miércoles, 29 de febrero de 2012

SOBRE VIRGINIDADES, NACIMIENTOS, MUERTES... Y LOS AÑOS DE MIEDO Y SUEÑOS TRUNCADOS DEL TUBA


John Osborne le hace decir a su protagonista en “Recordando con ira” una frase que encierra un montón de significados: “Aquel que no ha visto morir a alguien es un caso grave de virginidad”.
Yo, Ariel Quiroga, (con el profundo cariño que siento por esa obra, que descubrí a mis 18 años, cuando la representaban Alfredo Alcón y María Rosa Gallo en el desaparecido Teatro Odeón, de Buenos Aires), me atrevo a cambiar esa frase de esta manera: “Aquel que no ha visto nacer ni morir un teatro...es un caso grave de virginidad”.
Antes de arribar a la Universidad de Buenos Aires en 1974 para crear el TUBA, lo que había experimentado habían sido unas cuantas muertes de unos cuantos teatros: la del Grupo “Los pies descalzos”, que dirigía Francisco Silva, mi primer director y maestro; la del Teatro “35”, de Callao y Corrientes, en donde hice nueve temporadas, algunas como actor y otras como director, estrenando obras tan importantes como “El viaje”, de Shehadé; “Magia roja”, de Ghelderode; “La Arialda”, de Testori; “Historia de Pablo”, de Pavese o “El profanador”, de Maulnier; la de “Nuevo Teatro”, la más valiente trinchera del teatro de compromiso social, en la que compartí horas transformadoras de mi conciencia junto a Pedro Asquini, Alejandra Boero, Héctor Alterio, Lucrecia Capello, Luis Alcalde, Américo Chandía, Lila di Palma, Enrique Pinti, Rubens Correa, Beatriz Grosso y tantos más...
Pero la experiencia de ver primero NACER y después MORIR un teatro la viví sólo en la Universidad de Buenos Aires, en ese centro de drama nacido de la nada más absoluta; portentosamente vivo y creciente durante nueve años seguidos y finalmente abatido, exterminado por la desidia, el ocultismo y la ferocidad detractora emanada de la propia Universidad.
Han pasado ya muchos años desde todas aquellas muertes, la de “Los pies descalzos”, la del Teatro “35”, la de Nuevo Teatro y finalmente la del TUBA. Esta última fue la más difícil de superar, porque al TUBA le dí VIDA y también le tuve que dar MUERTE.
Y en el TUBA encontré los hijos que en lo personal no fue dado engendrar. Aquellas chicas, aquellos muchachos que llegaban cansados de sus clases en la Universidad, pero que de movida se calzaban cada noche al llegar la ropa de fajina para abordar los ensayos programados o para empuñar los martillos, los serruchos o las agujas de colchonero, para construir con maderas usadas o con liencillos deshilachados los decorados, los vestuarios y la telonería de las obras del repertorio del TUBA... todos ellos fueron mis hijos.
Los ví balbucear los primeros textos que se le confiaban o trastabillar intentando las piruetas de sus primeras travesuras de comediantes... Cada año, al abrirse la convocatoria, nacian nuevos hijos y cada año se alejaban muchos otros, que desistían de la experiencia de hacer vida de teatro con el fin de dar mayor impulso a sus estudios para terminar sus carreras y recibirse de médicos, abogados, economistas, filósofos o agrimensores.
Y aparte de los hijos, estaban los amigos, los hermanos, que eran los espectadores, que aguardaban dos, tres o más horas en la vereda inhóspita de la calle Corrientes, confundiéndose con los que hacían la otra fila, para ingresar al cine Cosmos, que estaba al lado... Mucho antes de venirme a vivir a Mar del Plata hace cuatro años, hacía ya mucho tiempo que yo había dejado de deambular por las librerías y los bares de ese lado de Corrientes, entre el obelisco y Callao. Toda mi juventud, a partir de los 16 años (la edad en la que empecé en los conjuntos vocacionales de barrio), las madrugadas las había pasado en esa parte de la Ciudad, en la que tantos sueños se partieron en mil pedazos cuando el terror de las racias se hizo costumbre, a mediados de los setenta.
Hoy, en esta Argentina del 2012, en que algún imbécil mete un comentario en el “ilustre” diario La Nación y llama a la Señora Cristina, nuestra corajuda Presidenta, “la yegua bipolar” (y se lo publican como si tal cosa), ninguno de los jóvenes que circularán por los pasillos y aulas del Centro Cultural Ricardo Rojas (o sea: por las misma calle, por la misma vereda donde el TUBA tenía su mugrienta sede llena de ratas), debe saber lo que es el miedo a ser “chupados” y es probable que nunca vea morir un teatro, como los que vimos morir al TUBA.
El Centro Cultural Rojas tiene, afortunadamente, larga vida por delante, porque la democracia en la Argentina tiene, merced al sacrificio de tantos inocentes, asegurada su perennidad. Pero eso sí: estos jóvenes de hoy, asegurados contra la muerte, corren el riesgo de convertirse en “casos graves de virginidad”. Que se apresuren a perderla, no viendo morir, sino viendo NACER un nuevo TUBA, del que dentro de 30 años puedan sentirse orgullosos de haber sido progenitores.
Acostumbro, como habrán visto, a poner en cada uno de estos devaneos de mi memoria, alguna foto de las que han quedado de los espectáculos montados por el TUBA durante sus nueve años de vida. Aquí, en este capítulo, las que me parecieron más apropiadas son tres de Gustavo Lespada, que en 1977 protagonizó las 83 funciones de “La ofensiva” de Martha Lehmann. Él tenía entonces alrededor de 23 años y según supe después, había escapado de Uruguay por sus ideas políticas, por entonces consideradas “extremistas”. Me enorgullece poder insertar a continuación algunas líneas de su importante historial:
Gustavo Lespada: Investigador, licenciado en letras por la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado varios libros de poesía. Es miembro del consejo de redacción de la Revista Enclaves, editada por el Departamento de Docencia del Hospital Borda y de la revista virtual Everba (Berkeley, Estados Unidos). Ha participado en numerosos congresos nacionales e internacionales sobre literatura. Recibió el premio Juan Rulfo 2003 en la categoría ensayo literario por su trabajo sobre “Las cartas que no llegaron”, de Mauricio Rosencof. Fue distinguido por la Honorable Cámara de Diputados de Argentina en reconocimiento a su labor profesional en el campo de la cultura, en 2004. En 1997 fue premiado por la Academia Nacional de Letras de Uruguay por un ensayo sobre “Nadie encendía las lámparas”, de Filisberto Hernández.
Querido, recordado Gustavo, que hiciste también de Don Quijote en aquel espectáculo sobre el teatro popular español del Siglo XVII... te acordás de tus años del TUBA, o tantos méritos y honores te los han hecho olvidar...?

