jueves, 27 de noviembre de 2014

LO QUE "NO" REVELARA EL LIBRO DE MARIANO UGARTE SOBRE EL TUBA

En el capítulo de este Blog del dia martes 18 de octubre de 2011, con el título “MARIANO UGARTE: LO QUE REVELARA SU LIBRO SOBRE EL TUBA”, narro mi encuentro con un joven estudiante de la carrera de periodismo, Mariano Ugarte, que prácticamente no había nacido cuando el TUBA se cerró, en junio de 1983 y cómo de ese y otros muchos encuentros surgió en él la idea de escribir un ensayo sobre la Historia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires (1974 – 1983), que es la que en forma no cronológica yo he venido narrando en este Blog a partir de febrero de 2010. El arduo trabajo de Mariano Ugarte, al cual aporté toda la documentación que yo conservaba de esa historia a comienzos de la década del 2000, verá finalmente la luz el próximo 3 de diciembre, en el Centro Cultural de la Cooperación, en pleno centro de Buenos Aires. Me han invitado a asistir al acto de presentación del libro y tuve toda la intención de hacerlo, pese a mi “acostumbramiento” a esta vida serena y solitaria en Mar del Plata, mediando ya mis 74 años. Sin embargo, hoy he decidido no viajar, a pesar de tener ya los pasajes de ida y vuelta para el próximo miércoles. Una lectura febril del libro que me fue acercado vía correo electrónico ayer, me ha dejado un tanto (o más bien, bastante) desilusionado de lo que yo hubiese querido que fuse un testimonio, finalmente puesto en letras de molde y editado, de esa PORTENTOSA EPOPEYA, que fue erigir un Teatro de Repertorio dentro de una Universidad, con una producción que iguala o supera la de otros teatros oficiales de la Argentina, en una época de terror y muerte en nuestro país, pero con la enorme diferencia de que en ese Teatro de Repertorio de la Universidad de Buenos Aires no hubo actores ni técnicos profesionales, sino que, por el contrario, sus talleres actorales y escenotécnicos fueron poblados, durante la friolera de nueve años en continuidad, por cientos (unos 1.600 en realidad) de jóvenes estudiantes de todas las disciplinas curriculares, de las ciencias y las humanidades, puestos a oficiar de comediantes, fabricantes de escenografías, iluminadores, tramoyistas y limpiadores de sala, a la manera de los oficiantes obreros de aquellos legendarios teatros independientes, que sacaron a la escena de Buenos Aires, durante décadas, de la asfixia de la burda escena comercial, enquistada en el mercantilismo. El trabajo de Ugarte me erige (a mi entender, erróneamente) en casi absoluto protagonista (mi nombre figura cientos de veces en el trabajo), se detiene en nimiedades de mi vida privada y constantemente hace hincapié en mi relación de trabajo de 46 años en la Fuerza Aérea Argentina, como si ese (mi único trabajo rentado, porque en el teatro fui siempre un amateur), hubiese sido un descrédito inhabilitante a la hora de acercarme a la Universidad para proponer y llevar adelante la creación de un Teatro Universitario de Repertorio. Haber trabajado de oficinista 46 años en la misma repartición (la Obra Social), de la Fuerza Aérea Argentina es hoy (y lo fue siempre) para mi, un motivo de orgullo y no me averguenza en lo más mínimo haber pertenecido a esa Institución, cuyos jóvenes aviadores dieron muestras de ejemplar coraje y merecieron elogio de todo el mundo por su participación en el Conflicto Bélico del Atlántico Sur, en 1982, por la recuperación de nuestras (legítimamente Nuestras) Islas Malvinas. Ugarte deja en claro, tímidamente, que no formé alianzas ni contubernios con los facciosos de ultraderecha que coparon la Universidad en 1974, justo el año en que yo me acerqué a proponer la creación del TUBA, pero se dedica meticulosamente a dejar interrogantes en suspenso, como si en el fondo quisiera demostrar que no fui tan “inocente” como los hechos revelarían, a la hora de mostrarme enfrentado a los esbirros de un gobierno de facto, torturador y genocida. Lo que a mi me toca de ganancia o de pérdida en el abundoso trabajo de Ugarte sobre mí mismo (llega a contar mis años de escuela primaria y mis fracasos en la secundaria), no me afectaría en lo más mínimo. A esta altura de la vida (74 años y medio), estoy en condiciones de desnudarme y que me desnuden, por fuera y por dentro, sin verguenzas ni arrepentimientos. Lo que realmente me abruma, me genera rechazo y hasta indignación, es la omisión que Ugarte hace del esfuerzo “ciclópeo” de todos esos cientos de jóvenes, que durante años robaron horas al descanso y hasta arriesgaron sus vidas, por sostener inclaudicablemente un teatro de alcance masivo y popular, en el que se recitaba a Terencio, a Esquilo, a Lope de Rueda, a Valle Inclán, a Discépolo, a Florencio Sánchez o a Moliere con una actitud de desafiante entrega, sin desfallecimientos, que estos chicos de hoy, movidos por el afán de aparecer en “realitis” o novelas televisivas por el sólo interés de la fama y el dinero, serían incapaces de brindar, pese