El Teatro de la
Universidad de Buenos Aires (conocido como “el TUBA”) cerró sus
puertas en junio de 1983, al negársenos la posibilidad de concretar
una gira al Teatro Auditorium de Mar del Plata, invitados por la
Universidad de esa ciudad, en la que íbamos a estrenar “El gajo de
enebro”, de Eduardo Mallea y “Fantasio”, de Alfred de Musset
(dos relevantes títulos que todavía, en el anteúltimo día de
2012, esperan ser dados a conocer al público argentino).
Cuando la noticia llegó
a los diarios, dando cuenta de mi renuncia como director-fundador del
TUBA, seguida de la de todos los que lo integraban en ese momento,
los titulares anticiparon lo que en realidad sucedería después:
“DESAPARECE EL TEATRO DE LA UNIVERSIDAD”, fue el titular de
Clarín en una nota a toda página y “SE DISOLVIÓ EL TEATRO DE LA
UNIVERSIDAD”, el del diario La Nación, en una nota que tardó
varios días en salir porque Osvaldo Quiroga, por entonces a cargo de
la crítica teatral del diario, se negó a escribirla, cosa que sí
hizo el propio jefe de la página de Espectáculos, el recordado
Bartolomé de Vedia.
Yo sabía que debajo de
la nota de La Nación (que con el tiempo perdí) estaba el comunicado
del Rectorado de la UBA, desmintiendo que el Teatro de la Universidad
fuese a desaparecer tras mi renuncia. En efecto, se nombraron dos
directores en mi lugar: Enrique Escope primero y luego, tras su
fallecimiento, Román Caracciolo, a propuesta de Francisco Javier.
Román Caracciolo alcanzó
a montar un espectáculo, que si mal no recuerdo se llamó
“Q'ensalada”, ignoro con qué elenco pero bajo el rubro “Teatro
de la Universidad” y a partir de allí (alrededor de mediados de
1984)... nunca más nada.
La historia del TUBA
entró en un premeditado cono de sombra y en el mismo edificio de la
calle Corrientes 2038 donde había realizado 1.163 representaciones
con entrada libre y gratuita, se creó el Centro Cultural Rector
Ricardo Rojas, que pasó a ser un epicentro de actividades
multidisciplinarias, pero en el que no se intentó (al menos hasta
hoy) recrear algo parecido a un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO,
como lo había sido durante nueve años seguidos el TUBA.
A mediados de 2008
abandoné Buenos Aires para siempre,
y logré cumplir mi sueño de terminar mis días en la añorada,
bellísima ciudad de Mar del Plata. A pocas cuadras de mi
departamento en la calle Lamadrid está el Museo Barili, en una
señorial finca estilo colonial que fue de la familia Mitre.
En
sus fondos, en unos galpones húmedos y polvorientos, está la
colección completa del diario La Nación, en pésimo estado de
conservación. Allí me fui un día con mi cámara filmadora y tras
larga búsqueda (porque el material está mal encuadernado y bastante
deteriorado por los roedores), tomé imágenes de la nota titulada
“SE DISOLVIÓ EL TEATRO DE LA UNIVERSIDAD” y del comunicado de
prensa del Rectorado de la UBA, negando que tal disolución
fuese a tener lugar.
Lo
cierto es que el TUBA no sólo se disolvió, sino que además
DESAPARECIÓ, como afirmó el titular de la nota de Clarín.
Si
la Universidad estaba dispuesta a que continuase existiendo... quién
decidió lo contrario...?
El
interrogante sigue en pie, a casi TREINTA AÑOS de distancia.
El
diminuto video que podrán ver a continuación es la entrada
patriarcal del Museo Barili y la toma a mano alzada de la nota de
junio de 1983 en La Nación, seguida del comunicado del Rector de la
Universidad, negando
que el Teatro fuese a desaparecer tras mi renuncia. (…?).