viernes, 25 de enero de 2013

INTERROGANTES INSISTIDOS... PERO HASTA HOY NO ESCUCHADOS NI RESPONDIDOS


UNA ESCENA DE "LA OFENSIVA", DE MARTHA LEHMANN
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD - TEMPORADA 1977
 
Quien venga siguiendo este Blog desde sus primeros capítulos, allá por Febrero de 2010, habrá advertido que hay de mi parte una suerte de reiterada insistencia en el planteo de dos interrogantes.
A saber:
¿Por qué la Universidad de Buenos Aires se niega a incorporar a su historial la historia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires...?
¿Por qué la Universidad de Buenos Aires no cuenta, como el resto de las universidades del mundo, con un elenco de Teatro Universitario, habiendo tenido uno que existió nueve años seguidos, treinta años atrás...?
Respecto del primero de los interrogantes no encuentro explicación válida, salvo que quienes manejan los destinos de la Universidad de Buenos Aires a lo largo de los últimos treinta años se hayan puesto de acuerdo en convalidar aquella maliciosa presunción de un periodista del diario La Nación, que dijo (al cerrarse el TUBA en junio de 1983), que “nos íbamos para desprendernos del Proceso (o sea: la dictadura militar) del que habíamos sido cómplices”.
Por si no quedó claro todas las veces que lo conté a lo largo de las 268 entradas del Blog yo, Ariel Quiroga, fundador del TUBA y su director titular durante los nueve años de su existencia, renuncié en junio de 1983 y todos los jóvenes universitarios que lo constituían en ese momento se fueron conmigo, porque la Universidad se negaba a pagarnos los viáticos de una estadía de quince días en la ciudad de Mar del Plata, invitados por el Teatro Auditorium de esa ciudad para una breve temporada de invierno en la que íbamos a estrenar un importante título (que sigue sin ser dado a conocer) del repertorio dramático nacional: “El gajo de enebro”, de Eduardo Mallea.
El tema de los viáticos (a los que los integrantes del TUBA no eran acreedores, “por no ser personal rentado de la Universidad”, según nos dijeron, fue sólo la gota que rebalsó el vaso. Detrás y en derredor estaban las persecuciones, las trabas, las prohibiciones, las amenazas, el abandono que desde la propia “dirección de cultura” de la Universidad venía obstaculizando nuestra labor desde sus mismos inicios, allá por fines de 1984.
Que el TUBA había existido durante los años de la dictadura militar...?. Desde luego. Toda Argentina siguió existiendo durante la dictadura militar. Nadie supo de centros clandestinos de detención y exterminio hasta que llegó Raul Alfonsín al poder. Las batidas de las fuerzas “del orden” eran tan temidas por la población que circulaba por las calles para ir a sus trabajos como las explosiones de bombas puestas en cualquier parte por las agrupaciones extremistas.
El TUBA hizo su primera representación pública el 30 de noviembre de 1974 y la dictadura militar comenzó el 24 de marzo de 1976. Fueron años incruentos de la historia argentina, en la que miles de ciudadanos, sobre todo jóvenes, entregaron su vida por un ideal revolucionario. Pero durante esos años la vida continuó; se hizo cine, teatro (los sólidos ejemplos del San Martín y el Cervantes), egresaron médicos, abogados, ingenieros, economistas, agrónomos, de los claustros de la Universidad de Buenos Aires y de las universidades privadas.
Habría que abolir de la memoria las puestas en escena de Rodolfo Graziano en la Comedia Nacional o los audaces montajes de Alejandra Boero en el Teatro San Martín, que tuvieron lugar durante los años de la dictadura militar...?
Se podría no reconocer los títulos profesionales otorgados por la UBA durante esos mismos años ...?