a vivir en tiempos de definitiva Democracia y no como los del TUBA, permanentemente amenazados por la demencia represiva de una dictadura feroz. Ugarte menciona las obras, la enorme cantidad de obras que integraron el repertorio del TUBA, como si hacerlas hubiera sido cuestión de “moco de pavo”. En tal año hicieron esto y aquello; al año siguiente hicieron tal otra cosa… ¿Se puso a pensar Mariano Ugarte en todo este tiempo en que su libro esperó para ser editado, lo que significó sacar un teatro de la nada, con toda una muchachada que se iba acercando a sus clases y jornadas de ensayo sin tener la menor idea de lo que es VIVIR dentro de un teatro que funciona todos los días del año sin respiro ni atenuantes...? Porque los jóvenes acuden entusiasmados a lo que se suele llamar "clases de teatro" o "escuelas de actuación", donde se pasan las horas haciendo improvisaciones o relajación en el piso, pero en un TEATRO DE VERDAD hay que "laburar", hay que convivir con la mugre, con la transpiración, con los interminables ensayos generales, con las horas previas a los estrenos, que son siempre acuciantes, con las ganas de vomitar o de ir al baño justo al momento de levantarse el telón, y encima en el escenario del TUBA en Corrientes 2038 no había salida a baños y había que hacer lo que se necesitase hacer dentro de una lata, que iba pasando de mano en mano, igual para las chicas que para los muchachos... Ugarte no intenta (con todo el material que yo le brindé a su entera disposición…!!!), relatar cuánto había que ensayar, estudiar, martillar, serruchar maderas, pintar lienzos, instalar telones y juegos de luces, buscar telas viejas, remendarlas, coser esas telas para que pareciesen trajes de época, armar bandas sonoras, barrer la sala, limpiar los baños que utilizaría el público, salir a volantear para enterar al futuro público, supercar enfermedades, superar exámenes de las carreras de cada uno, hacer traslados de decorados por la calle para armar funciones en las facultades, en una palabra: trabajar, trabajar, trabajar, sufrir, soñar, vibrar, estremecerse, llorar con el fracaso y llorar también con el estímulo del aplauso exultante del público y volver a empezar, una y otra vez, durante un año tras otro durante nueve seguidos, para que el Teatro de la UBA estuviese en pie, sin recesos de vacaciones, funcionando invierno y verano, como una verdadera “máquina de hacer espectáculos”, que llegaban a cientos de miles de espectadores por año y que, siempre a pulmón, se llevaban a bibliotecas, centros culturales, parroquias, cuarteles de bomberos y hasta almacenes de ramos generals del conurbano y del interior. Mariano Ugarte ha hecho un arduo trabajo de investigación sobre las circunstancias políticas que rodearon la existencia de nueve años del TUBA, pero no ha buscado (no ha querido o no lo ha considerado valioso), profundizar en el ALMA DEL TUBA, en las conciencias de esos cientos, miles de jóvenes que vivieron, sin proponérselo, la vida interna de un Teatro de Repertorio, como lo deben haber vivido aquellos juglares de la comedia del arte, los que acampaban en las caballerizas de los establos o los que, a cuestas de un desvencijado carromato, recorrieron los caminos polvorientos de la España franquista, en la recordable “Barraca” de Federico Garcia Lorca. ¡Qué casualidad….! Ugarte no menciona a “La Barraca”, de García Lorca, como un antecedente cercano, humanamente cercano a la identidad fisonómica de la epopeya del TUBA. Como nada de toda esa pasion, ese idealismo, esa lucha, ese desinterés, esa templanza, ese coraje, ese sufrimiento, esa enaltecedora nobleza de los jóvenes del TUBA está reflejado en las páginas, demasiado objetivamente frías, del libro de Mariano Ugarte, no voy a viajar a Buenos Aires para asistir a su presentación. El testimonio para los jóvenes teatristas o no teatristas de hoy y para los de mañana sobre lo que fue aquel Teatro de la Universidad de Buenos Aires que existió entre mediados de 1974 y mediados de 1983 está en las páginas de este Blog, en sus decenas de capítulos de texto, en sus documentos probatorios, en sus crónicas de ensayos, viajes y montajes; en sus videos, sus cientos de fotografías y en los registros sonoros que dan cuenta elocuente de lo que fue el TUBA, más allá de los datos sociopolíticos de quienes, en puestos de funcionarios, de vigilantes o represores, deambulaban por los vericuetos de la Universidad de Buenos Aires en esos años, sencillamente porque el TUBA no los tuvo en cuenta, los ignoró o en muchos casos se burló de ellos, a través de los mensajes subliminales que escondían, a la vista y la captación del público, las obras de todas las épocas que se representaban, como cuando en “Las coéforas”, de Esquilo, vociferábamos con toda la resistencia de nuestras gargantas: “Y QUE MUERAN HOY LOS QUE AYER MATARON…!!!” o “LA MUERTE ES LA UNICA LEY PARA JUZGAR A LOS TIRANOS…!!!”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario