martes, 7 de agosto de 2012
LA ÚLTIMA FOTO: UN TESTIMONIO DE ALERTA
Hoy, martes 7 de agosto de 2012, cumplo 72 años. No esperaba llegar hasta aquí. Como decíamos en “Sopa de pollo”, de Wesker (la obra que representé un año entero junto a Alejandra Boero, Héctor Alterio, el "Chucho" Alcalde, Walter Soubrié, José María López, Enrique Pinti, Lucrecia Capello, Adriana Faide y Domingo Basile, allá por 1967): “Llegamos hasta aquí, llenos de cicatrices, pero llegamos”.
Mis cicatrices de los cuarenta y tantos años vividos en el teatro no están en el cuerpo (aunque hubo brazos rotos y muchísimos golpes en el camino). Mis cicatrices me las hicieron, durante los nueve años de vida del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, los bofetones, los atropellos, las humillaciones, los escupitajos al alma que a diario recibí de esos necios retrógrados que ocupaban cargos de funcionarios, de empleados y hasta de ordenanzas, en esa nefasta “dirección de cultura” de la que el TUBA, a la fuerza, estaba sometido a depender. Pero si mis cicatrices hubieran tenido posibilidad de borrarse con el tiempo, la indiferencia, el desprecio de los que vinieron después (me refiero a los que aparecieron con la creación del Centro Cultural Rojas, al año de cerrado el TUBA), determinó que permanentemente el dolor de las lastimaduras se reactivase y que aun hoy, a casi treinta años de distancia, esas viejas cicatrices sigan sangrando. No importa. En algún momento (quizás muy, pero muy pronto), dejaré de sufrir por las cosas perdidas (las hermosas cosas que me fueron arrebatadas, como ese teatro de jóvenes universitarios tan pródigo en plenitudes y heroicos entusiasmos) y cuando ya no esté yo para comprobarlo... el milagro suceda y alguien, entre esos actuales portentosos jóvenes que nutren con su savia revitalizadora los talleres del Rojas, tenga la feliz idea de generar una actividad que resulte ser UN NUEVO, DESAFIANTE, INACALLABLE “TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO”. Wesker decía: “Lo que hacen los jóvenes siempre está bien”. El TUBA, para su época (maldita época la que le tocó en suerte), fue revolucionario porque fue hecho por jóvenes. Pero ninguna revolución tiene dueños. Siempre vendrán nuevos jóvenes a plantarse en frentes de lucha, levantando banderas revolucionarias. Hasta que ese nuevo TUBA abra otra vez las puertas GRATUITAMENTE a nuevos miles de espectadores, como las abrió GRATUITAMENTE el TUBA durante nueve años seguidos, quiero dejar un testimonio de alerta, que es la foto de los últimos días del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, en la que tres de sus integrantes (un estudiante de arquitectura, uno de ingeniería y uno de medicina) contemplan cabizbajos las ruinas de lo que había sido alguna vez su espacio experimental, en la cancha de pelota del último piso del edificio de Corrientes 2038. Si al TUBA le tocó terminar de esa manera, por obra de la acción detractora ejercida desde una “dirección de cultura” de la propia Universidad, en una época en la que el terror imperaba por todas partes, que sepan los funcionarios y empleadas de las actuales y futuras “direcciones de cultura” que los jóvenes de hoy, de mañana y de todos los venideros futuros, no van a tolerar NUNCA MÁS, ni sus atropellos, ni sus nefastas clausuras mentales ni sus patéticas, inocuas amenazantes necedades.
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