viernes, 14 de septiembre de 2012

DESPERTAR EN LOS JÓVENES UNA PASIÓN: EL MAYOR LOGRO DEL TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES

Cuando en octubre de 1974 se lanzó la convocatoria en las carteleras de las facultades dependientes del rectorado de la Universidad de Buenos Aires para participar en un “teatro universitario de repertorio”, fueron más de doscientos los que acudieron a inscribirse en las oficinas de la Dirección de Cultura de la UBA, en el viejo edificio de Corrientes 2038. Ninguno de aquellos jóvenes alumnos de abogacía, medicina, ciencias económicas o veterinaria debía tener la menor idea de qué se trataba y por descontado, las torpes empleadas de aquella anquilosada “dirección de cultura” difícilmente podían estar en condiciones de aclarar sus dudas. Finalmente, en una tórrida tarde de noviembre, tuvo lugar la primer reunión con todos ellos en la polvorienta cancha de pelota del último piso de Corrientes 2038, en la que yo, que había lanzado la propuesta, hablé (según me contaron después), por espacio de casi tres horas sobre las bondades de “hacer vida de teatro dentro de un teatro”, algo muy diferente a inscribirse en un curso (pago) de actuación o en un taller literario (también pago, por supuesto). Lo que pasó a partir de allí con aquellos primeros jóvenes y los cientos (alrededor de 1.600), que vinieron después, en los sucesivos nueve años de la historia del TUBA, fue el resultado de un despertar de la pasión por las cosas, abordadas con altruísmo y vocación de servicio. Anoche, en esta confundida Argentina que no termina de encontrar su rumbo, hubo manifestaciones de protesta, cacerola en mano, por “la falta de libertad”, “la imposibilidad de adquirir dólares para viajar a Miami” y “la prepotencia del gobierno”, entre unas cuantas cosas más por el estilo. La mayoría de esa gente que salió a protestar está en contra de la apertura a los jóvenes hacia estímulos de pasión que puedan conferirle a sus vidas objetivos menos estúpidos que la participación en concursos de baile o en encierros en casas, en los que lo único válido es aplastar a los otros para conseguir unos pocos pesos y alguna esquiva notoriedad televisiva. Irrita que en la Argentina de los Kirchner se dé rienda suelta a los jóvenes para el ejercicio de la militancia. Igual que en 1974 y los años siguientes, hasta la derrota de 1983, irritaba a la Universidad oligárquica que un pujante TEATRO DE REPERTORIO hecho a pulmón y defendido por jóvenes entusiastas y heroicos, hiciese sus funciones con entrada GRATUITA y convocase a un promedio de 38.000 espectadores por año, provenientes de todos los sectores sociales de la comunidad y sobre todo de aquellos grupos de jóvenes o no tan jóvenes, que carecían del dinero para pagar una entrada en uno de los ilustres teatros comerciales manejados por empresarios. “Cristina, andate a Venezuela con Chavez”; “Cristina, no te tenemos miedo”, vociferaban algunas señoras bien arregladas, que no tenían miedo de que las cámaras de televisión las tomase en primer plano. En esta Argentina “sin libertad”, nadie tiene miedo de manifestar sus odios ni sus rencores. En aquella Argentina de 1974, cuando empezó el TUBA y en los años que siguieron de su historia, todas las noches, al salir del edificio de Corrientes 2038 o de alguna facultad en la que habíamos actuado, un automóvil con vidrios polarizados nos seguía a marcha lenta, como para hacernos saber que sabían donde estábamos y a dónde íbamos. A la madrugada, el teléfono de mi casa sonaba insistentemente y cuando mi madre me despertaba para que atendiese, una voz desfigurada me amenazaba de muerte. Habrá sonado el mismo teléfono en las casas de esas señoras (repito: bien arregladas), que se quejaban de la “falta de libertad” que padecen en estos días...?. Jóvenes de hoy: no se dejen amedrentar por quienes pretenden cercenar sus derechos al despertar de sus pasiones. Muchos otros, miles, tuvieron que padecer la tortura y la muerte sin tumba para que ustedes, hoy, puedan vivir a pleno su participación APASIONADA en los destinos de su Patria.

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