sábado, 18 de febrero de 2012

DOCUMENTOS INSOSLAYABLES SOBRE EL TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, EN ESTE BLOG

A medida que el Blog avanza, desde sus ya lejanos incios en febrero de 2010, se hace más difícil para quien acceda a él por primera vez o para quien, acostumbrado a consultarlo, necesite separar lo meramente anecdótico respecto de aquel Teatro Universitario de Repertorio que existió en la Universidad de Buenos Aires (Argentina) entre 1974 y 1983, de lo que hace a su conflictiva relación institucional dentro de la UBA.
Hay en el Blog una permanente exaltación de la travesía épica que significó para cientos de estudiantes de las carreras más diversas, tanto científicas como humanísticas, incorporarse sin preparación previa a la activiad de un Centro de Drama que montaba permanentemente nuevos espectáculos, con obras tan opuestas en época y estilo como pueden serlo “La suegra”, de Terencio, escrita en el año 165 a.C.; “Una tragedia florentina”, que Oscar Wilde dejó inconclusa al morir en 1900 o “El destornillador”, de Enrique Wernicke, uno de los tantos sainetes contemporáneos que el “borrachín de la ribera” escribiera poco antes de su muerte, en 1968.
Pero está también lo opuesto a tan bella, desinteresada y denodada tarea cumplida por esos jóvenes durante nueve años seguidos: el Blog acumula testimonios contundentes, lapidarios, sobre la obsesiva operación detractora que ese Teatro Universitario debió padecer día a día, por parte de la Dirección de Cultura de la Universidad, de la cual dependía.
He aquí, para facilitar el trabajo de los potenciales investigadores que recalen en esta Historia, la data de dos de los más insoslayables documentos que el Blog transcribe en forma fidedigna, tomados de amarillentos archivos privados, casi tan corroídos por el tiempo como la imagen de uno de los pocos infolios rescatados de lo que fue la escritura en lengua muerta de las obras de los trágicos griegos, que encabeza este capítulo:
1) Entrada al Blog del lunes 12 de abril de 2010, cuyo título es: “LA CARTA QUE LO EXPLICA TODO”. Es la carta que yo (Ariel Quiroga) le escribí el 7 de junio de 1983, a Jorge Luis García Venturini, último Director de Cultura de la UBA de la época de la dictadura militar, culpable por acción u omisión de que el Teatro de la Universidad de Buenos Aires (el TUBA) tuviera que cerrar sus puertas (lo que había sucedido dos días antes de esta carta, el 5 de junio de 1983).
2) Entrada al Blog del martes 13 de abril de 2010, cuyo título es: “EL MEOLLO TEMÁTICO DE ESTE BLOG, EN LA CARTA A FRANCISCO DELICH DE DICIEMBRE DE 1983”. Francisco Delich fue el primer Rector de la UBA de la naciente era democrática en la Argentina. A él le escribí esta carta el 27 de diciembre de 1983 contándole cómo había sido la vida del TUBA y mi propósito de reabrirlo bajo las nuevas condiciones de apertura democrática en el país. Francisco Delich nunca contestó.

sábado, 11 de febrero de 2012

LOS IDUS DE MARZO DEL TUBA

Según cuenta Plutarco, un vidente le había advertido a Julio César del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, pero parece ser que César desestimó el peligro y riendo le dijo (mientras se encaminaba al Senado, donde fue asesinado): “Los idus de marzo ya han llegado y aquí me ves...”, a lo que parece ser que el vidente le contestó: “Sí, pero aún no han acabado”.
Situándonos mucho más cerca en el tiempo, me contaron que cuando yo presenté mi tercera y defintiva renuncia a la Universidad, en junio de 1983 y el TUBA se cerró para siempre (al menos hasta el día de hoy), un tal Ramírez, viejo funcionario que descansaba en la Dirección de Cultura dijo: “Al fin se terminó la historia...!”, pero que una de las empleadas (creo que se llamaba Cristina), le contestó: “No se crea, señor Ramírez, a lo mejor recién comienza...”.
Efectivamente: la historia de ese TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES vapuleado, escarnecido, amenazado, prácticamente enterrado vivo... no ha concluído todavía y eso que han transcurrido aproximadamente 10.045 días desde su última representación en la sala de Corrientes 2038, que fue el 5 de junio de 1983.
Mucho para lograr que ese pronóstico de la tal Cristina se haya podido cumplir es fruto de este Blog, que a partir de febrero de 2010, salido prácticamente de la nada, ha posibilitado que la Historia del TUBA renaciera desde sus bien escondidas cenizas y que estas se desparramaran como llevadas por un viento que soplara de todas las direcciones a la vez, hacia esos horizontes sin fronteras de la web. (Hace un rato nomás, el Blog estaba siendo consultado en los Estados Unidos, en Chile y en Turquía...!).
Pido a quienes lo consultan habitualmente o por primera vez que compartan conmigo cierto grado de complicidad. Los blogs, por lo que deduzco al abrir otros sobre otros temas, son algo así como “diarios” que van reflejando sucesos públicos o privados, a medida que estos van ocurriendo. En este caso, el Blog del TUBA es un “diario” de algo que dejó de existir hace mucho tiempo. Todo su contenido es “hacia atrás”; quienes se interesen en él, antes que “seguidores” deben asumir, en este caso, el rol de “retrocededores”.
Y si de esto se trata: de interesarse por retroceder en el tiempo para conocer sucesos enterrados en el olvido (harto premeditado, por cierto) de aquel singular TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO que fué el TUBA, mi consejo es que se animen a navegar por los meses iniciales del Blog, donde creo haber puesto lo más sustancial de lo que había quedado como evidencia legítima de aquella Historia, que la Universidad de Buenos Aires puso tanto empeño en hacer desaparecer de sus archivos.
Cómo hacerlo...? Busquen a la izquierda de la pantalla el lugarcito que dice: ARCHIVO DEL BLOG. Apliquen el cursor al año 2010. No se asusten si vuelve a aparecer la enorme foto en gris con la muchachada del TUBA en su primer saludo al público (mayo de 1975, en el Centro Cultural San Martín). Bajen hasta situarse de nuevo en el lugar señalado como ARCHIVO DEL BLOG. Pulsen el mes que les parezca más interesante revisar (Marzo, por ejemplo y ya que hablamos de los “idus” de ese mes, que tiene la friolera de 54 “entradas” o capítulos), y superada nuevamente la enorme foto grisácea, encontrarán la lista de “entradas” con sus respectivos títulos. Pulsando sobre cada uno de esos títulos, tendrán acceso a “partecitas” de una portentosa gesta de juventud, dedicada durante dificilísimos nueve años a la práctica y la divulgación del teatro de todas las épocas, nacional y universal. Desde luego, ecomiendo hacer lo mismo con el siguiente año 2011, con lo cual los capítulos actuales del Blog les resultarán más espontáneamente asimilables.
No me tomen en serio cuando hablé de “retrocededores”; en realidad quise decir otra cosa mucho más valedera. Quise decir: RESCATISTAS DE LA MEMORIA. Lo que cientos de jóvenes hicieron desinteresadamente, rompiéndose el alma, corriendo el riesgo constante de ser desaparecidos en una época de terror y muerte en la que la gente jóven era borrada de la faz de la tierra a menudo por sólo figurar su nombre en una libreta telefónica, convocando a públicos necesitados de la savia bienechora del teatro, pero sin cobrar entrada; investigando en las fuentes de la dramática menos frecuentada y abriendo rumbos con montajes escénicos renovadores, merecía mejor suerte.
Merecía que una Universidad pública (pero en su fuero interno tan elitista y aristocrática como la mayoría de las privadas), depusiese por una vez sus atavismos reaccionarios y se riendiese ante semejante entrega de fervor, altruísmo y voluntad realizativa; pidiese recopilar cuanto testimonio escrito, fotográfico y sonoro hubiese disponible de lo que fue “SU” Teatro Universitario durante casi una década y lo instalase bien a la vista de los públicos actuales, en ese maravilloso ámbito multidisciplinario que es el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas.
No lo hizo (pese a cientos, miles de petitorios que se le hicieron llegar con empecinada insistencia) ni lo hará, estoy seguro. La soberbia es una característica distintiva de quienes erijen sus pedestales sobre el desprecio hacia los demás.
Para los “eruditos” del Rojas, las faenas de limpieza de “los chicos del TUBA”, sus horas nocturnas de repartija de volantes callejeros, sus acarreos de decorados por las calles para montar a la disparada una función en el aula magna de una Facultad, sus seis funciones gratuitas de cada fin de semana durante nueve años seguidos, no parece merecer ningún respeto y mucho menos la “condescencia del recuerdo”, la dignidad de la Memoria.
Bueno... como le anunció aquella tal Cristina a aquel tal Ramírez cuando respiró aliviado porque el TUBA se había cerrado... como le advirtió el adivino a César antes de llegar al Senado... LOS IDUS DE MARZO DEL TUBA AUN NO HAN ACABADO...
Este Blog, con sus cientos de “entradas” que desmenuzan la historia (y que aconsejo, como viejo testarudo que soy, recorrer hacia atrás a modo de “avance”), es una prueba tangible de que esos IDUS están alertas, por lo que pueda pasar...

