Los jóvenes estudiantes de teatro de la sala Alberdi del
Centro Cultural San Martín enfrentándose con las fuerzas represivas, anoche
Los jóvenes del TUBA, saludando desde el escenario de la sala "E.Muiño"
del Centro Cultural San Martín, al finalizar su cabalgata evocativa del
sainete rioplatense, en mayo de 1975
Una de las salas del
Centro Cultural San Martín, en la zona céntrica de Buenos Aires,
lleva años en litigio y ocupada por jóvenes estudiantes de teatro y
otras disciplinas artísticas. Ayer, por la noche, la televisión
daba cuenta de los enfrentamientos con la policía metropolitana, que
intentaba desalojarlos.
Esa sala Alberdi parece
ser un lugar de libre manifestación de propuestas e ideas y ya se
sabe que eso causa malestar en los que gobiernan, tratando de imponer
su visión conservadora de la cultura.
Los tiempos han cambiado
mucho, desde la tenebrosa época en la que le tocó nacer, crecer y
finalmente morir al Teatro de la Universidad de Buenos Aires (el
TUBA). Sin embargo, los procedimientos de los que reprimen el libre
albedrío de la juventud, parecen seguir siendo los mismos.
Fuerzas de choque
arremetiendo al resguardo de sus escudos; gritos, corridas, heridos,
golpeados, detenidos y la misma enfermiza acusación de parte de los
que se consideran “autoridad”: “esos no son artistas... son
subversivos”
Contusos, sofocados,
irrefrenablemente decididos a seguir adelante, los jóvenes que
pudieron acercarse a las cámaras de la televisión, pudieron
expresarse y gritarlo: “Sabemos lo que estamos defendiendo... es
nuestro derecho a mantener nuestro lugar, para que no sea
entregado al mercantilismo”.
Treinta años atrás,
nosotros los del TUBA (los que durante nueve años consecutivos
bregamos por mantener abierto y al alcance libre y gratuito
de la comunidad toda un teatro de repertorio
en la Universidad), no tuvimos oportunidad de expresarnos con igual
firmeza.
Nos
echaron. Nos obligaron a irnos.
Hicieron
tantas porquerías desde la llamada “dirección de cultura de la
universidad de buenos aires”, que no tuvimos otra opción que
irnos, hartos de tanto hostigamiento, de tantas necias acusaciones de
ser “subversivos” y “marxistas”, de tantas prohibiciones, de
tantas burlas, de tanto codiciar nuestro lugar
(aquella mísera sala de la planta baja de Corrientes 2038, atestada
de suciedad y de ratas), para después que nos fuimos cerrarlo,
remodelarlo y volverlo a abrir con otro nombre: Centro Cultural
Rector Ricardo Rojas, pero sin que hubiera más TEATRO DE REPERTORIO
con acceso LIBRE y GRATUITO.
Sepan
valorar, estos jóvenes que hoy luchan a brazo partido por un espacio
de libertad creativa sin condicionamientos de “autoridades
culturales tradicionalistas”, que hoy pueden gritarlo hasta
desgañitarse y salir en la televisión y en los diarios.
Nosotros,
los del TUBA, no pudimos. Nos tuvimos que tragar el grito y las
lágrimas. Dos notas, en Clarín y La Nación, pasaron prácticamente
desapercdibidas.
Hace
treinta años (se van a cumplir en junio de 2013), que el TUBA tuvo
que cerrarse, porque nuestro libre albedrío era demasiado
intolerable para la augusta, sacramental Universidad de Buenos Aires.
No
importa que en nuestro escenario se representase a Esquilo, a
Sófocles, a Molière, a Nemesio Trejo, a Florencio Sánchez, a Jean
Racine, a Calderón de la Barca, a Juan Carlos Ghiano, a Armando
Discépolo, a Luiggi Pirandello, a Anton Chéjov, a Carlos Mauricio
Pacheco, a Alberto Wainer, a Alberto Vacarezza, a Leopoldo Marechal,
a Alexander Pushkin, a Ramón del Valle Inclán, a Junji
Kinoshita, a William Shakespeare, a Alberto Novión, a Roberto Cossa,
a Alejandro Casona, a Terencio, a Plauto, a Menandro...
Por
haber montado “Woyzeck”, de Georg Büchner (el más gigantesco
alegato por el respeto a la condición humana), nos tildaron de
“propulsores de la infiltración marxista”, y nos PROHIBIERON al
término de la tercera representación, en medio de oscuras amenazas.
Eran
tiempos de desaparición y de muerte.
Hoy,
por fortuna, son tiempos de libre manifestación de las ideas, aunque
esas ideas ataquen a los que gobiernan.
Que
los jóvenes de hoy, que se enfrentan contra aquellos necios que
tratan de reprimirlos, sepan valorar que ninguna represión va a
poder hacerlos callar ni que sus ideales van a terminar siendo
tirados a la basura en una tumba sin nombre.
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