viernes, 3 de marzo de 2017
EL CRECIENTE SIGNIFICADO DE UNA FOTO
La fotografía que encabeza este capítulo de la Historia del TUBA data de mayo de 1975, hace casi 42 años. Es la escena final del sainete “Los disfrazados”, de Carlos Mauricio Pacheco y en el centro estoy yo, Ariel Quiroga, que en agosto de 1974 había tenido la peregrina idea de proponer a la Universidad de Buenos Aires la creación de un Centro de Drama, a la manera de los que desde hace siglos existen en las universidades del Viejo Continente, en Heidelberg o Alcalá de Henares. En mis manos están las glosas que se leían, como hilo conductor de una cabalgata evocativa del llamado Género Chico Nacional, o más simplemente: el sainete rioplatense. A lo largo de unas dos horas, unos cien jóvenes surgidos de la convocatoria inicial a formar parte de este proyectado Centro de Drama, (todos estudiantes de las más diversas carreras), daban vida a los personajes arquetípicos del vivir suburbano, eternizados en los dramas o pasos de comedia de autores como Nemesio Trejo, Ezequiel Soria, José González Castillo, Alberto Novión, Enrique Buttaro, Roberto Cayol, Florencio Sánchez, Alberto Vaccarezza, César Iglesias Paz o Francisco Defilippis Novoa.
Durante todo el año 1975, un grupo de Teatro Universitario todavía sin nombre (recién al año siguiente, al debutar en el Cervantes con tres comedias clásicas, nos decidimos a “autobautizarnos” TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES), recorrió los más diversos e insólitos lugares, llevando a cuestas esa “Cabalgata Evocativa del Sainete Rioplatense”, cuyo único decorado era una soga con ropa tendida. Estuvimos en la sala Enrique Muiño del Centro Cultural San Martín, en la Parroquia Santa María de Betania, en el Colegio Carlos Pellegrini, en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, en el Complejo Turístico de Chapadmalal y hasta en un Cuartel de Bomberos de Florencio Varela. El espectáculo, de dos horas de duración, era fundamentalmente una muestra de fervor contagioso, de libertad creativa y de irreverente amor por la vida humilde, laboriosa y romántica de una época, no tan lejana en el tiempo pero muy distinta en cuanto a valores éticos o ideológicos a la que le tocaba transitar a los jóvenes teatristas del Teatro de la UBA, tan próxima como estaba la amenaza de una dictadura agobiante y cercenadora. Hoy, en los inicios de 2017, no hay sombras de dictaduras en esta Argentina confundida, cuyo rumbo no parece demasiado preciso y lo que más me duele, como anciano que recuerda aquella época idealista del TUBA, es que los jóvenes de la actualidad no se atrevan a empujar con la fuerza de sus músculos, la telaraña de los sueños que merecen ser concretados.
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Yo ye recuerdo Ariel. Soy Graciela Messana. La costurerita que dio el paso. Una de las mozas en Antigona y Domino en el sainete de Vacaresa. Fuiste el director de chicos y chicas que aprendieron mucho de vos. Un amoroso saludo para vos y gracias por todo lo vivido juntos.
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