jueves, 9 de febrero de 2012

EL TUBA: UNA “EXPERIENCIA FUNDAMENTAL” PARA LA VIDA ADULTA DE TANTOS JÓVENES QUE ESTUVIERON EN ÉL...

EL JUEGO COMO DISCIPLINA ACTORAL Y EXISTENCIAL EN EL TUBA

A contramano con el deterioro natural del tiempo que transcurre, voy recogiendo testimonios acerca de la experiencia fuera de lo común que significó hacer vida de teatro en el TUBA, que confirman mi obstinada insistencia en lo que podría definirse como NECESARIO, IMPOSTERGABLE COMPROMISO ÉTICO de la Universidad de Buenos Aires para con la revalorización de esa historia.
El TUBA surgió en pleno auge de las escuelas de actuación que, como los consultorios psicoanalíticos, capitalizaron el afán (o la necesidad) de muchas personas sin vocaciones definidas o presas de determinados grados de desconcierto existencial, de conocerse y probarse, en aplicación práctica del milenario aforismo griego “gnothi seautón” o dicho en criollo: “Conócete a ti mismo”.
Desde los ya muy lejanos años de Galina Tolmacheva, ocasional alumna de Stanislavsky, fue notable el interés por “tomar clases de teatro” a partir de fines de la década del sesenta (estoy hablando del siglo XX, desde luego), con maestros cuyos métodos iniciarios en el oficio de la actuación dramática los proyectaron casi a la categoría de “gurúes”. Me refiero a la ejemplar Hedy Crilla, nacida en Viena y cercana en su juventud a creadores como Bertolt Brecht o Max Reinhardt, y a varios más cuyos cenáculos de formación actoral, por lo general herméticos, fueron elevados a la categoría de santuarios.
Ningún jóven que llegó a formar parte de mis espectáculos en esos años supo explicarme con términos concretos, en qué consistían las clases que durante varios años había tomado con uno o varios de esos “sagrados” maestros. De uno de ellos, reconocido mundialmente por sus trabajos de dirección, sus ex alumnos hacían coincidentemente referencia (en tono de profundo respeto y sin ningún dejo de burla) a “sus profundos, prolongados silencios”.
A partir de esta generalizada tendencia a llevar lo introspectivo a último grado, (un producto de importación, copiado de lo que Lee Strasberg había interpretado a su manera del nunca legitimado “método Stanislavsky”), ya no se podía emplear más (so pena de ser mirado con desprecio), el término “interpretar” referido a la creación de un personaje; había que trabajar sólo en pos de “internalizar” el personaje.
Vuelvo a lo que significó la aparición del TUBA en el contexto de propuestas para la iniciación en lo teatral, en aquel Buenos Aires ultra-psicoanalizado de mediados de 1974. Los grupos independientes, (fundamentalmente Nuevo Teatro, en el que varios de esos “maestros” habían empezado), ya no estaban, para albergar a los jóvenes en etapa de búsqueda realizativa.
El TUBA, con su ingreso libre e irrestricto a la práctica directa no sólo de la actuación, sino a la VIDA DE TEATRO como algo totalizador, posibilitó a cientos de jóvenes en etapa universitaria, cursando a lo mejor carreras que no habían elegido por convicción sino más bien por imposición de sus mayores, en una Universidad no propiciadora de encuentros interdisciplinarios (como lo son las norteamericanas o las europeas), volcar sus incertidumbres, sus energías no canalizadas y sus sueños en estado de nebulsa en un ámbito esencialmente COMUNITARIO, donde el aprendizaje no sólo del oficio actoral sino de muchos otros oficios (como el de serruchar maderas para decorados o coser largos metros de lienzo para telones), se hacía a modo de JUEGO, como los “festaiuoli” de la Comedia del Arte.
La definción de alguien que integró el TUBA cuando ya estaba en su etapa de disolución, a mediados de 1983 (me refiero al testimonio de Guillermo Filice Castro, que figura debajo de esta “entrada”), de que aquello fue “UNA EXPERIENCIA FUNDAMENTAL” en su vida, sumado a otros muchos testimonios anteriores de quienes formaron parte del TUBA durante años, meses o solamente pocos días, me anima a seguir bregando por la “legitimación” por parte de la UBA de su fértil trayectoria (no sólo teatral sino de VIDA), hasta conseguir (espero verlo) que nuevos jóvenes decididos a erigir un NUEVO TEATRO DE REPERTORIO en la Universidad de Buenos Aires, tomen sus abatidas banderas y las alcen con prepotencia, coraje y sobre todo, MUCHO ALTRUÍSMO (quiero decir: DESINTERÉS ECONÓMICO), contra los “realitys”, “los gran hermano” y “los bailando por cualquier cosa”, que están embruteciendo y envenenando de codicia a tantos inocentes ilusos.

miércoles, 8 de febrero de 2012

GUILLERMO FILICE: HERMOSO Y VALEDERO TESTIMONIO EL TUYO...!

FOTO DE GUILLERMO FILICE QUE ACABO DE ENCONTRAR EN INTERNET

Cada tanto suelo recorrer hacia atrás este Blog en el que vengo trabajando desde febrero de 2010 en pos de preservar la memoria de lo que fue el TUBA, que intencionalmente la propia Universidad ha tratado de silenciar a lo largo de 29 años. En el capítulo en que narro la visita aquí, a mi “refugio final” en Mar del Plata a pocas cuadras del mar, de Gustavo Manzanal, me encuentro al pie del mismo con un comentario puesto ayer, 7 de febrero de 2012, por Guillermo Filice, que transcribo aquí, a continuación:

“Querido Ariel:
Mi nombre es Guillermo Filice Castro. Leí con mucha emoción esta entrada. No pretendo que me recuerdes ya que mi paso por el TUBA fue muy fugaz, por la última época del mismo. Pero yo te recuerdo muy bien, como lo recuerdo a Gustavo Manzanal; otros nombres ya no tanto, aunque después de observar las fotos que hay aquí he reconocido algunas caras.
Fui partícipe de una experiencia paralela al TUBA, una especie de "curso de ingreso" al mismo; se me escapa el nombre preciso de ese curso. Pero la intención era que una vez "aprobado" el mismo el aspirante pasaría al elenco del TUBA. Lamentablemente eso quedó trunco por las circunstancias ya conocidas. Es más; yo estaba allí el día en el que, grabador en brazo, nos comunicaste lo de tu renuncia, mientras bautizabas -con mucha razón- a las autoridades universitarias como "H. de P. de la cultura!" Después me plegué al grupo que intentó seguir post-cierre. Recuerdo ensayos en tu casa de la calle Pavón con Gustavo Manzanal y otros más, alguna función en la Facultad de Derecho ("Recuerda a Raskolnikov?")...
Te pido disculpas si estos recuerdos te traen dolor pero mi intención primordial era -es- agradecerte como lo hizo Gustavo en su visita a tu casa. Fue una experiencia fundamental que la recuerdo con mucha ternura. Fue el lugar donde descubrí que eso era mi "lugar", donde incluso conocí a gente de la que aun soy amigo (en rigor, sólo me queda uno de esa época!). Y si bien no me dedico al teatro, soy un poeta al borde de los 50 años, 25 de los cuales residiendo en Nueva York. Y de pronto me encuentro mirando hacia atrás y el asombro me embarga, todas las vidas por las que uno pasa. Hacía tiempo que quería dejarte un mensaje, para lo que sirviera. Un saludo muy grande. Y GRACIAS!”

Mi respuesta, si cabe, es esta: Guillermo, te recuerdo muy bien. Fuiste de la partida en aquella descomunal representación en un sótano de la Facultad de Filosofía y Letras, hecha “a escondidas” y “a contramano” de la Universidad unos dos o tres meses después que el TUBA había cerrado sus puertas, en junio de 1983. Puse “descomunal” porque sé (yo no asistí; estaba prohibido) que estuvo repleta de estudiantes sentados en el piso que aplaudieron, patearon y gritaron hasta enronquecer para que el TUBA siguiese existiendo. Eras un chico muy serio, muy respetuoso y (no me averguenza decirlo), muy tierno. Aportabas una especial dosis de melancolía a ese reencuentro de ex compañeros de la secundaria, que era el tema de “Por siempre alegre”, la obrita de Roberto Cossa que quisimos hacer en 1981, pero que llamados anónimos con acento alemán hechos a mi domicilio en la madrugada me advirtieron que era “preferible no intentar so pena de...” y que, acompañada de “El poeta”, de Enrique Wernicke, hizo de esa representación en Filosofía un auténtico acto de apoyo al TUBA, organizado por el Centro de Estudiantes de la Facultad, que en el inminente arribo a la Democracia no volvió a repetirse.
Valoro como no te podés llegar a imaginar en qué medida el testimonio que surge de tu mensaje, porque sin proponértelo me avalás, cuando rememorás que en mi despedida a ustedes, los del “Curso Regular de Drama” (ese era su nombre) definí a las autoridades de la Universidad como “Hijos de puta de la cultura” (vos sos más correcto al escribirlo). Cuando a lo largo de los años he sentido el oprobio de que se me haya considerado algo semejante a un “cómplice de la dictadura militar”, argumentando que mi renuncia de 1983 fue un modo de “desprenderme del Proceso”, sólo he podido atinar a explicar lo que trato de hacer en cada capítulo (o “entrada”) de este Blog. Vos, Guillermo, me acabás de brindar una enorme, gigantesca ayuda. En el momento más amargo de mi vida de hombre de teatro, que fue la muerte del TUBA, no sólo dije eso que vos recordás (lo de “H. de P. de la cultura); dije también (y se lo puede comprobar escuchando la grabación que está al final de la entrada del miércoles 3 de marzo de 2010), que “cuando los jóvenes tuercen su camino, son tratados de delincuentes subversivos, pero cuando son los de arriba los que tuercen el camino de los jóvenes, los delincuentes subversivos son ellos.”.
Una vez más, GRACIAS Guillermo por tu mensaje. Me gustaría “traerte y encontrarte”, como en el poema de Miguel Hernández, pero tal vez sea mejor que mantengamos el respeto y valoración a distancia que silenciosamente hemos mantenido vos, yo y tantos, tantísimos otros de los que no he vuelto a saber nada, durante más o menos treinta años. ¡El Tiempo es un asesino suelto, muy difícil de atrapar...!!!

LA BIPOLARIDAD DEL RECUERDO

Anoche volví a soñar con el TUBA. Es algo que me sucede a menudo, en los ya casi 29 años que van desde su cierre en junio de 1983 hasta este reciente 2012. Yo tenía 42 años cuando me ví obligado a presentar mi tercera y defintiva renuncia como director de ese “Teatro de la Universidad de Buenos Aires”, cuya creación había propuesto a la Dirección de Cultura de la UBA en agosto de 1974. Ahora estoy bastante cercano a los 72, de modo que la historia íntegra de ese Centro de Drama (sus inicios, sus paulatinos logros, sus constantes desfallecimientos, producto de los ataques que recibía de la propia Universidad y su enorme tarea realizativa y divulgadora), han formado parte de mi pensamiento consciente y subconsciente durante los últimos largos, vacíos de vida teatral, últimos TREINTA AÑOS de mi existencia.
Hasta llegar con mi propuesta de un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO a ese viejo edificio de Corrientes 2038, en pleno corazón de Buenos Aires, mi derrotero de teatrista amateur por convicción y elección había transcurrido en muchos escenarios independientes y algunos (pocos), de la esfera profesional (o mejor dicho: comercial).
Conocía de cerca todos los claroscuros de una actividad tan riesgosa como la de los trapecistas que trabajan sin red. El teatro, se haga donde se haga, es siempre un remedo de “combate con la muerte”. Llegar “ileso” al final de cada representación, sin que alguna parte del decorado se haya venido abajo o sin que algún compañero (o uno mismo) se haya olvidado o trastocado parte del texto o sin que un desalmado espectador haya decidido comer caramelos envueltos en celofán en el momento más crucial de un monólogo, es casi tan infrecuente como sacarse la lotería o recibir una herencia millonaria.
Pero así mi experiencia como director, actor, escenógrafo y hombre de teatro total hubiera sido el triple, el cuádruple de la que llevaba a mis espaldas al arribar a la Universidad con mi proyecto de TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO en 1974, de nada me hubiera servido de “preparación” para afrontar toda la avalancha de deslumbramientos, calamidades, riesgos, alegrias descomunales, oprobios, amenazas, triunfos, revelaciones, hazañas, calumnias, amores, odios, rechazos y adhesiones conmovedoras, que sobrevendrían durante los futuros nueve años, que serían justamente los nueve años de vida del TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (el TUBA).
Es por eso que la remoción consciente de recuerdos (provocada inevitablemente por la elaboración casi diaria de este Blog, a partir de febrero de 2010) y la aparición subconsciente de esos mismos recuerdos durante el sueño, como me sucedió anoche, se caracteriza en ambos casos por la BIPOLARIDAD.
Internamente, el TUBA era un lugar festivo, lúdico por naturaleza (porque “se jugaba” a hacer vida de teatro, pero al mismo tiempo “muy en serio”), en el que los jóvenes alumnos de la Universidad se mezclaban en su procedencia de las más diversas carreras, participando en una camaradería a la par con docentes, graduados y personal de los cuerpos no docentes, de los mismos desafíos frente a la elaboración de las obras del repertorio y a las mismas agotadoras tareas de artesanado, limpieza, repartijas callejeras de volantes y salidas en gira por los lugares más insólitos (parroquias, bibliotecas, campus universitarios o almacenes de ramos generales).
A su alrededor (y también dentro de su entorno), estaba el peligro, la amenaza constante, el desprecio, la burla, el desaliento, la prohibición tajante a la primera de cambio, la mugre, el raterío que nadie en la UBA se ocupaba de combatir, la obsesiva sospecha de “zurdaje” en cada nuevo proyecto que se abordaba, la cautelosa necesidad de disimular bajo seudónimos los apellidos notoriamente judaicos de muchos integrantes para que no se los persiguiese ni humillase, la objeción a autores relevantes por el mismo aberrante motivo, todo esto y mucho más que me produce rabia y asco relatar, proveniente de aquella miserable gente anidada desde hacía décadas en la mayoría de los casos, en lo que orgánicamente figuraba como “Dirección de Cultura” de la Universidad de Buenos Aires.
Si yo pudiera desalojar del recuerdo toda aquella malignidad insana, aquel nauseabundo estercolero de seres carcomidos por el odio hacia el idealismo positivamente transgresor de la juventud... y quedarme sólo con la imagen de aquellos rostros de chicas y muchachos extenuados, poseídos por el desenfreno de la ritualidad, sacados de la chatura de lo cotidiano y elevados al “pathos” donde los sentimientos y los sentidos se confunden en una misma exaltada plenitud, cuando los veía salir de sus ejercicios de expresión corporal (en los que tal vez habían recreado el rito de la primavera, de Stravinsky o la bacanal de “Sansón y Dalila”, de Saint-Saens, o una parranda de arrabal al compás de la música de Juan de Dios Filiberto...), o al finalizar, agotados pero radiantes, las tres o cuatro funciones seguidas de los fines de semana, saliendo al encuentro de ese público que los abrazaba, los acariciaba y hasta le traía golosinas de regalo...
Son dos imágenes que obsesivamente se acoplan en el recuerdo y que ni el hacha de Clitemnestra parecería poder separar: la de las luces y sombras de aquel portentoso, vital, dionisíaco y a la vez apolíneo TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES.
Mejor dicho: EL TUBA, a secas. Los nombres y apellidos muy largos suelen esconder realidades muy estrechas...

martes, 7 de febrero de 2012

LA RELATIVIDAD DE LOS NÚMEROS... LA IMPORTANCIA Y EL VALOR DE LOS HECHOS...


Experimento cierta incomodidad, cierto pudor, cada vez que a lo largo de este Blog que narra en forma dispersa la historia de nueve años de labor en continuidad del TEATRO UNIVERSITARIO DE BUENOS AIRES, necesito apoyarme en la mención de algunas cifras para intentar demostrar la validez de esa experiencia, a la que la Universidad de Buenos Aires prestó su emblema y de la que reclamó pertenencia (exigiendo que cambiase su nombre de origen de 1974 por el de “Teatro DE LA Universidad de Buenos Aires”, a partir de 1979), pero desentendiéndose de su derrotero y ejerciendo inexplicables detracciones, censuras y maniobras disolutivas hasta lograr su extinción, en 1983.
He dicho repetidas veces a lo largo de los 208 capítulos (o “entradas”) con que ya cuenta este Blog y que parten de febrero de 2010, que fueron unos 1.600 los jóvenes que participaron en el TUBA; que se montaron más de 100 espectáculos de repertorio; que se hicieon 1.163 representaciones con acceso libre y gratuito para el público en general; que hubo un promedio de 38.000 espectadores por temporada... Lo cierto es que ninguna de esas cifras es hoy comprobable en grado de exactitud, más allá de una relativa aproximación basada en honestas y bien fundadas conjeturas.
Hubo una inscripción inicial que acudió al llamado hecho en las facultades de la UBA para “integrar un futuro Teatro Universitario de Repertorio”, que rondó los 300 postulantes, que poblaron con su avidez participativa la cancha de pelota del último piso de Corrientes 2038 en noviembre de 1974, pero que la Dirección de Cultura de la Universidad se encargó de desalentar, imponiéndoles un paréntesis para el regreso recién “a fines de marzo del siguiente año”, con lo cual es probable que de aquellos primeros 300 sólo quedaran alrededor de 100, que fueron los que participaron del primer espectáculo del TUBA: la cabalgata evocativa del sainete rioplatense, en mayo de 1975, en la sala “Enrique Muiño” del Centro Cultural San Martín.Algo similar debió haber sucedido con los siguientes llamados a sumarse a los talleres actorales y artesanales del TUBA en los siguientes ocho años (1975 – 1982). Me consta, porque los entrevisté a todos y cada uno en Corrientes 2038, asistí a sus audiciones de prueba (no eliminatorias) cada verano a partir de la tercera o cuarta temporada del TUBA y llegué a enterarme de lo mal que se los trató al concurrir a las oficinas de Cultura en la calle Azcuénaga para llenar el formulario de inscripción, que fueron unos 200 por año los que se interesaron por formar parte del TUBA.
La cifra de 1.600 es, pues, la resultante de estas deducciones, que no hay manera de ratificar, puesto que las planillas de inscripción quedaban en la Dirección de Cultura y seguramente fueron destruídas hace decenas de años (tal vez, en algunos casos, en forma casi inmediata a haber sido suscriptas; traten Uds. de imaginar por qué...).
Fueron en realidad 1.600...? Fueron menos...? Fueron más...?
El TUBA fue un lugar de convocatoria, de convergencia participativa; un laboratorio en cuyos talleres internos los jóvenes, contemporánneos de una época terrorífica, pudieron experimentar la vida de teatro en plenitud y proyectar su experiencia en una gigantesca afluencia de público, también jóven en su mayoría, tal como sólo se había dado, bastante tiempo atrás, en las mejores épocas del movimiento de teatros independientes y sus ilustres puntales: el Teatro del Pueblo, La Máscara, Nuevo Teatro, Fray Mocho, el Instituto de Arte Moderno...Respecto de las 1.163 funciones públicas del TUBA, puedo afirmar que la cifra es prácticamente real, porque consta en archivos en los que el TUBA registraba para sus “propias memorias anuales” (no las falsas “memorias” que presentaba la Dirección de Cultura al Rectorado).
Se sabe fehacientemente cuántas funciones se hicieron de cada uno de los espectáculos de repertorio que el TUBA presentó en la sala de Corrientes 2038, pero sólo con cierto grado de aproximación cuántas funciones más se hicieron en centros culturales barriales, aulas magnas de facultades, bibliotecas, parroquias, universidades del interior y teatros oficiales (el Cervantes, el Regio de Colegiales, el Auditorium de Mar del Plata, etc.).
Deben haber sido bastantes más, pero hablar de 1.163 funciones realizadas (“Una cifra para sacar pecho”, como dijo poco antes del cierre del TUBA, desde el escenario del Cervantes, Don Emilio A. Stevanovich), no es dato para nada alejado de la verdad. Por lo general los elencos universitarios no se presentan sistemáticamente todos los fines de semana del año, como lo hizo el TUBA a partir de su segunda temporada de vida y a lo largo de los ocho años siguientes, lo cual revela un promedio anual de 140 funciones por temporada. ¡Vaya que importa poco si fueron 1.163 exactamente o algunas cuantas más (menos imposible) en tan inusual “raid” de presentaciones...!!!.Al hablar de “unos 100 espectáculos montados por el TUBA” no se busca magnificar una tarea productiva que para un Centro de Drama carente en absoluto de apoyo presupuestario, como lo fue el TUBA, ya sería suficientemente significativa si la cifra fuese menor.
Obviamente, se sabe con exactitud cuántas fueron las obras completas puestas en escena y exhibidas por el TUBA, que fueron 49. Pero sumando las reposiciones de algunas de esas obras con nueva presentación escénica; los recitales y fragmentos de obras con montaje de escenografía y vestuario y las obras breves que integraron espectáculos presentados bajo un título genérico (casos de “Chejoviana I y II”; “El avestruz acuático”; “El sainete rioplatense”; “Eterna Historia” o “La bohemia activa”), se arriba (y hasta se supera holgadamente), a la cifra global de “100 espectáculos montados”.Por último: el tema de los 38.000 espectadores por temporada. El cálculo más aproximado es el que surge de la cantidad de funciones hechas en Corrientes 2038, multiplicado por la cantidad de butacas con que contaba esa sala (250). Pero resulta que a las funciones del TUBA ingresaban, apretujadamente, unos 100 espectadores más en cada función, tirados en el piso, de pie a los costados, trepados en las tarimas del Coro Polifónico de Ciegos, al fonde de la sala o sencillamente, subidos al entrepiso, para disfrutar de la “vista panorámica” desde la ventanita de la cabina de luces.
Además, estaban las funciones periódicas en las aulas magnas y auditorios de las facultades. En Derecho, Medicina, Odontología, Ingeniería o Ciencias Económicas llegan a congregarse unos 800 o más estudiantes en cada representación que hacía el TUBA... (Qué hermoso “berenjenal” de gritos, vítores y cánticos en todas esas funciones para el estudiantado, en tiempos de severa represión...!).
Y después hay que tener en cuenta las actuaciones en grandes ámbitos, como el Teatro Cervantes (que en las funciones de “La suegra”, de Terencio o “Los cautivos”, de Plauto, estuvo colmado hasta las galerías superiores), o el Pabellón de las Américas, de la Universidad Nacional de Córdoba, con 2.300 estudiantes que asistieron en las dos funciones de 1981 o el Teatro Auditorium de Mar del Plata, donde se reunieron unos 1.200 espectadores en 1982 para ver “Stéfano”, de Discépolo y “El día que mataron a Batman”, de Daniel Hadis, o el antes llamado “Teatro de las Provincias”, del barrio de Colegiales (hoy conocido como “Regio”), una sala enorme donde no sabemos cuántos espectadores hubo durante los veinte días de representaciones de “La vida es sueño”, en 1979...Fueron 38.000 por temporada los asistentes al TUBA...?. Probablemente, muchos más según el año que se evalúe, pero la suma de 38.000 usada como “promedio” no es desacertada, si se considera que hace un total de 342.000 espectadores en las nueve temporadas, los que, sin pagar un sólo centavo, pudieron ver y aplaudir obras de un repertorio nacional y universal prácticamente ignorado por el resto de los teatros, oficiales y privados, de la ciudad de Buenos Aires y de la Argentina toda.
Entonces, dejemos las cifras en su fría y vana relatividad y vayamos a LOS HECHOS, que merecen otro tipo de consideración, más profunda, más esencialmente ontológica.
No está sujeto a demostración bajo estadísticas numéricas que hubo un TEATRO UNIVERSITARIO DE REPERTORIO en la Universidad de Buenos Aires a lo largo de nueve años consecutivos, que concretó uno de los mayores aportes (si no el mayor) en materia de investigación y divulgación del hecho escénico en la historia de esa Casa de Altos Estudios; que fue llevado a cabo por jóvenes universitarios de las más diversas carreras, en forma altruísta y desinteresada; que congregó una corriente de público multitudinaria; que fue combatido y aniquilado por la desidia y el oscurantismo ideológico de una presunta “dirección de cultura” de la Universidad y que después de su cierre a mediados de 1983 no ha vuelto a ser recordado ni reeditado, manteniéndose en Democracia la misma proscripción que padeció en dictadura.
Ante la elocuencia de los HECHOS, las CIFRAS caen y se dispersan llevadas por el viento, como las hojas muertas en otoño...