Entonces: POR QUÉ LA UNIVERSIDAD NIEGA LA EXISTENCIA DEL TUBA, que fue SU Teatro Universitario de Repertorio durante nueve años seguidos; que realizó 1.163 representaciones dentro de uno de sus edificios (la casona de Corrientes 2038) y que cada año hizo ciclos de representaciones en las aulas magnas, auditorios y hasta en los frios gimnasios de todas las facultades dependientes del Rectorado de la UBA...?
En una palabra: el primero de los interrogantes sigue sin tener respuesta.
La Universidad de Buenos Aires niega la existencia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires y no se sabe por qué.(Véase el sitio www.uba.ar/institucional/contenidos y compruébese que no figura para nada dentro del historial de la UBA la historia del organismo denominado “Teatro de la Universidad de Buenos Aires”).
Segundo interrogante: ¿Por qué la Universidad de Buenos Aires no cuenta, como el resto de las universidades del mundo, con un elenco de Teatro Universitario, habiendo tenido uno cuya labor durante casi una década constituye una experiencia única, sin precedentes e inexplicablemente, sin continuidad ...?.
Visto fríamente, este segundo interrogante a mí, Ariel Quiroga, debería tenerme sin cuidado. Yo cumplí mi sueño, anhelado desde que tenía menos de veinte años y militaba en los teatros independientes, de “distanciarme” de la escena profesional, saturada de argucias, vilezas, ansias de figuración a toda costa y escaso respeto por el rigor frente a los repertorios y el público. Quise formar un teatro con jóvenes universitarios; lo intenté unas cuantas veces en los primeros años de la década del sesenta e inesperadamente, por un fortuito contacto con un improvisado “director de cultura”, logré concretarlo a mediados de 1974.
“Concretarlo” es un mero decir. De la propuesta inicial, que consistía en formar un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, hasta su llevado a la práctica (que fue la presentación en el Teatro Nacional Cervantes en mayo de 1976, con un repertorio de tres comedias clásicas de Terencio, Plauto y Menandro), fue necesario vencer un sinnúmero de inverosímiles, estúpidos, cerriles impedimentos.
Lo he contado ya en otros capítulos de este Blog: Aquel funcionario de la “direccion de cultura” de la UBA, que cuando comenté que iban a comenzar los ensayos de la obra inicial del grupo (“La montaña de las brujas”, de Julio Sanchez Gardel), empezó a los gritos a espetarme: ¡NO, QUIROGA, NADA DE ENSAYOS POR AHORA...! ¡ES MUY PELIGROSO...! ¡MANTÉNGALOS CON CHARLAS, QUE CON ESO SE QUEDAN QUIETOS...!
Por supuesto, ENSAYAMOS de todos modos, pero hubo que hacerlo a escondidas. Y deambulando de un lugar a otro. En las oficinas de uno de los pisos altos de un edificio de la calle Azcuénaga, entre escritorios y ficheros... en una parroquia del barrio de Once... en la biblioteca de ciegos... en un patio a la intemperie, en los fondos de la facultad de Ciencias Económicas, al ladito de la Morgue Judicial...
Empecinadamente, contra todas las dificultades habidas y por haber, con ese viaje a Chapadmalal donde nos alojaron en un hotel para niños y nos daban de comer raciones para niños y tuvimos que dormir en camitas para niños y donde logramos hacer “La suegra”, de Terencio y “Antígona Velez”, de Marechal; acarreando decorados al hombro o en camionetas alquiladas, para ir a hacer funciones en la Biblioteca Popular de Olivos, la sala de la empresa Subterráneos de Buenos Aires o el Colegio Carlos Pellegrini... hasta que, recién en agosto de 1976, llegó la posibilidad de instalarnos, medio a los empujones, en el edificio de Corrientes 2038, donde nos quedamos hasta junio de 1983...!, y desde el cual convocamos a una corriente de público verdaderamente multitudinaria, que asistió GRATUITAMENTE a disfrutar de obras de Molière, Discépolo, Chejov, Shakespeare, Valle Inclán, Sófocles, Racine, Florencio Sánchez y Oscar Wilde, para nombrar sólo unos pocos de un enorme repertorio de mas de ciento veinte montajes corpóreos originales, diseñados y construidos en los talleres artesanales del TUBA por sus propios integrantes.
