidio Fuentes y Eduardo Nóbile integraban el numeroso elenco; Luis Diego Pedreira es el escenógrafo; Nydia Dimitriadis la vestuarista; Horacio Malvicino el autor de la música original; yo, Ariel Quiroga, el asistente del director Francisco Silva... y Eduardo Pacetti el iluminador...
Han transcurrido desde entonces 55 años... y Eduardo Pacetti me llama hoy para tratar de vernos, porque sabe que vivo en Mar del Plata, al igual que él. No recuerdo que hayamos sido amigos; ni siquiera haber intercambiado con él más que unas pocas palabras.
Sin embargo...alguna vez debo haber dejado alguna huella, algún rastro de mis entusiasmos, mis frustraciones, mis búsquedas, mis hallazgos o mi consabidas tribulaciones, como para que un Eduardo Pacetti, a tantos años de distancia, me recuerde y trate de encontrarme. Yo tengo 74; él ahora tiene 76.
Dos veteranos de la vida y de quien sabe cuántas batallas...
Mientrastanto, en Buenos Aires, la gente que impera hoy en la Universidad y en su Centro Cultural Ricardo Rojas, sigue empecinada en ignorar lo que fue mi "obra capital": la creación y sostenimiento de aquel Teatro Universitario de Repertorio, que tanta luz prodigó en tiempos de oscuridad absoluta y que hoy -justo hoy-, cumple 40 años de su primera representación, el 30 de noviembre de 1974.
Y también en Buenos Aires se están por dar a conocer libros donde se cuestiona todavía si fui o no fui "cómplice de la dictadura militar".
A Eduardo Pacetti, por lo visto, todo eso no le preocupa demasiado. Quiere encontrarse conmigo, para recordar viejos tiempos... ¿Será, acaso, que todo tiempo pasado fue mejor...?
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