miércoles, 13 de marzo de 2013

LOS QUE HOY, EN ESTA ARGENTINA EN PLENA DEMOCRACIA, PUEDEN GRITAR: “DE AQUÍ NO NOS VAMOS, ESTE LUGAR ES NUESTRO...!”

Los jóvenes estudiantes de teatro de la sala Alberdi del
Centro Cultural San Martín enfrentándose con las fuerzas represivas, anoche
Los jóvenes del TUBA, saludando desde el escenario de la sala "E.Muiño"
del Centro Cultural San Martín, al finalizar su cabalgata evocativa del
sainete rioplatense, en mayo de 1975
 
Una de las salas del Centro Cultural San Martín, en la zona céntrica de Buenos Aires, lleva años en litigio y ocupada por jóvenes estudiantes de teatro y otras disciplinas artísticas. Ayer, por la noche, la televisión daba cuenta de los enfrentamientos con la policía metropolitana, que intentaba desalojarlos.
Esa sala Alberdi parece ser un lugar de libre manifestación de propuestas e ideas y ya se sabe que eso causa malestar en los que gobiernan, tratando de imponer su visión conservadora de la cultura.
Los tiempos han cambiado mucho, desde la tenebrosa época en la que le tocó nacer, crecer y finalmente morir al Teatro de la Universidad de Buenos Aires (el TUBA). Sin embargo, los procedimientos de los que reprimen el libre albedrío de la juventud, parecen seguir siendo los mismos.
Fuerzas de choque arremetiendo al resguardo de sus escudos; gritos, corridas, heridos, golpeados, detenidos y la misma enfermiza acusación de parte de los que se consideran “autoridad”: “esos no son artistas... son subversivos”
Contusos, sofocados, irrefrenablemente decididos a seguir adelante, los jóvenes que pudieron acercarse a las cámaras de la televisión, pudieron expresarse y gritarlo: “Sabemos lo que estamos defendiendo... es nuestro derecho a mantener nuestro lugar, para que no sea entregado al mercantilismo”.
Treinta años atrás, nosotros los del TUBA (los que durante nueve años consecutivos bregamos por mantener abierto y al alcance libre y gratuito de la comunidad toda un teatro de repertorio en la Universidad), no tuvimos oportunidad de expresarnos con igual firmeza.
Nos echaron. Nos obligaron a irnos.
Hicieron tantas porquerías desde la llamada “dirección de cultura de la universidad de buenos aires”, que no tuvimos otra opción que irnos, hartos de tanto hostigamiento, de tantas necias acusaciones de ser “subversivos” y “marxistas”, de tantas prohibiciones, de tantas burlas, de tanto codiciar nuestro lugar (aquella mísera sala de la planta baja de Corrientes 2038, atestada de suciedad y de ratas), para después que nos fuimos cerrarlo, remodelarlo y volverlo a abrir con otro nombre: Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, pero sin que hubiera más TEATRO DE REPERTORIO con acceso LIBRE y GRATUITO.
Sepan valorar, estos jóvenes que hoy luchan a brazo partido por un espacio de libertad creativa sin condicionamientos de “autoridades culturales tradicionalistas”, que hoy pueden gritarlo hasta desgañitarse y salir en la televisión y en los diarios.
Nosotros, los del TUBA, no pudimos. Nos tuvimos que tragar el grito y las lágrimas. Dos notas, en Clarín y La Nación, pasaron prácticamente desapercdibidas.
Hace treinta años (se van a cumplir en junio de 2013), que el TUBA tuvo que cerrarse, porque nuestro libre albedrío era demasiado intolerable para la augusta, sacramental Universidad de Buenos Aires.
No importa que en nuestro escenario se representase a Esquilo, a Sófocles, a Molière, a Nemesio Trejo, a Florencio Sánchez, a Jean Racine, a Calderón de la Barca, a Juan Carlos Ghiano, a Armando Discépolo, a Luiggi Pirandello, a Anton Chéjov, a Carlos Mauricio Pacheco, a Alberto Wainer, a Alberto Vacarezza, a Leopoldo Marechal, a Alexander Pushkin, a Ramón del Valle Inclán, a Junji Kinoshita, a William Shakespeare, a Alberto Novión, a Roberto Cossa, a Alejandro Casona, a Terencio, a Plauto, a Menandro...
Por haber montado “Woyzeck”, de Georg Büchner (el más gigantesco alegato por el respeto a la condición humana), nos tildaron de “propulsores de la infiltración marxista”, y nos PROHIBIERON al término de la tercera representación, en medio de oscuras amenazas.
Eran tiempos de desaparición y de muerte.
Hoy, por fortuna, son tiempos de libre manifestación de las ideas, aunque esas ideas ataquen a los que gobiernan.
Que los jóvenes de hoy, que se enfrentan contra aquellos necios que tratan de reprimirlos, sepan valorar que ninguna represión va a poder hacerlos callar ni que sus ideales van a terminar siendo tirados a la basura en una tumba sin nombre.
 



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