Si, desde luego que el sueño de un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO, se concretó. Lo concreté, nueve años seguidos, acompañado por cientos (casi 1600) de jóvenes universitarios que hicieron del ALTRUISMO una militancia y una profesión de fe.
Tendría que importarme que la Universidad de Buenos Aires no haya querido continuar la experiencia y seguir teniendo un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTIRIO en estos treinta años que han seguido a la desaparición del TUBA...?
En el Centro Cultural Rojas, que ocupa el mismo lugar (el edificio, remodelado, de Corrientes 2038) en el que el TUBA hizo su historia, se dictan cursos sobre teatro (pagos); trabajan grupos que montan espectáculos (pagos) no vinculados entre si ni con proyecto de continuidad; se llevan a cabo mesas redondas, ponencias, encuentros sobre el tema teatro y muchos otros temas más... le depende una “Orquesta de la Universidad” que actúa esporádicamente... pero no existe un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO.
Debería existir o es sólo una empecinada idea mía...?
Tengo casi 73 años; me retiré definitivamente de la vida teatral a partir del cierre del TUBA (que más que “mi proyecto de teatro” se podría decir que fue “mi proyecto de vida, de compromiso con la vida”)... entonces: si a la UBA le interesa o no ubicarse a la par del resto de las universidades del mundo, que cuentan prácticamente todas con un Centro de Drama, que realiza espectáculos en continuidad y divulga esos espectáculos en las festivales a nivel internacional que convoca la AITU, la Asociación Internacional del Teatro Universitario creada en Bélgica en 1990... debería eso preocuparme y llevarme a insistir tanto con ese tema...?
Es que -como me dijo Alejandra Boero tantas veces-, “ESTÁN LOS JOVENES”, que merecen que se les brinden espacios para experimentar, crecer y desarrollarse... y un teatro universitario, desentendido de intereses comerciales o exitistas, es un campo fértil para que se nutran las nuevas generaciones y el anciano arte de la escena se vivifique y rejuvenezca a través de nuevos desafíos, nuevas propuestas, nuevos rechazos al asfixiante mercantilismo que cercena el derecho a expresar con absoluta libertad “todo lo que se nos cante” sobre un tablado.
Los cursos de teatro, las escuelas de teatro, los institutos de teatro son necesarios (imprescindibles) para la formación de futuros actores, directores, escenógrafos, vestuaristas, iluminadores, que una vez graduados en cada disciplina (o en todas, preferentemente), pasen a cubrir los puestos vacantes de los que, cumplido su ciclo, se retiren de la profesión.
Los teatros universitarios, en cambio, no apuntan (así lo apliqué al crear el TUBA) a formar profesionales del arte del espectáculo, sino a brindar un espacio extracurricular donde los futuros médicos, abogados, economistas o ingenieros PUEDAN HACER VIDA DE TEATRO en un marco de libertad creativa extrovertido, celebratorio, espontáneo, jovialmente comunitario y juglarescamente expansivo.
El TUBA fue todo eso nueve años seguidos.
¿No merecería figurar en la historia de la Universidad que lo albergó...?
¿No tendría que haber hallado continuadores dentro de esa Universidad, cuando los que lo hicimos nos replegamos obligadamente, PERO SIN DEPONER NUESTRAS BANDERAS...?