domingo, 5 de febrero de 2012

LOS UNIVERSITARIOS DEL MUNDO "¡A ESCENA...!", MENOS EN LA ARGENTINA

En los años del TUBA (1974 – 1983) no había festivales de teatro universitario a nivel internacional. Fue a partir de la creación de la A.I.T.U. (la Asociación Internacional del Teatro Universitario) en 1994, con sede en la Universidad de Lieja, (Bélgica), que estos encuentros comenzaron a proliferar, con participación de grupos universitarios de prácticamente todas las universidades del mundo, MENOS LA DE BUENOS AIRES, en Argentina.
Me causa asombro (y no poco tristeza) recorrer los anuncios de festivales que se están llevando a cabo en estos mismos días y en los meses venideros y me pregunto: Qué espera la Universidad de Buenos Aires para acoplarse con su propio Centro de Drama Universitario (como lo fue el TUBA), a este fabuloso movimiento que sacude con el impulso creativo de tantos cientos de jóvenes de diversas nacionalidades, los todavía no removidos y reemplazados viejos cimientos de la escena comercial...?
Aquí, en mi ciudad de adopción definitiva: la muy bella Mar del Plata, la oferta teatral (salvo escasas y honrosas excepciones) es la de ese gastado andamiaje revisteril, carente de propuestas contestatarias que sacudan la adormecida capacidad de reflexión del público, saturado de la carga embrutecedora de la televisión.
En el mundo, mientras tanto, esto es lo que están haciendo en este flamante 2012 los infatigables universitarios (tan osados e infatigables como eran aquellos del TUBA, treinta años atrás):

The 30th International Fadjr Theatre Festival
Fecha del evento: 25 de enero de 2012 - 11 de febrero de 2012
en Tehran (Irán)
Les ReuTeuLeu: les Rencontres Théâtrales de Lyon
Fecha del evento: 6 de febrero de 2012 - 10 de febrero de 2012
en Vaulx en Velin (Francia)
FESTIVAL INTERNACIONAL DE LONDRINA – FILO 2012
Fecha tope: 9 de febrero de 2012
en Londrina (Brasil)
Festival de Fès de théâtre universitaire (7e édition)
Fecha tope: 15 de febrero de 2012
en Fès (Marruecos)
The 15th Iran International Festival of University Theater
Fecha tope: 18 de febrero de 2012
en Tehran (Irán)
Festival d'Hiver
Fecha del evento: 20 de febrero de 2012 - 23 de febrero de 2012
en Jouy en Josas (Francia)
International theatre festival "Faces Without masks" 2012
Fecha tope: 28 de febrero de 2012
en Skopje (Macedonia)
XVIII Festival Internacional de Teatro Universitario
Fecha del evento: 12 de marzo de 2012 - 17 de marzo de 2012
en Galicia (España)
RITUFC (Rencontres internationales de théâtre universitaire de Franche-Comté)
Fecha del evento: 26 de marzo de 2012 - 30 de marzo de 2012
en Besançon (Francia)

MEJOR ES UN DÍA DE LEÓN...QUE CIEN DE OVEJA...!!!


En medio del clima opresor, asfixiante, de 1978 (uno de los más tenebrosos años de la dictadura militar en la Argentina), el TUBA se atrevió a montar una obra cuyo protagonista era un jóven rebelde, lúcido, inconformista, descreído de los llamados “valores tradicionales”, enojado con la pasividad de su entorno familiar, ajeno a los llamados del “amor para toda la vida” y alerta ante las trampas del sexo y sus consabidas urgencias.
Mostrar un personaje con esas características en el escenario “oficial” de una Universidad asfixiada, inerte, reprimida y atiborrada de esbirros y delatores como los recovecos del palacio de los Borgia, era todo un alarde de imprudencia, casi de necedad. Por qué lo hice...? Por qué lo hicimos...?
Bueno...nos amparábamos, como tantas otras veces hubo que hacerlo, en la “coraza de impunidad” que nos proporcionaba el venerado prestigio del autor: nada menos que Don Armando Discépolo, con seguridad el mejor dramaturgo argentino, el que desde sus grotescos de estilo pirandeliano había sabido calar hondo en la idiosincracia de los desposeídos, los olvidados, los seres grises y aniquilados por la chatura, desintegrados por el desarraigo y la añoranza de una Europa dejada atrás en pos de la promesa incumplida de una ilusoria prosperidad en suelo americano.
“Relojero”, estrenada en 1934, había sido la última obra escrita por Armando Discépolo, quien moriría en 1971 consagrado como un hombre de teatro cabal, austero, éticamente indoblegable y (como dijera Milagros de la Vega en sus memorias), “orgullosamente pobre”.
Quien podía sospechar que el montaje de “Relojero”, de Discépolo, por el Teatro de la Universidad de Buenos Aires... escondía un sagaz, corajudo mensaje trasgresor frente a la ficticia realidad que se trataba de hacer figurar desde el Estado: esa Argentina que supuestamente era “derecha y humana”...?.
Los represores que anidaban en cada dependencia de la Universidad sólo estaban alertas ante el menor atisbo de “insurrección” por parte del estudiantado, que era sometido al vejámen de la revisación (del manoseo), de sus cuerpos y sus libros y útiles cada vez que ingresaba o se retiraba de los edificios de las Facultades.
Esos represores, (los que estaban dentro de la Dirección de Cultura de la cual el TUBA dependía) no tenían, por fortuna, la menor idea de quien había sido Armando Discépolo. Su apellido no sonaba “a judío”, no tenía antecedentes “de zurdo” y hasta podían llegar a pensar que era “el de los tangos” (en realidad, su hermano Enrique Santos).
“Relojero” se dió varios meses a sala colmada en la sede del TUBA, en Corrientes 2038 y fue llevada con todo su mastodónico decorado a cuestas a la Facultad de Derecho (el mismo día en que había una jura, con señoras que ingresaban con vestidos largos como para ir a una velada del Colón), donde los futuros abogados aplaudieron a rabiar, conmovidos por el sacudón que les había penetrado en sus conciencias, adormecidas por el terror dictatorial, a través de la voz temblorosa, desgarrada, de aquel jóven, recién inciado actor universitario, que clamaba a grito pelado como queriendo hacer trastabillar todas las convenciones y todas las absurdas imposiciones de “verdades reveladas”: “MEJOR ES UN DÍA DE LEON, QUE CIEN DE OVEJA...!!!!”.
Gracias, querido, recordado Daniel Toppino (hoy en día consagrado actor profesional), por aquella voz tronante, demoledora, con que proferías esa y todas las demás frases sublevadoras de tu personaje... en un tiempo tan aciago para tantos otros jóvenes que habían hecho de la sublevación un ideal sostenible aun con la vida.

sábado, 4 de febrero de 2012

EL TUBA Y LA UNIVERSIDAD: IMÁGENES SUPERPUESTAS, ENTRELAZADAS, EN BUSCA DE LOGRAR UNA UNIÓN QUE NO FUE...