 
UNA ESCENA DE "JÁCARAS Y MOJIGANGAS", SOBRE TEXTOS
DE LOPE DE RUEDA - TEATRO DE LA UNIVERSIDAD
TEMPORADA 1977






miércoles, 16 de enero de 2013

STANISLAVSKI Y EL TUBA: CIERTA COINCIDENCIA DE OBJETIVOS FRENTE A LA NECESIDAD DE QUE EL TEATRO SEA DE ALCANCE POPULAR

UN HALLAZGO EN YOUTUBE: STANISLAVSKI
DIRIGIENDO UN ENSAYO DE MESA DEL "TARTUFO", DE MOLIÈRE

Casi de la misma manera como él formó sus primeras agrupaciones de aficionados en el mediocre ambiente teatral ruso de fines del siglo XIX, me tocó poco menos que por casualidad dar inicio a la actividad de un difuso “centro de drama universitario”, en medio del maloliente clima ideológico de la dirección de cultura de la Universidad de Buenos Aires, de mediados de 1974.
Había él nacido en Moscú, un 5 de enero de 1863, con el nombre de Konstantin Sergueievich Alekseiev. Radicado en su juventud en París, atendiendo negocios de su padre, comenzó a mezclarse con la bohemia de las compañías de artistas semiprofesionales, donde conoció a un actor polaco a punto de retirarse llamado Stanislavski. Tanto como para no desprestigiar el apellido paterno, adoptó ese de “Stanislavski” para sumergirse en la “ilegalidad” de sus experimentos teatreros con absoluta libertad.
Aquel incipiente “centro de drama universitario”, nacido en la Argentina sin partida de nacimiento en 1974, empezó a tomar forma, deambulando de un lado para otro, hasta que su debut en el Teatro Nacional Cervantes en mayo de 1976, con unas zafadas comedias de Terencio, Plauto y Menandro, le permitió “autobautizarse” como TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES.
De regreso en Moscú en 1888, el bohemio artistucho autobautizado “Stanislavski” se aventuró a formar una “sociedad de artes y letras”, sin teatro propio pero decidida a afrontar un REPERTORIO de calidad mediante la realización de nuevos montajes cada semana...!
Con similares ímpetus pero también sin sala propia ni apoyo de ninguna naturaleza por parte de la Universidad donde había surgido, ya a comienzos de 1977 el Teatro Universitario de Buenos Aires anunciaba “repertorios en alternancia”, al mismo tiempo que se instalaba (poco menos que a los empujones), en la precaria sala del antiguo edificio universitario de la avenida Corrientes 2038, donde antes, en la década de 1960, había funcionado el prestigioso (y por eso mismo abolido) Instituto de Teatro creado por Oscar Fessler.
Hacia 1897 el experimentador teatrero Stanislavski fue invitado a una reunión con un dramaturgo y director escénico llamado Vladimir Ivanovich Nemirovich-Danchenko. De esa charla en un lugar llamado “Bazar Eslavo”, que según dicen duró catorce horas, nació la idea de formar un “centro de drama” bajo la revolucionaria denominación de TEATRO DE ARTE DE MOSCÚ ASEQUIBLE A TODOS.
Quienes tuvimos la iniciativa (sin reunión previa de catorce horas mediante), de convertir al Teatro Universitario de Buenos Aires en un auténtico TEATRO DE REPERTORIO, también decidimos, bajo nuestra absoluta responsabilidad, que fuera un centro dramático asequible a todos.
Tal vez en esa decisión haya tenido origen nuestro divorcio con el elitista criterio cultural de esa malhadada “dirección de cultura” de la que nos tocaba depender y que nos terminó destruyendo, tras nueve años de estéril (aunque encarnizada) lucha.
El TUBA (así lo rebautizó el mismo público), se convirtió en un teatro abierto a la comunidad, al que el público de todos los sectores sociales pudo ingresar GRATUITAMENTE a las 1.163 representaciones que logró concretar en sus nueve años de vida en continuidad.
A la Universidad de Buenos Aires eso del acceso LIBRE y GRATUITO no le caía nada bien. Insistían en que había que cobrar entrada, para "seleccionar" al público.
Todavía suenan en mis oídos de 73 años las voces hostiles (y hasta burlonas), de aquellos jerarcas pedantes y de aquellas abúlicas empleadas de la “dirección de cultura de la universidad de buenos aires”, alegando que no concurrían a las funciones del TUBA porque estaban colmadas de “gente sucia, mal vestida y con facha de comunistas” (sic).
El Teatro de Arte de Moscú sigue existiendo; el TUBA existió sólo nueve años. No hay demasiados puntos en común entre uno y otro, salvo en aquello del REPERTORIO. Desde los inicios el moscovita apuntó al sistema del repertorio y así es como en su escenario han estado Shakespeare, Ibsen, Gorki, Tolstoi, Molière, Goldoni, Chéjov, Maeterlinck... mientras que en el modesto TUBA de la convulsionada, aterradora Argentina de 1974 a 1983, estuvieron Esquilo, Sófocles, Discépolo, Florencio Sánchez, Racine, Molière, Oscar Wilde, Enrique Wernicke, Lope de Rueda, Juan Carlos Ghiano...
El TUBA no era una escuela de teatro. Era un teatro donde los jóvenes universitarios aprendían a hacer teatro desde la experiencia directa sobre el escenario, montando obras de repertorio. Pero las teorías que el teatrero Stanislavki elaboró prolijamente sobre el desarrollo físico y emocional del actor (que erróneamente algunos definen como “Método”), circularon permanentemente por los talleres internos del TUBA, mecanografiadas a modo de apuntes de casi todos sus libros.
Hacen pocos días se cumplieron 150 años del nacimiento de este ejemplar hombre de teatro, cuyo sistema de trabajo en pos de la divulgación a nivel popular del arte escénico, habitualmente restringido a las minorías “informadas”, mucho contribuyó a solidificar, por emulación, el empecinado criterio de PUERTAS ABIERTAS PARA TODOS que logramos instalar desde el primero hasta el último día en el TUBA y que hizo posible el ingreso (con ropa elegante o con ropa sucia) de un promedio de 38.000 espectadores por temporada a los edificios de la aristocrática Universidad de Buenos Aires, a la que (al menos en aquella época), las señoras que acudían a las juras como médicos o abogados de sus hijos lo hacian ataviadas con sombrero y vestidos largos.




viernes, 11 de enero de 2013

EL TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES: PARADIGMA DE LO QUE DEBE SER UN “TEATRO DE REPERTORIO”

Siento una suerte de pudor al tener que afirmarlo: el TUBA carecía de antecedentes cuando inició su actividad pública el 30 de noviembre de 1974, encarado como TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO y sigue careciendo de precedentes, a treinta años de su forzado cierre, en junio de 1983.
Jean Louis Barrault define al teatro de repertorio (él, que lo practicó largamente), de una manera muy simple: “la posibilidad de alternar a los clásicos y los modernos en una misma temporada o en una misma semana”.
Dejemos por un momento lo que se refiere a actividades teatrales en la Universidad de Buenos Aires, cuya función específica es otra, desde luego. Hablemos del teatro profesional o amateur en la República Argentina: las compañías teatrales que han adherido a la práctica del repertorio son por demás escasas y hay que remontarse a los orígenes de la escena nacional para encontrar cierta aproximación a esa práctica en el quehacer de aquellos capocómicos que se aventuraban por las rutas de provincia, llevando a cuestas un bagaje de cuatro o cinco títulos de probada repercusión en el gran público, que se ensayaban a los apurones y se montaban con pocos trastos a modo de precaria decoración.
Hacer repertorio exige, ante todo, disciplina y adiestramiento para el grupo teatral que lo aborde. En el TUBA hemos llegado a tener (como en la temporada de 1982), hasta NUEVE espectáculos en alternancia. Se imaginan lo que eso significa...?: Montones de decorados apilados unos sobre otros, que deben ser armados y desarmados en contados minutos, cuando las funciones se suceden unas a otras en un mismo día... Zapatos, espadas, floreros, ropas de época, ropas de calle, sombreros, capas, artefactos lumínicos que tienen que redireccionarse para cada representación, bandas sonoras, martillos, sogas, cortinados, escaleras, muebles: en una palabra: UN VERDADERO BERENJENAL...!
Al cierre de la temporada de 1981 cumplimos la hazaña de exhibir en una misma función que duró más de ocho horas, los siete espectáculos que habíamos montado ese año. Cumplíamos siete años de labor en continuidad y la maratón se llamó “SIETE HORAS PARA CELEBRAR SIETE AÑOS”. Terminaron siendo ocho horas y media, en la que desfilaron sin solución de continuidad, entre las seis de la tarde de un sábado y la una y media de la madrugada del domingo: “Una tragedia florentina”, de Oscar Wilde; “La sombra del valle”, de John Synge; “Un trágico a la fuerza”, de Anton Chéjov; “La marquesa Rosalinda”, de Ramón del Valle Inclán y “Stéfano”, de Armando Discépolo.
Los teatristas que realizan en la actualidad experiencias en la sala de la planta baja del Centro Cultural Rojas quizá ignoren lo que era esa sala en los tiempos del TUBA. No había camarines para que los jóvenes universitarios en función de “actores” se cambiasen ni tenían acceso a baños. El espacio era reducidísimo para el almacenamiento de decorados y elementos de mobiliario y utilería. Estaba, además, dentro del escenario, el enorme entarimado del Coro Polifónico de Ciegos y su respectivo piano de cola...!
Disciplina y adiestramiento... pero además, mucha pasión, mucho fervor, mucha vocación de servicio, para disfrutar mostrando al público ávido de aprender que acudía masivamente (y GRATIS), a un Esquilo y a un Discépolo; a un Pirandello y a un Florencio Sánchez; a un Valle Inclán y a un Chéjov en la misma cartelera de una misma semana...!
Eso fue lo que el Teatro de la Universidad de Buenos Aires (hoy tan tristemente olvidado), hizo durante nueve años seguidos, sin antecedentes de que otro elenco lo hubiera hecho antes en la Universidad y sin que luego, con el correr de los años (y con las nuevas posibilidades habilitadas por la remodelación del edificio de Corrientes 2038, convertido en “el Rojas”), nuevos grupos de teatristas se atrevieran a hacerlo.
Fue tan único el TUBA...?
Parecería que sí. Si alguien sabe de otros que lo hayan hecho antes que él o después de él, que lo escriba en el sector para “comentarios” de este Blog. Toda comparación es incómoda, pero también es necesaria, porque duele enormemente padecer esa lastimadura no cicatrizable que causa LA MEMORIA ABOLIDA, cuando lo que hicimos en el TUBA a puro pulmón y ganas fue honesto, innovador, desafiante, inconformista y además, artísticamente bello.
Stanislavki buscó recrear la vida del espíritu humano con Verdad y con Belleza.
El TUBA lo hizo y para demostrarlo, he aquí dos pequeños videos con fotografías de dos de los espectáculos del repertorio del TUBA, que adhieren a esos principios: “Relojero”, de Armando Discépolo (1978) y “La noche de San Juan”, de Henrik Ibsen (1982). En ambos verán ustedes mucha Verdad... y también cierto grado de rescatable, perdurable Belleza.
"RELOJERO", de Armando Discépolo
TUBA - Temporada 1978
"LA NOCHE DE SAN JUAN", de Henrik Ibsen
TUBA - Temporada 1982

viernes, 4 de enero de 2013

"NUESTRO" CHÉJOV

Lo abordamos por primera vez en nuestra sexta temporada, o sea: la de 1980.
Quisimos acercarnos a él de un modo amable, sencillo, sin ningún dejo de esa especie de “solemnidad” que él mismo le criticaba a Konstantin Stanislavski, el hombre de teatro que lo dió a conocer y que tanto contribuyó a cimentar su fama.
Desde el escenario del Teatro de Arte de Moscú, creado pensando en el pueblo más que en el público aristocrático, un médico rural llamado Anton Pavlovich Chéjov mostró al mundo un nuevo lenguaje dramático basado en la naturalidad del actor para expresar de manera adecuada las tribulaciones y los sentimientos más recónditos del alma humana, esos que guardan estrecha relación con la atmósfera de los atardeceres y el sonido del viento entre las ramas del cerezal.
Seguramente he hablado mucho a lo largo de este Blog de lo que fueron nuestras experiencias con el lenguaje lúcidamente irónico y cautelosamente sentimental del desconcertante Chéjov, porque en nuestras “Chejovianas I y II” (de 1980 la primera y de 1982 la segunda), conseguimos que el público (no sólo de la ciudad de Buenos Aires sino de muchos lugares del interior), lo asimilase como a alguien de su propia idiosincracia y depusiese ese absurdo distanciamiento de los que consideran que tratar de “usted” (por ejemplo), es sinónimo de respeto.
En alguna entrada o capítulo de este Blog está la foto de la carta de una espectadora, que respecto de nuestra “Chejoviana II” escribió: “CHÉJOV ESTARÍA MUY FELIZ DE HABERLA VISTO”.
“Nuestro Chéjov”, el que hicimos en el Teatro de la Universidad de Buenos Aires en 1980, 1981, 1982 y 1983 fue tan paradojalmente tragicómico, como el hecho de que su ataud, llevado a Moscú en un tren de carga que transportaba ostras frescas, fuese recibido por equivocación por una banda militar que esperaba el arribo de otro ataud, el de un general caído en la guerra contra el Japón.
Por estos días encontré un video de un homenaje que se le realizara a la actriz Olga Knipper (que tardíamente fue su esposa), en el escenario del Teatro de Arte de Moscú. Si me permiten, lo voy a insertar aquí. Tiene un clima particularmente festivo y nostálgico a la vez, como eran por lo general nuestras fiestas de fin de temporada en el escenario del TUBA.



martes, 1 de enero de 2013

ALEGRÉMONOS...!!!

En 1870 Johannes Brahms fue nombrado doctor Honoris causa por la Universidad de Filosofía de Breslau. Como agradecimiento, escribió su obertura Op. 80, conocida como “Fiesta Académica”.
Es una bellísima partitura, de poco más de nueve minutos de duración, en la que Brahms incluyó cuatro canciones estudiantiles y sobre todo, el célebre himno “Gaudeamus igitur”, que concluye la obra con una suerte de jocosa solemnidad.
Gaudeamus igitur” quiere decir: “ALEGRÉMONOS PUES” y es el himno universitario por excelencia. En el TUBA lo utilizamos casi siempre, cuando nos presentábamos en las facultades dependientes del Rectorado de la Universidad de Buenos Aires o cuando viajábamos en gira por universidades del interior.
Los sones del Gaudeamus nos daban fortaleza frente a la adversidad que nos tocaba enfrentar todos los días, a lo largo de los nueve maravillosos pero difíciles años de nuestra vida como TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO.
Lo he dicho ya en alguna “entrada” anterior: No querría seguir escribiendo en este Blog ahora que comienza el año 2013, en el que se van a cumplir en junio 30 AÑOS del cierre, por lo visto definitivo, de lo que fue “el TUBA”, aunque estoy casi seguro que lo voy a seguir haciendo...
Para quienes accedan a él desde cualquier lugar del mundo a partir de ahora, les recomiendo retroceder hacia sus orígenes, que datan de Febrero de 2010. Todo lo que valía la pena ser contado, aportado, testimoniado y probado de la existencia de ese Teatro, lo van a encontrar en las 264 entradas (o capítulos), que preceden a esta.
También están los videos, los archivos de fotos, de fragmentos sonoros de funciones, charlas, audiciones radiales y hasta momentos de la vida interna del TUBA y finalmente, este último video (arriba) con algunas de las fotografías de los más de cien montajes escénicos que se ofrecieron en las nueve temporadas (entre fines de 1974 y mediados de 1983) y de los que disfrutó, con ENTRADA LIBRE y GRATUITA, un promedio de 38.000 espectadores cada año.
La música de fondo que acompaña a las imágenes...?: Por supuesto, la Obertura Op. 80, llamada “Fiesta Académica”, en una interpretación magistral del insigne Bruno Walter.
El TUBA dejó de existir en junio de 1983...
Nunca más la Universidad en cuyos claustros nació y murió, rindió homenaje a su memoria ni trató de que pudiera volver a existir.
Sea como sea... y a pesar de tanta indiferencia hacia una obra creativa hecha por jóvenes universitarios con derrochado altruísmo... ALEGRÉMONOS...!.