La Universidad de Buenos Aires tuvo en el TUBA al primer y hasta hoy último Teatro Universitario con continuidad de casi una década creado bajo su emblema, pero mientras la historia de este Teatro transcurría (el período que va de agosto de 1974 a junio de 1983) sus funcionarios y empleados se dedicaron a combatirlo y a privarlo del más mínimo reconocimiento.
Hoy, transcurridos 29 años de su agónico cierre, no hay nada en el devenir cultural de la UBA que recuerde la existencia de aquel Teatro y esa no entendible ni justificable omisión ha tratado de ser subsanada a través de este Blog, que narra a partir de febrero de 2010, en sucesivos capítulos no cronológicos, los aconteceres buenos y malos que conformaron (inmodestamente hablando) una de las más lúcidas epopeyas de juventud, signada por el esfuerzo desinteresado, el afán investigador y una verdadera pasión por la vida de teatro y su significación esclarecedora en la sociedad.
Fue ya hace bastante tiempo que se me ocurrió un artilugio de computación, para “entrelazar” las imágenes del paradógicamente llamado TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES con el histórico perfil de uno de sus más bellos edificios: el de la Avenida Las Heras y Pueyrredón, una suerte de catedral gótica nunca terminada.
Fueron casi un centenar de imágenes las “entrelazadas” y aquí sólo insertaré unas pocas. No servirán, de todos modos, para reparar aquel antiguo “divorcio” entre la Universidad y su combatiente TEATRO DE REPERTORIO llamado “El TUBA”, ni para mitigar la tristeza que produce comprobar el injusto olvido en que deliberadamente fue sepultado.


viernes, 3 de febrero de 2012

BEATRIZ SEIBEL, GRACIAS POR SU RESPUESTA...! POR FIN ALGUIEN QUE SE DIGNA CONTESTAR...!!!



El pasado 7 de enero envié a Beatriz Seibel, reconocida historiadora del teatro, el siguiente mensaje a su dirección de correo electrónico:

Sra. Beatriz Seibel
Siendo usted historiadora del teatro, me atrevo a proponerle "adentrarse" en la historia del Teatro de la Universidad de Buenos Aires (el TUBA), que transcurrió entre los años 1974 a 1983 y que sigue siendo hoy un precedente casi ignorado y sin continuidad, en tiempos en que los teatros universitarios han cobrado mucho auge, sobre todo a partir de la creación en Bélgica de la A.I.T.U. (Asociación Internacional del Teatro Universitario) en 1990, que convoca a estudiosos y centros dramáticos del mundo entero, con la preocupante omisión de la Universidad de Buenos Aires.
Esa historia, narrada en forma no cronológica, la hallará usted en el sitio www.arielquirogatuba.blogspot.com y cuenta en la actualidad con 198 "entradas" o capítulos (140 en 2010 y 58 en 2011), que incluyen testimonios, anécdotas, documentos fehacientes, fotografías, fragmentos sonoros y un material inédito, rescatado del forzado olvido a que se condenó esa singular epopeya de juventud, por el sólo hecho de haber transcurrido en los oscuros, tenebrosos años de la dictadura.
Ordenar y dar continuidad a esos fragmentos de una historia verdaderamente portentosa, por lo que significó como aporte de más de 1.600 jóvenes universitarios a la valoración y divulgación del drama representado de todas las épocas, es tarea que a mis 72 años, recluído desde hace tiempo en la ciudad de Mar del Plata y alejado definitivamente de la vida teatral a partir del cierre del TUBA en 1983, es tarea -digo-, que me supera, pero apelo a la inquietud de investigadores que, como en su caso particular, han dedicado y dedican tanto esmero a dejar para la posteridad huellas reconocibles de esa circunstancia esquiva, cual es el hecho teatral, (el "arte de lo efímero" según Jean Louis Barrault).
Considero, quizás con cierto grado de presunción, que esa historia de nueve años de labor en continuidad, con 1.163 funciones realizadas con acceso libre y gratuito para el público en general, dando a conocer obras en su mayoría ignoradas para el público argentino, tanto de Nemesio Trejo como de Jean Racine (el estreno en 1980 de su mejor tragedia: "Fedra"); de Molière como de Oscar Wilde; de Juan Carlos Ghiano como de Anton Chéjov; de Alexander Pushkin como de Armando Discépolo o de Junji Kinoshita, Henri Mürger, Luiggi Pirandello, Sófocles, Ramón del Valle-Inclán y tantos y tantos más, todo eso hecho en medio de la mayor precariedad, sin aporte presupuestario de ninguna naturaleza, saliendo en aventuradas giras por las parroquias, bibliotecas, almacenes o tablados a campo traviesa (a la manera de "La Barraca", de Federico), trasladando pesados decorados corpóreas hasta las aulas magnas de las facultades dependientes del Rectorado de la UBA y también a universidades del interior, merece que personalidades del quehacer historiográfico nacional colaboren con la preservación de su Memoria.
Desde ya, mi profundo agradecimiento y el testimonio de mi antigua valoración de su obra literaria.
Ariel Quiroga

Hoy, viernes 3 de febrero, recibo la siguiente respuesta de Beatriz Seibel:
Estimado Ariel Quiroga,
Le pido disculpas por la demora en contestarle, ya que estuve de vacaciones hasta fin de enero.
El material que usted propone es muy interesante, y creo también que habría que hacer algo con toda esa documentación.
En mi caso no es posible abordar este trabajo, ya que me encuentro comprometida con diversos proyectos en ejecución, entre ellos la Antologia de Obras de Teatro Argentino desde los orígenes a la actualidad, que publica el Instituto Nacional del Teatro. Ya han salido 8 tomos de distribución gratuita, y los primeros 6 tomos pueden descargarse en la página de la Editorial del INT.
Le aclaro que acabo de cumplir 78 años, y la edad no es excusa para nada.
Me permito sugerirle que envíe la información a Carlos Fos
cfos@complejoteatral.gov.ar
que es presidente de AINCRIT, Asociación de Investigadores y Críticos Teatrales, que es un entusiasta promotor de trabajos, para que considere sus materiales y la posibilidad de difundirlos.
Le agradezco mucho su mail y sus conceptos.
Muchos saludos
Beatriz Seibel

Desde lo más profundo de mi cansado corazón: GRACIAS, BEATRIZ SEIBEL... Ya no puedo seguir diciendo, como dije en el capítulo de este Blog del 19 de enero ppdo.: “EL TUBA NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA”.